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El señor GUASTAVINO (de pie).-
Señor Presidente, en representación del Partido Comunista, esta tarde cumplo la misión dolorosa y amarga, decir unas cuantas palabras de homenaje parlamentario por las víctimas del desgraciado accidente que ayer acaeciera en la mina El Navio, de las Empresas Industrias El Melón Sociedad Anónima, de La Calera.
Fuimos sorprendidos por la noticia -propalada por radio primero- de un derrumbe en el cual dos mineros habían perdido su vida, y cuatro habían quedado heridos.
Nos trasladamos al mineral y visitamos, junto con la directiva obrera del Sindicato El Melón, el lugar del accidente. Recorrimos las galerías y las oquedades de la mina y pudimos apreciar cuál fue el escenario, verdaderamente tenebroso, donde ocurrió el accidente a que hacemos referencia, y en el que esos mineros desarrollan su trabajo.
Un joven de 25 años, Guido Díaz Zamora, y un hombre de 44 años, José Tomás Urrutia, padre de cuatro hijos, son las víctimas de este accidente, que no fue un derrumbe, sino un choque de trenes en el interior de la mina.
Otro obrero hubo de ser trasladado al Instituto Traumatológico de Valparaíso, con su mano cortada; ya estaba cercenado para el resto de su vida. Se trata de Franklin Waldo Pérez. Además, fueron también hospitalizados los trabajadores Lupercio Valencia, Carlos Montenegro y Manuel Saavedra.
Nosotros queremos rendir un homenaje a estos obreros, víctimas de un sistema de trabajo verdaderamente indigno, el cual, como una espada de Damocles, hace que se balancee sobre cada uno de ellos la inseguridad de vivir después de haber ingresado a la mina.
Señor Presidente, las causas por las cuales esto ha ocurrido pueden ser muy discutibles. Pero hay una cuestión inobjetable, cual es que nuevamente mineros chilenos, obreros que laboran para producir riquezas que nunca, hasta ahora, han sido para ellos, han entregado hasta su vida en el desempeño de su trabajo.
Este es el hecho concluyente, objetivo, al que cotidianamente se nos quisiera acostumbrar, con cuya ocurrencia periódica parece que se nos deseara insensibilizar.
Es bueno hacer algún escándalo en cada oportunidad en que hermanos nuestros pierden la vida. Ya el luto se había enseñoreado en ese lugar en marzo del año pasado, no hace todavía un año, cuando un sismo tronchó la vida de 300 trabajadores del Mineral "El Cobre"; y hoy, cuando el relave todavía no es extraído de la tierra y algunas casuchas siguen semienterradas en ese relave, nuevamente debemos anotar en el historial de inmolaciones de ese sector minero, a un par de chilenos más. Uno deja a su madre sola, el otro a una viuda y cuatro hijos. Y esos familiares quedan esperando, ahora, que se cumplan la orden fatídica de un monopolio que, en treinta días más, les dirá que abandonen las casas de la población, porque deben ser ocupadas por mineros en actividad y no por las familias de mineros enterrados en el cementerio. Así, a "la vuelta de la esquina", señor Presidente, un nuevo golpe, terrible y dramático, espera a este núcleo familiar de obreros.
Ayer, dos kilómetros al interior de la boca de la mina, los obreros conversaron con nosotros, y, a nuestra pregunta acerca de cuántas veces o con qué frecuencia el señor Eleodoro Matte Ossa, presidente de este monopolio que tanto que hacer dio, con motivo del reciente conflicto huelguístico, bajaba a la mina y la visitaba, los mineros -y entre ellos hablo de un trabajador con treinta años de servicios allí- nos contestaron: "Nunca, en nuestra historia de mineros, aquí adentro, en la oscuridad gélida de esta mina, se ha visto al presidente del monopolio". "¿Pero al gerente general de la empresa? -replicamos interrogantes-, el señor Ernesto Pinto Lagarrigue, él sí debe haber venido...? -"No lo recordamos"-. "¿Y la Comisión de Seguriad Industrial del Departamento de Minas del Estado? Algún funcionario debe haber venido a recorrer el laberinto tortuoso de esta caverna en las entrañas de la tierra", insistimos.- "No lo recordamos. No ha venido. No observan ni estudian la seguridad industrial de esta mina".
