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- rdf:value = " SUPRESIÓN DEL 11 DE SEPTIEMBRE COMO FERIADO LEGAL. Tercer trámite constitucional.tEl señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
En el Orden del Día, corresponde ocuparse de las modificaciones introducidas por el honorable Senado al proyecto de ley que elimina el 11 de septiembre como feriado legal.
Antecedentes:
-Modificaciones del Senado, boletín Nº 2185-06, sesión 30ª, en 1 de septiembre de 1998. Documentos de la Cuenta Nº 7.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Recuerdo a los señores diputados que, en conformidad con el Reglamento, tienen derecho hasta dos discursos de cinco minutos cada uno. Por lo tanto, en el caso de que hagan uso del primero, indicaré que entran a su segundo discurso y al noveno minuto anunciaré que les queda un minuto para así poder asegurar que hable el mayor número de diputados inscritos, que ya superan los doce.
En vista de que hay diputados participando en forma simultánea con la Sala en las subcomisiones mixtas de Presupuestos y de que hay numerosos diputados inscritos, que coparán las dos horas, si le parece a los señores diputados, se podría establecer formalmente que la votación se haga al término del Orden del Día.
¿Habría acuerdo?
Acordado.
Tiene la palabra el Diputado señor Enrique Krauss.
El señor KRAUSS.-
Señor Presidente, cuando en julio pasado esta Cámara realizó el debate del proyecto -iniciado en una moción suscrita por varios diputados integrantes de la Concertación- por el cual se derogaba la festividad asignada por la ley Nº 18.026 al día 11 de septiembre de cada año, pocos creían que tal iniciativa podría prosperar. El carácter de la controversia aquí suscitado y las recíprocas imputaciones hacían presumir que el Senado, marcado además por la característica de su conformación, difícilmente daría su aprobación al proyecto.
Sin embargo, lo que podía aparecer como un milagro se produjo. Luego de una sesión tan tensa como la realizada en esta Cámara, verificada el 18 de agosto pasado; luego de que cada uno de sus integrantes fijaron posiciones tan indubitables como contradictorias, la Cámara revisora, después de un sucesivo doble empate, en un esfuerzo liderado por el Presidente del Senado, logró proponer una fórmula que superaba esa apreciación discrepante que teníamos quienes estimábamos que el 11 de septiembre infligía un dolor al trauma de nuestro pueblo respecto de otros que estimaban que era una fecha digna de considerarse como gesta histórica.
En la sesión especial, realizada el 19 de agosto, el Senado sustituyó el artículo único de la ley Nº 18.026 por otro que declara feriado el primer lunes de septiembre, fecha que se denominará Día de la Unidad Nacional. Es la modificación que en esta oportunidad conocemos; constituye una forma de derogación tácita del feriado del 11 de septiembre, en conformidad a los términos del artículo 52 del Código Civil; fue producto de intensas negociaciones y contó con el patrocinio de todos los Comités parlamentarios del Senado, es decir, de los Senadores señores Aburto, Bitar, Martínez Bush, Matta, Muñoz Barra, Novoa, Ominami, Páez, Parra, Pérez Walker, Prat, Stange, Viera-Gallo, Zurita, con las firmas del Senador Vitalicio, Augusto Pinochet, y, naturalmente, del Presidente del Senado, quien había sido el gran impulsor de este entendimiento.
El sentido del acuerdo señalado lo expresó el Presidente del Senado al dar cuenta de la indicación en la sesión respectiva, en el sentido de que este acuerdo recogía en parte importante el debate sostenido el día anterior, donde todos los sectores hicieron planteamientos encaminados a buscar un encuentro y una solución.
“Muchos nos preguntamos -dijo el Senador Zaldívar- quiénes podrían dar este paso. Me alegro por nuestro país, por todos y cada uno de nosotros, de que se haya alcanzado un avenimiento al respecto, teniendo presente que nadie renuncia a sus posiciones, a lo que piensa y a la interpretación que pueda dar a la historia de nuestro país en el último tiempo”.
Efectivamente, tal como lo señaló el Senador Andrés Zaldívar, más allá de la nítida asunción de posiciones, hubo quienes instaron por el entendimiento; algunos, en insinuaciones contenidas en sus discursos; otros, como el propio Andrés Zaldívar, que explicitó la posición, luego transformada en texto aprobado, o el Senador AlejandroFoxley, o el Senador Carlos Ominami, quien, en la cronología del debate suscitado en el Senado, fue el primero que invitó a encontrar una fórmula de solución distinta a la consagrada en el texto que habíamos despachado en la honorable Cámara.
En efecto, el Senador Ominami, que fue el primero que intervino en el debate, invitó a sus colegas -cito textualmente- a “abrir paso a una deliberación colectiva en la cual se impongan la inteligencia y la humanidad que siempre requieren las soluciones a los problemas complejos y, sobre todo, a los problemas que más nos duelen”. Consecuente con lo anterior, al concluir su intervención, manifestó, en la sesión del martes 18 de agosto -cito textualmente-: “Propongo, en consecuencia, señor Presidente, que aprobemos la moción en debate que suprime el 11 de septiembre como día festivo y que, en señal de reencuentro de los chilenos, este Senado instituya, en una fecha a convenir, el día de la reconciliación nacional”.
Esa convocatoria a la humanidad y a la racionalidad, que compartimos, fue la que permitió convenir en el Senado la normativa que nos propone y que la Democracia Cristiana aprobará. Lo haremos, en primer término, porque ella responde a un acuerdo unánime del Senado, en el cual participaron nuestros senadores con la aprobación y el respaldo de su partido.
Se trata, pues, de un acuerdo político y el país sabe que los democrata-cristianos cumplimos nuestros compromisos.
Lo haremos, porque estimamos que el objetivo esencial que nos movió a presentar la moción que dio origen al proyecto era la derogación de la festividad del 11 de septiembre, con toda la carga de sentimientos y rebeldías que esa fecha conlleva. Y ese objetivo esencial está logrado.
Lo haremos, porque al pronunciarnos, como lo señalaba el Senador Andrés Zaldívar, ninguno de nosotros está renunciando a los juicios, apreciaciones y veredictos de conciencia que nos merece el colapso institucional de 1973, sus causas y proyecciones.
Al aprobar este proyecto no estamos exculpando responsabilidades de nadie, ni las estamos asignando, ni pretendemos tender un manto de olvido sobre las heridas aún abiertas de nuestro pasado.
Lo haremos, porque consideramos importante esta clase de pronunciamientos públicos que traducen un espíritu que busca la unidad y la reconciliación entre los chilenos, conforme nos han requerido distintas autoridades espirituales del país, en especial, el señor Arzobispo de Santiago, don Francisco Javier Errázuriz.
Lo haremos, porque ante los jóvenes latinoamericanos reunidos en reciente encuentro, todos los partidos políticos, incluso los que no tienen representación parlamentaria, nos comprometimos a realizar gestos de reconciliación que, en el inmediato tercer milenio, permitan a los jóvenes acceder a una nación unificada y solidaria.
Lo haremos, por fin, porque creemos que la aprobación de este proyecto es un pequeño pero significativo paso en la construcción de la paz entre los chilenos. Cuando nos visitó el Papa hace doce años, en Punta Arenas dijo que la paz es una responsabilidad universal que se construye en las mil pequeñas incidencias de la vida cotidiana. En las acciones más corrientes de la jornada podemos optar a favor o en contra de la armonía y de la paz.
Porque los democratacristianos optamos por la armonía y por la paz, sin perjuicio de la consistencia y coherencia de nuestras inclaudicables posiciones, votaremos favorablemente las modificaciones del Senado.
He dicho.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Patricio Hales.
El señor HALES.-
Señor Presidente, yo también quiero eliminar el 11 de septiembre como feriado de celebración. El país necesita construir un nuevo estado de ánimo. Muchas de nuestras relaciones personales, tanto aquí como en la vida política, entre políticos de distintos colores, superan, lejos, las difíciles relaciones políticas. Incluso, para juzgar el pasado, muchas veces tenemos coincidencias.
La Iglesia Católica ha jugado un gran papel. Aquí va nuestro recuerdo a lo que hizo el Cardenal Silva Henríquez. Y no puedo dejar de recordar cuando Monseñor Fresno nos dijo en esos difíciles momentos de 1983: “Perseguidos, la Iglesia es madre”.
En esa línea nos llamó el Arzobispo Errázuriz y fuimos al templo de Maipú, a ese esfuerzo de reconciliación y de unidad para hacer de este país un país de hermanos donde es posible pensar distinto.
La Iglesia lo hizo con afecto, con respeto. Tan lejos está la Iglesia del acuerdo, de la maña de Pinochet, de ese Pinochet que no tiene vocación de reconciliación. El mañoso histórico, el que declara en la prensa, públicamente. El pillo escondido detrás de Allende que para este acuerdo le preguntan: “¿Qué lo motivó llegar al acuerdo?” Él contesta: “lo iban a eliminar. Y lo iban a eliminar ahora”. La periodista le dice: “O sea, iba a perder de todos modos.” Él responde: “Iba a perder ahora y quise ser yo el que lo derogara”. ¡Qué distancia con el gesto unitario de esfuerzo, de valoración, que hace la Iglesia Católica por la unidad de los chilenos! Es la pillería de su propia historia, el egolatrismo; es la técnica del acuerdo de los oportunistas; es lo lejano a la idea de reconciliarse; es la idea de transformar el revés en victoria, la posibilidad de ser victorioso, incluso, cuando es derrotada su propia gestión.
Bien por los políticos de la Derecha que toman distancia de ese estilo de simulación y mi respeto a aquellos que entienden que la unidad nacional se hace en el respeto a las personas, a las ideas, para que nunca más en Chile exista dictadura.
Tomen distancia de eso, porque nosotros también tomamos distancia de nuestros propios errores.
Las invitaciones del Diputado Cardemil en el último tiempo van más bien en la línea de esas alianzas de mala compañía para malentender lo que es la unidad nacional.
Nosotros tomamos distancia de nuestra equivocación. Yo he pedido perdón a mi propio pueblo por mis errores y en nuestras bancadas hemos mirado y expresado con nuestras propias conductas lo que significa entender un pasado donde hemos cometido equivocaciones, pero nunca justificará ninguno de nuestros errores todos los horrores por los que pasó nuestra patria, los cuales se han consignado en tantos y tantos documentos por los que pidió perdón el PresidenteAylwin y nunca el dictador de la maña, Augusto Pinochet Ugarte. Aquí dejo estampado tu nombre sólo para que cuando haya pasado la historia lo recordemos como ese obstáculo que dificultó las relaciones entre los chilenos y para ninguna significación de celebración más. ¡Tu nombre!
Yo he pedido perdón y lo he hecho por mis propias conductas. Quiero reconciliación en el respeto al ser humano. Quiero trabajar condiciones de la política para que podamos entendernos y pensar que existen ideas diferentes de conducir a los países. Los acuerdos son parte de la condición de la democracia.
Quiero recordar aquí a Juan Luis Ossa, cuando se le torturó alguna vez en un subterráneo durante el gobierno del Presidente Allende.
Quiero recordar aquí a la familia Barahona que vio morir al padre cuando lo quiso invadir una mala disposición de la reforma agraria.
Quiero recordar aquí lo que deben haber sufrido los que construyeron sus industrias y pensaron que se iba a arrasar el derecho de su propiedad, lo que habían construido con su trabajo.
Pero también quiero recordar aquí lo que olvida el dictador cuando en el día de la maña le preguntan: “Dígame una cosa, ¿cómo llegó al acuerdo del 11? ¿Estaría usted dispuesto a hacer gestos por los derechos humanos?” Y contesta: “¿Por qué voy a hacer gestos si no tengo nada que ver con los derechos humanos?” Ésa es su respuesta a la historia.
