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- rdf:value = " El señor ROBLES (de pie).- Señor Presidente, estimados colegas diputados y diputadas, familia de nuestro homenajeado obispo Francisco Anabalón Duarte, obispos, pastores, pastoras, pueblo evangélico de Chile:
En nombre del Partido Radical, del Partido por la Democracia, de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista, rindo homenaje al obispo evangélico Francisco Anabalón Duarte.
Señor Presidente, recordar en este Hemiciclo al obispo evangélico Francisco Anabalón Duarte, miembro desde su juventud de la Iglesia Pentecostal, es un merecido y justo reconocimiento a quien brindó por años, en cuerpo y alma, su cariño, afecto y dedicación por lograr una sociedad mejor mediante el Evangelio y su visión del cristianismo.
El obispo Francisco Anabalón Duarte conoció en vida el significado del compromiso social y del bien común, comprendió y vivió la religión desde el amor al prójimo, y ante la dura adversidad, logró difundir el mensaje evangélico, en el sentido de alcanzar una sociedad que respeta las diferentes creencias y que considera a todos los chilenos como hijos de un país en que todos podemos convivir en paz y armonía.
La consecuencia y la persistencia de este hombre en llevar el mensaje del Evangelio a todos los rincones de Chile no tienen que ver con su figura humana, tampoco con afanes de protagonismo social, político o económico. Su tenacidad y perseverancia nace del seno de una familia cristiana, nace del mensaje que su padre anidó en su corazón, haciéndose carne, sangre y testimonio hasta el último de sus días, en que visitó a sus hermanos, siempre comunicando una palabra de aliento y de ánimo por lograr una mejor convivencia en nuestra comunidad.
Pero, ¿quién fue el obispo Anabalón para merecer este destacado relato que debiera conmover a todos los presentes? Una persona digna de recibir hoy un homenaje respetuoso; una figura que quiso dejar en vida lo mejor de sí para su familia y para todos sus hermanos y hermanas, convencido de que, con respeto, humildad y empatía, muchas personas asumirían el revelador mensaje del Evangelio.
El obispo Anabalón nació un 14 de marzo de 1937. Fue hijo del obispo Francisco Anabalón Rosales, destacada figura de la Iglesia Evangélica chilena, quien dio inicio al trabajo que más tarde continuaría su hijo, a quien hoy brindamos este merecido homenaje. Casado con la pastora María Valenzuela, con quien tuvo cuatro hijos, tres varones y una dama, formó una familia con la cual creció su amor por la difusión de la Biblia en Chile, que realizó por muchos años mediante su participación como obispo de la Iglesia Pentecostal Apostólica.
La principal labor que asumió el obispo Francisco Anabalón Duarte durante todos los años que difundió el evangelio fue, en sus propias palabras, la de “consolidar lo que se venía haciendo”; es decir, trabajar en amistad y respeto con las autoridades civiles, continuar la expansión de la misión cristiana, consolidando, a su vez, las obras ya existentes, y enfocar la visión de la misión haciendo de esta “Una Iglesia con Propósito”.
Una vida junto a la Iglesia marcó la existencia del obispo Anabalón, quien creció a su alero. Sus primeros pasos a temprana edad, así lo describen sus más cercanos que lo conocieron desde pequeño, fueron apoyados en los bancos de alguno de los templos que su padre, el obispo Anabalón Rosales, pastoreaba.
Para nadie fue extraño que su evidente sensibilidad y atento respeto por sus pares lo acercara al cristianismo y a la iglesia que lo vio crecer, asumiendo desde joven grandes desafíos para el mundo evangélico, que hoy lo han instalado como uno de sus más queridos e importantes representantes.
Su primera predicación fue a los 12 años de edad. Él mismo relató que sus hermanos lo animaban a ello y que, con la convicción que por sus poros emanaba, conocería un futuro dedicado a la vida del evangelio de su iglesia. De esta forma se convirtió en un líder juvenil destacado y muy interesado en la evangelización.
