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- rdf:value = " El señor TEITELBOIM.-
Señor Presidente, Senadores de todos los partidos acaban de rendir conmovido homenaje a las víctimas de la reciente catástrofe de la naturaleza que ha azotado a nuestro país.
La semana pasada, en la hora ele Incidentes, nos referimos al temporal que castigó a Chile, y a sus mayores consecuencias. Han pasado algunos días, y con ellos han aumentado las proporciones de los daños y las pérdidas de vidas que ha provocado el desencadenamiento de los elementos. Hoy tenemos que lamentar nuevas tragedias.
Hemos estado, personalmente, en diversas poblaciones de nuestra provincia; en algunas del primer distrito de la capital, como Nogales, por ejemplo, y en otras pertenecientes a comunas populares, como Renca, Las Barrancas y Quinta Normal. Vimos allí a personas evacuadas viviendo en escuelas y en locales de industrias, en condiciones difíciles. Conocimos numerosas familias que han perdido la mayor parte de sus enseres, principalmente en las poblaciones ribereñas del Mapocho, las cuales sufrieron la crecida y desborde del río.
Por todas partes, hemos encontrado -repito- niños pequeños, descalzos, hundidos hasta las rodillas en el agua y el barro.
El culto a la negligencia.
Los daños de las familias que habitan las poblaciones callampas son, en realidad, cuantiosos, y en rigor, incalculables.
Al visitar los lugares más afectados, se puede comprobar que en nuestro país es preciso someter todo a revisión, porque la capacidad de resistencia a la acción de los elementos desencadenados es mínima, en alta proporción, en casi todos los órdenes de cosas.
La semana pasada señalamos que en nuestro país ha habido negligencia secular, uña improvisación que no puede asombrar a los extranjeros que han oído hablar de Chile como de un país donde los terremotos y las catástrofes naturales mantienen un triste "record" de frecuencia.
A modo de ejemplo, citemos el problema del desborde del Mapocho. En un libro titulado "Proyectos para la canalización del río Mapocho", publicado en Santiago en 1886, se expone la idea de encauzar el río y se hace alusión a la antigua necesidad de realizar tal obra. La canalización se hizo al fin, y de la etapa de los antiguos tajamares, se pasó a la del actual cauce, que corresponde a la parte hoy más central de la ciudad. Pero las razones que en el siglo pasado se esgrimieron para defender los proyectos de canalización, han seguido vigentes con relación a los sectores poblados que se han ido formando en las márgenes del río. Hoy son muchas las poblaciones ribereñas, formadas la mayor parte de manera espontánea, a medida que la gente se ha instalado en esos lugares, improvisando modestas y frágiles viviendas.
Es hora de reparar esta enorme y antigua negligencia. No podemos seguir en la actual indefensión frente a la naturaleza. Comprendemos que cambiar condiciones que se arrastran años y años, no es cosa de días ni de meses. No se puede exigir, ni estamos en esa posición, milagros de un Gobierno para corregir lo que un régimen secular no ha hecho. Pero sí podemos exigir, puede exigir cada uno de los chilenos y podemos exigirnos cada uno de nosotros que de una vez se comience a poner término a tal orden de cosas; que se principie a notar la voluntad de hacerlo con realizaciones concretas.
Medidas indispensables.
Ante la emergencia producida en el país,el Gobierno ha dispuesto una serie de medidas para hacer frente a una situación que realmente puede calificarse de catastrófica, e ir en auxilio y alivio de los miles de familias damnificadas. Las medidas anunciadas por el Gobierno son, sin duda, necesarias, y deben ser impulsadas con la mayor rapidez y el mínimo de trámites de cualquiera especie. La entrega de 10.000 sitios en Santiago debe concretarse y ampliarse. Tal medida constituye un paso adelante en la solución del problema de las familias sin casa, e implica un reconocimiento de las proporciones del drama de la falta de vivienda. Esto viene a poner en evidencia lo falso e incongruente de la posición de quienes han pretendido atribuir a móviles políticos los movimientos de toma de terrenos y ocupación de casas deshabitadas por gente que ha actuado movida por la desesperación, por la necesidad de hallar un lugar donde asentar su hogar.
Son también de estricta necesidad las medidas anunciadas para ir en ayuda material de las familias damnificadas. Adquiere, asimismo, primera importancia la represión de la especulación. Por eso, nosotros nos apresuramos a pedir la votación, lo más rápidamente posible, del proyecto despachado hace algunas horas por el Senado.
Esa lucha contra la especulación debe materializarse en forma drástica, para evitar que gente inescrupulosa siga añadiendo una carga más sobre las ya golpeadas espaldas del pueblo, con las alzas que diariamente restringen el valor adquisitivo de los salarios y sueldos.
Nosotros planteamos que, junto con las medidas anunciadas por el Gobierno, deben aplicarse otras, pues si bien aquéllas son necesarias, a nuestro juicio no son suficientes.