Nuestra respuesta es que la democracia tiene que respetar sus acuerdos. Por eso, si el conjunto de los Comités del Senado llegaron a un acuerdo para eliminar el feriado del 11 de septiembre -ésta fue la decisión de la Cámara-, voy a votar a favor de la modificación a fin de suscribirlo, porque llegar a acuerdos es propio de la democracia. No puede ser que ella se construya estrictamente con lo que a mí me gusta. Como parte de mi esfuerzo, deberé aprender a transar, para no repetir la experiencia de avanzar sin transar.
Lamento que una parte de la Derecha haya concurrido a este acuerdo de eliminación del 11 de septiembre sólo bajo las órdenes del ex dictador, que sorprendida y asustada, haya ido al mediodía siguiente del acuerdo a preguntarle qué significaba la voltereta en el aire, en la que había que obedecerle una vez más. Sin embargo, valoro la conducta de varios de los que pertenecen a los partidos que la integran. Han entendido que su libertad política, sus acciones y su futuro no dependen de los malos recuerdos de un dictador, que pasará a la historia como una piedra con la que no queremos volver a tropezar. Asimismo, la ciudadanía valorará nuestro gesto al concurrir a este acuerdo democrático para la eliminación del feriado del 11 de septiembre.
He dicho.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Moreira.
El señor MOREIRA.-
Señor Presidente, hablaré a título personal, como parlamentario de la República, con una trayectoria política consecuente.
Los discursos y las intenciones son buenos, pero la realidad es otra. Jamás habrá reconciliación, por lado y lado, en aquellas personas que han sufrido en carne propia la pérdida de un ser querido. Es utópico siquiera pensarlo. De todos modos, a esa minoría se le debe respeto. Pero, aun cuando sus derechos son legítimos, no pueden arrastrar a 14 millones de chilenos a vivir de odiosidades y de venganzas.
Podrá eliminarse el 11 de septiembre e instituirse un día de unidad nacional, pero no será una fecha de encuentro, sino de violencia, que sabemos perfectamente que viene de la extrema Izquierda. Ella no se interesa por la reconciliación y seguirá usando el problema de los derechos humanos como plataforma política.
La polémica que se ha generado con posterioridad al acuerdo logrado en el Senado es, quizás, el hecho más representativo de las contradicciones que caracterizan a la política actual.
En los últimos meses, lamentablemente, la centroderecha ha tenido una seria falta de consecuencia y de coherencia. Ha abandonado sus banderas y permitido que el socialismo la ponga a la defensiva; ha llegado casi al punto de pedir perdón por haber apoyado a las Fuerzas Armadas, luego que éstas salvaron a Chile de la instauración de la dictadura del proletariado, al mejor estilo cubano.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor MOREIRA.-
Pido que se haga efectivo el Reglamento.
La Izquierda presenta la eliminación del feriado del 11 de septiembre como un triunfo y, por otra parte, algunos parlamentarios de centroderecha la consideran como una especie de gesto de disculpa por el sufrimiento de algunos en los primeros años del gobierno militar.
Ni una ni otra cosa son aceptables. No corresponden a la verdad histórica. La eliminación del feriado del 11 de septiembre es un gesto de grandeza, les guste o no, en primer lugar, del general Pinochet, y en seguida, de los parlamentarios de Oposición.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Advierto a los asistentes a las tribunas que les está estrictamente prohibido hacer manifestaciones.
Puede continuar su Señoría.
El señor MOREIRA.-
Señor Presidente, pido a la Mesa que garantice mi derecho a exponer mis puntos de vista. Esas mismas personas dicen defender la democracia, pero no quieren dejarme hablar.
El señor VALENZUELA.-
Ellos defienden a sus detenidos desaparecidos.
El señor MOREIRA.-
Señor Presidente, sabemos perfectamente que es un gesto de grandeza del general Pinochet y, en seguida, de los parlamentarios de Oposición, pero no porque debamos disculparnos ante la Izquierda, sino porque ese día recuerda la vergüenza de un socialismo que legitimó la violencia como método de acción política, que se preparaba para la guerra civil y que soñaba con convertirnos en un satélite más del hoy desaparecido imperio soviético.
Valoro y apoyo decididamente el gesto de los senadores de la UDI, que estuvieron dispuestos a dar su voto para eliminar el feriado del 11 de septiembre, pero no estoy dispuesto a avalar con el mío, en la Cámara de Diputados, la interpretación mañosa que ha hecho después la Izquierda.
Por eso, he anunciado que me abstendré, porque tampoco estoy dispuesto a votar por el rechazo de la modificación, junto con el Partido Socialista.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Ha terminado el tiempo de su primer discurso. Puede continuar en el del segundo.
El señor MOREIRA.-
Por su parte, la Democracia Cristiana ha vuelto a mostrar el doble estándar con que viene actuando desde hace décadas. Durante el gobierno de Salvador Allende, integró la Code y patrocinó el proyecto de acuerdo de la Cámara de Diputados de agosto de 1973, donde, prácticamente, se llamaba a las Fuerzas Armadas a poner término a la institucionalidad. Pero, hace algunas semanas, se ha sumado a los homenajes en recuerdo del ex Presidente.
Pero lo que es aún peor: ante la perspectiva cierta de que el próximo Presidente se decidirá entre Joaquín Lavín y Ricardo Lagos, algunos de sus dirigentes han tenido un extraño acercamiento al general Pinochet en el Senado. Incluso, los diputados democratacristianos que hace pocos meses lo acusaron constitucionalmente, guardan un conveniente silencio. Son los mismos que hoy nos piden votación secreta en la acusación constitucional contra Lagos.
La Izquierda reescribe la historia con la complicidad democratacristiana y el silencio de los que sufrieron la persecución, la violencia y la soberbia marxista hasta 1973, y no estoy dispuesto a aceptar que la Izquierda la modifique a su antojo. Somos sus protagonistas y se debe escribir con la verdad, no con los acomodos.
Don Ricardo Lagos ha anunciado que quiere ser el continuador del sueño de Allende. Es como invitarnos a vivir “Pesadilla II”, sin siquiera ponerse colorado. Esto ocurre porque hemos permitido que la verdad se modifique y que los jóvenes no sepan lo que ocurrió en Chile.
Por su parte, la centroderecha sigue perdiendo el tiempo, sin alinearse entusiastamente tras la figura de Joaquín Lavín, que asciende en las encuestas.
-Hablan varios señores diputados a la vez.
El señor MOREIRA.-
Quiéranlo o no, Joaquín Lavín es el único que puede parar la llegada de Lagos y del socialismo a La Moneda.
-Hablan varios señores diputados a la vez.
El señor MOREIRA.-
Por último, no se desesperen tanto los de la Concertación. Tengan claro que aquí no se trata de pinochetistas, sino de chilenos comprometidos con la historia y con la sangre de muchos que dieron su vida el 11 de septiembre por salvar a Chile del imperio marxista.
He dicho.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Reitero a los asistentes a las tribunas que les está prohibido realizar manifestaciones.
Tiene la palabra la Diputada señora Isabel Allende.
La señora ALLENDE (doña Isabel).-
Señor Presidente, me embarga un sentimiento especial al debatir la modificación al proyecto que suprime el 11 de septiembre como feriado nacional. Además del doloroso significado que encierra para la mayoría de chilenos, esa fecha posee una honda y emotiva significación para la diputada que habla y para su familia.
El 11 de septiembre perdió la vida Salvador Allende, mi padre, y muchos compatriotas, con los que compartimos ideales y esperanzas. Además, esa fecha recuerda el inicio de una prolongada etapa de dictadura militar, responsable de graves violaciones a los derechos humanos y de profundas divisiones, hasta el momento no superadas, porque la justicia y la reparación han sido insuficientes.
Nadie puede esperar -ni pedirnos- que borremos esos sentimientos y recuerdos. Sin embargo, nuestras responsabilidades públicas nos obligan a trascenderlos con altura de miras, porque de por medio están los intereses superiores de nuestra Nación. La supresión del 11 de septiembre, como fecha festiva que celebra el golpe de Estado de 1973, sin duda sería un avance en el desarrollo cívico del país y en la recuperación de su conciencia democrática.
Me asiste la íntima convicción de que igualmente debemos ser capaces de trascender los protagonismos pequeños asociados a cómo se desarrolló esa iniciativa, originalmente aprobada en la Cámara de Diputados. En cambio, debemos rescatar su sentido más profundo y permanente, cual es eliminar el carácter festivo de una fecha que lacera el alma de muchos compatriotas, para aportar a la reconstrucción de la unidad fundamental que debe tener nuestra sociedad, a fin de lograr así su engrandecimiento.
La eliminación de este feriado debe ser valorada en su justa dimensión; es decir, como el triunfo de la racionalidad colectiva y la recuperación de una de nuestras tradiciones. Por grandes que hayan sido las pasiones, nunca nadie osó establecer como festiva la fecha de la batalla de Lircay o la muerte del ex PresidenteBalmaceda.
No cabe atribuir a la modificación en debate el carácter de un gesto conciliatorio. Menos aún, la generosidad de algunos, que hasta el día anterior a la discusión del proyecto en el Senado, en forma pública, lo rechazaron. Modificaron su posición para no enfrentarse de manera oportunista a su derrota. Por lo tanto, aquí no vemos un gesto de grandeza del ex dictador y, además, estamos acostumbrados a las expresiones verbales del Diputado señor Moreira, de las que, desde luego, difiero.
La eliminación de este feriado debe constituir una forma de reparación en favor de quienes fueron atropellados en sus derechos y de la integración de nuestra sociedad. Por lo mismo, no compartimos la iniciativa de sustituirlo por otro, que nos parece artificioso y que no significa una contribución efectiva a la reunificación nacional. Ésta es una tarea que requiere diversas acciones, destinadas a constituirnos como parte integrante y respetada de la misma comunidad.
Hemos emprendido este camino, pero aún están pendientes hitos significativos, que debemos alcanzar. Entre otros, la demanda de los organismos humanitarios y de la más alta autoridad de la Iglesia Católica respecto de saber qué ocurrió con los detenidos desaparecidos y ubicar sus restos para restituirlos a sus familiares.
Debemos continuar asentando las bases éticas, culturales, jurídicas e institucionales que eviten la repetición de hechos tan dramáticos y dolorosos como los que vivimos entre 1973 y 1990. Tiene que ser un compromiso con nosotros, de los políticos con nuestra generación y con las futuras. No apuntan a ello las negociaciones de pasillo destinadas a cambiar fechas de feriado que, con cierto grado de eufemismo, se instituyen en herederas de la festividad del 11 de septiembre. ¡Chile no necesita nuevos feriados!
Nos acercamos a celebrar nuestro segundo centenario como Nación independiente. Estoy segura de que tan trascendente fecha encontrará un Chile unido, capaz de superar los grandes desafíos que le esperan; y que con la aceptación de la diversidad, todos, sin excepción, podamos vivir en una sociedad que respete en forma plena la dignidad del ser humano, la sociedad donde haya más libertad, democracia, justicia e igualdad de oportunidades.
He dicho.
-Aplausos.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor René Manuel García.
El señor GARCÍA (don René Manuel).-
Señor Presidente, a veces resulta difícil dar un paso como éste; pero, en el fondo, lo considero necesario. El país debe reconciliarse y caminar por la buena senda y dar una oportunidad a los miles y miles de chilenos que quieren ver un Chile engrandecido y sin discordias.
He escuchado con mucha atención a la DiputadaIsabel Allende, y quiero preguntarles muy sinceramente, ¿podrá ella olvidar la muerte de su padre con la supresión del 11 de septiembre? Claramente no, porque es una fecha que la ha marcado profundamente, como ocurre cuando uno pierde a un ser querido. Pero ella dice que no hay que cambiar ese día por otro.
