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El señor HORVATH.-
Señor Presidente , se ha entregado una gran cantidad de información.
Quiero señalar que esta iniciativa, independiente de cuáles etapas siguen, no constituye con claridad una reforma al sistema binominal.
Ayer asistí a un seminario de la Universidad Católica. Y ahí vi que la percepción ciudadana respecto de qué hacemos o no en el Congreso Nacional difiere bastante de la realidad. De hecho, no me dejó de sorprender que los expositores, después de una investigación de las actividades del último año en el Parlamento, señalaran como uno de los parlamentarios que más se habían movido por el medio ambiente a don Jovino Novoa , cosa que me sorprendió gratamente.
Pero yendo al tema, esta reforma constitucional va aparejada de una reforma electoral. Y resulta necesario despejar de manera bien clara que ambas tienen el mismo quórum de aprobación. Por lo tanto, los votos más o los votos menos deben tomarse en cuenta en el momento preciso en que se vea la reforma electoral.
En segundo lugar, los sistemas electorales se han definido acá como mayoritarios (de algún modo, privilegian la gobernabilidad) y proporcionales (de cierta forma, se inclinan hacia la representatividad).
En esta materia he sido bastante claro y casi didáctico: independiente de que un candidato vaya en lista o de manera personal, son electas las personas con las mayorías más altas de acuerdo a los cupos que se deban llenar, lo cual resulta ser lo más transparente. Si son cuatro los Senadores que deben representar a una región, las primeras cuatro mayorías ocupan el cargo, sin considerar de donde provengan.
Esa postura, desde luego, no ha tenido eco aún en el Congreso Nacional.
Después está lo relativo a ambas ramas del Parlamento. Entendemos que, por la dinámica y mayor frecuencia de elección, los Diputados -se da en muchos sistemas del mundo- son más cercanos al número de población. Ahí tiene que haber un criterio de mayor proporcionalidad.
En el caso de la Cámara Alta, dada la cantidad de años, no de sus integrantes sino de ejercicio en el cargo, al igual que sucede en Estados Unidos, es bueno que los Senadores representen más al territorio que a la población. Porque al país no hay que verlo como una foto, sino como una proyección.
Desde luego, ese criterio debe garantizar equilibrio en una nación como la nuestra, que es diversa. Es cosa de superponer Chile en el hemisferio norte y ver que comienza en el polo, pasa por los países escandinavos, cruza Europa y llega a la mitad de África.
Por lo tanto, nuestras realidades nacionales son muy distintas.
En cuanto a los Estados Unidos, existen 50 estados que eligen dos Senadores por cada uno. Alaska tiene el mismo peso que Nueva York, lo cual es bueno para ellos. Así lo entendemos nosotros también.
Se ha señalado con cierta reiteración que en determinadas regiones -por ejemplo, la de Aysén, donde vivo desde hace muchos años- hay poca población y que, por ende, no tienen tal vez tanto peso político respecto a las regiones con más habitantes, o que allí aparentemente sería más fácil ser electo.
Deseo manifestarles que, por experiencia propia, es exactamente al revés. O sea, recorrer una región cuya extensión equivale a ir desde Santiago a Temuco, o a Copiapó, con 10 comunas, 35 localidades, y además tomar contacto con todos los habitantes durante una campaña no es fácil. El hecho de que cuente con menos población significa que todos los candidatos visitan a cada elector diez veces. Y cada uno le va ofreciendo más cosas.
Por lo tanto, dicha labor es difícil. No resulta tan fácil ser parlamentario; que lo digan las personas que han postulado o intentado hacerlo por esas regiones.
Después encontramos un asunto que va aparejado con el anterior: qué se nos propone si cambiamos el número de Diputados y cuál será el acuerdo que se presentará.
En el caso de los distritos, disminuyen de 60 a 31 -habrá mayor densidad de parlamentarios en muchos de los nuevos distritos-. Los Diputados aumentan de 120 a 134. O sea, desde el punto de vista numérico, no estamos hablando de cifras desproporcionadas.
En lo que respecta a los Senadores, la cantidad se incrementa de 38 a 44. De los seis cupos, dos corresponden legítimamente -así se consigna en la Constitución- a la Región de Arica y Parinacota y cuatro a la Región Metropolitana.
Si analizamos esa propuesta bajo el prisma de la regionalización, desde luego, tener cuatro Senadores adicionales por Santiago significaría una suerte de mayor concentración o representación de esa región a nivel nacional.
En cuanto al análisis de las Regiones de Valparaíso, Biobío y La Araucanía, se produce un fenómeno bastante complejo, porque al fusionarlas se privilegiará, por así decirlo, a la población de conurbaciones mayores como Valparaíso y Viña del Mar; Talcahuano y Concepción, y Temuco respecto a las circunscripciones actuales con menos habitantes y a las comunas más aisladas.
Quiero señalar también que en esta instancia no viene incluida una parte del acuerdo sobre los Senadores nacionales, figura que me parece aberrante. La verdad es que Senadores nacionales somos todos, independiente de que representemos a Arica o a Punta Arenas.
Deseo connotar, sí, que se debe tener particular cuidado con el sistema electoral que se nos proponga, porque va a enfrentar las dificultades que estoy señalando.
No le temo a la llamada "asamblea constituyente". La gente se imagina que esa instancia será como la Revolución Francesa (con guillotina, calles tomadas) y que en ese estado se elaborará una nueva constitución. Pero no es así.
He revisado con sorpresa, por nombrar una, la constitución del Ecuador, que es, sin ser un ejemplo de cómo tenemos que hacer las cosas, maravillosa, pues reconoce las múltiples etnias, el matrimonio entre un hombre y una mujer y declara al país libre de transgénicos. En suma, se trata de una carta fundamental del siglo XXI que está pensada, por así decirlo, sobre la base de los derechos de tercera generación.
Este proyecto de reforma constitucional, que el Congreso finalmente tiene que sancionar, no se resuelve con el 50 por ciento más 1, porque eso no representa un acuerdo y un consenso nacional. La democracia real no solo se logra a través del perfeccionamiento del sistema electoral, sino mediante la participación ciudadana efectiva.
Si contamos en muchas leyes con participación ciudadana de manera meramente formal, no vinculante a las decisiones que se tomen, lo que se produce es frustración ciudadana.
Somos un país tricontinental. En verdad, en Isla de Pascua o Rapa Nui y en la Antártica se viven realidades totalmente distintas. Por eso, con el debido respeto a los Senadores que van para allá, se sacrifican y todo los demás, esas zonas deberían estar mejor representadas.
Francia lo supo hacer, pues cuenta con parlamentarios de la Polinesia.
Me parece que en esta materia todavía tenemos mucho por resolver.
En tal sentido, quiero decir que, sin soslayar lo relativo al retroceso de la regionalización en el previo acuerdo, se propondrá, al momento de su análisis, la iniciativa sobre votaciones, que deberá aprobarse, como señalé, con un quórum igual al que requiere el proyecto que hoy debatimos. Al ocurrir eso, los parlamentarios que representamos a distintos sectores tenemos necesariamente que participar de los acuerdos a los que se llegue.
En ese acto de fe, voto a favor.
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