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- rdf:value = " La señora ZALAQUETT (doña Mónica).- Señor Presidente , por su intermedio agradezco esta tarde la presencia del ministro de Transportes y Telecomunicaciones , señor Pedro Pablo Errázuriz ; del subsecretario de Telecomunicaciones , señor Jorge Atton , y del presidente del Consejo Nacional de Televisión , señor Herman Chadwick .
Junto con el diputado Issa Kort , actual presidente de la Comisión de Familia, y gracias al apoyo de 47 diputados de todas las bancadas, solicitamos esta sesión especial, dada nuestra consideración sobre las implicancias psicosociales de los contenidos de la televisión en el futuro de nuestra sociedad.
El país se ha dado toda una institucionalidad para regular el correcto funcionamiento de la televisión. Nuestra Constitución Política de la República consagra, en su artículo 19, número 12°, “La libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa,”. Sin embargo, en el entendido de que ninguna garantía constitucional es absoluta, ese mismo numeral establece la existencia de un Consejo Nacional de Televisión, el cual está encargado de velar por el correcto funcionamiento de este medio de comunicación, entendiéndose por tal el permanente respeto, a través de su programación, a los valores morales y culturales propios de nuestra nación, a la dignidad de las personas, a la protección de la familia, al pluralismo, a la democracia, a la paz, a la protección del medio ambiente y a la formación espiritual e intelectual de la niñez y la juventud, dentro de dicho marco valórico.
Para cumplir con el mandato constitucional, el Consejo Nacional de Televisión tiene la supervigilancia y fiscalización en cuanto al contenido de las emisiones que a través de los canales se efectúen. Para esto, el Consejo Nacional de Televisión ha dictado normas generales en las que se establece que se prohíbe a los servicios de televisión las transmisiones de cualquier naturaleza que contengan violencia excesiva, truculencia, pornografía o participación de niños o adolescentes en actos reñidos con la moral o las buenas costumbres.
Asimismo, mediante normas especiales se ha establecido que las películas cinematográficas calificadas para mayores de 18 años, al igual que la publicidad de tabacos y bebidas alcohólicas, solo pueden ser transmitidas entre las 22 horas y las 6 de la mañana.
Atendido todo lo anterior y la regulación existente, muchas veces me sorprende el contenido de distintos programas de televisión, especialmente en horarios en los cuales niños y adolescentes ven televisión en sus casas.
Claramente, nuestra sociedad ha cambiado. Hoy, la mayoría de los hogares chilenos tiene acceso a la televisión y, lamentablemente, esta se ha transformado en la cuidadora y educadora de nuestros hijos.
Además, somos testigos de una relativización moral de nuestra sociedad, lo que, muchas veces, también se ve reflejado en los contenidos de la programación.
Hace una semana, el Consejo Nacional de Televisión publicó el anuario estadístico “Oferta y consumo de la televisión abierta 2011”. Una de las primeras conclusiones que uno puede sacar de ese estudio, a partir de la correlación existente entre lo ofertado y lo consumido, es la vigencia de la inquietud respecto a si las personas consumen lo que les dan, o si lo que ofrecen los canales es lo que la ciudadanía requiere ver. El tema es relevante; de nada sirve exigir mayor cantidad de cultura en horario prime si en él la gente quiere ver misceláneos o reality shows.
Por otra parte, el género más consumido durante el 2011 fue el informativo, el cual también es muy consumido por menores de edad. Por esto, la decisión respecto a los contenidos que se abordan y la forma en que estos son transmitidos al público, debe ser tomada con responsabilidad y criterio.
Los equipos de prensa a cargo de los noticiarios deben ser conscientes del rol social que cumplen. No solo se trata de entregar una información; el contexto en que ella se entrega y la forma de hacerlo, sin duda impacta en la interpretación que le da el televidente. Así, el hecho de que un importante porcentaje de los noticiarios esté dedicado a hechos delictuales del día, evidentemente influye en la percepción de inseguridad existente en la ciudadanía; pero también -depende de la forma en que esto se aborde- puede ayudar a las personas a protegerse de manera efectiva e identificar las situaciones de mayores riesgos para, así, poder evitarlas.
Hay espacios que podrían ser utilizados para contribuir a informar a la ciudadanía respecto de temas sensibles, como el ejercicio de los derechos como consumidor, la aplicación de la ley de tolerancia cero en el manejo bajo la influencia de alcohol y la aprobación de nuevos programas que benefician a determinados grupos de nuestra sociedad.
Señor Presidente, en nuestra sociedad, la televisión está llamada a cumplir un importante rol, que no debemos dejar que se vaya de nuestras manos.
Otro antecedente preocupante es que la televisión destinada a niños y niñas menores de doce años solo alcance el 12 por ciento de la oferta general; que la destinada a adolescentes solo represente el 3,9 por ciento, y que la destinada a niños menores de cinco años, apenas llegue al 1,9 por ciento. La inquietud que surge aquí es sobre la educación que se genera en este caso. ¿Los niños no ven televisión al no encontrarse con programas adecuados a su edad o, simplemente, ven programas que no necesariamente son para ellos?
Más grave que lo anterior es que el 23,6 por ciento del total de consumo de los menores de entre cuatro y doce años, se concentró entre las 22 horas y las 5.59 horas de la mañana, es decir, en un horario no protegido. Los programas más vistos por ellos fueron reality shows y uno misceláneo con harto contenido erótico y de lenguaje poco apropiado para menores de edad.