Considero que debemos efectuar gestos de grandeza, como el que todos estamos dando hoy día. Me parece que aquí no hay vencedores ni vencidos; no es un triunfo del señor Zaldívar ni de los senadores; aquí ha habido un gesto de todo el Senado para tratar de aminorar uno de los problemas existentes en el país: la reconciliación. ¿Cómo vamos a ser tan tercos y duros como para no entender el dolor de las madres, de posiciones opuestas, que han sufrido la pérdida de seres queridos? ¿Acaso queremos estar siempre en conflicto? Indudablemente, no. Pienso que debemos entrar en una senda de paz, de tranquilidad, de tomar conciencia sobre lo que debemos hacer.
No tengo por qué desmentir que siempre he defendido al gobierno militar. Con la misma fuerza con que ustedes creen que hay que suprimir este día porque hace recordar a un gobierno dictatorial que hundió al país, yo lo he defendido porque estimo que hizo lo contrario y que siguió un buen camino.
Si vamos a empezar con eso, nunca nos pondremos de acuerdo. A lo mejor, yo estaba equivocado; tal vez, ustedes también. Pero si convergemos en que es necesario engrandecer a este país y dar la oportunidad a nuestros jóvenes de una reconciliación efectiva, por último, el 11 de septiembre celebremos una misa en memoria de los caídos por ambos lados. Pienso que ello constituye una verdadera reconciliación. Es indudable que siempre habrá desquiciados que saldrán a las calles a tirar piedras y a romper bienes; pero por esas minorías no podemos empantanarnos y enfrascarnos en discusiones que no nos llevarán a nada. Creo que nuestro país es más grande y va mucho más allá, y nuestras madres, nuestros hijos y nuestra juventud tienen derecho a vivir en un país reconciliado. Si estamos en esta Cámara de Diputados debemos agradecer a Dios la oportunidad que nos brinda de reconciliar al país.
¡Ése es el gesto de grandeza que debemos dar! Las fechas no se olvidarán, el 11 de septiembre no se olvidará, porque la historia no se borra con una ley; la historia está escrita y deberemos hacerla más llevadera para las generaciones futuras, a fin de que no existan motivos de enfrentamiento ni de discusiones que no conducirán a nada.
Respeto a las madres que se encuentran en las tribunas y entiendo que deben expresarse, que digan lo que sienten, porque el dolor ajeno nunca es como el propio, y todos llevamos algún dolor en nuestro corazón.
Quiero contarles algo, sin vergüenza y sin miedo, porque es en estos momentos cuando debemos sincerarnos, si deseamos tener un gesto de reconciliación. Mi madre, que es una persona reconocidamente de Derecha en mi zona, me decía: “René Manuel, no seas tan duro en tu posición, porque si yo hubiera perdido a alguno de ustedes, no habría descansado nunca hasta saber dónde estaban”.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor GARCÍA (don René Manuel).-
Es ese gesto de mi madre lo que valoro, porque me ha permitido entender el dolor de las personas, el dolor que puedan sentir algunos; pero no sigamos hablando del dictador, del Gobierno de Salvador Allende, que nos condujo a muchas decadencias.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor GARCÍA (don René Manuel).-
No digamos nada de eso, sino que queremos engrandecer a Chile, que deseamos la reconciliación, y después de aprobar este proyecto, levantémonos y démonos un abrazo, porque ésa es una verdadera reconciliación. Borrón y cuenta nueva, y sigamos adelante por un país reconciliado. Eso es lo que quiero.
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor GARCÍA (don René Manuel).-
Respeto vuestro dolor, señoras,...
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Señor diputado, le ruego dirigirse a la Mesa.
Con todo respeto, reitero a las personas que se encuentran en las tribunas que está prohibido hacer manifestaciones. Es la última vez que les llamo la atención al respecto.
Puede continuar su Señoría.
El señor GARCÍA (don René Manuel).-
Señor Presidente, a mí no me molestan las manifestaciones; se lo digo de verdad. Las cosas pueden ser dolorosas; pero cuando uno está en una Cámara política que trata de hacer lo mejor posible y en conciencia, no importa.
Voy a respetar el acuerdo del Senado. Comprendo cuán doloroso fue para los senadores de Izquierda llegar a este acuerdo.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
¿Me permite, señor diputado? Ha terminado el tiempo de su primer discurso.
El señor GARCÍA (don René Manuel).-
De manera que nosotros debemos tener los mismos gestos de grandeza.
Me duele mucho suprimir el 11 de septiembre, pero voy a votar favorablemente el proyecto y el acuerdo alcanzado en el Senado, porque creo que es el primer paso gigantesco hacia una reconciliación total del país. Espero que ése sea el gesto que demos todos.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Antonio Leal.
El señor LEAL.-
Señor Presidente, quiero introducir algunos elementos de análisis respecto de la situación que vive el Parlamento y que, de alguna manera, ha puesto al desnudo este debate sobre el 11 de septiembre.
El Parlamento es, por definición, la máxima sede de representación política de la sociedad, de expresión de pluralismo político y cultural, de generación de consensos y de legitimación de la ley.
Sin embargo, creo que la Cámara de Diputados, pese a ser la única rama del Parlamento elegida íntegramente por la soberanía popular, está seriamente limitada por una anomalía que le impide ser sede de los grandes acuerdos: el hecho de que los diputados de Derecha se encuentran interdictos por el pasado militar, carentes por ello de la independencia de juicio necesaria para resolver sobre grandes dilemas nacionales, subordinados a lo que haga el anciano ex dictador. Estos diputados se deben más a la memoria del régimen militar que al futuro del país, como se advierte en lo referido a todos los asuntos institucionales de fondo, en los cuales el bloque de Derecha defiende los enclaves autoritarios.
El debate sobre el feriado del 11 de septiembre dio lugar a un hecho que raya en lo grotesco. Como todos saben, los diputados de Derecha rechazaron su eliminación y lo defendieron como un símbolo patrio irrenunciable, sin importarles que para la mayoría de los chilenos la fecha fuera símbolo y sinónimo de dolor, de muerte, de destrucción de la democracia y de los valores republicanos.
No obstante, como Pinochet no logró reunir en el Senado los votos suficientes para mantener el feriado, se mostró dispuesto a transar su eliminación con el resultado que todos conocemos. Es decir, el 11 de septiembre, como fecha de triunfo no terminó porque la Derecha haya hecho suyos plenamente los principios de la democracia; no terminó porque Renovación Nacional haya tenido un gesto de generosidad y de altura. No, terminó porque así lo negoció Pinochet para salvar lo posible, dejando en la orfandad y en el peor de los ridículos a los voceros que en esta misma Cámara de Diputados, sólo días antes, habían sostenido la imposibilidad de este cambio.
Sin embargo, el daño no es sólo para la credibilidad de aquella Derecha -si existe- que quiere mirar al futuro; el daño no se expresa sólo en el hecho de que ésta es una demostración palmaria y lamentable de que en Chile, a nueve años del desplazamiento del régimen militar, no se ha reconstituido una Derecha liberal adscrita a verdaderos valores libertarios; el daño es para toda la Cámara de Diputados, porque el estado de interdicción en que se halla la Derecha desnaturaliza la función y la esencia de nuestra Corporación y hace completamente inútiles sus discusiones, ya que en ellas no se aportan argumentos destinados a ser sopesados en la búsqueda de acuerdos institucionales, sino que se aportan dogmas, arbitrariedades, símbolos del pasado.
En este país, muchos dicen que para cambiar algo no hay que conversar con Renovación Nacional, sino con el almirante Martínez Bush; que no hay que tratar de conquistar los votos de aquellos que, alguna vez, trataron de presentarse como liberales, sino los votos de los designados, de los militares, ya que ellos son los que siguen dirigiendo a la Derecha chilena. Es difícil pedir a quienes ocultaron los resultados del 5 de octubre de 1988, a quienes se negaban a entregar los resultados de la victoria democrática, que se rediman y contribuyan ahora, con gestos plenamente democráticos, a abrir el futuro del país.
Sin embargo, se podría esperar que otros, menos comprometidos con los horrores del régimen militar y menos contaminados con el fanatismo de sus bandos y decretos, pensaran en el reencuentro y en la reconciliación de los chilenos. Pero creo que la Derecha, en su conjunto, aún no está madura para gestos como éste.
Para nosotros, lo fundamental es terminar con el 11 de septiembre como día celebrativo. Nos habría gustado que se hubiera mantenido el acuerdo de la Cámara de Diputados, según el cual simplemente se eliminaba el 11 de septiembre como día feriado; pero colocamos el acento, transformamos en lo central -como lo hicieron los senadores del Partido Socialista y de la Democracia Cristiana-, la derrota de Pinochet, que siempre pensó que este día sería eterno, ligándolo al 18 de Septiembre y pensando que sería un día como ése: un símbolo nacional para siempre en la historia del país.
Lo que aquí cae es un símbolo de la dictadura. Quiero decir que nosotros no atribuimos significado alguno al denominado Día de la Unidad Nacional, por una razón muy simple: porque la unidad nacional no se decreta, sino que se construye y no habrá unidad nacional en el país si quienes impusieron el terrorismo de Estado no piden perdón a los chilenos; si Pinochet, que -como ha dicho el propio Contreras- dio la orden en el caso de los desaparecidos, no indica el lugar donde se encuentran sus cadáveres; si no se da una explicación acerca de qué sucedió con esos miles de chilenos que un día fueron secuestrados desde sus hogares, y si la Derecha, algunos de los funcionarios del régimen militar que hoy son diputados de la Derecha y ocupaban importantes cargos en el Ministerio del Interior, no dicen la verdad al país. Ésa sería una base importante para la reconciliación.
Quiero decirle al colega René Manuel García que nosotros también estamos por engrandecer a Chile, pero para ello hay que conquistar más verdad y justicia, intentar ponernos de acuerdo sobre el futuro institucional del país y construir un Estado de Derecho donde todos nos sintamos interpretados.
Por lo tanto, cuando nos encontramos a punto de aprobar la eliminación del 11 de septiembre como día feriado, hacemos un llamado, en primer lugar, para que esta Derecha y el general Pinochet den a conocer el paradero de los desaparecidos y la verdad sobre los miles de chilenos asesinados.
Esta mañana estuvimos en este hemiciclo con la viuda de Víctor Jara, Joan Jara. Perdónenme, pero cuando los amigos de la Derecha hablan de la dignidad nacional y de engrandecer el país, ¡por favor esclarezcan el crimen de Víctor Jara! Él fue una personalidad mundial. A Víctor Jara, en el Estadio Chile, le quebraron las manos, los brazos y lo torturaron hasta la muerte. ¡Ustedes deben esclarecer eso, y quienes estuvieron comprometidos con esos hechos deben pedir perdón al país! Los militares de la Dina y de la CNI tienen que dar a conocer la verdad para que pueda haber una reconciliación efectiva.
Nosotros anhelamos un país unido, anhelamos una Derecha que compita dentro de la democracia, anhelamos una Derecha que esté dentro del Estado de Derecho y que no utilice los poderes fácticos ni ningún tipo de subterfugio para lograr una mayor representación en las instituciones. Anhelamos un país normalizado, anhelamos un país en el cual exista una Constitución donde todos nos sintamos plenamente interpretados.
Por eso, hoy, cuando terminamos con este símbolo de la dictadura, cuando terminamos con una fecha que debía ser eterna, pero que ya no lo es y no representará nada en el corazón de los chilenos, sino dolor, terror y el inicio de una gran pesadilla, en este día en que vamos a eliminar esta fecha de muerte, quiero reiterar nuestro llamado a construir un país unido sobre la base de la verdad y de la justicia.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Gustavo Alessandri.
