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- rdf:value = " El señor GIRARDI.-
Señor Presidente, resulta evidente que estamos ante un tema no menor.
En pocas oportunidades los proyectos son reenviados a Comisión y no se quiere generar debate.
Yo más bien entendería que estamos discutiendo precisamente lo que tiene sentido debatir en una sociedad.
¿Y por qué lo digo? Porque pienso que lo que le pasa al mundo de la música -no quisiera hablar de eso en particular- dice relación con una sociedad que se ha construido al margen de la cultura, alejada de los valores que ella promueve.
Nosotros somos rehenes del mundo del individualismo.
Y por eso aquí hablamos de visiones de la sociedad.
Lamentablemente, no se halla presente el Senador Larraín. Yo le creo a Su Señoría. Pienso que se trata de un personaje paradójico, que ha vivido una verdadera metamorfosis: ¡fue cuncuna y salió mariposa!
--(Aplausos en tribunas).
Y lo señalo porque, efectivamente, comparto muchos de sus dichos.
Nos encontramos insertos en un modelo de sociedad que promueve principalmente el individualismo, las fuerzas propias; donde existe incapacidad de ponerse en el lugar del otro, en una visión egoísta que nos torna rehenes de un mundo en que el amor al consumo y al crecimiento ha remplazado al amor a la cultura y a la naturaleza.
Y eso está destruyendo la vida, el planeta.
Nos hallamos enfrentados a una crisis de calentamiento global producto de ese modelo de crecimiento, que no se hace cargo de que los ecosistemas son seres vivos y de que los estamos arrasando; de que vivimos una crisis de pérdida de biodiversidad equivalente a un proceso de destrucción masiva.
Es como el síndrome del Titanic: una sociedad que avanza sin mirar para el lado, con ceguera.
Y tal vez la razón de ello es su falta de sensibilidad para mirar las cosas simples, su falta de sentido de vida fundamental. Porque hasta esto ha sido remplazado por el consumo.
Hoy día, por ejemplo, la voluntad de acceder a las cosas está asociada al concepto de libertad.
En esta sociedad neoliberal la libertad se entiende como la libertad para defender las causas propias y acceder al consumo.
El concepto de democracia en esta sociedad se comprende como el acceso a los bienes materiales de moda.
El sentido de estatus se halla determinado por el nivel de consumo.
El sentido de pertenencia de los jóvenes se encuentra modelado por el hecho de si tienen tales o cuales zapatillas o de si consumen ciertas marcas de cereales u otras cosas. Y el que no puede comprar esa zapatilla o el que no consume tales marcas está fuera, no tiene sentido de pertenencia.
Por lo tanto, el consumo, esa visión individualista, es un satisfactor del sentido de vida.
Muchos piensan que los bienes materiales constituyen el llamado "yo ampliado" de los seres humanos. Y son tan importantes que a veces el amor al CD, al auto, a la bicicleta, a la ropa hace que tengan un valor tan significativo que perderlos sea tan importante como cuando se muere un ser querido.
Somos, pues, rehenes de un mundo que nos ha manipulado. Y ese mismo individualismo, que pone por delante los bienes de consumo y la rentabilidad, es el que quiere determinar cuánto acceso tendremos a la cultura.
Entonces, debemos realizar un cambio fundamental. De no ser así, entran en crisis la especie humana, nuestra calidad de vida.
Sistemáticamente se intenta asociar felicidad a cuántos bienes de consumo o bienes materiales se poseen.
Ese es justamente el desarraigo de la cultura. Nosotros somos una especie desarraigada, que perdió su hermandad con el resto de los seres vivos. Porque esa visión individualista, en una sociedad donde no existe empatía, en que nadie es capaz de ponerse en el lugar de los demás, y menos en el de otros seres vivos, o de entender como propio el sufrimiento ajeno -el de otros seres vivos o el de los demás seres humanos-, lleva a la insensibilidad.
Por lo tanto, hay aquí un problema estructural. Y la cultura justamente es el satisfactor o el elemento que permite la sensibilidad; que permite tener comunidad; que permite ponerse en el lugar del otro; que permite entender o sentir como propio el sufrimiento ajeno, de otro ser humano o ser vivo.
Evidentemente, aquí nos encontramos en una crisis.
Podría extenderme en ello, pero tal vez no tenga sentido hacerlo.
Pero también existe cierta concepción de progreso asociada a la cultura.
El ser humano necesita innovación. El arte es un proceso de creación. La ciencia es un arte, porque conlleva un proceso de creación e innovación.
Esa necesidad vital de crear, de inventar el mundo ha quedado radicalizada, monopolizada, marginalizada a los artistas y a los creadores. Y una sociedad que no tiene cultura, que no es artista, que no disfruta la belleza es una sociedad donde nuevamente satisfactores externos serán el factor de innovación.
Entonces, como verán Sus Señorías, vivimos finalmente en la sociedad del "úsalo y tíralo": aparece otro celular, y la ansiedad por la innovación hace que, seis meses después de haber adquirido el actual, todos queramos tener el nuevo aparato.
Ese es un modelo de satisfactores que en cierta manera están remplazando no solo el sentido de pertenencia, el sentido de felicidad, el sentido de humanidad, el sentido de ser vivo, sino también la necesidad de innovación, de crear del ser humano.
