-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/598010/seccion/akn598010-ds34-ds40
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Homenaje
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/3580
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/temporal/1292
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/3580
- rdf:value = " El señor BULNES SANFUENTES.-
Señor Presidente:
Los Senadores conservadores rendimos emocionado homenaje a todas las víctimas de la catástrofe del domingo último. Nos referimos, principalmente, a los desventurados habitantes, laboriosos y modestos, del pueblo de El Cobre y, en general, a todos los que perdieron la vida a consecuencias del terremoto.
Pensamos, como lo han manifestado ya Otros señores Senadores, que deben investigarse a fondo las causas de la tragedia de El Cobre, no sólo para establecer responsabilidades que, por cierto, es indispensable determinar y sancionar, sino, también, y quien sabe si principalmente, para extraer experiencias que pongan a cubierto de riesgos como éstos las vidas de quienes laboran en las faenas mineras.
Como recordaba el Honorable señor Allende, hace muy poco hubo que lamentar una tragedia ocurrida en los cerros de la costa de Colchagua, en una comuna muy extensa y muy abandonada por todos los servicios públicos: Rosario Lo Solís. Allí, por falta de medidas de seguridad elementales, perdió la vida un grupo de niños que trabajaban al margen de toda disposición legal.
Es necesario capitalizar estas experiencias dolorosas, impedir que los hombres humildes que están entregando su trabajo y su salud a la producción, estén expuestos a entregar, también, cualquier día, como ahora ha ocurrido, su sangre y su vida.
He escuchado con mucha atención e interés todas las observaciones formuladas esta tarde. Declaro que de cuantos cuadros se pintaron aquí, el que me conmovió mayormente fue el que trazó el Honorable señor Bossay, porque coincide con lo que presencié con mis propios ojos en la zona devastada por el terremoto.
El día domingo, inmediatamente después de la catástrofe, las rediodifusoras dijeron que el epicentro del sismo estaría en la ciudad de San Fernando. Por razones obvias, me preparaba para partir hacia allá cuando supe, también por información radial, que la región más dañada era la de Llay Llay y San Felipe. Partí entonces a la comuna de Panquehue, a la que estoy estrechamente ligado, más que por intereses materiales, por lazos familiares muy fuertes y por un afecto sincero y profundo. Llegué a ella antes de las cuatro de la tarde y presencié, entre los campesinos, un cuadro de desolación absoluta: la enorme mayoría de las viviendas estaban como las describió el Honorable señor Bossay: como cascarones vacíos. Las fachadas permanecían casi totalmente en pie, pero en el interior no había nada. Los campesinos habían perdido sus modestas pertenencias. Estaban bajo el peso, no tanto del pánico experimentado durante el sismo, como de terror natural que produce quedar a la intemperie y tener que afrontar en esas condiciones la noche, el frío y el invierno que se avecina.
Me he mantenido en contacto, durante los días lunes y martes, con esas regiones, por intermedio de mi mujer y mi hija mayor, quienes están tratando de mitigar dolores y ayudar a reorganizar la vida de un centenar de familias.
Pongo el acento, como ya lo hizo el Honorable señor Bossay, en la gente de los campos, pues hasta ahora la ayuda gubernamental se ha dirigido principalmente a las ciudades. La preocupación de la prensa también es sólo por la situación de las ciudades. Parece olvidarse que, aparte La Ligua, La Calera, Llay Llay y San Felipe, existen extensas regiones, como el valle del Aconcagua, densamente pobladas, pues son tierras de cultivo intensivo e incluso bastante industrializados. Pues bien, en esas extensas regiones hay decenas y centenares de hombres que todavía no reciben socorros y están condenados, como dijo un señor Senador, a no ser víctimas directas del terremoto, sino del invierno que se avecina.
Al destacar estos hechos, al hablar de la gente de los campos, no pretendo formular cargos contra nadie. Comprendo perfectamente que la ayuda no puede llegar a todas partes en los primeros momentos ni en los primeros días. Pero quiero aprovechar este homenaje, para pedir al Gobierno desde esta alta tribuna, que tenga mayor preocupación por las familias que habitan los villorrios y los campos. En las ciudades hay más defensa. Algunas construcciones quedan en pie hay grandes edificios en donde muchos pueden alojar. En los campos no ocurre así: cuando se pierde el techo propio, no queda sino la intemperie.
Quiero decir porque no sería honrado no hacerlo, y en esto coincido con el Honorable señor Bossay que en esta catástrofe no sólo se cayeron las casas de adobes; no sufrieron daños exclusivamente las viviendas construidas por la CORVI. He visto, por mis propios ojos, casas de ladrillo y concreto no construidas por esa institución, sino por contratistas de prestigio y bajo el control de sus propietarios, tanto o más dañadas que las de adobe.
Para el que ha recorrido la zona, es evidente que la tierra se agrietó en todas partes y, frente al agrietamiento de la tierra, no hay muralla que resista ni muro que no sufra daño, aunque se trate de una buena construcción de ladrillo y concreto.
En la región donde he estado y con la cual me he mantenido en contacto, está dañado el ciento por ciento de las viviendas ; un veinte por ciento o un treinta por ciento, a lo sumo, admite reconstrucción, pero con obras mayores. El Testo no tiene otro destino que la demolición total.
El problema que se presenta para volver a dar techo a esa cantidad innumerable de familias es gravísimo y exigirá de toda la ciudadanía un sacrificio mucho mayor, a mi juicio, del que se cree. Si bien es cierto que las fachadas de los edificios han quedado en pie, el país no se ha percatado todavía de la verdadera extensión y profundidad de los daños.
El Partido Conservador no tendrá desde el 21 de mayo ningún Parlamentario por las provincias de Valparaíso y Aconcagua, ni tampoco por la de Coquimbo. Pero esto no nos hace sentir menos el dolor de las víctimas del sismo. Nos lo hace sentir más, porque estamos en situación de impotencia para ayudarlas. No tenemos, como otros partidos, Parlamentarios que puedan ir a abogar por la causa de esas víctimas ante los distintos servicios públicos. Sólo podremos contribuir, con nuestros votos en el Senado y en la Cámara de Diputados, a la aprobación de cualquier medida que se desee adoptar, y que se debe tomar a la brevedad posible, para reparar los daños de la catástrofe.
Tenemos fe en las energías de nuestro pueblo, en las posibilidades de recuperación del país. Este no ha empezado a desarrollarse ahora: ha venido desenvolviéndose, en contra de todos los factores naturales y materiales, durante los 150 años que abarca nuestra vida independiente, de la cual nosotros, por cierto, estamos orgullosos.
Porque conocemos nuestro país, porque respetamos nuestra historia, estamos ciertos de que lograremos rehabilitarnos de esta catástrofe; y pedimos a Dios que las provincias afectadas por el terremoto y las familias que han sufrido por él, resurjan de esta tragedia con mayor vitalidad y bienestar que el que nunca tuvieron.
He dicho.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/598010
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/598010/seccion/akn598010-ds34