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- rdf:value = " Tiene la palabra el diputado señor Gabriel Boric.
El señor BORIC (de pie).- Señor Presidente , quiero comenzar mi homenaje retomando una cita que trajo a colación el diputado señor Guillermo Teillier: “Cuando Nicomedes Guzmán descargó sus libros tremendos, la balanza se vino abajo, porque nunca recibió un saco tan verdadero. No era un costal de joyas. La verdad pesaba como una piedra. Los dolores llenaban aquellos libros andrajosos y deslumbradores, que se nos echaban a la conciencia. Pero siempre en Guzmán existió la ventana submarina y ninguna desdicha encarceló su espacioso corazón.”.
Este es parte del prólogo que Pablo Neruda escribió al olvidado libro La ceniza y el sueño.
Cuando en el colegio tuve la oportunidad de encontrarme, gracias a un profesor, con Los hombres oscuros y La sangre y la esperanza, los devoré. Comencé a entender, en esa época, el Chile que habíamos construido.
Se oponía Nicodemes Guzmán al criollismo, que aún en los 90 nos enseñaban como la historia oficial de la literatura de Chile, y nos abrió, a quienes a lo largo de la historia encontramos sus libros escondidos, ocultos y enterrados, un mundo proletario de amor, de lucha, de esfuerzo; un mundo que nos mostraba un Chile real, que hoy sigue existiendo también oculto, como entonces, y que también se levanta, como hoy.
La obra de Nicodemes Guzmán, que ojalá todos tengamos la oportunidad de leer y de redescubrir, desde su primer libro de poesías -a él hice alusión al comienzo de mi intervención: me refiero a Las cenizas y el sueño-, hasta las novelas más reconocidas, en particular, La sangre y la esperanza, explora desde una perspectiva que no es neutral, sino marxista y metafórica, las causas y consecuencias de la jerarquización desigual de la sociedad capitalista que, en ese entonces, se estaba construyendo y que hoy todavía vivimos. Desgraciadamente, a lo largo de la historia de Chile han inmunizado a nuestros escritores, a nuestros poetas y narradores, a nuestros cronistas y periodistas. “Ay, Lucila, ¿por qué te engabrielaron?”, decía Clemente Riedemann respecto de la transformación insípida que se hizo en la literatura oficial de Gabriela Mistral. Yo diría hoy: “Ay, Nicodemes, ¿por qué te silenciaron?”. Levantémoslo hoy, junto a Volodia, a Gonzalo Rojas y al gigante del sur, Francisco Coloane, y a todos aquellos grandes prohombres chilenos de la generación del 38 que volvieron a ligar al hombre, al paisaje y al trabajo como una sola cosa; ligados, además, como un compromiso social del Frente Popular que levantó a la literatura y nos hizo a todos los que tuvimos la oportunidad de leerlos, reflexionar sobre el Chile que unos pocos estaban dirigiendo y en contra del cual muchos hasta el día de hoy nos rebelamos.
Muchas gracias.
He dicho.
"
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