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- rdf:value = " El señor VON MÜHLENBROCK.-
Antes de entrar al debate, quiero manifestar la aprobación de los Senadores liberales al proyecto que reajusta las cuentas de ahorro del Banco del Estado, por estimarlo plausible desde todo punto de vista.
El debate que precedió a mis palabras ha ampliado aún más el criterio, pero yo quiero aprovechar también la oportunidad de analizar la crítica que nos ha hecho a todos los Senadores anteriores nuestro distinguido colega y amigo.
Nosotros no hemos carecido de sensibilidad en el período pasado frente al delicado y complejo problema relacionado con los reajustes establecidos en Chile como medio de controlar la inflación. Se trató de encontrar un sistema que permitiera frenar el proceso inflacionario. Por desgracia, la inflación, endémica en nuestro país, es curiosa : mientras se controlan las remuneraciones, suben los precios ; mientras se frena el crédito, se elevan los precios, y todas las medidas adoptadas para frenar la inflación desde el punto de vista monetario no tienen otra consecuencia que paralizar la actividad del país y permitir que los precios sigan subiendo en una cadena sin fin. Nosotros no hemos carecido de sensibilidad frente a este problema, como lo demuestra el hecho de que, después de duras batallas libradas en este hemiciclo, logramos suprimir los reajustes de las deudas de la CORFO, que estaban estrangulando, a lo largo del país, en forma especial a la agricultura y a la industria, y habían llevado la desesperación a las provincias devastadas por los sismos de 1960. Cabe recordar la condonación que hizo el Senado de los reajustes de deudas de instituciones que no perseguían fines de lucro. Es así como la ley 14.171 benefició a numerosas instituciones respetables : cuerpos de bomberos o establecimientos educacionales. Recordemos, asimismo, la "congelación" de los reajustes CORVI en la provincia de Valdivia, y las luchas libradas aquí por rebajar el interés bancario. Respecto de esto último, tropezamos con la política del anterior Gobierno, que no fue compartida por muchos Senadores liberales. Yo no fui partidario de la devaluación monetaria de 1961. En las versiones de los debates del Senado está la comprobación amplia de mi aserto; de manera que no estoy haciendo sino simples rememoraciones.
No es de extrañar, entonces, que la iniciativa en debate, propuesta por el Ejecutivo, haya merecido todas mis simpatías, como la ha merecido también la indicación del Honorable señor Ampuero para reajustar las cuentas de depósitos de los imponentes de la Caja de Empleados Particulares. En mi concepto, esta indicación implica una especie de pequeño proyecto incluido dentro del que debatimos, absolutamente relacionados con él. Ojalá, el Senado aproveche el conocimiento de sus miembros para que, en el segundo informe, la indicación del Honorable señor Ampuero sea perfeccionada al máximo, en lo que puede contribuir, por cierto, su propio autor. Nosotros rogamos al Honorable señor Ampuero no retirar su indicación, porque, aparte ser procedente, beneficia a más de 200 mil imponentes de la Caja de Empleados Particulares, esto es, a gente modesta, del pueblo y de clase media, que está sufriendo la tragedia que significa la pérdida de sus fondos previsionales.
Por lo expuesto, nosotros podemos desvirtuar fácilmente cualquiera acusación que se nos haga en el sentido de que no hemos tenido sensibilidad frente al duro problema de los reajustes. El Senador que habla acaba de proponer, en la discusión del proyecto que crea el, Ministerio de la Vivienda, un artículo según el cual ningún reajuste podrá ser superior al 25% de la renta líquida, descontados los impuestos e imposiciones previsionales, de cualquier empleado u obrero en los casos de deudores depositantes de los institutos de ahorro y préstamo. Asimismo, el artículo establece un tope de 20% de la renta líquida del jefe de familia, tratándose de deudores de cuentas en la CORVI. Esto revela sensibilidad de nuestra parte. Al mismo tiempo, en nombre de los Senadores liberales, quiero descargar de toda culpa a mi Honorable colega el señor Contreras Labarca, quien, al parecer, ha sido señalado como opositor al pronto despacho de este proyecto. En realidad, la Comisión de Hacienda trabajó con acuciosidad e interés en este asunto. El Honorable señor Palma recordará que, a pesar de nuestros deseos, no pudimos despacharlo con la premura que queríamos, pues no podíamos faltar a nuestro deber, impuesto por la Carta Fundamental, de dar financiamiento al proyecto. La iniciativa legal afecta a 633.031 cuentas del Banco del Estado. Nos hallamos frente a un porcentaje superior a medio millón de personas, si tomamos en cuenta que muchos depositantes tienen dos o tres cuentas de ahorro. De allí que, volviendo a mis observaciones, quiero manifestar el beneplácito que nos produce el proyecto en debate, tendiente a defender el ahorro nacional, a aprovechar la capacidad de ahorro del pueblo.