Claramente, aquí no podemos culpar a los canales de televisión por lo que ven nuestros hijos después de las 22 horas, horario que sabemos es para adultos. Sin embargo, dado que las costumbres de nuestra sociedad han cambiado, tal vez sea adecuado que el Consejo Nacional de Televisión revise la norma respecto al horario de adultos, obligando a los canales a posponer la entrega de ese contenido, por ejemplo, a partir las 23 horas.
La discusión que se da hoy en cuanto a los contenidos de la televisión nacional es absolutamente atingente. Por una parte, conocemos la consolidación de la tendencia a preferir los programas nacionales, lo que implica la responsabilidad de todos los canales de televisión respecto de los programas que producen. Por otra parte, se está tramitando en el Senado la iniciativa de ley sobre la televisión digital, que plantea nuevos desafíos en relación con los contenidos, pues existirá la posibilidad de segmentarlos y orientar cierta programación a un televidente específico.
Aun cuando creo firmemente en la libertad de las personas y en la libertad que tienen los canales de televisión para transmitir los programas que estimen adecuados, de acuerdo a su línea editorial, me preocupa la forma como se abordan ciertas temáticas. No podemos olvidar el rol social de los canales de televisión, del cual no se pueden desprender ni debemos dejar que ello ocurra. La credibilidad que tienen como medios de comunicación los debe hacer sentir más responsables respecto del contenido que transmiten al público, más allá de sus responsabilidades legales o administrativas.
Por esto, me cuesta entender la cobertura que, por ejemplo, diversos canales de televisión, en distintos programas, entregaron a la supuesta predicción de un terremoto que ocurriría en Chile el domingo 20 de mayo, en circunstancias de que hay claridad respecto a que no existen elementos tecnológicos ni humanos para predecir terremotos. Por lo tanto, a todas luces se trataba de una información que debía ser tratada con cuidado por la alarma pública que se podía generar.
El Consejo Nacional de Televisión o el Consejo de Ética de los Medios de Comunicación debiesen tomar acciones en esta materia y establecer alguna metodología o lineamiento para que estos temas sean tratados con más seriedad.
El señor MONCKEBERG, don Nicolás ( Presidente ).- Diputada Zalaquett, ha concluido su tiempo.
Puede seguir con cargo al tiempo de su bancada.
La señora ZALAQUETT (doña Mónica).- Muchas gracias, señor Presidente .
Aquí no solo se generó pánico en la población, sino que también se hizo un tremendo daño a la industria del turismo en el país. Diversas organizaciones de turismo han dado a conocer el impacto que tuvo este rumor en la ocupación de servicios y actividades que se desarrollan en ciudades cercanas al mar. No podemos olvidar que ese era un fin de semana largo, que, como otros, son de gran importancia para la industria y el emprendimiento en el país. Pequeños microempresarios de la industria del turismo, que esperan con ansias la llegada de estas fechas que generan mucho turismo interno, los cuales dependen de ellas para su subsistencia, se vieron perjudicados por la insensatez con que algunos medios de comunicación abordaron el tema.
También creo que hay que revisar el tratamiento que algunos programas de distintos géneros dan a ciertos temas, como la violencia intrafamiliar, el maltrato físico y psicológico en una pareja de pololos y la violencia contra la mujer. Me preocupa, especialmente, cuando estos temas se tocan en horarios en que los padres no se encuentran en sus casas, para educar y guiar la información que sus hijos reciben. Es verdad que en los padres recae la primera responsabilidad de educar a sus hijos y la libertad de hacerlo conforme a sus creencias. Sin embargo, creo que el Estado, a través del Consejo Nacional de Televisión, también tiene un rol que desempeñar, en este caso, proteger a esos menores de edad y contribuir en su formación. Por eso, así como el Consejo se puede referir a materias como los horarios en que se transmiten las películas para mayores de 18 años y las horas de programación cultural que deben transmitirse, y debe sancionar a un canal cuando un programa transgrede ciertas normas, creo que también puede entregar directrices respecto de la forma de abordar el tema de la violencia en general.
Los medios de comunicación en general y la televisión en particular tienen un deber de informar y de guiar al público que los ve. No puede suceder que, mientras el Gobierno realiza una campaña para combatir la violencia intrafamiliar, en un programa de televisión, sea matinal, teleserie o reality show, este tema no sea tratado con la gravedad que tiene; que se fomente el silencio, en vez de la denuncia; que hagan parecer al agresor como héroe frente a sus pares o a la víctima como provocadora de la agresión, sin entregar un contexto adecuado.
Hace algunas semanas nuestro país fue anfitrión del Encuentro anual del grupo de mujeres parlamentarias, donde se abordó la violencia de género y la forma como los presupuestos nacionales se hacen cargo de esta realidad. Una de nuestras conclusiones tenía relación, justamente, con el esfuerzo mancomunado que deben hacer el Gobierno, el Congreso Nacional, los gobiernos locales y las instituciones privadas para combatir con intensidad este flagelo.
Por eso, me provoca mucha frustración que, mientras muchas instituciones hacen grandes esfuerzos por combatir la violencia física y psicológica que afecta a muchos de nuestros hogares, algunos programas de televisión aborden este problema con una liviandad tal, que desdibuja un mensaje que tanto ha costado generar.
Por lo tanto, me gustaría que el Consejo Nacional de Televisión jugase un rol más activo en el control de los contenidos que se transmiten, en especial, porque cada día son más las denuncias que se realizan por considerar que se está vulnerando la dignidad de la persona. Creo que no hay peor mensaje para nuestra sociedad que dejar de tratar a las personas con la dignidad que se merecen. Ese debe ser el principio rector que guíe el actuar de la televisión y el de nosotros mismos.
He dicho.
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