Hay fondos en el país.
En el aspecto del financiamiento de los gastos que irroga encarar la actual emergencia, no basta con la destinación de un millón de escudos del rubro para calamidades públicas y con la redistribución de algunos fondos considerados en el presupuesto nacional. No podemos tampoco atenernos sólo a la ayuda que pueda llegar desde el extranjero. Es necesario acudir a fuentes de donde se puede obtener recursos y exigir el aporte de los sectores privilegiados que extraen beneficios pingües de la explotación de nuestras riquezas básicas: las compañías del cobre y el hierro, que gozan de prádigas franquicias tributarias; las empresas bancarias, cuyos balances revelan enormes ganancias, y las utilidades de los ávidos y usuarios monopolistas. En esos sectores, no existe realmente fatiga tributaria. Esta afecta a los sectores modestos, sobre los cuales gravita el peso aplastante de los impuestos. Basta examinar el balance de cualquier banco para comprobar de qué modo multiplican la riquieza. Basta dar una mirada a las franquicias y exenciones tributarias de que gozan las afortunadas compañías del hierro y las utilidades que obtienen para darse cuenta de que no sólo no están recargadas de impuestos, sino que prácticamente no pagan ninguno o están afectas a tributaciones muy pequeñas.
Es posible y necesario obtener recursos, gravando a quienes usufructúan en mayor proporción de la riqueza nacional y aportan, en cambio, en porcentaje mínimo, a los ingresos del país.
Compañías indiferentes.
Y con relación a la materia a que nos estamos refiriendo, es preciso obligar a las compañías del cobre a devolver en forma inmediata, como lo hemos pedido tantas veces, ya sea al Presidente de la República, al Consejo de Defensa Fiscal y ahora a la Contraloría General de la República, los 23 millones de dólares que debieron reintegrar por concepto de utilidades extraordinarias obtenidas con el alza del dólar que se produjo al comienzo del Gobierno del señor Alessandri. Como es sabido, esa cantidad fue simplemente escamoteada por las compañías, las cuales no contribuyeron en nada al esfuerzo nacional de la reconstrucción del país, después de los devastadores terremotos de mayo de 1960. Mediante el impuesto especial que se creó y de otros arbitrios, los sectores medios y las clases populares dieron su aporte al proceso de la reconstrucción, a pesar de sus bajos ingresos y el continuado deterioro del valor adquisitivo de sueldos y salarios. En contraste con ello, las compañías extranjeras del cobre, que han extraído y extraen cuantiosas ganancias de nuestro suelo, no efectuaron aporte alguno para el esfuerzo de recuperación del país. Se comprometieron a devolver la entrada extraordinaria producida por el alza del tipo de cambio. No lo hicieron. Posteriormente, se les impuso la devolución, por medio de una ley. Pero se las ingeniaron para burlarla. El Gobierno puede y debe obligar a las compañías a efectuar ese reintegro, que permitiría disponer de recursos nada despreciables y sumamente necesarios en la actual emergencia.
Planteamos que se haga entrega inmediata de todas las casas CORVI y de cajas de previsión que se encuentren habitables y estén actualmente desocupadas, obviando en lo posible los trámites burocráticos que impiden su utilización, mientras miles de familias carecen de techo.
En lo referente a la entrega de los sitios, estimamos que ésta debe concretarse de inmediato, en la medida de lo posible, y complementarse con la entrega de materiales de construcción.
Planteamos también que a lo anterior se debe agregar la solución rápida de los problemas de urbanización, para lo cual el Gobierno debe impulsar el proyecto de ley llamado de;promoción popular", que él mismo envió al Congreso y que ya fue aprobado por la Cámara de Diputados, donde fue mejorado y completado. En dicho proyecto, se incluye una serie de normas que ya se estarían aplicando si el Gobierno no lo hubiera retirado y que facilitarían el proceso de urbanización de las poblaciones y vendrían a regularizar una serie de situaciones de hecho, así como a proteger a miles de personas que han sido víctimas de loteadores inescrupulosos.
Congelación de precios.
Es nuestra voluntad acelerar al máximo el despacho de dicho proyecto.
Como indispensable complemento a las medidas de represión de la especulación, se debe ir a la congelación general de los precios de los alimentos y de los materiales de construcción. En la situación de emergencia que vive la mayor parte del territorio nacional, la congelación de los precios es una medida de protección elemental para la población y, en especial, para los sectores más necesitados. La fluctuación de aquéllos produce, sin duda alguna, inseguridad en el ánimo del consumidor, lo que, agregado a la escasez que se ha producido en diversos rubros, favorece las tendencias especulativas.
Actitud constractiva.