Y estas palabras, señor Presidente, que semejan flor muerta al pronunciarse en instantes en que ninguna desgracia ha ocurrido, acostumbramos a decirlas y escucharlas cuando se paga, como precio anticipado, con la vida de uno, dos o muchos obreros, trescientos en el caso de "El Cobre", la desaprensión y frivolidad capitalista respecto de la seguridad que debe normar las faenas industriales de las empresas.
El crimen, que no tiene mano personalizada, ocurrido ayer en la mina "El Navio", no debe quedar impune, sobre todo si se conoce la psicología y el modo de ser de Guido Díaz, muchacho de veinticinco años. Se nos ha hablado de él, porque hemos inquirido sobre su persona, para saber cómo era y cómo actuaba. Militante de su sindicato; hombre activo en cuanta tarea plena la vida podía proporcionarle; hombre que vivía de punta con todo tipo de visaje pesimista; hombre que quería abrirse como un abanico para recibir el aliento de la vida y vaciarse en ella; muchacho lleno de entusiasmo; hijo de mineros: así era Guido Díaz.
Nuestro Honorable colega Galvarino Melo me contaba, esta mañana, -cuando yo, respetuoso sabedor de los años que trabajó él en el interior de esta mina, le refería lo que yo había visto allí asombrado- y me decía: "Yo conocí al padre de Guido Díaz, de familia, estirpe y abolengo de mineros". Allí está ahora su vida cercenada.
¿Por qué ocurre esto, señor Presidente? ¿Por qué, cuando se desliza el relave del cobre, allí no muere el accionista de la empresa, ni el gran monopolista, ni el abogado de la gran compañía succionadora de nuestras riquezas, a quienes no deseamos que sean cubiertos por ningún relave de mineral ya que tenemos la certeza absoluta de que serán cubiertos por el relave inexorable de la historia?
Pero nunca son ellos las víctimas. Siempre vemos que este tributo es pagado con dramatismo por los obreros, por los trabajadores.
Recordamos, como si ocurriera en este instante, que, estando nosotros en la estación ferroviaria de La Serena, como estudiantes en aquel entonces del Liceo de esa ciudad, a la espera del tren de regreso, para viajar a nuestro domicilio, en Coquimbo, vimos llegar uno cargado de seres humanos, que se bajaron y comenzaron a cantar la Canción Nacional, con un fervor que pareció que apresuraba el movimiento de diástole y sístole de nuestro corazón. Entonces preguntamos "¿Quiénes son?", cuando los vimos rodeados de otros seres humanos que los custodiaban. Se nos respondió: "Son relegados que van a Pisagua". Y recordamos esta escena como si hubiera ocurrido sólo ahora, antes de entrar a la Sala.
Entonces, se nos viene a la cabeza una pregunta: "¿Por qué van a los campos de concentración los obreros y los campesinos, todavía con el pantalón rayado, típico de nuestros trabajadores agrícolas? ¿Por qué ellos? ¿Por qué ningún latifundista? ¿Por qué ningún gran empresario? ¿Por qué no un hombre de manos finas y rostro rasurado, con la delicadeza del agua "Velva" y de las buenas lociones? Ninguno de ellos; sólo el pueblo trabajador.
Y he propuesto esta escena, al azar, porque ella es demostrativa también para ratificarnos que los trabajadores son damnificados de "natura" en la sociedad capitalista en que unos pocos hombres explotan a otros hombres.
En otra ocasión, un diario nos habla de una desgracia en el carbón. ¿Quiénes son las víctimas? Mineros. Luego, una desgracia del trabajo en el norte, y otra en el sur. Y, ahora, una desgracia en una mina del centro del país. ¿Quiénes mueren? ¡Mineros, trabajadores, siempre!
