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- rdf:value = " El señor MONTES.-
Señor Presidente, nosotros lamentamos que la brevedad del tiempo de que dispone cada Comité no nos permita abordar, de manera más extensa, el problema derivado tanto de la agenda de esta conferencia como de la exposición del señor Ministro.
Nos limitaremos, por ello, a tratar de formular en una síntesis, nuestra posición y nuestro pensamiento respecto de los problemas planteados por esta solicitud del Presidente de la República para poder dirigirse a la República del Uruguay.
Nosotros pensamos que la Alianza para el Progreso constituye un esfuerzo de los norteamericanos para mejorar el papel y la imagen de los Estados Unidos en el continente. El economista brasileño Rómulo Almeyda agrega a este concepto que las finalidades básicas de la Alianza para el Progreso no se han cumplido.
Ahora, los norteamericanos buscan la formulación de lo que denominan "década de la integración en 1970-1980", objetivo aparente de la reunión de Presidentes en Punta del Este. La nueva fórmula les permitirá poner fin o reducir considerablemente todo desembolso que forman esta "ayuda", con la creación del Mercado Común Latinoamericano, en el que los monopolios yanquis gozarán de mayores y nuevas franquicias, muchas de ellas encubiertas, para actuar.
Pero la estrategia norteamericana, a juicio nuestro, busca también otro objetivo. Se trata de levantar el prestigio del PresidenteLyndon Johnson, aplastado, sobre todo, por los crímenes norteamericanos en Vietnam. Allí se da, en una magnitud mundial, la política imperialista de Estados Unidos, que mantiene un ejército de más de medio millón de hombres, tratando de aplastar la lucha independiente de un pueblo que pelea heroicamente por su libertad. La brutalidad norteamericana y la sinrazón de sus actos, dejan sin careta los propósitos norteamericanos, en su afán de hegemonía mundial.
La política norteamericana en Vietnam se proyecta, por cierto, en América Latina. No sé si en la historia de los Estados Unidos haya habido otro mandatario que representara con más propiedad al "gángster" norteamericano que este Lyndon Johnson. Jefe siniestro de una "maffia", con el cuartel general en Wall Street, su sombra se proyecta sobre nuestro continente; él representa lo peor de la política imperialista, orientada a aplastar a sangre y fuego, las luchas libertarias de los pueblos latinoamericanos. El PresidenteLyndon Johnson ha declarado: "Los países americanos no pueden ni deben admitir la creación de un .segundo gobierno marxista" .
Esta formulación corresponde a un desarrollo planificado; a una estrategia anticomunista dirigida en contra de los pueblos y orientada hacia la, intervención directa en cualquier país de nuestro- continente.
Sobre la base del sistema generado durante la Segunda Guerra Mundial, se da vida, en 1947, al Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro. En 1948, en la Conferencia de Bogotá, se aprueba la Carta de la OEA, consagrando jurídicamente una alianza militar y política. Luego, en 1952-1953, vinieron los pactos militares bilaterales con 12 países. A continuación las maniobras conjuntas, bajo dirección norteamericana, al estilo de las operaciones "America", "Unitas", "Fraternitas", "Ayacucho". Todo esto, además de la creación de la Junta Interamericana de Defensa y múltiples actividades militares y paramilitares desplegadas bajo el alero del interamericanismo, lo que, en resumen, podía catalogarse como un germen más o menos adelantado de una integración orgánica de las fuerzas armadas del Continente.
El despliegue de todas estas manipulaciones hacen requerir, años más adelante, una segunda fase: la creación de un mecanismo institucional que permita al Pentágono controlar fácilmente los efectivos militares latinoamericanos. El desarrollo del movimiento de liberación en América Latina, cuya más elevada manifestación fue el triunfo de la Revolución Cubana, viene a acelerar los correspondientes proyectos. Surge entonces el planteamiento de un ejército multinacional.