Ya no creamos, pues los artefactos y las cosas lo están haciendo por nosotros.
Eso nos está llevando a la destrucción creativa, donde el modelo se sustenta, no en producir bienes durables -porque eso no le interesa-, sino en que ojalá uno los use, los tire y tenga mayor ansiedad por seguir consumiendo.
Ese yo ampliado, que se refiere a los bienes que consumimos, es también un yo vacío, que requiere inmensos satisfactores para seguir existiendo.
Entonces, me parece que se trata de temas mayores.
Señor Presidente, quiero entregar un último argumento, porque se halla relacionado precisamente con la sociedad en que nos encontramos insertos.
Estamos viviendo una globalización. Pero esta es más bien una occidentalización, un desarraigo, una transculturización.
El capitalismo global persigue que todos seamos tribus y tengamos las mismas demandas: que todos queramos consumir las mismas poleras, las mismas zapatillas, los mismos instrumentos, los mismos teléfonos, en fin, porque así los monopolios construyen y van seleccionando sus propios consumidores.
La identidad es lo único que le va quedando a la sociedad en el mundo globalizado.
Pero se nos está alienando a tal punto que vivimos un tiempo de desidentidad. Y la desidentidad es un proceso buscado; forma parte de esa visión neoliberal, de ese modelo global que nos está destruyendo.
¡Cómo no realizar esfuerzos por construir identidad; por construir sentidos profundos; por hacer de la cultura aquello que nos permita valorar el territorio donde vivimos, nuestras tradiciones, nuestra cultura; por volver a la naturaleza, a vivir de lo sencillo, de lo simple!
Siento que estamos frente a crisis muy profundas.
Ahora, la ley en proyecto está lejos de resolver todas esas cuestiones.
Muchos acá participamos, por ejemplo, en la tramitación del proyecto que permite la introducción de la televisión digital terrestre.
Si uno mira televisión, concluye que no hay cultura, sino un bien de consumo: la farándula.
Además, existe en ella una discriminación brutal.
--(Aplausos en tribunas).
Porque díganme qué canal presenta como rostro a un hombre o a una mujer indígena, o a una persona morena, gordita o flaca. ¡Ninguno! Aquí hay un estereotipo, un modelo de consumo que nos está consumiendo a todos.
Entonces, evidentemente, debemos introducir cambios.
Yo soy partidario de tener una política cultural: no solo de que haya un 20 por ciento de emisión para la música chilena, sino de que se promuevan el teatro, la música en general, la innovación, la creatividad, el arte en los niños, la capacidad de disfrutar de la belleza.
Por ejemplo, habría que entender que una flor es roja porque dispone de un polinizador al que le gusta ese color; que hay una relación maravillosa, donde la vida está tallada por la vida, y la belleza, los colores, los olores de la naturaleza, por otros seres vivos, en una relación milenaria que estamos destruyendo, pues no nos damos cuenta de que existe una hermandad entre nosotros y las plantas, que también tienen inteligencia, afectos, pero distintos.
Necesitamos contar con fondos públicos para la cultura; requerimos una institucionalidad para ella; es preciso promoverla en todos los niveles de la creación, de la innovación verdadera.
Sobre todo, tratándose de Televisión Nacional de Chile, necesitamos una señal cultural que les entregue espacio a los creadores: a los de la música, a los del teatro. ¡A todos!
--(Aplausos en tribunas).
Y también, que se produzca un proceso en que, por ejemplo, podamos promover a Chile en el mundo.
Siempre he pensado que la señal internacional del canal estatal debiera ser una especie de National Geographic de nuestro país que mostrara su cultura, sus tradiciones, sus bellezas, sus valores fundamentales, ¡nuestra identidad! Esa identidad que hoy día aparece como amenazante. ¿Pero para quién? ¿A lo mejor, para algunos dueños de radios? ¡No! Amenazante para el modelo, para el sistema, para una forma de dominación.
Le pido, señor Presidente , que me dé un minuto adicional.
El señor TUMA ( Vicepresidente ).-
Muy bien, Su Señoría.
El señor GIRARDI.-
Gracias.
Chile necesita ciencia. Estamos lejos de contar con ciencia suficiente para un proyecto de país. Tenemos un programa de Gobierno que implica volver a la Revolución francesa: educación gratis, salud como derecho, Constitución democrática. ¡Es la Revolución francesa! Requerimos un proyecto de país, ver cuál es la vocación de uso de nuestro ecosistema y de nuestro territorio para competir en el mundo.
Señor Presidente, precisamos una educación distinta: creativa y no memoriona, en que los jóvenes hagan arte, inventen el mundo que viene.
¡Y cómo van a hacerlo si no tienen cultura! ¡Cómo va a haber creación! ¡Cómo vamos a inventar un mundo complejo si nos están remplazando la creación y la innovación por satisfactores de mentira, artificiales!
Vamos a tener un mundo vacío; una sociedad de personas que conformarán tribus, que van a adherir a mensajes y a marcas, pero que abandonarán la lucha por la construcción de un mundo mejor.
¡Es una forma de anestesiarnos!
El único antídoto contra esa anestesia es revitalizar la cultura; tener identidad en el planeta, sentido de la vida y noción de los valores fundamentales. ¡Y para eso existe la cultura!
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).
"
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