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El señor COLOMA.-
Señora Presidenta , obviamente, estamos discutiendo una materia importante, que no es nueva. Yo invito a los parlamentarios a revisar las versiones de las sesiones de este Senado, donde podrán comprobar que este tema ya se ha discutido, y que, al revés de lo que indicó un colega que me antecedió en el uso de la palabra, no se trata de reivindicar un derecho perdido en la Constitución de 1980.
La norma constitucional que hoy existe, y que limita la participación eleccionaria exclusivamente a quienes viven en el país, es de 1925. Y en su discusión tomaron parte ex Presidentes de Chile. Voy a nombrar a dos -con todo respeto, señora Presidenta -: don Salvador Allende y don Eduardo Frei Moltalva . Ellos, al igual que la inmensa mayoría de los parlamentarios de la época, tenían convicciones, las cuales son superrelevantes. Había que ver si era necesario el ius soli, o sea, vivir en el lugar para efectos de tomar buenas decisiones, o el ius sanguini, es decir, el origen de la persona.
Esta es una discusión europeísta versus una americana.
En Suiza, por ejemplo, solo votan las personas que tienen ancestros suizos por varias generaciones. ¡Vayan ustedes a pedir que un suizo que vive en Suiza pero que no tiene ancestros suizos pueda votar! ¡No lo van a permitir! Debe tener ancestros suizos. Es la lógica del ius sanguini.
El ius soli es completamente distinto. Tiene que ver con que quienes resuelven los problemas deben conocerlos cercanamente. Y esto no es peyorativo, señora Presidenta.
Aquí todos somos Senadores elegidos. ¿Qué discutimos en distintos lugares? Discutimos materias de la salud, de educación; el Transantiago, donde corresponde; asuntos de regionalización. Es obvio, por tanto, que los problemas del país tienen que ver con situaciones reales que les afectan a las personas que viven aquí. Y nuestros planteamientos -he compartido foros con muchos de ustedes- están enfocados, precisamente, a quién resuelve mejor esos problemas específicos. ¡No cualquier problema!
De ahí que yo crea y siga creyendo, como ha ocurrido en Chile por varias generaciones -los principios no tienen por qué pasar de moda con el tiempo-, que esa es la mejor forma de tomar una decisión: que quien la toma se haga cargo también de sus efectos; es decir, de acertar o de equivocarse.
Entonces, no se trata de tener buena o mala voluntad con los chilenos que viven en el extranjero. Todo lo contrario. Nosotros hemos sido extraordinariamente abiertos a que incluso gente que no es chilena pero que vive en el país y sufre el Transantiago, sufre los problemas de la educación, sufre los problemas de la pobreza, pueda tener derecho -mucho más que en otras naciones- a participar en la elección de las autoridades.
Aquí hay un problema conceptual muy de fondo que no tiene nada que ver con la Constitución del 80 ni con circunstancias que puedan haberse suscitado en 1973; viene del año 1925 y, si se sigue un poco más allá, del año 1833, en cuanto a cómo se toman mejor las decisiones.
Siento, señora Presidenta , que ese es un principio que hoy día parece desconocerse; parece que no existe tal realidad. Y miro con estupor cómo en otros países este es un tema muy relevante.
No sé si Sus Señorías saben que la elección presidencial de El Salvador se está definiendo, todavía, por la votación de salvadoreños que viven en el extranjero, los que, aparentemente, sufragaron en forma distinta de como lo hicieron sus compatriotas que viven al interior de ese país.
En la elección italiana de hace seis años, la más controvertida, se votó diferente afuera que adentro. Y la votación del exterior fue decisiva para un problema que ha sido bastante complicado.
Estuve viendo en Internet la simulación de una votación de chilenos en el extranjero. Si hubiera existido esa posibilidad en la última elección, la segunda vuelta, según esos resultados, habría sido entre Bachelet y Claude .
Pues bien, permítanme decirles que eso refleja a veces un desconocimiento de lo que está pasando realmente en el Chile de verdad, en el Chile de carne y hueso.
Por eso, por la vía excepcional, yo personalmente estaba abierto a permitir que los chilenos votaran en el extranjero, siempre que hubiera de por medio un vínculo importante.
¿Qué significa "vínculo" para estos efectos? Que haya un conocimiento cercano, no remoto. No porque una persona sea nieta de un chileno que vivió en el país hace treinta años va a tener los mismos derechos de alguien que lleva toda una vida sufriendo los problemas de la población, de la empresa o del campo chileno.
Esta es una cuestión de convicción interna, conceptual.
Por eso, creo que la falta de vínculo y el desmoronamiento del acuerdo original por parte del actual Gobierno no aportan a la solución del problema.
Tengo muchos amigos y parientes que viven en el extranjero. Y he conversado esto con franqueza. Porque aquí debemos tratar de resolver mejor los problemas. Y este cambio, que es copernicano, no le hace bien a un concepto ciudadano.
Conozco personas que han recibido votos por ser nietas de españoles o alemanes. He ido a sus casas y he visto que les llegan unos sobres especiales. ¡Claro! Ellas sienten orgullo por España o Alemania, pero no tienen idea de los problemas que se viven en esos países, y sufragan al tuntún.
No digo que sea la regla general. Pero veo que las propuestas que con esfuerzo plantean numerosos candidatos, al final, son resueltas por gente que -no es su culpa- no tiene un acercamiento directo a ellas.
De ahí que este no sea un problema de modernidad ni de los buenos y los malos, sino de convicciones: adónde deberíamos dirigir nuestros mayores esfuerzos y cuáles son los asuntos que exigen la máxima atención.
Ese es el sentido de esta discusión. Ya se halla resuelta. Pero por más que no sea mayoría, yo por lo menos no siento que mi voz deba quedar en silencio. Y no estoy de acuerdo con la forma final que adquirió este proyecto.
Insisto: si hubiera existido un vínculo, como se establecía originalmente, mi posición sería distinta. Pienso que no es bueno el vértigo que de repente se da aquí- me detengo un momento, señora Presidenta -, pues mientras más cosas se cambian, parece que es mejor para Chile. Y, en lugar de ciudadanos con deberes, hoy tenemos clientes en materia electoral gracias al voto voluntario.
De igual forma, en vez de entender que la política hay que renovarla, no aumentar los parlamentarios, como es la tónica del Gobierno; en vez de entender que debemos preocuparnos de los problemas reales de las personas, mucho más que de andar haciendo cambios de toda naturaleza sin ver los resultados, en mi modesta opinión, y quiero ser muy respetuoso con quienes piensen distinto -también pido, obviamente, respeto hacia mí-, tenemos que hacer lo mejor para Chile.
Me puedo equivocar, pero creo que la línea de lo que planteo respecto del ius soli tiene sentido, fuerza, y es lo que, a mi juicio, al país más le conviene.
He dicho.
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