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El señor MONCKEBERG, don Nicolás ( Presidente ).- En representación del Partido por la Democracia, tiene la palabra el diputado señor Marco Antonio Núñez.
El señor NÚÑEZ (de pie).- Señor Presidente , honorable Sala, familiares y amigos del diputado señor Juan Lobos :
Hace un año me dirigí al Hemiciclo de la Cámara de Diputados embargado por un sentimiento de dolor, de pena y de vacío, debido a que era incapaz de entender el porqué se nos arrebataba a uno de los mejores de los nuestros.
A un año de la dolorosa partida del doctor y diputado Juan Lobos , nuestro gran amigo, puedo decir con claridad que hoy lo recordamos con una sensación completamente distinta.
Este año ha hecho que la trascendencia de un hombre grande -en el amplio sentido de la palabra- haya ido llenando esos espacios vacíos, de dolor, con el legado del Juan Lobos político, del Juan Lobos profesional y, particularmente, del Juan Lobos humano.
Hace un tiempo recordamos cómo era perceptible en su personalidad, en su forma de hacer las cosas, el rigor de la formación y de la disciplina del Colegio Alemán de Concepción.
Asimismo, era evidente que en su formación académica el haber estudiado en una universidad pública, durante los años 80, le dio una visión particular de cómo enfrentar la medicina, la política y la vida. Probablemente, la institución que más influyó sobre él, porque siempre la recordó, fue el Hospital de Los Ángeles, por sus problemas administrativos, de personal y por la poca capacidad que tenía para resolver las cirugías de gente que había esperado durante años. Por eso, él dejaba tiempo de su trabajo político para colaborar con los cirujanos de Los Ángeles, con el objeto de trabajar los fines de semana ad honórem. Eso habla de prestigio.
Hoy, cuando nuestra Cámara, en particular, y el Congreso Nacional, en general, sufren una distancia evidente con el sentir de la ciudadanía, son los testimonios de Juan los que nos dan luces de cómo revertir esta situación de desprestigio por no hacer lo que hay que hacer en el momento preciso. Si había que atender gratis el domingo en la tarde a la gente que esperaba por más de un año por una cirugía en Los Ángeles, ahí estaba Juan junto a muchos otros que siguieron su ejemplo.
Estamos hablando de un legado en el mundo de la política cuando analizamos las frías cifras sobre, por ejemplo, cuántos votos sacamos o sobre cuál es el respaldo de cada uno. Bueno, ahí están los datos: una de las primeras mayorías, no solo de su partido, sino también de su sector político y de los presentes en este Hemiciclo. Él fue reelegido con más de 50 mil votos; un 38 por ciento del electorado de su distrito lo respaldó y reconoció que en su primer período hizo un tremendo trabajo, desde todo punto de vista.
Juan tenía esa capacidad de aunar voluntades, cada vez más escasa en el quehacer político diario, de dar testimonio y de cruzar fronteras, pero siempre fue coherente. Siempre fue respetuoso, absolutamente, de las decisiones democráticas tomadas por su partido; pero, por convicción personal, por formación, por defensa de los valores en que creía, no trepidó en comprarse los conflictos que fueran necesarios, con gran dolor personal, al apoyar, por ejemplo, la aprobación de la distribución, en los sectores populares que él representaba, de la anticoncepción de emergencia, al dar una mayoría que hoy Chile le reconoce. Gracias a él fue posible concluir con éxito ese consenso. Más aún, apenas llegado colaboró, desde su propia perspectiva, a redactar un proyecto de ley relacionado con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Ese ejemplo de saltar la frontera ideológica, defendiendo su convicción, es el que tenemos que seguir; es la única manera de reconfigurar nuestra relación con aquellos que pretendemos representar en un Chile que pasa por una situación política tan difícil como la que estamos viviendo.
El Juan Lobos humano se caracterizaba por su buen humor, su alegría permanente, su inteligencia y su agudeza para hacer el diagnóstico, no solo médico, del problema central que había que resolver para finalmente avanzar en temas tremendamente complejos.
Él se levantó temprano ese día 11 de abril para presidir la Comisión de Salud y debía recorrer las largas distancias que siempre recorrió en su vida, y corría, como todos nosotros, hasta ese fatídico hecho; pero su capacidad de amar, de acoger, de mirar la vida, la política, la amistad, la familia, de una manera propia, singular y tan atractiva es el legado que hoy llena este vacío que nos inundó en el momento de su partida.
Quiero ser especialmente enfático en su legado para el prestigio de la política, para la vocación que debemos tener quienes estamos acá. Hoy, más que nunca, tenemos que recordar al Juan Lobos capaz de lograr una despedida en Los Ángeles propia de aquellas personas que la gente, el pueblo, quiere, destaca y lo siente como su real representante. En su momento dije -y lo repito ahora- que el hecho de que su sucesor fuera alguien que previamente estuviera ratificado por el voto popular es algo que hubiera querido.
El doctor Lobos, el de la Carmela de San Rosendo, el de los mártires de Antuco -siempre recordaba con tristeza e indignación eso que le tocó vivir tan de cerca-, el de Nacimiento, donde nació Patricio Manns , el de Los Ángeles, nos mira a quienes integramos la Comisión de Salud, desde su fotografía, con su mirada limpia, y nos interpela a seguir su ejemplo de consecuencia, de defensa de los intereses de los más pobres y del compromiso popular que siempre tuvo como médico, como político, como persona.
Quiero destacar también que en mis palabras está incluido el sentir del diputado Campos , miembro de nuestra bancada que también tuvo gran cercanía personal con él, así como del diputado Accorsi .
Para finalizar, quiero agregar que seguiremos su ejemplo. Hoy, después de un año, es el momento para recoger su legado para represtigiar nuestra función, fundamental en nuestro país, cual es la de representación de verdad de los intereses de la gente, de las mayorías, y para ponernos de acuerdo, pasando por sobre fronteras ideológicas y políticas, que no son definitivas para nuestra toma de decisión y nuestro accionar. En el centro deben estar la dignidad, la capacidad de hacer política de frente, como lo hizo durante toda su vida nuestro querido amigo Juan Lobos , en particular cuando fue diputado .
A su partido, a su familia y a sus amigos les queda el regocijo de poder decir que la trascendencia existe. Está Juan , su recuerdo y su legado de dignidad.
Muchas gracias.
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