El señor ALESSANDRI.-
Señor Presidente, deseo señalar nuestros puntos de vista, que no aceptan interdicciones de ninguna especie.
No voy a seguir al colega Leal en su argumentación, simplemente, porque ha llegado hasta nosotros, en tercer trámite constitucional, un proyecto de ley modificado en el Senado, que procura producir el acercamiento entre los chilenos y terminar con los resentimientos y las recriminaciones.
Tenemos, entonces, una buena oportunidad para hacer patria sustituyendo la fecha conmemorativa del inicio de una nueva época -admirable para algunos, lamentable para otros- por la celebración del Día de la Unidad Nacional. Debemos hacer un serio acto de contrición, tanto quienes estuvimos en un lado de las barricadas, como los que estuvieron en el otro. Chile lo necesita, y las generaciones futuras jamás nos perdonarían que nuestra obcecación e irresponsable miopía nos hicieran persistir en odiosidades estériles. La forma en que terminó -y digo terminó- el proceso rectificatorio que se inició hace 25 años en un amanecer del 11 de septiembre de 1973, constituye todo un ejemplo para la humanidad y para quienes han de venir detrás de nosotros. Sin que hubiera sangre de por medio, sin traumas y de un modo perfectamente planificado y acotado en sus plazos y procedimientos, un gobierno militar en su origen, entregó el mando a un sucesor elegido en limpias y democráticas elecciones que fueron la admiración de América y del mundo entero.
Cuando las sociedades humanas sufren grandes crisis; cuando las coyunturas históricas del devenir de un pueblo sacuden los cimientos mismos de su existir, y el sufrimiento alcanza un clímax que conmueve hasta la última fibra del alma colectiva, el advenimiento de la paz no es rápido, ni menos instantáneo; por el contrario, el proceso de ajuste es lento y el dolor no se esfuma de inmediato.
Entre otros, don Enrique Correa Ríos, ministro del gobierno de la transición, ha hecho un valioso aporte a esta tarea de serenar, a la vez que abrirles los ojos a los chilenos de nuestros días sobre la ineludible necesidad de dejar de mirar hacia el pasado y ponernos empeñosamente a otear el futuro en busca de un mejor porvenir para nuestros hijos. En el diario “El Mercurio”, de Santiago, ha sostenido el señor Correa: “Si nos seguimos midiendo por nuestros prejuicios del pasado, en el pasado nos quedaremos persiguiendo trenes a caballo como los pieles rojas del siglo pasado. La madurez consiste precisamente en asumir la propia historia, no para quedarse en ella, sino para ir adelante. Madurez es lo que necesitamos para mirar con serenidad las nuevas incertidumbres que debemos resolver”.
Señor Presidente, son patrióticas y lúcidas palabras del señor Correa, que deben ser meditadas por el país entero. No me sumaré a posiciones zigzagueantes que un día justifican el golpe militar y, al siguiente, dicen que fue el período más negro de nuestra historia. Advertimos, sí, que el revanchismo, que ya se está insinuando, es un mal consejero. Recuerdo que un antiguo político sostuvo en su época que “el odio nada engendra; sólo el amor es fecundo”. Me quedo con esa sabia afirmación y apoyo decididamente la modificación del Senado.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Mulet.
El señor MULET.-
Señor Presidente, hoy se me viene a la mente la votación de la acusación constitucional deducida contra el General Pinochet, y recuerdo que con mucho dolor personal llegué a la convicción jurídico-política de su falta de mérito. Y digo “con mucho dolor”, por cuanto desde niño fui opositor al régimen de Pinochet; desde el mismo día 11 de septiembre -yo tenía 10 años-, cuando escuché a mi padre decir lo que significaba un golpe de Estado y sus posibles consecuencias. Recuerdo la votación de esa acusación porque en mi interior, tenía los recuerdos de un niño que sufrió, como tal, las tres o cuatro veces que la Dina detuvo a su padre. Y no me cabe la menor duda de que muchos de los presentes, aquel día, tenían dolores mucho mayores e inconmensurables. Pero más que los dolorosos recuerdos, primó, en mí, mi convicción político-jurídica sobre la acusación constitucional. Hoy, también es difícil para mí tomar una decisión. Recuerdo cómo, en agosto último, se defendieron con vehemencia las posturas para la mantención del 11 como feriado por parte de la Oposición y, por su eliminación, por todos los parlamentarios de la Concertación, posiciones que parecían irreconciliables.
Sabemos que, en el segundo trámite constitucional, el Senado de la República, en un acuerdo histórico, con la concurrencia de todos los sectores, desde los más izquierdistas hasta los más derechistas, de los electos y también de los designados y del vitalicio, aprobó la fórmula que hoy votaremos. Es cierto que se crea un nuevo día como feriado, el Día de la Unidad Nacional, pero también por la unanimidad de los senadores. No entiendo cómo puede haber parlamentarios que hoy no concurran con su voto para eliminar aquel feriado; es cierto que sólo se trata de quitarle el carácter de festivo y que en cada uno de nuestros corazones está grabado a fuego el matiz que le damos.
Celebro la posición de quienes ayer no querían suprimir el feriado y hoy están dispuestos a sacarlo del calendario; pero no entiendo a quienes, encontrándose en la posición de eliminarlo, hoy se opongan o busquen fórmulas que ponen en riesgo su exclusión. A algunos les repele que el diablo haya metido la cola en el Senado; a mí tampoco me gusta que esté allí y menos que patrocine o lidere acuerdos.
Como parlamentario, que al momento del golpe tenía 10 años, que vivimos el gobierno militar conscientes, hago un llamado a mirar hacia adelante, a derogar el 11, y darle nuestra aprobación, con esfuerzo y sacrificio para todos, al nuevo feriado que se propone como un verdadero día de la unidad nacional y seguir, tal como lo señaló el Presidente del Senado, don Andrés Zaldívar, dando pasos juntos, todos los chilenos, para avanzar hacia la reconciliación.
Creo que hoy es un gran momento para definir el país que queremos. Tras cada decisión que se tome, ya sea personalmente o como partido político, hoy le decimos a Chile que estamos dispuestos a ceder, a no obtener todo lo que queremos, porque el otro también está cediendo. Es una señal para el país: que sepa que quienes somos Gobierno o quienes lo serán en el futuro, están dispuestos a avanzar hacia un Chile más justo, más reconciliado.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Alberto Espina.
El señor ESPINA.-
Señor Presidente, cuando se inicia el debate, siempre se tiene la impresión de que es posible dejar algún mensaje, alguna señal para las futuras generaciones y, de manera fundamental, de encaminar al país hacia lo que deben ser las bases sobre las cuales se cimientan los principios que deben ilustrar a la unidad nacional y que nos permitirán discrepar en democracia.
Pero a medida que el debate avanza, surge una disyuntiva: se toma ese camino o, en definitiva, se debe salir al paso a intervenciones hipócritas, porque son dichas por personas que sonríen en los pasillos, pero insultan y descalifican en el debate, y eso me parece incorrecto. Por lo mismo, quiero retomar el camino inicial y señalar que, a mi juicio, aquí hay distintos ejes y planos del debate, los que debemos definir. Si lo hacemos bien, les haremos un gran favor a las generaciones actuales y futuras.
Es evidente que el 11 de septiembre de 1973 es una de las fechas históricas que enfrenta divisiones más claras en Chile. Hay posiciones nítidamente contrapuestas y, más aún, es evidente que muchos de quienes estamos aquí vivimos esa época y, por lo tanto, estamos cargados de aprensiones personales respecto de lo que ocurrió en ese entonces.
Estas visiones contrapuestas tienen percepciones políticas, pero también sentimientos personales. Las primeras, para lograr acuerdos consistentes, requieren de reflexión y de una honesta visión de Estado, futuro y país. Las segundas, impregnadas por sentimientos personales, no sólo requieren una visión de futuro, sino, además, de generosidad de espíritu y, a mi juicio, ese es el verdadero camino que conduce a la reconciliación y a la unidad nacional.
¿Qué representa el 11 de septiembre? Visiones distintas. Para la Izquierda, un día de violenta agresión. Un parlamentario de Izquierda decía, en el debate del primer trámite en la Cámara de Diputados: “El inicio de una gran pesadilla”. Alguien agregaba: “Un golpe de fuerza para apoderarse del Gobierno ilegítimamente”.
¿Y qué piensa la Derecha, nosotros? ¿Y qué piensa gran parte de la Democracia Cristiana, sus dirigentes de esa época? Que el 11 de septiembre era el fin de un régimen que sobrepasó la Constitución y la ley, atropelló las libertades y tenía la expresa voluntad de conquistar a cualquier precio el poder total. Son visiones contrapuestas y propugnadas por líderes que han gobernado este país en democracia en las últimas décadas.
Estas visiones contrapuestas nos llevan al punto de la reconciliación, la que nos plantea dos opciones: una es convivir aceptando que tenemos una visión del pasado opuesta y, por lo tanto, relativizando la verdad; la otra, hacer un serio y honesto esfuerzo por construir una historia común respecto del pasado. Por cierto, esta historia tendrá matices, pero su columna vertebral será una verdad común que nos permitirá sacar lecciones de ella, tener en claro nuestras respectivas responsabilidades y fortalecer hacia el futuro los aspectos que nos unen y no aquellos que nos confrontan. No se trata de renunciar a nuestros proyectos de sociedad, sino de buscar los puntos en que ellos se complementan, y de resolver nuestras legítimas discrepancias mediante las reglas del juego de la democracia.
Tengo la convicción de que es posible construir una verdad común. Ello requiere definir las responsabilidades de nuestros adversarios y las nuestras. ¿Por qué es tan difícil que cada uno admita lo que nadie ignora? ¿Puede la Izquierda desconocer que introdujo y validó la violencia política en Chile desde mediados de la década del 60 e intentó controlar el poder total, en 1973, para asumir el Gobierno por decenios? ¿Pueden la Derecha y la Centro Derecha desconocer que no protestamos con la fuerza y energía suficientes ante las violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar? ¿Puede el Partido Demócrata Cristiano ignorar que en su gobierno de la década del 60 se erosionó el Estado de Derecho y que en 1973 apoyó la intervención militar? ¿Pueden los altos mandos de las Fuerzas Armadas negar que no sancionaron adecuadamente los graves atentados a los derechos humanos cometidos durante su Gobierno? Cada uno debe contestar en conciencia estas preguntas y asumir sus respectivas responsabilidades con valentía y franqueza. Hacerlo no atenta contra la propia dignidad; por el contrario, enaltece y constituye un gesto evidente para avanzar hacia la auténtica reconciliación.
En tercer lugar, cuando se plantea la derogación del 11 de septiembre como feriado, ¿qué efectos produce? Y me pregunto, ¿es una decisión inspirada en concitar, impulsar voluntades para fortalecer la unidad nacional o se plantea como un triunfo político para imponer una visión del pasado que, haciendo ganar a un sector, derrote a otro? Son dos maneras distintas de enfrentarla. Con mucha franqueza, creo que es difícil marcar con lucidez la línea que los diferencia en la Cámara. He visto en gente de Izquierda el auténtico propósito de ir cerrando capítulos y he escuchado, también, discursos que parecen actos panfletarios, en los cuales la verdad histórica se pretende imponer sobre las futuras generaciones con el mismo totalitarismo que sus autores han criticado en los últimos años.
Por eso, en Renovación Nacional, para intentar distorsionar la historia, no estamos presentes; para intentar cambiar la historia, no cuenten con nuestro apoyo. Para aunar voluntades, con el propósito de construir juntos las bases de la unidad de Chile, sin olvidar el pasado, pero aprendiendo de él, sí estamos presentes.