Alguien podrá decir: "¡ Pero estos comunistas ! ¿ Que acaso no ocurre nunca una desgracia en las minas de los países en que ellos gobiernan?".
El problema -con franqueza deseamos plantearlo- consiste en analizar cada caso en particular, para comprobar que la inseguridad industrial es característica del sistema en que nosotros vivimos. He preguntado acerca de esto también al Honorable compañero Galvarino Melo que ha recorrido muchos recintos mineros de los países socialistas. Nosotros también lo hemos hecho; pero con menos verticalidad y más horizontalmente que él, pues el Honorable colega ha visitado y estudiado esos centros mineros en su calidad de dirigente de los trabajadores mineros chilenos. Y él nos ha dicho que la diferencia consiste en que allá se practica una forma distinta de seguridad para los trabajadores, que está orientada y controlada por ellos mismos y que es efectiva.
Por eso, nosotros decimos: Es bueno que, de una vez por todas, se tenga presente que una vida no puede ser ya más el precio que se siga pagando por los obreros a los que al fin, como gran cosa, se les aplique la Ley de Accidentes del Trabajo. Es así como esa viuda y esa madre de El Melón recibirán el 75% del salario establecido por la ley, y la empresa a lo mejor pagará graciosamente los funerales de las víctimas".
¡No, señor Presidente! Nosotros creemos que no basta, tampoco, con la pensión que se otorgue, como asignación familiar, a los hijos de estos mineros. Por ello, junto con solicitar que la Honorable Cámara envíe nota de condolencia a sus familiares, al sindicato al cual pertenecían y a la Federación Nacional Minera de la cual esa organización sindical forma parte, nosotros queremos que se oficie, en nombre de la Corporación, al señor Ministro del Trabajo y Previsión Social, en que se le pida recabe de la Sociedad "Cemento El Melón" una indemnización especial y extraordinaria para estas dos familias y, asimismo, que no se permita que esas familias abandonen las casas en que actualmente viven. Porque sería como un doble estilete clavado en el corazón ya dolorido de esas familias, que ahora se les diga: "Señoras, niños: como ustedes ya no tienen un padre o un hijo que trabaje en el mineral, deben abandonar este techo dentro de treinta días". Queremos que haya respuesta a la Cámara respecto de estos casos, que hemos presentado esta tarde, en nombre del Partido Comunista, cuando damos nuestras condolencias.
Además, quiero expresar, de nuevo, nuestra confianza y nuestra fe infinita en que esta palabra "revolución", que corre por todas partes y de que tanto se habla, alguna vez cobrará su contenido dinámico y se materialice realmente, para que todo el pueblo de Chile entienda de verdad, cuál es el significado de mejor nobleza histórica, de la palabra "revolución", que si implica la transformación de la vida económica y social de un pueblo, entraría, a la vez la transformación de la vida individual, personal, de cada uno de los hijos de ese pueblo; para que se cumpla con lo que Pablo Neruda dijera en el "Canto General": "Qué azul es la vida, cuando ponemos en ella amor y lucha, palabra que son el pan y el vino... ".
Amor, para que los hombres caminen, de verdad, sin los odios de una sociedad de clase; y lucha para que, entroncada y empalmada en ese amor, haga que se derroten los factores negativos que impiden que él se expanda. Entonces, los trabajadores en general, y en particular esos mineros de El Melón, no tendrán que sufrir las horas de dolor que hoy han debido soportar.
Nada más, señor Presidente.
El señor BALLESTEROS (Presidente).-
Solicito el asentimiento unánime de la Sala para enviar, en nombre de la Cámara, notas de condolencia a las familias de las víctimas de este desgraciado accidente, como, asimismo, al sindicato del mineral "El Navio" y a la Federación Nacional de Mineros, a la cual está afiliado.
Solicito, también, el asentimiento de la Sala para enviar oficio, en nombre de la Cámara, al señor Ministro de Trabajo y Previsión Social, transcribiéndole las observaciones y la petición formulada por el Honorable señor Guastavino. Acordado.
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