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El señor SANTANA (de pie).- Señor Presidente , en representación de la bancada de Renovación Nacional, quiero saludar afectuosamente a la familia y amigos de nuestro querido Juan Lobos .
Hace poco más de dos años, al inaugurarse el actual período legislativo, de entre los 120 diputados que integran esta Corporación se destacaba un grupo de mujeres y hombres -entre los cuales me incluyo- que pisábamos por primera vez este monumental edificio, en calidad de nuevos parlamentarios.
Evidentemente, nos encontrábamos frente a un mundo que desde la sociedad civil se veía muy distinto. Los más avezados en estas artes ya estaban acostumbrados a la forma de trabajo del Parlamento, pero para nosotros, los recién elegido diputados y diputadas, todo era nuevo: el trato con los funcionarios, la terminología necesaria para tramitar los proyectos de ley, la relación con los medios de prensa, en fin, la dinámica propia de la sede del Poder Legislativo . Dentro de ese mundo desafiante, un diputado nos tendió una mano amiga y se convirtió en uno de los primeros embajadores que tuvimos aquí en Valparaíso. Su nombre era Juan Lobos.
Antes de ser diputado , lo conocía solo de nombre, porque teníamos un amigo en común, pero me tocó conocerlo más de cerca en la Comisión de Salud, en la cual, sin lugar a dudas, era uno de los diputados con mayor manejo de los temas en discusión. Sin embargo, nunca buscó opacar al resto ni hacer gala de sus conocimientos, para vanagloriarse. Por el contrario, Juan siempre estuvo allí cuando lo necesitamos, para discutir algún tema o considerar otra visión sobre una determinada materia política o legislativa, con respetuosa objetividad y horizontalidad.
Con mucho respeto por todos los presentes, se puede argumentar, con propiedad, que el diputado Lobos fue mucho más que un parlamentario UDI o un representante de la provincia del Biobío. Nuestro amigo Juan fue -con todas sus letras- un honorable diputado de la república. Nunca dudó en preferir, antes de su propia agenda o la de un sector determinado, aquella propuesta que beneficiase a la ciudadanía entera. Menos buscó prensa innecesaria ni ser el centro de atención sin merecerlo. Por el contrario, siempre estuvo allí en forma desinteresada, para explicarnos un proyecto, para dar una opinión o para ofrecer un consejo.
Es normal que encontremos y valoremos tales características en un parlamentario de nuestra misma coalición. Pero lo que realmente merece reconocimiento es que alguien se haga merecedor de tales halagos por parte de quienes no comulgan con sus ideas o, al menos, se presentan en veredas políticas opuestas. Justamente, eso fue lo que Juan logró concitar.
Hace menos de un año, al cumplirse el primer mes desde su desgracia, nos congregamos en este Hemiciclo para rendir homenaje al amigo que recientemente había partido. En tal oportunidad, fueron muchos los que quisieron hablar, para dejar una huella imborrable acerca de cómo Juan los había marcado.
El diputado señor Aldo Cornejo , en nombre de la Democracia Cristiana, dijo entonces haber descubierto en él “a una persona tolerante y tremendamente dialogante, a un apasionado de la salud pública y a un amante de la vida”. Además, dijo que “era un hombre capaz de reírse mucho, también de sí mismo, como solo son capaces de hacerlo aquellos que están para grandes desafíos”.
Por su parte, el diputado Marco Antonio Núñez , en representación del Partido por la Democracia, dijo que Juan Lobos “era un grande en todo el sentido de la palabra. Ese hombre de voz ronca tenía una inteligencia con la que percibía inmediatamente dónde estaba el problema en la ley y en el conflicto político generado y, además, estaba dispuesto a solucionarlo”.
Por su propio partido, la UDI, le rindió homenaje el diputado Jorge Ulloa , quien reconoció que se trataba de un “hombre de fácil y fino trato”, respecto de quien añadió que “no tardó en trabar amistad con muchos de nosotros, sin distingo partidario”, tal como lo fue su compañero de distrito, el diputado José Pérez , con quien compartió dos elecciones, sin dificultades.
Ese diputado radical le dedicó unas sentidas palabras: “Mucha gente lo conoció como un hombre ejemplar, un hombre que reunía condiciones que es bueno que se digan una y otra vez: un tipo generoso, fraterno, afectuoso, solidario, amigo de todos; un hombre sin patente política, un hombre que hacía la política grande y que no llevaba muchos años en el Parlamento, solo cinco, pero que nos dejó tremendas lecciones.”.
En esa serie de demostraciones de cariño y de recuerdos, que todos escuchamos con especial atención, estuvo presente, por supuesto, su vocación de médico, la que nunca abandonó, ni siquiera cuando comenzó a ejercer como parlamentario. Al respecto, la diputada señora Marta Isasi subrayó que “su idea siempre fue alcanzar una salud digna para todos”, y recordó que los funcionarios de un centro asistencial de su distrito aún lo recuerdan por su simpatía y carisma.
Bajo el mismo concepto, el diputado señor Lautaro Carmona fue sincero al señalar: “Algunos dirigentes de las organizaciones de la salud que lo conocieron en su calidad de Presidente de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, recuerdan haber sido muy bien acogidos por él al momento de solicitar audiencia, lo que demuestra el buen ejemplo de cómo la gente valora el hecho de que se la escuche y reciba cuando quiere plantear sus problemas y quejas”.
La buena opinión sobre sus capacidades legislativas y profesionales también fue expresada por su colega médico y diputado de militancia socialista, señor Juan Luis Castro , quien fue enfático en señalar: “Estamos en presencia de una persona que, teniendo una trayectoria de por vida dedicada a la medicina, abrazó la política en un momento determinado, no para ascender en poder, sino para servir mejor”.
Finalmente, mi compañera de bancada y gran amiga de Juan, la diputada Karla Rubilar , nos habló en dicha oportunidad de un diputado acogedor y cercano, que oficiaba como guía turístico cuando podía, que podría haber sido ministro o analista político, por sus grandes capacidades de mediación y entendimiento. Por algo -recordó Karla-, un diario tituló al día siguiente de su muerte: “El diputado que todos querían”.
Hace más de un año que Juan Lobos nos dejó, pero aún lo recordamos como si hubiese sido ayer. Los proyectos avanzan, las semanas distritales continúan, las discusiones políticas se mantienen, pero este Hemiciclo ya no es el mismo desde el fatídico accidente de Yumbel, que el 11 de abril de 2011 se llevó una pequeña pero significativa parte de este cuerpo colegiado que todos conocemos como Honorable Cámara de Diputados.
Muchas gracias.
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