Creo en la fuerza de los humildes. Yo creo que la humanidad está viviendo una etapa de profundas transformaciones de su sistema de vida, de su filosofía y de todas sus creaciones. Las características de esas transformaciones se particularizan en la energía atómica. Así como en la naturaleza física la fuerza más inconmensurable radica en el átomo, en lo más pequeño, así también en lo social, en lo político, la fuerza más inconmensurable, de mayor capacidad creadora, de mayor expansión y dilatación social, reside en los humildes, que constituyen el pueblo. Las grandes mayorías nacionales son movidas por la fe, estimuladas por una mística y acicateadas por el deseo de crear que el espíritu humano ha colocado al servicio de la especie. El ahorro, llamado por nosotros capitalismo popular, estaba siendo destruido y poco menos que reducido a la nada Habría sido necesario pecar de mentecatez o ignorancia supina ahorrar en un sistema inflacionario que, en el año 1964, tuvo un promedio de devaluación ascendente a 38,4%. Sin embargo, a pesar de la inflación y de la pobreza que conmovió al pueblo chileno ; a pesar de nuestra permanente crisis, los depósitos de ahorro de las instituciones de ahorro y préstamos han superado los 200 millones de escudos ; las cuentas de ahorro en la CORVI superan los 300 millones de escudos, y el Banco del Estado tiene 633.031 cuentas, con depósitos que ascienden, en total, a una cifra superior a los 300 millones de escudos. Esta es la fuerza de los humildes, de los pequeños empleados, obreros y agricultores, de los artesanos, de los pequeños comerciantes, que sueñan con una casa propia, con un pequeño taller; tal es la fuerza de la dueña de casa que se sacrifica y sueña con una máquina de coser, con la posibilidad de comprar un sitio o de llegar a tener una pequeña parcela donde pasar los últimos años de su vida. El sueño más noble del ser humano es aspirar a su independencia económica y a la de sus seres queridos. Todas estas expectativas se estaban reduciendo a polvo como consecuencia de la inflación. Se había producido en el país la gran estafa -repito- relacionada con los fondos provisionales de los depositantes de cuentas obligatorias de la Caja de Empleados Particulares. Ello justifica nuestro deseo de que la indicación del Honorable señor Ampuero sea aprobada e incorporada en la iniciativa en debate.
No analizaré más a fondo el proyecto, porque ya ha sido extensamente discutido y deseo que otros Honorables colegas participen en este debate. Pero tengo especial interés en destacar la conveniencia de acoger una indicación que me he permitido presentar con el objeto de obligar al Banco del Estado a destinar el 50% del incremento que, con motivo del sistema de reajustes, experimentarán los depósitos de ahorro, en beneficio de los propios depositantes de ahorros. Yo otorgo a esta indicación -perdónenme la inmodestia- una importancia considerable. Si he luchado porque ella sea sancionada por esta Sala, es porque me interesa el porvenir del Banco del Estado, del cual soy admirador. Por ello he votado conscientemente las disposiciones que lo eximen del tope a fin de que pueda organizar bancos de fomento y, también, el sistema de reajustes, y rechacé la indicación para otorgar ese mismo derecho a los bancos particulares. Sabíamos que, al proceder así, convertiríamos al Banco del Estado en un coloso, en la primera entidad económica de la República.
Pues bien, si le hemos concedido el monopolio del ahorro popular bancario, así como aseguramos los ahorros y préstamos para viviendas a la CORVI, es necesario que el Banco del Estado desarrolle también una política social, es indispensable que tenga obligaciones sociales claras, porque en caso contrario este coloso se convertirá en un gigantesco "Frankestein", que controlará la economía chilena y arrasará con todo lo que encuentre a su paso.
No censuro al Banco del Estado en absoluto. No sólo soy su amigo, sino su admirador, porque las provincias que tengo el honor de representar se sostienen por la labor admirable que esa institución cumple en defensa del fomento de la agricultura de Chile.
Pienso igual que el señor Raúl Devés, que califica a este organismo como una institución de fomento, y estimo que quienes en numerosas oportunidades lo hemos apoyado en esta Sala, inclusive hasta hacer a ese Banco monopolista de todos los depósitos estatales y municipales, tenemos sobrado derecho a pedirle una política social.
Veamos qué ocurría, de acuerdo con las estadísticas y datos proporcionados por el mismo banco, y que el secretario de la Comisión, señor Correa, ha resumido admirablemente en el informe. Entre capital y reservas, el Banco tiene 93.441.000 escudos y, por concepto de depósitos, 797.880.000 escudos. En seguida, en el mensaje se destaca que el crecimiento de las cuentas del Banco del Estado y su colocación se debe, principalmente, al incremento de sus depósitos de ahorro, que ascienden casi a 50% del total de sus depósitos.
