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El señor QUINTEROS.-
Señor Presidente , después de más de veinte años de vigencia de la ley N° 19.327, sobre violencia en los estadios, estamos aprobando una nueva modificación de ese cuerpo legal, el que pasará a denominarse "de derechos y deberes en los espectáculos de fútbol profesional".
Tal como se ha expuesto en la Sala, los principales actores regulados son, por una parte, los organizadores de los eventos deportivos, y por la otra, los espectadores.
Sobre los primeros recae la obligación de brindar un programa en condiciones de seguridad, para lo cual deberán contar con los recursos que indique la autoridad, en cuanto a guardias, cámaras de vigilancia y otros medios. Como contrapartida, tendrán el derecho de admisión, es decir, podrán impedir el acceso de personas indicadas en un registro que hayan participado en hechos de violencia en los estadios, y estarán facultados para controlar la identidad y las pertenencias de los asistentes.
En lo relativo a los espectadores, al tiempo que se les reconocen diversos derechos, como garantizarles que el recinto cuente con las medidas de seguridad pertinentes, también se especifican las obligaciones correspondientes, la primera de las cuales será guardar un comportamiento adecuado y respetar las condiciones de ingreso y permanencia.
Se han dado a conocer también las facultades de las autoridades, de los clubes y de los dirigentes. Las entidades deportivas no podrán argumentar la falta de herramientas para controlar a los vándalos o la circunstancia de ser superadas por los barristas.
La situación que se vive en los estadios, en general, es muy diferente de la que existía cuando comenzó a regir la ley para la prevención y sanción de la violencia hace más de dos décadas. La mayoría de los clubes han asumido su responsabilidad, como organizadores, en la seguridad de los eventos, liberando de la carga, en parte, a la fuerza pública. Asimismo, los recintos presentan hoy otro estándar en cuanto a infraestructura y equipamiento.
Sin embargo, mucha gente aún no se siente con la tranquilidad suficiente para asistir. Para enfrentar tal realidad, estamos aprobando los cambios en examen, y estoy seguro de que progresivamente mejorarán las condiciones de resguardo en que se desarrollan los partidos del fútbol profesional, particularmente los de más alta convocatoria.
Por cierto, la convivencia y el respeto no son valores que se impongan solo con medidas punitivas. La autoridad y los clubes efectúan hoy una labor de prevención, de educación y de comunicación que es preciso profundizar. Pero asimismo tenemos que poner nuestra atención en posibilidades distintas, probablemente de más largo plazo, dirigidas a que la actuación de las entidades sea más inclusiva de todos sus socios y seguidores.
Los partidos de fútbol no solo son encuentros deportivos, sino también instancias de integración social, donde personas y familias de distintos barrios pueden compartir. No es posible que, para la enorme mayoría, tan importante actividad se haya transformado solo en un espectáculo televisivo. De esta manera, una experiencia colectiva se ha transformado en individual.
Los anteriores son los signos de un fenómeno más de fondo, que se halla detrás de los índices de depresión, de desconfianza y de inseguridad que afectan a los chilenos. Estoy convencido de que eso se puede revertir con políticas innovadoras y la participación de los sectores público y privado.
Un ejemplo de ello es el reciente maratón de Santiago. En pocos años se ha pasado de individuos aislados corriendo en plazas y parques a un fenómeno masivo, de millares de personas, de todas las edades, tomándose las calles.
De igual modo, se requiere abordar legislativamente otras materias relacionadas, como la normativa acerca de la seguridad privada, sobre la cual existe un proyecto de ley que el Ejecutivo se ha comprometido a revisar. Es sabido que se trata de un sector que ha registrado un crecimiento explosivo, pero no satisface los estándares de calidad y confianza requeridos.
Por otra parte, es necesario regular los eventos masivos, en general, y no solo los partidos de fútbol profesional, tal cual nuevamente ha quedado en evidencia después de la muerte de cuatro personas en un concierto de rock en Santiago.
Estoy seguro de que, con medidas acertadas y un marco normativo estricto, pero también con políticas de integración y promoción, las familias retornarán a los estadios y los partidos volverán a ser una fiesta popular donde los chilenos podamos encontrarnos y disfrutar convocados por el deporte.
He dicho.
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