Años más tarde y en su proceso de formación, conoció en carne propia la discriminación y marginación de años en los que la monopolización de la religión era algo incuestionable. Nunca se sintió avergonzado, al contrario, en todo momento mantuvo una valentía y una tenacidad merecedoras del respeto que incluso fue compartido por todos los civiles y las autoridades públicas que defendieron siempre el valor de la pluralidad y libertad de culto.
Cursó sus humanidades en el Liceo Amunátegui, donde lo impresionaron las clases de castellano e historia, esta última a cargo del famoso académico e historiador Ramírez Necochea. Su deseo era estudiar derecho, y consiguió ingresar a la carrera en la Universidad de Chile, en Valparaíso. Aunque se trataba de la carrera de sus amores, al tercer año se dio cuenta de que su verdadera vocación era el ministerio pastoral.
Para ese entonces había conocido a una distinguida señorita: María Betsabé, hija de don Fernando Valenzuela, director de Aduanas de la época. Aunque no compartían la misma religión, juntos descubrieron un camino que los unió en matrimonio y con el desafío de entregar su vida y amor a la construcción de una sociedad y una iglesia mejores. Al contraer matrimonio, en 1960, decidieron viajar a estudiar a California (Estados Unidos), donde se prepararon para el ministerio pastoral en el Latin American Bible Institute. Allí estudiaron y al mismo tiempo levantaron una iglesia en la ciudad de La Puente, California, que hasta el día de hoy existe y que ha dado vida a muchas otras congregaciones.
En el extranjero, en su pasaje por lograr ganar experiencia, nacieron sus cuatro hijos: Ruth, Pablo, Daniel y David.
En el año 1966 decidieron regresar a su natal y extrañado Chile, bajo el anhelo de ayudar en la creciente organización que lideraba su padre: la Misión Pentecostal Apostólica.
Tras años de servicio y de predicación, en los que logró el respeto y la admiración de sus hermanos, asumió un rol importante en su propia organización, la Iglesia Pentecostal Apostólica, y logró obtener su presidencia a contar de 1983. Luego, en 1985, fue reconocido por sus pares como obispo.
Traer a la memoria y el conocimiento de todos los presentes la serie de actividades de gran importancia y misiones que encabezó el obispo Anabalón nos obligaría a estar largas horas refiriéndonos a la admirable y encomiable tarea que desarrolló durante sus años a cargo de la Iglesia Pentecostal. Pero con el afán de reconocer su importante aporte en diferentes labores pastorales, quiero dejar constancia de su trabajo y participación en algunas actividades, como la Cruzada a Cada Hogar, Sociedades Bíblicas, Conela, Asociación Evangelística Billy Graham, Consejo de Pastores, Haggai Institute, entre muchas otras.
En definitiva, el obispo Anabalón se convirtió en la referencia de todas las organizaciones internacionales que buscaban extender su mensaje en el país.
Gracias al reconocimiento de sus hermanos, en muchas ocasiones encabezó las delegaciones nacionales en eventos internacionales, tales como Lausana, en 1974, aquel trascendental congreso de evangelización mundial en el cual se subscribió el famoso Pacto de Lausana, cuyo promotor en Chile fue el obispo Anabalón. Los distintos congresos en Amsterdam, organizados por la Asociación Evangelística Billy Graham, los congresos de Comibam, entre otros.
Posiblemente el obispo Anabalón sea recordado por sus pares y por el mundo evangélico, entre otras cosas, por la instauración del Servicio de Acción de Gracias (Tedeum Evangélico), en 1975, que se ha realizado ininterrumpidamente hasta el presente.
Son muchas las causas a favor de la libertad religiosa en Chile en que el obispo Anabalón participó fervientemente. De esta forma, el país conoció su defensa permanente por la libertad de culto y por levantar en lo más alto el respeto por quienes tienen convicciones religiosas distintas.
Ello lo provocaba el hecho que los hijos de sus hermanos evangélicos eran obligados a participar de una clase de religión que no profesaban. Esto hizo que el obispo Anabalón se transformara en un ferviente luchador para que se impartiera también la clase de religión evangélica en todos los colegios públicos donde los padres la requirieran, relacionando con ello la contratación de profesores de religión evangélica por parte de los municipios, entre muchas otras iniciativas, como la formación de docentes y la certificación de los educadores cristianos para dictar clases. Por esto, recibió el reconocimiento de muchos quienes buscamos el respeto a todas las creencias, entre los cuales me incluyo.
