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El señor SEPULVEDA (don Eduardo).-
Pido la palabra.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor SEPULVEDA (don Eduardo).-
Señor Presidente, esta noche hemos analizado un acusación constitucional que involucran una crítica a un Poder de Estado.
A nuestro juicio, no sólo es esta institución la que merece un estudio profundo, acabado, del Parlamento, sino muchas instituciones caducas que tiene nuestro país, muchas instituciones que nos están apretando, que no nos dejan avanzar, que no nos permiten cortar amarras con el pasado ni dar la justicia social que desde siempre pretendimos.
Los parlamentarios de la Democracia Cristiana tenemos nuestra conciencia muy tranquila frente a la opinión pública, porque apenas llegado al poder el Presidente de la República en el año 1964, su primera preocupación fue enviar al Parlamento un proyecto de ley que considera, en forma acabada y concluyente, las reformas que el país necesitaba con urgencia para modificar las estructuras, los instrumentos jurídicos necesarios para avanzar. Entre ellas, están las que corresponden al Poder Judicial.
Y como lo decían muy bien mi colega Maira y el DiputadoLorenzini, lo que está ocurriendo en la Corte Suprema y en la justicia de Chile no es culpa de los que allí han actuado, sino, en gran medida, de quienes tenemos la responsabilidad de modificar las leyes, de darles nuevo sentido, interpretando el desarrollo de los pueblos. Los que tenemos la obligación de velar por mejorar las condiciones socioeconómicas del país debiéramos habernos preocupado de exigir al Senado de la República que, con las observaciones, con los mejoramientos, con los aportes indispensables, hubiera aprobado aquellas disposiciones, aquellos planteamientos, que contienen las ideas centrales para crear el día de mañana un mundo nuevo en nuestra patria.
Lamentablemente, esta responsabilidad compartida no ha sido entendida por una parte del Parlamento. A ello se debe, en gran medida, la situación que hoy nos ha traído al enjuiciamiento de un Poder del Estado.
Reconozco la gran parte de verdad que tienen muchas de las apreciaciones vertidas esta noche. Durante mis años de universitario, fui funcionario judicial, y después Juez de Policía Local, antes de llegar al Parlamento.
El señor PHILLIPS.-
Ahí está lo malo...
El señor SEPULVEDA (don Eduardo).-
Por eso sé que los hombres que están en un tribunal se ven constreñidos a actuar en función de los medios, de las leyes que los Parlamentos entregan. Muchas veces uno quisiera, como magistrado, hacer algo para regularizar la justicia, pero la ley se lo impide.
El señor ESCORZA,- Actuar en conciencia.
El señor SEPULVEDA (don Eduardo).-
Si hiciéramos un esfuerzo para enfrentar definitivamente el problema en su raíz, y si el Congreso Nacional acogiera la expresión del pueblo, que reclama en contra de la injusticia, si decidiéramos legislar como corresponde, no tendríamos que realizar un análisis como éste, del que sólo queda lo negativo, y, en cambio, haríamos un aporte valioso a la comunidad.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Ha terminado su tiempo, señor Diputado.
El señor SEPULVEDA (don Eduardo).-
Por estas razones, voto que no.
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