Por lo mismo, entrando concretamente en el proyecto que viene del Senado, debo hacer dos prevenciones.
En primer lugar, nada es más mezquino que pretender desechar un acuerdo por fines electorales; nada es más mezquino que hacerlo pensando que fue gestado por el Presidente del Senado, candidato a Presidente de la República, o por el ex jefe de un gobierno militar. Eso no está a la altura de nuestros valores ni corresponde a una Cámara que resuelve mirando al país.
En segundo lugar, establecer un día de unidad nacional que no tiene raíces, que lo insertan en la mente de los chilenos, puede tener un efecto bumerán y terminar siendo un mal remedio. Así lo dije y sostuve públicamente. Un día adicional distinto, que no cuenta con raíces arraigadas en nuestra historia, nos puede gestar una dificultad.
Pero aquí enfrentamos una definición que debemos adoptar en este momento, mirando los principios. Y la realidad es que ha llegado la hora de esforzarnos por generar un acuerdo que resuelva un conflicto que causa daño y se arrastra por décadas.
Es evidente que si vamos al aspecto sustantivo, medular, del acuerdo, veremos que es un paso significativo para mirar al futuro; y es evidente que, como todo acuerdo que se construye con esfuerzo, no satisface a todos. Personalmente, no me parece correcto incorporar un día adicional que carece de contenido. Pero la decisión final está puesta en lo que el país espera de nosotros, en qué señal daremos, y no hay duda de que este acuerdo es un avance importantísimo para cerrar heridas del pasado.
Pido que esa razón, más allá de los debates, las discrepancias y las advertencias, haga primar el criterio final de todos los diputados. Como todos los buenos acuerdos, tal vez no satisfaga a nadie en plenitud, pero no hay duda de que su raíz y su espíritu nos señalarán que por aquí vamos por un buen camino.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Juan Pablo Letelier.
El señor LETELIER (don Juan Pablo).-
Señor Presidente, el día que fue votada la supresión del 11 de septiembre como feriado -los antiguos parlamentarios lo sabemos-, quedó derogado. Por ello, ésa no es la discusión de hoy. Por ende, si queremos discutir, en tercer trámite constitucional, lo que nos corresponde, sin renunciar a nuestras facultades como Cámara y sin quedar interdictos en nuestras funciones parlamentarias, debemos entender que la discusión es otra.
No entraré a debatir las diferentes visiones que tenemos sobre el 11 de septiembre, porque no es el tema en discusión. El tema es otro. La Cámara de Diputados aprobó un criterio por mayoría: eliminar un feriado que no es compartido por todos los chilenos.
El Senado aprobó otro criterio, cuyo contexto se podrá cuestionar. Algunos, como aquí se ha dicho, creen que fue obra de un gran gesto de algunos; otros, que el acuerdo del Senado fue producto de una derrota inminente, ante la cual algunos se vieron obligados a sumarse.
Lo cierto es que el Senado adoptó un criterio de reemplazo. Por lo tanto, nuestro debate no debe versar sobre la eliminación del 11 como feriado, pues sobre eso hay acuerdo. De manera que no pronunciemos discursos encendidos sobre el particular ni, como algunos han sugerido, declarémonos interdictos para hacer lo que corresponde a una Corporación cuando tiene discrepancia con otra, ni dejemos de ejercer nuestra facultad de ir a Comisión mixta para perfeccionar un proyecto por miedo de que si así se procede, se restablecerá el 11 de septiembre como feriado. Eso es una vulgar y simple mentira. El 11 está derogado.
Lo que en la actualidad se discute es otra cosa. Es si al país le conviene reemplazar ese feriado por otra fecha o si le conviene, simplemente, mantener su eliminación y no sustituirlo.
Dentro de la opción de reemplazo, uno puede aceptar que el nuevo feriado sea en septiembre o cambiarlo para otra fecha. Después estará la discusión del nombre. Sobre eso me quiero pronunciar, pero no sin antes señalar qué curioso es este país. Aquí nos llaman a la reconciliación, al encuentro.
Quiero compartir lo que ha sido el día de hoy con algunos colegas. En la mañana, en la Comisión de Derechos Humanos, viendo el problema del vertedero de Lonquén; al mediodía, la situación del ex cantante Víctor Jara; otros diputados, en la mañana, viendo la situación del Brigadier Sergio Espinosa Davies, que está en una misión de paz en Pakistán, temas que demuestran que no hay una voluntad de reconciliación no porque no se quiera así no más, sino porque la unidad nacional no se impone ni por decreto, ni por la fuerza, ni por ser sordos.
Hay temas pendientes relacionados con la verdad y la administración de la justicia en materia de derechos humanos. Ése es un dato de la realidad, y quienes quieran negar eso están mirando el techo.
Hoy se nos propone que aceptemos el acuerdo del Senado. Por tanto, quiero salir al paso de algunas afirmaciones.
Los diputados socialistas no somos partícipes de este acuerdo. Por ende, esta Corporación tiene todo el derecho de aceptar lo propuesto por el Senado; pero levanto la voz frente a aquellos que sugieren que esta Corporación está interdicta o que los socialistas estamos interdictos por tener nuestras opiniones sobre este tema.
Habrá quienes quieran imponer este acuerdo. Háganlo, pero no piensen que eso avanza hacia la unidad nacional.
No estamos de acuerdo por varios motivos. En primer lugar, y en eso estoy conteste con el Diputado señor Espina, el proyecto no tiene que ver, ni en lo más mínimo, con candidaturas presidenciales, a pesar de que algunos quieran darle esa connotación.
Algunos han querido elevar este acuerdo a rangos que no tiene. Nuestros juicios no se fundan en cálculos ni intereses electorales, sino en nuestras convicciones, nuestros principios y nuestros valores.
Creemos que hay que eliminar el 11 de septiembre como feriado. Pero reemplazarlo, cuatro días antes, el lunes 6 de septiembre de 1999, por un feriado que no tiene ningún asidero, para que haya protestas en todas las grandes ciudades por el desencuentro y la falta de unidad nacional y luego éstas se repitan el 11, me parece un despropósito y una falta de visión política de cómo se construyen los acuerdos en el país.
No entendemos -lo digo con mucha tranquilidad- que algunos nos sugieran aprobar el proyecto porque hay un acuerdo en el Senado y después presentemos otro para eliminar el día de la unidad nacional que hoy supuestamente se quiere aprobar. Creemos que eso es renunciar a lo que esta Corporación debe hacer.
Si queremos un acuerdo, permítasenos participar de él. Si quieren imponer una solución, impónganla; pero no lo llamen acuerdo, porque no lo es. Nosotros, los socialistas, no vamos a concurrir a inventar un feriado que no tiene ningún asidero en la historia del país para que haya nuevamente desencuentros en otra fecha entre los chilenos.
Hemos dado muchas muestras de gestos de querer reencontrarnos. Nadie puede decir que en estos últimos diez años hemos dejado de hacerlos. Al contrario, hemos hecho muchos y los seguiremos generando; pero hay siempre un límite que está entre la sinceridad, la consecuencia y el oportunismo o la hipocresía. Disculpen que use estas palabras, quizás fuertes.
Si la Corporación quiere un acuerdo, vayamos a Comisión mixta, porque allí se puede ver si hay voluntad de construirlo, y si no existiese, igual quedaría derogado el 11 de septiembre como feriado, porque ello no está en discusión.
Todos queremos que se elimine. Yo fui el parlamentario de Izquierda citado por el DiputadoEspina, cuando mencionó que esa fecha, para algunos, era una pesadilla. Estamos contentos de que se esté eliminando; pero no podemos, producto del miedo o de falsos cálculos políticos o por no ser honestos con las mujeres aquí presentes, decir que por decreto vamos a tener un día de unidad nacional cuando éste se construye sobre la base de otros fundamentos.
Es cierto -el Diputado señor Espina lo planteó-, uno puede esforzarse por encontrar acuerdos. Nos llama la atención que, a más de diez meses de terminar legalmente con el 11 de septiembre como feriado, se quiera forzar la votación del proyecto y que no se dé tiempo para un debate más a fondo.
Si quieren adoptar el criterio del reemplazo, ajeno a nuestra historia, que se busque otra fecha; por ejemplo, el 20 de agosto, para conmemorar el natalicio de O’Higgins, u otra con algún asidero que nos permita participar del acuerdo.
Aquí lamentamos la lógica de la imposición, porque algunos que hoy dicen que esto es un buen acuerdo, mañana con el codo querrán borrar el día de la unidad nacional que no sirve de nada, porque no tiene cimientos.
Entiendo que para construir la unidad nacional en los temas en discusión -a lo menos en un porcentaje tiene que ver con el tema de los derechos humanos-, por lo menos nos deberían dejar concurrir al acuerdo para lograr algo que valga la pena.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Ha concluido el tiempo de su segundo discurso.
El señor LETELIER (don Juan Pablo).-
No es fácil que los socialistas concurramos a aprobar este acuerdo, porque es inconducente a lo que necesitamos cuando queremos eliminar el 11 de septiembre como feriado y buscar acuerdos entre los chilenos.
Vamos a votar en contra de la proposición del Senado, porque el acuerdo Zaldívar-Pinochet no contribuye a lo que el país necesita: encontrarnos con los que, objetivamente, no hemos estado juntos estos años.
He dicho.
-Aplausos.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Luksic.
El señor LUKSIC.-
Señor Presidente, sin lugar a dudas -así lo han sostenido quienes me han antecedido en el uso de la palabra- el 11 de septiembre divide a los chilenos.
El análisis o reflexión respecto de esa fecha a algunos les causa dolor, a otros alegría. Por lo tanto, hay algo en lo cual podemos estar de acuerdo: el 11 de septiembre no puede seguir siendo feriado, calidad reservada a determinados días para recordar acontecimientos que honran la Patria o festividades religiosas. Por lo tanto, el 11 de septiembre no puede ser feriado. Para quienes entendemos que es causa de dolor, que significa la democracia destruida, su eliminación implica un triunfo.
No entiendo que los triunfos logrados sean considerados derrotas. No entiendo que objetivos, que demandas establecidas por la alianza de la Concertación en sucesivos programas, como la eliminación del 11 de septiembre, hoy sean desconocidos y considerados una derrota. No es bueno. No entiendo cuando se señala que esa fecha está derogada, pues no es así. Todos los que conocemos el trámite de la formación de la ley, sabemos que un proyecto puede ser denegado por alguna de las Cámaras, o desechado en la Comisión mixta.
Quiero recordar el principio jurídico que obliga a distinguir lo principal de lo accesorio. Lo principal es la eliminación del 11 de septiembre, que divide a los chilenos, y lo accesorio, el día de la unidad nacional. Pero, a la vez pregunto, ¿quién le teme a la unidad nacional? ¿Por qué produce tanto resquemor, tanto sinsabor? ¿Acaso no queremos avanzar en la unidad nacional?
Quiero recordar que la ley es un instrumento, no un objetivo; no cambia las cosas. Con esta iniciativa, que votaremos hoy, no pretendemos cambiar lo que fue el 11 de septiembre, ni cambiar la historia o las visiones o interpretaciones distintas, sino seguir avanzando en la reconciliación, en la unidad nacional, como lo han expresado las autoridades.
Muchos de nosotros -yo también- hemos sufrido por un familiar detenido, violentado, desaparecido, pero debemos ser capaces de mirar hacia el futuro y acceder a lo que esos jóvenes la semana pasada le pidieron a los chilenos y a los políticos, a nosotros, sus representantes, que cumplimos una labor fundamental, cual es hacer la norma jurídica: crear las condiciones de la reconciliación y la unidad nacional.
