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- rdf:value = " La señora LAZO.-
Señor Presidente, por lo que veo, esta mañana se trata de que las mujeres de todos los sectores de la Honorable Cámara de Diputados están expresando, como tales, su pensamiento.
Yo, que soy una mujer socialista, no voy a hablar sobre este proyecto en mi condición de mujer, porque la investidura que tengo es para representar los intereses de todos los trabajadores, sin distinciones de sexos ni de otra clase.
Pero deseo expresar que, en ningún caso, nosotros somos remisos a legislar sobre una reforma agraria. Sin embargo, al conocer el texto de este proyecto, al conocer la forma como los funcionarios invaden el campo y la manera como se están llevando adelante estas iniciativas, pensamos que, a la postre, la reforma agraria va a resultar una victoria menguada.
Una Honorable colega ha descrito aquí cuáles son las angustias y las penurias del campesinado. Yo creo que todos las conocemos, de una u otra manera, porque hemos tenido la suerte de transitar por todos los caminos y aldeas de Chile y porque hemos compartido el pan amable de los campesinos.
A mí me parece que, al propiciar una reforma agraria, se trata de realizar una cosa más profunda; y, por ello, esta mañana también deseo dejar estampadas mis aprensiones al respecto. Yo creo que no puede haber cambio fundamental alguno, ni obtenerse bienestar efectivo para el pueblo, ni lograrse solución de los problemas nacionales, si acaso solamente se rasguña por encima la superestructura de nuestra economía agrícola.
Se me ocurre que mientras con real audacia y verdadera honestidad no seamos capaces de ir al fondo, a la raíz del problema agrario de nuestro país, sólo conseguiremos, al cabo de algún tiempo, aumentar la burocracia, crear nuevos pequeños propietarios y producir también una situación más aflictiva para el hombre que trabaja inclinado sobre el surco a lo largo y a lo ancho de nuestro país.
No dejo estampadas estas aprensiones, porque seamos enemigos de este proyecto de ley. Por el contrario, fuimos nosotros quienes hace varios años, empezamos a agitar en Chile la idea de una profunda reforma agraria, porque sabemos, por experiencia, que aquellos países que la han llevado adelante han salido de la situación de hambre y miseria en que estaban encerrados.
Y yo deseo repetir esta mañana, unas palabras dichas por un escritor que no es socialista ni comunista, pero que se ha dedicado a estudiar los problemas del agro. Me refiero a Josué de Castro, quien, en uno de sus libros, expresa que no es posible solucionar los grandes problemas del hambre que aquejan a los países subdesarrollados, si acaso no son capaces de realizar una profunda reforma agraria. Y yo temo mucho que, con una demagogia llevada desde arriba, con excesivos funcionarios, con demasiados capitanes y pocos sargentos, con poca gente dispuesta a cumplir las órdenes desde abajo, vamos a crear un aparato burocrático, pero no llegaremos a la raíz del problema del campesinado chileno.
Yo sé que algunos Honorables colegas saltan en sus asientos cuando se habla aquí de lo que ha sido capaz de realizar Cuba en pocos años. Sin embargo, deseo
recordar que ese país, que sólo producía azúcar, que debía importar el pan, la mantequilla y los huevos, ha logrado, mediante una seria y profunda reforma agraria, obtener, por lo menos, que todo su pueblo coma y que el campesinado no viva en la situación miserable y denigrante en que estaba antes.
He visitado recientemente la República Popular China, y puedo afirmar -lo dije ya en la Honorable Cámara y lo repito ahora- que lo realizado en ese país, sí que constituye una verdadera reforma agraria. Allá no hay barreras, no existen pequeños propietarios que se coman unos a otros; allá los hombres están dedicados a trabajar efectivamente la tierra. Un país de 700 millones de habitantes ha logrado conseguir que coman los 700 millones.
A las Honorables colegas que han defendido este proyecto de ley, que ahora se discute en particular, manifestando que él constituye una esperanza de redención para las clases campesinas, yo les hago presente que no las acompaño en su optimismo, porque no es a la herramienta a la cual le tengo temor, sino a los funcionarios que habrán de empuñarla. Por eso dejo estampada aquí mi aprensión en esta materia.
En nombre de la clase campesina debo expresar que, si nuestro país desea salir de la situación de atraso en que se encuentra, son dos los factores que deben atacarse seriamente: por un lado el imperialismo norteamericano, que se lleva las mayores riquezas del subsuelo de nuestra patria; y, por el otro, el atraso intencionado, la miseria y el abandono en que se encuentra la clase campesina chilena.
Por último, antes de conceder una interrupción al Honorable señor Osorio, debo expresar que nosotros creemos que, precisamente, desde ese lado, esto es, del de esa clase campesina, que ha sido la más explotada y la más ultrajada, vendrá el día de mañana no una revolución de
"pacotilla", sino una verdadera revolución, que trastrocará, hasta sus cimientos las bases de la sociedad en que vivimos. Porque no basta sólo con cambiarle el barniz; es preciso transformar, hasta en sus raíces, la estructura política, económica y social imperante en Chile.
Concedo una interrupción al Honorable señor Osorio.
"
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