La posición de los comunistas frente a los problemas derivados de la actual emergencia es, pues, constructiva. Señalamos al Gobierno medidas concretas, que no las estimamos imposibles, que se pueden y se deben tomar, para complementar las que se están poniendo ya en práctica o han sido anunciadas. '
Nuestro espíritu es esencialmente positivo. Queremos cooperar en la labor de reconstrucción y reparación que sigue a las calamidades sufridas este año por el país, y proponemos caminos concretos para mejorar las iniciativas del Gobierno, para integrarlas y crear condiciones que permitan una mayor efectividad en la tarea de ayuda a los damnificados, de habilitación de caminos, vías y, en general, de instalaciones y servicios públicos dañados. Absolutamente ajena a nuestra posición sería una actitud encaminada a obstruir las medidas de auxilio a las familias damnificadas. Las afirmaciones en este sentido de cierta prensa y radio, profesionalmente anticomunistas por órdenes del extranjero, constituyen especies malévolas.
Los enemigos de nuestro pueblo, aquellos que representan a las clases que han usufructuado del país sin preocuparse de habilitarlo para resistir los golpes rudos de una áspera naturaleza, no pueden perdonar a los comunistas su lealtad inquebrantable a la causa popular y su actitud insobornable para denunciar a los explotadores, sean ellos extranjeros o nacionales.
Conste que declaro que toda iniciativa de beneficio popular será defendida por nosotros y mejorada en cuanto sea posible. En la población, en la fábrica, en el campo, en la escuela, en el Parlamento, en todos los planos, los comunistas no tienen otro norte en su acción que el interés popular.
Frente a la situación actual de emergencia, como frente a la situación general del país, apoyamos todas las iniciativas del Gobierno que sean de beneficio popular y proponemos otras, concretas, realizables.
Por otra parte, el Partido Comunista lia llamado a sus militantes a la participación activa en las labores de solidaridad con los damnificados, lo que estaban realizando desde los primeros momentos. Nuestro pueblo está dando, una vez más, muestra de su generosidad inagotable, de su espíritu fuerte. Muchas cosas están faltando en los hogares modestos del país. Las alzas continuas convierten en sal y agua cualquiera entrada extraordinaria que se pueda agregar a la habitual. Sin embargo, ante cada desgracia brota de nuevo el raudal de la solidaridad popular, noble y amplia, que se expresa en todos los planos y niveles. Dueñas de casa, empleados, obreros, estudiantes universitarios, escolares, han estado llevando en diversas formas y por los más variados medios la ayuda solidaria. En esta labor están participando los organismos de la Central Única de Trabajadores, federaciones de obreros y sindicatos, las juventudes de diversos sectores.
Las medidas de emergencia -repetimos- son necesarias. No se puede dejar de actuar para enfrentar la acción de la naturaleza que tan cruelmente ha golpeado al país y las consecuencias de su fuerza destructora. Pero junto a aquéllas, es indispensable plantearse la cuestión de prevenir los daños que cada una de las embestidas de las calamidades naturales causa.
Un pueblo al reparo.
La prevención es la lección que nos están dando los sismos y temporales que con trágica frecuencia azotan el territorio. ¿Cuántas poblaciones no han sufrido el devastador efecto de las crecidas de ríos y esteros o de sus desbordes por el hecho de estar situadas en lugares bajos, en los márgenes de los cauces y hasta dentro de ellos mismos? ¿Cuántos sectores urbanos habrían resistido mejor la persistencia de la lluvia de haber contado con sistemas de desagüe eficientes? Y, sobre todo, ¿cuántas mejoras y viviendas improvisadas no habrían sido destruidas, dejando en la intemperie a sus habitantes, si en vez de ser tales hubieran sido construidas sólidamente, en lugares adecuados y con materiales apropiados?
Lo hemos dicho en 1960, cuando los movimientos sísmicos asolaron casi un tercio de las provincias chilenas. Este mismo año, en marzo, cuando el terremoto arruinó parte de la región central, lo repetimos. Y es oportuno volver a decirlo ahora, frente a los daños desproporcionados que han dejado como saldo los últi-
mos temporales. La imprevisión, la falta de preparación para recibir los embates de la naturaleza, previsibles, constituyen la causa de un porcentaje apreciable de los daños y pérdidas de vidas que se producen.
Por eso, en esta hora, el Partido Comunista de Chile, por medio de sus Senadores, quiere decir que nosotros estamos con todas las medidas positivas que signifiquen en la emergencia o en la perspectiva nacional de lo futuro, colocar a nuestro pueblo al amparo de los sismos, de los temporales, al abrigo de los vientos, de las lluvias y de los desastres que aquéllos causan.
No es otra nuestra mira, y todos los sectores dispuestos a ello podrán contar con la colaboración decidida del Partido Comunista, para hacer que en el Chile del presente y también en el Chile del futuro, no tengamos que llorar las pérdidas que hoy hemos tenido que lamentar.
Nada más, señor Presidente.
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