También hay un aforismo popular que dice: lo mejor es enemigo de lo bueno. ¿Acaso nos olvidamos que estamos en una democracia imperfecta, con senadores designados, con un senador vitalicio, al que acusamos constitucionalmente, junto con otros diputados de esta misma bancada, porque creemos que abusó de su cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas?
Las razones por las cuales nos encontramos en una democracia aún no completa, en una transición inconclusa, obedecen, precisamente, a estas posiciones tan divergentes y a las distintas interpretaciones de la historia. Debemos seguir avanzando en la democracia y en la reconciliación.
¿Qué representa este instrumento jurídico? Es un paso más en la reconciliación, un símbolo de la unidad nacional, la aspiración de justicia en Chile y de que se encuentren los familiares desaparecidos, de que se conozca su paradero. Pero debemos ser capaces de no quedarnos atrás, como la mujer de Lot, sino también de avanzar y pedir justicia al mismo tiempo; de otear el futuro, de responder a los jóvenes y a Chile, que desean unidad nacional y reconciliación.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Víctor Pérez.
El señor PÉREZ (don Víctor).-
Señor Presidente, a lo largo de su historia, Chile ha vivido grandes divisiones por razones políticas e ideológicas. Las querellas religiosas y la Revolución de 1891, que desembocó en el suicidio de don José Manuel Balmaceda, probablemente son los dos más claros ejemplos de ello en el siglo XIX. Por desgracia, no son los únicos ni los últimos.
En la década del 60, hace poco más de 30 años, se enquistó en la sociedad y en la política chilena la perversa concepción de la lucha de clases, que incitaba a la división más profunda, violenta e inhumana que puede afectar a un país. Según esta óptica, la pobreza, la injusticia, la falta de expectativas y de oportunidades no eran problemas que se pudieran resolver sino a través del triunfo de un sector del país sobre el otro.
No se trataba, como es obvio, de un triunfo político, sino de la simple destrucción, del aniquilamiento, si era necesario, de la llamada burguesía. Era la época en que se nos decía que la revolución era inevitable y, por lo tanto, el pueblo debía armarse y prepararse para ganarla. En esa época la revolución cubana era un ejemplo; el marxismo, casi una religión, y Fidel Castro, su profeta. En ese tiempo nuestros gobernantes nos definieron como simples hermanos menores de un imperio que más tarde sería certeramente definido como el imperio del mal.
En ese clima, muchos de nosotros tuvimos nuestros primeros contactos con la actividad política. Era la época en que en los trabajos, en los barrios, en las familias, incluso en nuestros hogares, las personas se dividían de acuerdo con su adhesión a uno u otro sector político. Los chilenos éramos momios o fascistas y de la UP o marxistas. Estábamos profunda, radical y violentamente divididos.
En 1972 ingresé a la Universidad de Concepción. ¿Cuál era el clima que se vivía allí? Un día, a las 12 del día, se asesinó al estudiante universitario Arnoldo Ríos. Muchos de los que están aquí sentados, en ese momento decían que la justicia burguesa no podía entrar al barrio universitario, porque ése era territorio de la Izquierda. Y ese crimen, cometido a las 12 del día, frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Concepción, donde estudiaba, no pudo ser investigado. Algunos de los que están sentados en esta Sala saben muy bien de lo que estoy hablando.
Ese clima de enfrentamiento y de división política e ideológica concluye el 11 de septiembre de 1973. Comienza una nueva etapa en la vida nacional. Para muchos de nosotros es de progreso, de modernización, establecimiento y consolidación de un nuevo orden económico, social y político. Se abandonan, antes que en el resto de América Latina, las viejas y odiosas recetas estatistas. Se puso el acento en el desarrollo económico basado en la iniciativa particular.
A partir de ahí, el grueso del país se reconcilia. Se olvidaron los odios del pasado, y muchos de los que habían sido partidarios del gobierno socialista de Salvador Allende, comprenden y asumen todos los cambios que se producen en el mundo.
Sin embargo, no todos comparten esta visión, la visión nuestra de la historia: para muchos, el gobierno de las Fuerzas Armadas y Carabineros es un recuerdo triste. La dirigencia política del país no se ha reconciliado. Es lamentable, pero es la verdad. Probablemente sea una de las razones por las cuales la gente se siente lejana a la actividad política, pues ve en ella una permanente disputa alrededor de temas que para la mayoría de los chilenos son simplemente historia.
Hay que superar el pasado y todos debemos colaborar para lograrlo, pero superar la historia es muy distinto a reescribir la historia. Por esta razón, la aprobación del proyecto que elimina el feriado del 11 de septiembre y lo sustituye por un día de unidad nacional, tendrá real sentido en la medida en que seamos capaces de cambiar nuestros discursos y de mirar efectivamente hacia adelante.
Quienes apoyamos el gobierno de las Fuerzas Armadas en un proceso de nuestra historia que fue difícil, pero que lo hicimos siempre con el ánimo de servir a los demás, a los más necesitados, y que impulsamos la institucionalización de una transición a una democracia real y eficiente, no tenemos nada de qué avergonzarnos.
No necesitamos aferrarnos a una fecha del calendario para justificar nuestro pasado. Por el contrario, creemos que se deben hacer todos los esfuerzos necesarios para superar las divisiones que aún subsisten como fantasmas del pasado, aunque no hayamos sido nosotros los que los engendramos ni menos los que intentamos mantenerlos, como una forma de justificar un escenario político que algunos sienten que les es favorable.
La eliminación del feriado del 11 de septiembre es un paso que se debe dar sin cálculos electorales pequeños, sin escudriñar en las motivaciones personales de cada uno, pues hacerlo así de nada servirá.
La verdadera reconciliación sólo se alcanzará cuando seamos capaces de dar vuelta la página como ya lo ha hecho la mayoría de los chilenos. Seguir aferrados a lo que sucedió hace veinticinco años es una actitud humanamente pobre y políticamente pequeña.
La bancada de diputados de la UDI votará casi en forma unánime a favor el proyecto, sin renegar de nada, pero tampoco sin reclamar de nada.
Muchos de los que están hoy en la Sala construyeron su pasado con los puños en alto. Muchos caímos en la soberbia de creer que todo podía ser perfecto. Ésta es la ocasión para que todos mostremos un cambio de verdad. Es el gesto que los chilenos estamos esperando y que la bancada de la UDI cree que la clase política aún no ha hecho.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Lorenzini.
El señor LORENZINI.-
Señor Presidente, la Cámara de Diputados, de la que me honro en formar parte, está debatiendo un hecho que marca el inicio de una nueva etapa en la historia política del país.
La derogación del 11 de septiembre como feriado, sin lugar a dudas, constituye un hito importante en el reencuentro de Chile con su historia y marca el rumbo de un país de hermanos. El gesto del Presidente del Senado, de superar los rencores originados por diferencias políticas, las que en su tiempo le costaron la persecución y el exilio, implica colocar los intereses superiores del país por sobre cualquier legítimo interés político, porque éste ha sido siempre el espíritu que marcó a la clase dirigente de nuestro país.
Los feriados, tanto los religiosos como los que no lo son, recuerdan festividades en las cuales se realza un valor especial, en torno al cual nos encontramos como país, como personas, como creyentes. Por lo tanto, no es correcto que existan festividades que celebren algunos y otros las recuerden como etapa de sufrimiento. El respeto al dolor ajeno nos hace dignos; lo contrario, nos deja desprovistos de humanidad y carentes de valores. Nada que represente dolor o división entre hermanos se celebra. La magnanimidad es condición de grandeza. El propio Julio César, el más grande entre los grandes, nos lo legó hace más de 2 mil años.
Precisamente por ello, nuestras gestas vencedoras contra los distintos enemigos que hemos tenido como país, nunca las celebramos festivamente. Sí celebramos la valentía y el patriotismo demostrado por Arturo Prat en el Combate Naval de Iquique, así como la valentía y el patriotismo de los 77 chilenos que tampoco arriaron la bandera en la gesta de La Concepción. Son dos ocasiones donde, en términos objetivos, fuimos derrotados, pero el sentido es otro, y por eso se conmemoran ambas fechas.
Más aún, debemos recordar que lo que hizo grande a este país y con lo cual ganó reconocimiento internacional, fue la magnanimidad de cada uno de los fundadores de la República y de quienes tuvieron la responsabilidad de conducir los destinos de Chile como Nación, de quienes enfrentaron serios conflictos internos desde los albores de la República hasta fines del siglo XIX.
Los ejemplos de Portales, quien evitó rememorar la batalla de Lircay; de Bulnes, quien fue capaz de aceptar dentro del Ejército, para defender la soberanía nacional, a quienes años antes había vencido en querellas políticas internas del país; y, sin lugar a dudas, la actitud del Presidente almiranteJorge Montt de superar una cruenta guerra civil, con alrededor de 10 mil muertos, luego de seis meses de ocurrida, lo que honra, con especial dignidad a su persona.
Cuando el país está en juego, nadie puede pretender sacar mezquinos intereses ni colocar sus ideas, por legítimas que sean, por sobre el interés nacional.
Nuestra generación debe continuar por la senda que generaciones anteriores le han impregnado al desarrollo político, económico y social del país. Quien haya ocupado, ocupe u ocupare cargos públicos, siempre tendrá como norte el bien de su país. Ése es el camino que el país demanda: un Chile reconciliado, un país de hermanos, donde exista un ideal común, que es el progreso y el desarrollo, y eso lo hacemos sin vencedores ni vencidos, sólo con un país de hermanos que luchan y se esfuerzan por un futuro mejor para sus hijos.
Por lo anterior, votaremos favorablemente el proyecto.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Jaime Jiménez.
El señor JIMÉNEZ.-
Señor Presidente, esta Corporación asistirá en pocos minutos más a la derogación definitiva del 11 de septiembre como feriado nacional.
¿Quién iba a pensar que el proyecto presentado el 10 de julio de 1998, que contiene esta idea básica reiterada año tras año por los diputados de la Concertación, iba a tener un resultado exitoso, como el que ya se aprecia? ¿Quién iba a pensar que los colegas de Izquierda María Antonieta Saa, Felipe Valenzuela, Guillermo Ceroni, o el colega del Partido Radical, Jaime Rocha, o los colegas y camaradas Pareto, Krauss, Ascencio, Salas y quien habla, que presentamos el proyecto, hoy asistiríamos a un resultado que es el esperado por la inmensa mayoría de los chilenos?
En efecto, veinticinco años -un cuarto de siglo- han pasado desde que un 11 de septiembre se rompió abruptamente la convivencia democrática entre los chilenos.
Por supuesto, quienes, como ha señalado el colega Mulet, teníamos diez años a esa fecha, no fuimos protagonistas conscientes de ese rompimiento, ni mucho menos responsables de ese golpe militar; pero nos tocó sufrir las consecuencias. Recuerdo los duros momentos vividos en nuestra época de dirigentes juveniles, en la universidad, en el centro de alumnos de teología, pionero en la lucha y en el trabajo por los derechos humanos y por la vida. ¡Cuántas veces detenidos! ¡Cuántas veces perseguidos! ¡Cuántas veces desarrollando nuestra inteligencia e imaginación para lograr convencer a todo el país de que realmente queríamos un Chile distinto, que ese Chile que habíamos heredado no era el que deseábamos para vivir hermanablemente entre todos los hijos de esta tierra!
El 11 de septiembre de 1973 es una fecha negra, de enfrentamiento entre hermanos de un mismo país. En Chile no existe ningún feriado que celebre algún enfrentamiento entre chilenos. ¿Hay algún feriado que celebre la batalla de Concón o de Placilla? Ninguno, señor Presidente. Por lo tanto, la eliminación del feriado del 11 de septiembre es un compromiso ético con las futuras generaciones, a las cuales debemos dejar saneado ese pasado, del que algunos fueron protagonistas y otros heredamos.
