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El señor GODOY (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Enrique Accorsi.
El señor ACCORSI (de pie).- Señor Presidente , honorable Sala, en primer lugar, quiero saludar al señor rector, a los profesores, a los alumnos, a los apoderados, a los exalumnos y a todos quienes laboran en el Instituto Nacional José Miguel Carrera, que el próximo 10 de agosto cumple, al igual que la Patria, el bicentenario desde su fundación, transformándose quizás en la única institución en cumplir ininterrumpidamente su función desde la fundación de la República de Chile.
No soy institutano, pero me siento uno de ustedes.
No quiero en esta oportunidad hacer un recorrido histórico por la vida del Instituto Nacional, ya que podría resultar injusto en el breve tiempo que poseemos, pues podría omitir a muchas personas y hechos que, siendo importantes, pueden no ser considerados en el relato. Quiero más bien referirme a la trascendencia que ha tenido esa institución educacional para la marcha del país, para la formación de sus líderes, para la creación de ciudadanía y para la defensa de valores tan importantes como la existencia de una educación pública de calidad y gratuita en un país que se ha caracterizado por el desarrollo intelectual de sus habitantes.
Desde sus inicios, fray Camilo Henríquez señaló entre los principios del proyecto creador: “El gran fin del Instituto es dar a la Patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor.” Junto a Manuel de Salas y Juan Egaña manifestaron además que existía en el país la necesidad de crear “un gran Colegio de Artes y Ciencias capaz de dar costumbres y carácter”.
¡Cómo no podemos recoger esas sabias enseñanzas!
Sin duda alguna, estas grandes aspiraciones de los padres fundadores del Instituto se fueron concretando a través del tiempo con creces y con frutos fecundos. De hecho, a partir del Instituto Nacional nacen la Universidad de Chile el Internado Nacional Barros Arana, la primera Brigada Scout y tantas otras instituciones pioneras, que sería largo de enumerar, teniendo siempre presente el gran compromiso que el Instituto contrae con la Patria: “formar ciudadanos plenos e integrales, entendiendo a la ciudadanía como un estado superior de la condición humana”.
En un país en que la educación ha comenzado a tergiversar su verdadero fin para transformarse en muchos casos en un negocio lucrativo, es muy importante que instituciones como el Instituto Nacional mantengan en alto la bandera de que los establecimientos educacionales son entidades formadoras de ciudadanos dignos, íntegros, con principios y valores, no formadoras de meros receptores y contenedores de conceptos técnicos. Como lo dice en su declaración de principios: “Formar ciudadanos implica educar para la vida; es decir, educar para el saber, para el amor, para el trabajo, significa asumir a la persona en desarrollo como ser perfectible, dialogante y solidario; educar ciudadanos es promover una capacitación integral para la internalización y ejercicio pleno de los derechos y deberes de la ciudadanía que dan arraigo y sentido de pertenencia a un pueblo, a una cultura y a una geografía”.
Por ello no es casual que el Instituto Nacional sea el establecimiento educacional donde ha estudiado la mayoría de los Presidentes de Chile, dieciocho exmandatarios, desde Manuel Bulnes a Ricardo Lagos ; once Premios Nacionales de Literatura . Figuras creadoras del alma de Chile, como Ignacio Domeyko , Andrés Bello , Pedro Aguirre Cerda , entre otros, han formado parte de sus cuerpos docentes. Pese a todo lo que se ha hecho para destruir la educación pública en Chile, sus alumnos siguen manteniéndose en los primeros lugares en las pruebas de medición de calidad y de ingreso a las universidades tradicionales.
¡Qué ejemplo nos han dado ustedes!
El Instituto Nacional ha sido el crisol y baluarte donde se ha forjado lo mejor del país. Por eso uno entiende el porqué de la defensa a ultranza que han realizado sus profesores, alumnos, apoderados y exalumnos para que el Instituto se mantenga a la vanguardia de la educación chilena, como la gran barrera que impide que el afán de lucro se infiltre en las venas de la Nación a través de la educación. El Instituto Nacional, fiel a sus valores, lo señala claramente en su declaración de principios: “La gran finalidad educativa implica cuatro determinaciones complementarias que convergen y proyectan la formación plena e integral de la persona como ciudadano”, que ojalá pudiéramos aplicarlas en Chile. Estas son: defender la Patria, como primera tarea educacional; dirigir la Patria, que significa promover una sólida capacitación para la toma de decisiones en los distintos ámbitos, públicos y privados, de la vida nacional; hacer florecer la Patria, que significa promover el desarrollo del arte, de la cultura y de los derechos humanos; dar honor a la Patria, que significa promover una sólida formación moral sustentada en una libre adhesión a valores y principios éticos de validez universal, a través de los cuales se proyecte la bondad de lo humano, tendiente a la consolidación de una comunidad más solidaria y fraterna, que tanta falta nos hace en el Chile de hoy.
Señor Presidente , estimados colegas, el Instituto Nacional representa mejor que ningún establecimiento en Chile la importancia y la validez de la educación pública. Por ello, espero que, más temprano que tarde, vuelva, junto con todos los establecimientos públicos, a depender del Ministerio de Educación, ya que se lo merecen por historia, por relevancia, por aporte a la vida nacional; pero, sobre todo, por ser el principal formador de quienes han dirigido los destinos del país desde que somos una República, desde que somos un país que dirige su destino y el de sus habitantes.
Queridos amigos del Instituto Nacional, al cumplir doscientos años de vida, reciban el reconocimiento de las bancadas del PPD y del Partido Socialista. Gracias por la formación de cientos de generaciones de chilenos a las que les han entregado sólidos principios y valores por el bien de la Patria.
He dicho.
-Aplausos.
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