En 1960, el senador por Florida, George A. Smathers, propone al Secretario de Estado de esa época, Christian H. Herther, considerar la formación de una "fuerza policial interamericana" destinada a "mantener la seguridad del Hemisferio en contra de las amenazas internas..." Meses más tarde, el asunto se concreta en el Congreso de EE. UU. cuando, entre las reformas introducidas a la Ley de Asistencia Exterior, se agrega el artículo 502 que establece "que una contribución importante para la paz sería crear una fuerza militar internacional bajo la autoridad de la Organización de Estados Americanos . ..".
Más adelante, algunos Mandatarios latinoamericanos acogen las proposiciones norteamericanas y, en la Segunda Conferencia Extraordinaria de Cancilleres Americanos, que se realizó a fines de noviembre del año 1965, en Río de Janeiro, el Canciller brasileño de la época, Leitao da Cunha, expresó lo siguiente: "La concepción ortodoxa y rígida de la soberanía nacional fue formulada en una época en que las naciones, en sus responsabilidades, no asumían una obligación de cooperar entre sí en la búsqueda de objetivos comunes... Hoy, y más especialmente en el Continente americano, la evolución de la Historia y de las ideas renueva el concepto clásico de esa figura del Derecho Internacional... Las fronteras físicas de los Estados son obsoletas y, en vez de ellas, hay que tomar en cuenta las fronteras ideológicas..."
El afán no declarado, pero el más importante para les norteamericanos como para los oligarcas y castas militares en el poder, en América Latina, es el de institucionalizar el ejército continental bajo el mando de los imperialistas.
Por otra parte, hay cifras que demuestran que, desde el punto de vista de los negocios, esto también constituye un gran avance para los norteamericanos. En efecto, aunque los mutuos recelos y las modalidades oficiales de los países latinoamericanos no permiten dar cifras exactas, se calcula que sus efectivos armados, en tiempo de paz, alcanzan a unos 750 mil hombres. Hay que considerar, además, que la mantención de tales fuerzas exige a dichos países un desembolso anual que fluctúa entre 1.500 a 2.000 millones de dólares, los cuales no saldrían sólo de las arcas del Tesoro de Washington, para la creación de este ejército continental que los norteamericanos procurarán impulsar, sin duda alguna, en Punta del Este.
Pues bien, se trata, al mismo tiempo, de convertir a la OEA en una hermana gemela de la OTAN, para América Latina. Las modificaciones a la Carta de la OEA tienden a legalizar la intervención militar yanqui en los países latinoamericanos. Lamento no poder referirme específicamente a este problema, dada la escasez del tiempo de que disponemos.
La revista norteamericana "Newsweek"' que expresa las opiniones de los círculos gobernantes de los Estados Unidos, ha escrito: "La única fuerza que se puede oponer a los marxistas en América Latina y dirigir los acontecimientos por otro cauce, es como regla el Ejército nacional, la Marina y la Aviación."
El Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Robert Mac Namara, ha expresado: "La ayuda militar a América Latina es parte integrante del programa de la Alianza para el Progreso."
Una realidad en este continente es que la mayoría de los países cuentan con gobiernos encabezados directamente por militares, la mayoría de los cuales llegaron al Poder a través de golpes de Estado. Esa mayoría es incondicional al Pentágono norteamericano y tiene su apoyo y su confianza.
¿Qué acuerdos suscribirán nuestros países en relación a estos problemas? ¿Esos acuerdos mayoritarios serán obligatorios para los participantes?
Es claro, a nuestro juicio, que nada bueno saldrá a este respecto de la Conferencia de Punta del Este; y es inútil, más aún, perjudicial, la participación de Chile.
Se habla de la necesidad de asistir a la reunión para no quedar aislados. Pero ¿qué clase de relación se busca con los "gángster" y "gorilas" que impondrán abierta o subterráneamente su posición? Se piensa por algunos, cándidamente, que la Conferencia de Jefes de Estado dará" ocasión para resolver los problemas económicos de nuestros países. Esto es como pensar que el zorro, dentro del gallinero, se pondrá de acuerdo con las gallinas. Lo que cabe es cerrar la puerta al zorro imperialista; resolver nuestros problemas con independencia, porque, además, no estamos solos en el mundo; y el fatalismo geo-político, a que se ha referido, desgraciadamente, el Canciller al hablar esta tarde en esta Sala, es tan falso como Judas. En procura de nuestra dignidad nacional, de nuestra real independencia económica, el Gobierno de Chilé y cualquier gobierno latinoamericano, contará siempre con la adhesión entusiasta de la abrumadora mayoría del pueblo.