En pocos minutos más, el 11 de septiembre será pasado. Tenemos que conseguir un futuro abierto, limpio, lleno de desafíos e inquietudes. Debemos dejar atrás esa fecha, cuya única unión es el consenso y el acuerdo que nos divide a todos, porque mientras para unos significa dolor y duelo, para otros significa júbilo y alegría.
Por ello, concurriremos favorablemente a este anhelo mayoritario de los chilenos. La historia emitirá su juicio sobre lo acontecido. Un simple proyecto de ley que borre del calendario esta fecha no hará que la reconciliación se produzca mágicamente; pero, sin lugar a dudas, es un aporte. Por eso pensamos ir más allá aún: hace algunos meses presentamos un proyecto que tiene por objeto derogar el artículo 3º transitorio de la ley orgánica del Congreso Nacional, dictada en las postrimerías del gobierno de Pinochet, que impide investigar lo ocurrido en su administración.
No renunciamos a esas tareas, así como tampoco a apoyar lo que el país espera. Los democratacristianos entendemos que es sólo un paso, pero también que es un aporte. Estamos contentos de que el Presidente del Senado, don Andrés Zaldívar, haya liderado el acuerdo, pero estamos más contentos aún, porque senadores de todas las bancadas, del Partido Socialista, del PPD, del Gobierno y de la Oposición, hayan concurrido a este acuerdo unánime del Senado de Chile.
Como la Democracia Cristiana quiere ser coherente y garantía de estabilidad en el futuro, sus diputados respaldamos no sólo el acuerdo de nuestros senadores, sino el proyecto cuya tramitación se inició en la Cámara, porque un compromiso ético espera y las futuras generaciones nos exigen dar un paso, sólo un paso, pero que no puede esperar, para dejar atrás la negra fecha del 11 de septiembre de 1973.
Por lo anterior, votaremos favorablemente el proyecto.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra la Diputada señora Fanny Pollarolo.
La señora POLLAROLO (doña Fanny).-
Señor Presidente, terminar con el 11 de septiembre como feriado es sin duda una demanda democrática. Como se ha dicho y reiterado, es una fecha que divide a los chilenos, pues la mayoría nada tiene que celebrar.
Ése fue el sentido y fundamento de la moción presentada y aprobada en la Cámara. Y no pongo en duda que ése fue también -quiero decirlo claramente- el sentido sincero del esfuerzo que desarrollaron los senadores de la Concertación.
Con la misma franqueza, quiero expresar que, a mi juicio, no se trató de una derrota, sino de un error, porque ese sentido justo y correcto fue total y definitivamente desnaturalizado por el rol que jugó Pinochet. El ex dictador, el responsable de tantos crímenes, el que jamás ha mostrado arrepentimiento, el que sigue expresándose con sorna, con burla de las víctimas, de sus víctimas; el que nunca ha mostrado la menor voluntad de reparar el daño y el dolor, no es creíble si habla de unidad nacional. Su firma daña, enloda, ensucia, mata un día de unidad nacional. No es creíble, es una burla, es sólo cinismo, falta de sinceridad, y eso nos hace mucho daño como país, como sociedad, y hace mucho daño a nuestra juventud.
Hay quienes pensaron sinceramente que podría ser un gesto saludable para la reconciliación, pero ello fue desmentido por el propio Pinochet en los días siguientes, en la entrevista que le hizo “El Mercurio”, y a que ha hecho referencia el DiputadoHales.
Pinochet quiso lavar su imagen y engañarnos con gestos mentirosos; pero, curiosamente, él mismo se encargó de aclararlo todo a los pocos días de esta burla y mentira. Al responder a la periodista, deja la verdad al descubierto. Él dice que el 11 lo iban a eliminar y lo iban a eliminar ahora; y aclara más aún, “si iba a haber otro empate o íbamos a perder, era mejor reemplazarlo”.
¿Qué mejor demostración de que lo que lo impulsó era puro cálculo, pura certeza de su derrota, sólo cinismo, nada más lejos de los sentimientos reales y necesarios para avanzar a la reconciliación?
Todos queremos la unidad nacional y la reconciliación, real, profunda; pero seamos sinceros: ella no se alcanza ni se provoca por ley ni por decreto; y, sobre todo, no se logra con el responsable de los crímenes, con el responsable que no se arrepiente, con el responsable que nada reconoce, con el responsable que sigue dañando. Reconciliarse será, sin duda, un proceso largo y difícil.
Las expresiones que aquí hemos escuchado una vez más, llenas de prejuicios, llenas de fantasmas, llenas de caricaturas, así lo demuestran. No es borrón, no es, como pretenden algunos diputados, ponerse de pie y darse un abrazo. No. La reconciliación requiere satisfacer ciertas exigencias, las que no se han cumplido, como las exigencias de verdad, las exigencias de justicia, las exigencias de sinceridad, y nada de esto puede hacerse con Pinochet. Necesitamos saber qué sucedió con los detenidos desaparecidos, necesitamos cerrar esa herida abierta; esa herida existe, y mientras subsista, resulta difícil dar vuelta la página. Aquí están las mujeres que por años han sufrido, las que han buscado los restos de los ejecutados allá en el norte, en el desierto, en la arena. Son ésos los dolores que persisten. Necesitamos la verdad y la justicia, que el mundo internacional está pidiendo, la que, si seguimos amparando la impunidad, será imposible lograrla.
Por todo eso, rechazo lo que se conformó como el falso día de la unidad nacional, porque Pinochet lo manchó. Se burló. En consecuencia, pido que sigamos esforzándonos por terminar con el 11 de septiembre y voto para que se forme una Comisión mixta que corrija el error, para que avancemos con verdad hacia una sociedad sinceramente unida y reconciliada.
He dicho.
-Aplausos.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Guillermo Ceroni.
El señor CERONI.-
Señor Presidente, finalmente, después de mucho tiempo, los sectores democráticos del país estamos viendo que se hace realidad el anhelo de suprimir el feriado del 11 de septiembre.
Lo estamos suprimiendo, porque esa fecha sólo nos traía recuerdos dolorosos, recuerdos de sufrimientos de muchos chilenos, y en ningún caso era una fecha de celebración; lo estamos suprimiendo porque representa la época más oscura del país. Eliminaremos este feriado después de haberlo intentado en varias ocasiones mediante diversos proyectos de ley; pero hoy, finalmente, estamos cumpliendo con lo que desea la mayoría del país: terminar un feriado odioso que, fundamentalmente, ha dividido a los chilenos. Hubiéramos querido que el Senado aprobara el proyecto de ley tal como lo despachó esta honorable Cámara de Diputados, pero no ha sido así; las condiciones políticas no lo permitieron y el Senado, con el acuerdo de todos sus Comités, aprobó una indicación que no nos satisface, pero que, en lo esencial, logra el objetivo de eliminar el 11 de septiembre, que es por lo que hemos luchado durante tanto tiempo.
Ésta ha sido una discusión agitada; no fue fácil, pero era necesario hacerla y, producto de ella -así lo esperamos-, iremos fortaleciendo las condiciones que permitan una auténtica reconciliación y unidad nacional.
Éste es un pequeño paso para esa real unidad nacional, pero no hay duda de que para lograrla es necesaria la verdad de tanto error, de tanto crimen, con tantas víctimas inocentes, cometidos en esa época iniciada un 11 de septiembre.
No nos equivoquemos: lo ocurrido en el Senado no ha sido un gesto de bondad ni mucho menos del ex dictador Pinochet. Esto, lo que estamos logrando, ha sido consecuencia del triunfo del pueblo democrático que no quiere la unidad nacional mencionada en la letra muerta de este proyecto, sino la real unidad nacional que sólo se construye sobre la verdad.
Por todas estas consideraciones, el Partido por la Democracia va a aprobar el proyecto de ley.
He dicho.
El señor PÉREZ, don Aníbal (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Sergio Ojeda.
El señor OJEDA.-
Señor Presidente, hubiésemos querido que se derogara simplemente la disposición legal que dispone como feriado el 11 de septiembre de cada año, sin agregados, sin términos medios y sin sustituciones de feriados. El 11, como feriado, es una fecha que divide y provoca desencuentros, y un país no puede permanecer eternamente dividido y separado por los resentimientos y odiosidades.
No obstante, entendemos el esfuerzo del Parlamento chileno y la voluntad de los actores políticos para posibilitar una solución que elimine este feriado y no permanezca con el rojo que sin duda nos grafica con su color la idea de amarguras y de malos recuerdos o de celebraciones que ofenden más que enaltecen.
Se trata hoy de no continuar en una lucha sostenida y permanente respecto del tema, entre las posiciones tradicionales que se trasladan a estos tiempos de nuevos escenarios para significar derrotas y triunfos. No queremos que sigan existiendo vencedores ni vencidos. Una guerra no puede ser interminable ni podemos hablar de guerra cuando se trata de conflictos entre compatriotas y hermanos, ni creemos que debamos aplicar como soluciones a estos problemas criterios o estrategias de guerra. Es el momento de la unidad nacional, de comenzar a dar pasos significativos para un reencuentro verdadero, pero sin aplastar, sin avasallar, de común acuerdo y con condiciones y elementos propios para su materialización; que nadie en particular gane, sino que sea el producto de un sentimiento nacional, de una convicción clara y una necesidad común.
Creemos también que no es el momento de esgrimir los mismos argumentos que nos han dividido y separado a través del tiempo. Actitudes como la de aquellos diputados que han radicalizado sus posiciones nos seguirán separando, porque éste es el momento de hablar de reconciliación y de unidad, y no de odiosidades que nos seguirán separando. Es como seguir desenterrando el pasado.
La decisión de imponer el primer lunes de septiembre como feriado legal dedicado a la unidad nacional es un paso; pero puede ser mucho más; puede ser el primero de otros tantos. Podría haber sido otro día, como muchos de los que se han propuesto. Pero no mezclemos las cosas ni con el día de O’Higgins ni con el del PadreHurtado. Tiene que ser una fecha única, exclusiva, pura, sin conexión con nada ni con nadie, dedicada nada más que al objetivo que nos estamos proponiendo. Valoramos el gesto de aquellos que, sosteniendo el 11 de septiembre como feriado legal, hoy aceptan su derogación y su cambio por un día simbólico de unidad. Pero esto no debe reflejar ni representar la paternidad de uno ni de otro; será el día de todos. Se echaría por tierra todo si a la iniciativa se le pusiera el nombre de alguien y se le atribuyera también como un triunfo. De nadie que se haya subido a la testera del Senado, en un impulso triunfalista, porque tampoco sería bien visto que quien propició, amparó y fue jefe de Estado en el período en que se violaron los derechos humanos, sea el artífice de ello, o se crea el artífice, porque no lo ha sido, sino que, finalmente, ha cedido ante la situación de la cual ya no tiene el control, o ha sucumbido al peso de la historia o de los argumentos de vida. Sería un error, máxime cuando las responsabilidades por las violaciones a los derechos humanos recaen sobre él. Meritorio será para todos aquellos senadores que lo acordaron, como asimismo para el conjunto de diputados que lo aprueben en esta Cámara. No queremos que la decisión sea el aporte de uno solo, sino el de todos nosotros.
Un día de septiembre, como el de la unidad nacional, y en el mes de la Patria, concreta de nuevo valores y virtudes patrióticas que, sin duda, serán dignas de ser celebradas y valoradas. Desde ya, reiteramos nuestros esfuerzos por la reconciliación nacional y esperamos que el último 11 de septiembre sea en verdad el último con las características desgraciadas vividas en días pasados. No nos reconciliaremos ni a piedrazos, ni con saqueos, ni con bastonazos, ni con balas: el país requiere gestos y actitudes concretos, de perdón y de excusas por los excesos. El perdón es un acto sublime de reconocimiento y aceptación de errores o de un hecho que ha provocado heridas. No ofende, sino que honra. Es un perdón que todos esperamos, un gesto pendiente.
