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El señor GUILLIER.-
Señor Presidente, creo que los dos proyectos de ley responden bastante al ambiente que está viviendo Chile.
Esta eterna falta de ética en muchas actividades lleva a que materias que se hallan perfectamente claras en la legislación tengan dobles interpretaciones y acaben en juicios interminables en los tribunales del trabajo, donde, a veces, cuando la ley es discutida en su espíritu y en su forma, las propias autoridades laborales no poseen la claridad suficiente para su aplicación, lo que hace que resulte debilitada por los criterios ambiguos.
Al respecto, este proyecto despertó total unanimidad en cuanto a reconocer que no se puede aplicar el descanso dominical como manera de recalcular los feriados irrenunciables y mermar los derechos del trabajador.
Eso estaba absolutamente claro en la ley, y no se explica más que por falta de ética que quienes se dicen defensores de la familia, de los valores cristianos y del domingo sagrado junto a la mujer y a los hijos, llegada "la hora de los quiubos" apliquen criterios de reducción de los derechos de los trabajadores y conspiren contra la familia al hacer laborar a la gente, en circunstancias, además, bastante confusas considerando la legislación existente.
Por consiguiente, se hace un acto más bien de justicia. La propia Dirección del Trabajo pidió que se aclarara para evitar esa verdadera maratón de juicios y reclamaciones laborales por algo que siempre estuvo claro en la ley.
En consecuencia, no hay nada nuevo. Simplemente, se impone el imperio de la ley.
Respecto al segundo proyecto: en las naciones del mundo desarrollado, que inventaron el modelo económico que deseamos imitar, siempre se ha considerado el trabajo dominical solo para ciertos servicios básicos de emergencia. Todos coinciden en que el domingo es una fiesta familiar, pero también un reencuentro de las familias, de las parejas y, por lo tanto, un descanso merecido y reparador de jornadas largas en la semana. No obstante, en Chile el trabajo en día domingo se ha transformado no en algo excepcional, sino normal, en condiciones además tan precarias como en los días de semana.
Por lo tanto, nuevamente entramos a regular lo que debería ser de sentido común: que el trabajo en este día fuera excepcional y que su pago obviamente se hiciera con recargo, porque significa un sacrificio particular del trabajador y de su familia al no poder permanecer juntos ese día de encuentro.
Creo que ambas iniciativas son muy consistentes, y de ahí que concite unanimidad su aprobación como un avance hacia criterios de justicia, pero sobre todo de ética laboral. Y ojalá eso se aplique en otros casos. Por ejemplo, en el del comercio, tan lleno de abusos, como la fijación de salarios básicos de bajo nivel y altas metas difíciles de alcanzar, que al ser logradas por el trabajador, se renegocian y se establecen otras cada vez más altas, para mermar sus derechos laborales. Ojalá también podamos abordar esas materias más adelante.
Naturalmente, apruebo ambos proyectos.
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