¡El ejemplo cubano, señor Presidente, es elocuente a este respecto!
Algunos parten de la ilusión de que Johnson traerá dólares a Punta del Este. Pasando por alto lo que hay de indigno en esto, veamos la realidad.
Un cable de la UPI de ayer trae la noticia del acuerdo del Senado norteamericano con respecto a la petición de Johnson de una suplementación de 1.500 millones de dólares para América Latina. Esto fue rechazado.
Un funcionario norteamericano de Gobierno expresó, refiriéndose al acuerdo: "No necesitamos un resolución que sólo diga que consideraremos la necesidad de una cooperación." La verdad es que ni los yanquis tienen confianza en Johnson. De lo que se trata, a juicio nuestro no es de conseguir nuevos préstamos yanquis, sino de que se paguen por nuestras materias primas precios justos y de que no se nos cobren precios abusivos por los productos que importamos.
Chile ha perdido, desde 1928, por el llamado deterioro de los términos de intercambio, la suma de nueve mil millones de dólares, suma equivalente al actual capital nacional. En el período 1955-60, esta pérdida ha significado para América Latina siete mil trescientos millones de dólares, en comparación con el quinquenio anterior, según lo aseverado por Raúl Prebisch.
Los norteamericanos están interesados en la integración, en la medida en que puedan seguir introduciendo sus capitales en América Latina, para formar empresas mixtas. Es lo que ha ocurrido en Chile con el cobre y la siderurgia. Mañana puede suceder también con la celulosa o la industria petroquímica. Los capitales norteamericanos se asocian a estas empresas con el fin de controlar el desarrollo de estas industrias básicas. Este proceso facilita y acentúa el saqueo norteamericano, el empobrecimiento de las masas y de los pueblos.
Se trata de llegar a una deformación todavía mayor de las economías de los países latinoamericanos, y de aprovechar en conjunto los mercados, abriendo un ancho cauce para la entrada de los monopolios norteamericanos".
Es cierto que se necesita abordar el problema de la complementación, pero en términos beneficiosos para los pueblos de este continente y no para los monopolios norteamericanos.
La reunión de Punta del Este significará un respaldo a la política internacional norteamericana, sobre todo respecto al Vietnam. Por lo menos es eso lo que se busca.
Los pueblos de nuestro continente, que se levantan para luchar por su segunda independencia, no estarán representados en esa conferencia.
Nada tendrá que hacer el Presidente de
Chile junto a Johnson y a otros "gorilas" latinoamericanos.
En Punta del Este se reunirá el Estado Mayor de las oligarquías latinoamericanas, capitaneadas por el imperialista Lyndon Johnson, para trazar la estrategia anticomunista, para apuntar contra Cuba, para apuntalar un sistema que agoniza. Será, por lo tanto, un cónclave dirigido contra los pueblos latinoamericanos.
Estos buscan la solución de sus más apremiantes problemas, según sus particulares concepciones de lucha, -buscando variados caminos para alcanzar su independencia. Las guerrillas en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia, así como, en todo el continente, los combates por cambios revolucionarios, la lucha contra el imperialismo, reeditan en condiciones superiores la gesta de 1810. Y éste es el camino que, a nuestro juicio, debe tomar el Gobierno y nuestro pueblo. Si no lo sigue el Gobierno de Chile, allá él; por cierto será de su responsabilidad. A los comunistas nos parece el único camino digno, justo y patriótico.
Por estas razones, estimamos que el Presidente de la República nada tiene que hacer en Punta del Este, desde el punto de vista de los intereses del pueblo de Chile, así como del de los países del resto del continente latinoamericano. Por eso, los comunistas votaremos en contra del permiso solicitado por el Presidente de la República.
Eso es todo.
"
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