También, no obstante la instauración del día de la unidad nacional, queremos la verdad para conocer el lugar en que se encuentran los desaparecidos y justicia para condenar los crímenes, porque en democracia entendemos que no puede haber crímenes sin castigos. Hemos observado cambios de actitudes y esperamos que éstas se acrecienten por el bien de la Patria. La reconciliación no llegará ni con decretos ni con cambios de días feriados, sino con gestos y actitudes que tiendan a hacerla cada vez más real y posible. En todo caso, el 11 de septiembre será una fecha recordada y mantenida en lo más íntimo de nuestro ser y para ello no se requiere de días feriados.
Durante ocho años he sido integrante de la Comisión de Derechos Humanos; en dos oportunidades, presidente. He conocido y palpado el dolor y la desesperanza de los esfuerzos y sacrificios de todos aquellos que han concurrido a la Comisión solicitando apoyo para reparar injusticias y aclarar hechos. Ese mismo dolor, esa angustia, nos ha calado tan hondo que, finalmente, ha constituido una gran motivación para seguir trabajando por los derechos humanos.
Por eso, queremos que no haya más dolor, desesperanza y angustia. Si alguien piensa que de alguna manera estamos renunciando a parte de nuestro compromiso por la defensa de los derechos humanos al manifestarnos positivamente por este proyecto, con la misma sinceridad y profundidad de espíritu le decimos que reiteramos y hacemos más fuerte y más sólido nuestro compromiso. Y si se estimare que renunciamos, creemos que lo hacemos por el bien de Chile, por la Patria, para que nunca más ocurra lo que ha vivido el país. De todas maneras, el 11 de septiembre ya no será nunca más feriado.
He dicho.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
En el tiempo que resta, hará uso de la palabra el último Diputado inscrito, señor Alejando García-Huidobro.
El señor GARCÍA-HUIDOBRO.-
Señor Presidente, sin duda, como chilenos, todos quisiéramos que existiera un amplio acuerdo para un día de unidad nacional; pero eso no se impone desde el Senado. Hoy veo que en esta Sala no existe acuerdo respecto de que el primer lunes de septiembre sea el día de la unidad nacional, y lo aprecio justamente en el sector que perdió el 11 de septiembre. Por eso, sea por leyes o decretos no se podrá instaurar un día que no nazca fundamentalmente de las bases; aquí estamos imponiéndole al país un día que desconoce, un feriado más.
Quiero ser muy concreto en esto, porque existirán dos 11 de septiembre: el día de la unidad nacional y el 11 de septiembre que unas generaciones que vivimos esa situación lo van a celebrar y otras, justamente, se van a rebelar, y posiblemente veremos actos de violencia, tanto a personas -muertos, heridos- como daños a la propiedad, los cuales seguirán ocurriendo no solamente un día, sino dos días, gracias a un acuerdo político del que el país está absolutamente ausente.
Yo, en aras de la verdadera unidad nacional, y acogiendo el llamado de los obispos y de los pastores de las iglesias evangélicas, creo que debemos tener una actitud distinta en este tipo de acciones.
Hace poco, propuse -lamentablemente, no se me escuchó- que no fuera festivo el día de la unidad nacional y que se eligiera un domingo para la reflexión y el acercamiento familiar.
¿Por qué creo que debe ser así? Porque, quienes somos creyentes, dedicamos el domingo a meditar y a cosas espirituales. Para quienes no lo son, será un día de tranquilidad, de unidad con la familia.
Por eso, en señal de respeto a los partidarios del 11 de septiembre y a los que perdieron en ese día, anuncio el voto de los dos diputados de la UCC en contra de la modificación, pues creo que no logrará lo que el país espera, que es trabajar más para derrotar la pobreza.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Ha concluido el Orden del Día, señor diputado.
El señor GARCÍA-HUIDOBRO.-
Señor Presidente, permítame redondear la idea.
En definitiva, el acuerdo nacional surgirá de un proceso más lento y no impuesto, como el feriado que se pretende imponer desde el Senado.
He dicho.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
El único Comité que no ha hecho uso de la palabra es el del Partido Radical.
Por lo tanto, en virtud de las disposiciones reglamentarias, tiene la palabra el Diputado señor Jaime Rocha.
El señor ROCHA.-
Señor Presidente, lamento que al culminar este importante debate continúe el eterno y persistente diálogo de sordos.
¿Se logra la reconciliación con la modificación que se nos ha propuesto? Sin duda, no. Siguen intactos los dolores, los traumas y las odiosidades en nuestra sociedad.
Recordamos, con porfía, a nuestros muertos: a Tucapel Jiménez, a Patricio Weitzel, de Chillán; a Gastón Lobos, en Temuco.
Mientras no haya verdad y justicia, como se ha dicho tantas veces, no habrá reconciliación.
El dolor no prescribe, como algunas instituciones jurídicas. Al contrario, tiende a aumentar con el paso del tiempo. Tampoco se mitiga con una modificación a un proyecto. Sin embargo, su aprobación es necesaria. Apenas es un paso, pero es un paso.
Como patrocinante de la moción inicial, aprobaré la modificación, al igual que los Diputados del Partido Radical Social Demócrata y el Diputado Independiente de nuestro Comité, señor Samuel Venegas.
Se acabará el día festivo de los triunfadores. Ya no habrá alegría ni champaña. Eso ya es algo. Sin embargo, el significado del 11 de septiembre no podrá eliminarse, como tampoco puede ignorarse que un día nació Calígula, Hitler y Pinochet.
Invito a los señores diputados a prepararnos para conseguir la derogación del artificioso día de la unidad nacional, pero aprobemos la modificación para no correr el riesgo de ver en el calendario de nuevo de rojo el día 11 de septiembre.
He dicho.
El señor URRUTIA.-
Señor Presidente, deseo referirme a la eliminación del feriado del 11 de septiembre.
Los símbolos significan mucho para las colectividades y los individuos; se vive y se muere por ellos: las banderas, la cruz y la media luna, etcétera. También las fechas son símbolos que guían la conciencia colectiva, mejorándola si son símbolos positivos, dañándola si son negativos.
El 11 hoy es un mal símbolo, tremendamente negativo, pues nos retrotrae a situaciones muy recientes de deslealtad, crímenes, asesinatos, torturas y atropellos de todo orden, y realmente nos debiera avergonzar como país que haya gente que celebre, incluso en este Congreso, con champaña y jolgorio una fecha que tanto dolor y sufrimiento recuerda hoy a tantos chilenos, a tantas madres, padres, hermanos e hijos de los que fallecieron en ese día y los siguientes. Muchas de esas víctimas continúan desaparecidas, y es una actitud de deshumanización total no respetar ese dolor que tan bien describe el poeta Raúl Zurita en el memorial a los detenidos desaparecidos que se levanta en el cementerio general de Santiago, cuyo austero y conmovedor frontis tiene estas palabras en lo alto: “Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, a los árboles”, dice el poeta, y expresa el hondo sentimiento y dolor que tienen los familiares de los detenidos desaparecidos y su permanencia en el alma del país y de nuestro pueblo.
Por eso todavía falta mucho para llegar a la unidad nacional: es necesario que ese dolor que permanece en nuestra sociedad sea aliviado con gestos claros de arrepentimiento y de ayuda que permitan ubicar a los detenidos desaparecidos, pues no hay comparación posible, como algunos diputados pretenden, entre el dolor de los familiares de los pocos muertos que cayeron combatiendo contra los que defendieron al gobierno de Salvador Allende -los que cayeron combatiendo a favor de la Junta golpista tuvieron atención médica, hospitales, velatorio con familia y entierro en tumba con su nombre-; esa situación no se puede comparar con el dolor de los familiares de los miles que fueron detenidos, torturados y hechos desaparecer por agentes del Estado, al margen de todo derecho humano, amarrados, vendados, sepultados o arrojados a lugares desconocidos hasta ahora, lo cual hace que el dolor de sus familiares se prolongue indefinidamente; mientras eso no se solucione, no habrá unidad ni reconciliación nacional, y quienes deben entregar la solución son los que causaron esas muertes y desapariciones, expresando su arrepentimiento y colaborando con la búsqueda.
Es bueno y aporta un grano de arena a la mejor convivencia colectiva el eliminar el 11 de septiembre como día festivo, pues la sociedad chilena no tiene nada que celebrar en ese día de dolor y vergüenza nacional, y, por eso, votaré, como lo hice antes, por su eliminación.
He dicho.
-En conformidad con el artículo 85 del Reglamento, se incluye la siguiente intervención no hecha en la Sala.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Cerrado el debate.
El señor ULLOA.-
Reglamento, señor Presidente.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Tiene la palabra su Señoría.
El señor ULLOA.-
Señor Presidente, solicito formalmente que se retiren los términos injuriosos en contra de un senador de la República vertidos por el señor diputado que me antecedió en el uso de la palabra.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Señor diputado, la Mesa ha escuchado el discurso, y no comparte su criterio.
El señor Secretario dará cuenta de un pareo.
El señor LOYOLA (Secretario).-
Se ha registrado el pareo entre los honorables Diputados señores Andrés Palma y José García.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
En votación la modificación.
-Efectuada la votación en forma económica, por el sistema electrónico, dio el siguiente resultado: por la afirmativa, 88 votos; por la negativa, 12 votos. Hubo 2 abstenciones.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Aprobada.
-Votaron por la afirmativa los siguientes señores Diputados:
Acuña, Alessandri, Alvarado, Álvarez-Salamanca, Álvarez, Arratia, Bartolucci, Bertolino, Caminondo, Caraball (doña Eliana), Cardemil, Ceroni, Coloma, Cornejo (don Aldo), Cornejo (don Patricio), Correa, Cristi (doña María Angélica), Delmastro, Díaz, Elgueta, Errázuriz, Espina, Fossa, Galilea (don Pablo), Galilea (don José Antonio), García (don René Manuel), González (doña Rosa), Gutiérrez, Hales, Hernández, Huenchumilla, Ibáñez, Jaramillo, Jarpa, Jiménez, Krauss, Kuschel, Leal, Leay, León, Longton, Lorenzini, Luksic, Martínez (don Rosauro), Martínez (don Gutenberg), Masferrer, Mesías, Molina, Mora, Mulet, Muñoz (doña Adriana), Núñez, Ojeda, Olivares, Orpis, Ortiz, Palma (don Osvaldo), Palma (don Joaquín), Pareto, Paya, Pérez (don José), Pérez (don Aníbal), Pérez (doña Lily), Pérez (don Víctor), Prokurica, Recondo, Reyes, Rincón, Riveros, Rocha, Rojas, Saa (doña María Antonieta), Salas, Sánchez, Seguel, Silva, Soto (doña Laura), Tuma, Ulloa, Urrutia, Van Rysselberghe, Vega, Velasco, Venegas, Vilches, Villouta, Walker (don Ignacio) y Walker (don Patricio).
-Votaron por la negativa los siguientes señores Diputados:
Aguiló, Allende (doña Isabel), Bustos (don Juan), Encina, García-Huidobro, Letelier (don Juan Pablo), Montes, Muñoz (don Pedro), Naranjo, Ovalle (doña María Victoria), Pollarolo (doña Fanny) y Valenzuela.
-Se abstuvieron los Diputados señores:
Moreira y Prochelle (doña Marina).
-Manifestaciones en las tribunas.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-
Despachado el proyecto.
Se suspende la sesión por cinco minutos.
-Transcurrido el tiempo de suspensión:
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