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El señor CORNEJO (Presidente).-
Tiene la palabra, hasta por cinco minutos, el diputado señor Ignacio Urrutia .
El señor URRUTIA (don Ignacio).-
Señor Presidente, me gustaría que los parabienes entregados por el diputado Venegas a los profesores pudieran hacerse realidad; pero, lamentablemente, hoy los educadores viven un momento amargo, no un día de felicidad, como debería ser.
Sería un día de felicidad si la reforma que discutimos fuera consensuada, si estuviéramos todos de acuerdo con ella. Pero, como dije, lamentablemente no es así. Aquí hay una mayoría circunstancial que quiere pasar la aplanadora con esta reforma educacional. Es una reforma que en cada encuesta refleja que la gente está cada vez más en contra de cómo se está llevando a cabo.
En todo caso, en lo que estamos todos de acuerdo, en esta Sala y en el país entero, es en que efectivamente hay que hacer una reforma educacional. Nadie está en desacuerdo con eso. Pero si queremos hacer una reforma que perdure en el tiempo tiene que ser consensuada. Cuando se trata de pasar la aplanadora, lo que ocurre es que después viene otro gobierno, que piensa distinto, y lo cambia todo. ¡Y hasta ahí no más llegó la reforma! Por eso es una pena lo que está ocurriendo hoy en la Cámara de Diputados.
Tenemos la esperanza de que en el Senado se pueda hacer lo mismo que con la reforma tributaria, esto es llegar a un acuerdo. Por lo que veo, en el Senado son más sensatos que nosotros, por cuanto allá –repito- sí se puede llegar a acuerdos. ¿Por qué no podemos nosotros también llegar a un acuerdo? Es una pena.
Aquí han seguido con la retroexcavadora; en el Senado, en cambio, la desecharon. Allá se puede llegar a acuerdos; acá no. Si lo lógico sería que aquí, hoy, estuviéramos todos de acuerdo; que nos hubiéramos tomado todo el tiempo necesario para arribar a un consenso que permitiera a todos hablar a favor de la reforma. Pero en vez de eso, como dije, una parte habla a favor y otra parte habla en contra. Eso no es lo que Chile necesita; nuestro país requiere consenso para tener una reforma educacional que realmente vaya al meollo del asunto, cual es mejorar la calidad de la educación de los niños de todo Chile, y que perdure en el tiempo, independientemente del gobierno de turno.
Si esta reforma no es corregida por el Senado -espero que sí lo haga- y vuelve a pasar la aplanadora, va a venir otro gobierno, con otro pensamiento, y la va a cambiar completamente. Así las cosas -reitero-, hasta ahí no más va a llegar la reforma educacional.
En otros países todas las reformas se han hecho con pleno consenso, no pisoteándose unos a otros, como ha ocurrido en la Cámara de Diputados.
Por eso, más que hacer un análisis de la reforma, más que discutir sobre la calidad o no calidad de la educación, sobre el lucro o no lucro -lo han convertido en un demonio-, prefiero reclamar por la idea de consenso. No puedo creer que alguien diga que nadie puede lucrar con platas del Estado si el 80 por ciento de los chilenos, de una u otra manera, recibe plata de este. Pero, claro, los que no pueden lucrar son los sostenedores; el resto puede lucrar; todo el resto de la economía nacional que recibe beneficios tributarios, que recibe ayudas por aquí y por allá puede lucrar, pero –repito- los sostenedores no pueden hacerlo. Curioso, realmente curioso. Pero, en fin, no voy a profundizar en esa materia.
Ayer escuché intervenciones de diputados de todos los sectores políticos que no hicieron más que descalificarse unos a otros. Al final llegamos a la misma conclusión: es una reforma que, así como está, si no la arreglan en el Senado, significará que nació muerta, porque va a durar tres años y chao, porque va a llegar otro gobierno y la va a cambiar completamente.
He dicho.
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