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El señor LETELIER.-
Señor Presidente , estimados colegas, en este proyecto se parte de un juicio ideológico: que es bueno para el país -me gustaría que alguien me explicara quiénes lo componen- bancarizar a todos los chilenos.
La verdad es que en el Chile real, compuesto por personas de carne y hueso, cerca del 84 por ciento gana menos de 584 mil pesos al mes; un porcentaje muy grande de la llamada "clase media emergente" se halla en condiciones de precariedad tremenda, y algunos, a través de su bancarización y del costo del dinero, le han hecho pensar que accediendo a bienes de consumo se encuentra -más allá de lo que yo estime al respecto- bien, satisfecha.
Ciertamente, el sector financiero, más que las empresas del retail, que de hecho han cambiado su rubro, saca utilidades enormes, desmedidas, de la clase media emergente y del mundo popular.
¿Cómo lo hacen? Cobrándoles más caro por el dinero a los pobres que a los ricos.
A cualquiera de nosotros nos sale mucho más barato el costo de un crédito. Es más, esta iniciativa de ley no nos afecta en lo más mínimo, porque no pagamos las exorbitantes tasas de intereses que pagan la clase media y los sectores más empobrecidos.
Y ese problema no es solo de las grandes empresas del retail. Es también del sector financiero en su conjunto, tanto de la banca como de quienes están detrás de las empresas del retail, que se dicen medianas, e incluso, pequeñas.
Señor Presidente , en lo particular, cuando me presenté a Senador por la Región de O'Higgins tomé el compromiso de representar a la gente, a los ciudadanos, a quienes pagan estas tasas usurarias. Porque no tengo otro adjetivo para describir el cobro de intereses por sobre el 50 por ciento de la tasa media convencional. Y aquí, en una transacción, a mi juicio absolutamente insuficiente, muy por debajo de las expectativas de varios, se establece el criterio de dos categorías para créditos de entre 0 y 50 UF y de más de 50 UF hasta 200.
Yo me pregunto dónde está la ética de la cual habla la Conferencia Episcopal en relación con el orden económico en que vivimos; dónde queda la discusión del combate contra la desigualdad.
Acá tenemos un proyecto de ley, con un origen absolutamente bien intencionado, para poner límites al abuso de algunos; fijar algún techo a la tasa máxima convencional que se puede cobrar (su promedio).
Pero me asiste una tremenda interrogante: ¿A quiénes estamos defendiendo? ¿De quiénes son los intereses que se quiere equilibrar aquí? ¿Queda bien equilibrado el interés del consumidor versus el de quienes dan los créditos?
Como el interés de muchos es abusar del estado de necesidad de un espectro muy amplio de chilenos, quienes precisan del crédito para acceder a bienes de consumo porque sus niveles de ingresos son bajos, insuficientes y precarios, aquí se aceptan el lobby y la presión de algunos que ciertamente ven en este proyecto la amenaza de perder enormes márgenes de utilidades.
Señor Presidente , quiero reconocer el esfuerzo hecho por los Senadores Tuma y Zaldívar en esta materia. Pero yo soy de aquellos que creen que la propuesta del Ejecutivo , que algunos han querido aplaudir como una gran transacción, es del todo insuficiente. Y entiendo que lo es porque el Gobierno parte del principio -y vuelvo al punto con que inicié mi intervención- de que es bueno que todo el mundo se bancarice.
Los pobres pagan más por la plata que los ricos -y aquí la brecha no se acorta- y se dice que se debe a que son más riesgosos. La considero una afirmación absolutamente discutible. Conozco a gente modesta, esforzada, que se priva de muchos bienes para pagar sus deudas, a diferencia de lo que pasa con quienes poseen mayores recursos.
La iniciativa que nos ocupa significa un avance parcial. Y, a mi juicio, beneficia más a algunos poderosos que a las personas que realmente queríamos privilegiar.
Aquí se parte de un juicio: cómo evitar quitarles un negocio a aquellos que participan del retail. Yo fui objeto -por eso lo puedo decir- de muchos llamados telefónicos reclamando por "¡cómo esto iba a afectar a cierto sector de la industria!". Mi compromiso está con los consumidores en la presente materia. Estimo que dicha industria se puede salvar solita.
Si bien el proyecto implica un paso adelante, resulta del todo insuficiente para lo que está clamando la clase media emergente de nuestro país, que se halla en condiciones de tremenda precariedad, en un estado de necesidad producto de la distribución del ingreso y de los malos sueldos que les pagan.
Insisto en que lo considero un avance, pero no es lo que muchos esperábamos cuando comenzamos el debate.
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