En efecto, en mayo de este año, el total depositado alcanzaba a Eº 301.186.000, de los cuales las cuentas de depósito de ahorro a plazo completaban 210 millones de escudos, con un total de depositantes -vuelvo a repetir- de 683.031 cuentas.
Si ahora analizamos cómo el Banco del Estado estaba aprovechando estas colocaciones, el proyecto nos ha permitido acercarnos al borde de un abismo y contemplar una profunda sima reveladora de una angustia social, de un vacío, de una crisis que tenemos la obligación de eliminar. En la organización de la sociedad en que vivimos, el crédito se otorga a la garantía, no al hombre, ni a sus virtudes, ni a su capacidad creadora. El crédito en Chile funciona para hacer más rico al que más tiene y más pobre al que no tiene. Según el admirable informe del secretario de la Comisión, que ojalá persevere por este camino, y según las estadísticas que tengo -no quiero fatigar al Honorable Senado dando a conocer una serie de guarismos, porque, como el Honorable señor Teitelboim, así lo manifestó Su Señoría tiempo atrás, siento también alergia al ver discursos con numerosos cuadros-, mientras los depositantes de ahorros colocan más del 40 % del total de los depósitos del Banco, participan en los créditos en proporción de 5%. O sea señor Presidente, de acuerdo con las estadísticas que tengo a mano, en junio de 1964 los depósitos alcanzaron a 223.870.000 escudos y en mayo de este año, a casi 300 millones. Y la institución bancaria prestaba a esta inmensa masa humana de 600 mil personas, dueñas de colocaciones por trescientos millones de escudos, apenas un 5,4% de sus depósitos.
¿Qué hacía el Banco con el resto del dinero? No lo prestaba a los pequeños artesanos, a los obreros, a las dueñas de casa, a los parceleros o a los pequeños agricultores, sino a la gran industria y al gran comercio. Y cuando no podía colocar el dinero con un interés conveniente de 18,5%, lo imputaba al encaje, siguiendo la errada política que siempre combatí en la Administración anterior de aumentar el encaje bancario como manera de frenar el proceso inflacionario. En verdad, esa política ha servido sólo para paralizar la actividad económica, pues la inflación no se controla con medidas monetarias como las propuestas por el Fondo Monetario Internacional, fielmente seguidas por nosotros, y responsables de las crisis de Brasil, Argentina, Bolivia, Perú y, en gran parte, de los graves trastornos económicos sufridos por Chile. El encaje llegó a 87,5%, mientras reina la desocupación, aumenta la población "callampa" y las generaciones jóvenes del país tienen que asaltar por la presión política los puestos que ofrece el Estado. Pero por ofrecer oportunidades, porvenir, trabajo, ascenso social ; por levantar a las clases humildes, al peón, para convertirlo en artesano; por avanzar los primeros peldaños de la verdadera revolución industrial, por eso, no se ha hecho nada. De ahí que estamos conscientes de que el Banco del Estado debe transformarse en un incentivo para los humildes, para los necesitados de unas máquina de coser, de una vivienda popular, en vez de continuar en una política económica errada y prestando el dinero de sus depositantes a la gran industria o a la agricultura.
Lo que importa ahora, ya que lo hemos autorizado para exceder los topes y actuar como banco de fomento; ya que le hemos entregado el monopolio del ahorro de Chile, es que desarrolle una política social, que no se transforme en una inmensa máquina económica carente de alma y de sensibilidad social.
Me permito llamar la atención de mis Honorables colegas sobre esto, porque estoy convencido de que la unanimidad de la Comisión analizará estos casos y aprobará esta indicación, que he tratado de defender y explicar en la mejor forma posible.
El Presidente del Banco del Estado me ha remitido una carta cuya inserción en mi discurso solicito, para no leerla, a fin de permitir que otros Honorables señores Senadores intervengan en el debate, especialmente el Honorable señor Ampuero, quien explicará su interesante indicación sobre los empleados particulares. Si bien es efectivo que el Banco del Estado y los bancos privados han estado concediendo créditos controlados a los pequeños agricultores, comerciantes, a los jóvenes que contraen matrimonio, etcétera, ello ha sido, no por su propia iniciativa, sino por instrucciones del Banco Central, que ha otorgado líneas de crédito directas al del Estado y a los bancos particulares.
La idea de levantar al sector de los humildes no partió del Banco del Estado, sino del Banco Central, de la política del señor Freí. Soy el primero en reconocerlo así.
Doy término a mi intervención pidiendo a mis Honorables colegas que, cuando llegue el momento de votar en particular este articulado, dejemos establecida como obligación de esta institución la de tener una política social.
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