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El señor GUILLIER.-
Señora Presidenta , antes de intervenir sobre este proyecto, quiero decir que para mí es muy satisfactorio que mi primer voto en el Senado haya sido para elegir a una mujer como Presidenta de la Corporación , particularmente por el simbolismo que usted representa.
Respecto al tema en debate, yo sugiero que se recuerde que, en cuanto al principio de la información, se corre el riesgo de que la sobreinformación o la falta de aquella sean una forma de manipulación. Es decir, en el descrédito puede operar una abundante información, pero carente de estructura. Y eso -reitero- es un riesgo.
Me parece que desde los tiempos de la Mesa integrada por el entonces Senador Gazmuri y por el Senador Hernán Larraín , acá presente, se trabajó bastante en transparentar la gestión parlamentaria. Sin embargo, las páginas web necesitan contar con un criterio de selección para determinar qué es relevante. Porque la cuenta pública de las autoridades no puede durar horas de horas, sino que tiene que ser breve, acotada y, por ende, especificar aspectos destacados de la labor del Congreso Nacional.
En tal sentido, creo que sería bueno conversar con los propios medios de comunicación, con el objeto de determinar qué es de interés público y seleccionarlo de los informes de las páginas web de cada parlamentario y de la Corporación.
Entiendo que algunos lo hacen, pero durante la campaña electoral entré a sus sitios web, y créanme que había páginas y páginas de información, pero con muy poca sustancia.
En consecuencia, pido que al menos los informes que rindan los Presidentes de ambas Corporaciones se rijan por algunos criterios de relevancia, tales como número de proyectos de ley tramitados; grado de participación en su debate, y quiénes fueron invitados y escuchados, sobre todo para controlar un segundo fenómeno: el lobby.
Por otro lado, concuerdo con quienes proponen definir criterios generales con el fin de que la cuenta no sea muy larga, pues nadie la leería y no tendría la eficacia que buscamos. Acá no se trata de cumplir con un aspecto burocrático, sino de realizar una función que mejore la imagen corporativa.
En resumen, estoy de acuerdo en legislar, pero considero excesivo que una ley orgánica constitucional regule la forma de operar; para ello basta con un simple reglamento.
Eso sí, insisto en la necesidad de abrirse un poco más a la ciudadanía. Cada parlamentario debería tener la obligación de informar qué mociones presentó, cuál es su estado de avance y cómo votó los distintos proyectos de ley. Por lo menos esa debería ser la base. Además, tendría que comunicar en qué reuniones participó; con quiénes se juntó; qué temas debatió, y si adquirió algún compromiso al respecto. Ello tendría la finalidad de controlar el lobby, y vendría a complementar la legislación vigente.
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