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- rdf:value = " El señor BARROS.-
Señor Presidente, estimo un deber, un imperativo de conciencia, de lealtad y espíritu solidario, expresar la adhesión de nuestro Comité Mixto al homenaje que el Honorable señor Gómez ha rendido en la persona de don Orestes Froedden, recientemente fallecido.
Varón recio, justo, alto, su biografía ha sido destacada por los colegas que me han precedido en el uso de la palabra.
Muéveme a adherir a esta recordación el hecho de que mi querido colega don Exequiel González Madariaga, miembro de la Orden Masónica y Senador de nuestro Comité, de haber estado en Chile, habría expresado, con la vibración de su lenguaje, el amor por su institución y el respeto por el ilustre desaparecido; todo lo que su hombría de bien es capaz de sentir en circunstancias como esta.
Personalmente, quiero recalcar que en el historial de la Patria y en la formación intelectual de sus preclaros hombres, la Orden Masónica se enseñoreó no sólo en Chile, sino en América toda, para vencer con la fuerza de su racionalismo a las piras obscurantistas de los inquisidores, de los traficantes de indulgencias, de quienes quemaron libros y cuerpos para imponer su fanatismo ciego e ignorante.
Las hueste de los "hijos de la luz", que defendieron el laicismo en la vida diaria y lo inculcaron en los principios del Estado docente, ora por obra y ejemplo de un filósofo de la educación como Valentín Letelier o de un polemista multifacético como Eduardo de la Barra ("Erasmo Jesuit"), es necesario que hoy se unan a otros patriotas y nuevamente rememoren los años verdes en que las mentes combatían contra el poder confesional.
El peligro no está conjurado. Es falso que la lucha religiosa haya sido superada en Chile. El chileno no necesita cortinas de humo que oculten sus desventuras ni caridades que tapen sus miserias. Sólo quiere justicia; y ésta no se la puede entregar un cabildo cebado en la indulgencia que otorga un dólar amasado con la miseria de los pueblos.
Creo en la tolerancia siempre que ella no constituya un "visto bueno" para que el enemigo aplaste con el empuje avasallador del poder y del dinero a las masas ignaras, para quienes la palabra libertad es una expresión más de servidumbre humana.
La tolerancia debe tener su límite frente a la terca intolerancia.
Sea, entonces, el homenaje póstumo a un hombre de selección como fue don Ores- tes Froedden, la expresión de un anhelo para que una institución que predica la fraternidad universal contribuya, en esta hora de prueba para nuestro país, a mitigar el proceso de lucha de clases, antítesis de toda esperanza para lograr hacer a los hombres más fraternos y tolerantes.
He dicho.
"
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