Y no fue solo en el mundo de la formación donde se concentró su preocupación por el respeto a las diferentes expresiones religiosas. También defendió con mucha fuerza la necesidad de capellanes de distinta visión a la católica al interior de nuestras Fuerzas Armadas y, asimismo, facilitar cualquier intento de agrupación evangélica al interior de cada una de las instituciones de nuestro país.
El obispo Anabalón fue un convencido de que en Chile no existieran ciudadanos de segunda categoría. Por eso, junto a muchos de sus hermanos y gracias a la colaboración parlamentaria de muchos de nosotros, después de largos años de esfuerzos y dedicación se logró una ley que permite a Chile entero otorgar el merecido respeto y espacio a quienes profesan una distinta creencia.
El obispo Anabalón Duarte fue, sin duda, una de las piezas claves y más relevantes del mundo evangélico para encabezar la propuesta de ley desde la perspectiva evangélica, que dio lugar a la ley N° 19.638 o de libertad de culto, de igualdad religiosa, que se promulgó a fines del gobierno del Presidente Eduardo Frei, cuyos reglamentos se dictaron durante el mandato del Presidente Ricardo Lagos.
Participó en diferentes organizaciones evangélicas tanto a nivel nacional como internacional. La más conocida, por su importancia e implicancia, fue el Comité de Organizaciones Evangélicas, por su trabajo en la ley de libertad de culto, sin despreocuparse ni un instante como obispo de la Iglesia Pentecostal Apostólica. Una vez cumplida su misión, ese Comité, dio paso a la Mesa Ampliada Une-Chile, donde cumplió una labor encomiable. Fue parte del comité ejecutivo de Mesa Ampliada, apoyó de manera sincera y honesta a su actual moderador, alcanzando objetivos soñados por el pueblo evangélico: capellanía en las Fuerzas Armadas y de Orden, capellanía en La Moneda, Oficina de Asuntos Religiosos en la Casa de Gobierno y clases de religión evangélica en los establecimientos municipalizados, entre otras muchas gestiones.
Tras años de convivir y mantener una relación silenciosa con un triste cáncer, el obispo Anabalón nos dejó el 7 de octubre de 2012. La iglesia evangélica chilena sufrió de esta manera la pérdida de un gran “varón” de Dios, llamado entre sus hermanos de tal manera, ya que se reconoció en él su entrega y fiel servicio a sus convicciones y a la estabilidad de su pueblo.
Señor Presidente, queridos colegas, amigas y amigos, estimados hermanos en Cristo, el obispo Francisco Anabalón fue un hombre que merece esta mañana y todos los restantes días un espacio en nuestra memoria, y Chile debe reconocerlo. Sus predicaciones y opiniones eran respetadas por la iglesia evangélica, de igual manera que por la inmensa mayoría de la sociedad. Las autoridades políticas del país solicitaban sus sugerencias en distintos temas de nuestro acontecer diario.
Sin duda, fue un líder íntegro, con valores espirituales y morales intachables. Practicaba la ética pastoral manteniendo una vida de ejemplo en el orden eclesiástico y secular. Siempre preocupado de otros, especialmente de su esposa e hijos. Definitivamente, un ejemplo de vida.
Las actuales generaciones disfrutaron de su amabilidad, sencillez y cortesía. Las nuevas gozarán de su gran legado.
Hoy la Honorable Cámara de Diputados recuerda con gran alegría, respeto y admiración la figura del obispo Anabalón.
Quiero extender mis saludos y agradecimientos a su familia y hermanos de su organización por permitirnos acompañar al obispo Francisco Anabalón en el camino por pavimentar espacios de mayor respeto y tolerancia entre todos los chilenos.
Cierro mis palabras solicitando a los presentes un caluroso aplauso a quien fuera en vida un líder natural del pueblo evangélico: el pastor Francisco Anabalón Duarte.
Muchas gracias.
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