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El señor LARRAÍN .-
Señor Presidente , a decir verdad, el giro del debate me ha sorprendido en buena manera. Porque, como todos sabemos, estamos llamados a pronunciarnos, no acerca del salario mínimo que deberíamos tener para este año, no sobre el que tenemos que aprobar por ley para reajustar el que se encuentra vigente, sino, simplemente, como se ha dicho hasta la saciedad, en cuanto a habilitar o no a la Cámara de Diputados a los efectos de que pueda continuar el debate respecto de esta iniciativa, en atención a que en el primer trámite constitucional la rechazó.
Por lo tanto, la decisión me parece razonablemente sencilla.
Yo puedo entender mucha de la argumentación -y, probablemente, compartir buena parte de ella- referida a lo que significa el sueldo mínimo actual para quienes deben vivir de él. Pero no es lo que estamos discutiendo en esta oportunidad. Hoy día debemos resolver si queremos que siga el debate sobre el ingreso mínimo en la Cámara de Diputados.
Señor Presidente , lo que están haciendo quienes señalan que aquí no ha habido diálogo -para mi gusto, esta es la mayor contradicción-, y que por ello votarán en contra de la habilitación, es clausurar definitivamente la posibilidad de llevarlo a cabo.
Esa es la gran contradicción de tal opción. Porque la única manera de que exista diálogo es habilitar a la Cámara para que siga discutiendo esta materia. No hay otra fórmula.
Si se vota en contra de la habilitación, no se podrá volver a tratar esta materia hasta un año más. Así lo establece la Constitución. Su artículo 68 lo dispone con claridad: "El proyecto que fuere desechado en general en la Cámara de su origen no podrá renovarse sino después de un año". Hay una excepción, que es la que ha utilizado el Presidente de la República , consistente, en este caso, en insistir ante el Senado para que habilite a la Cámara de Diputados a los efectos de que pueda continuar discutiendo esta materia.
Si nosotros rechazamos tal habilitación, va a ocurrir lo que estoy anticipando: el diálogo quedará clausurado, y los trabajadores no tendrán reajuste.
Es simple, señor Presidente . Y lo hemos discutido antes. A propósito del debate del reajuste de remuneraciones del sector público se planteó la misma situación el año pasado. Y por idénticas razones se aprobó la habilitación.
Claro, uno quisiera hacer la discusión ahora, pero me parece que esta no es la oportunidad para hacerlo.
También quiero dejar entrever, en la actitud asumida por la Oposición para enfrentar esta cuestión, una manera un poco fuera de lugar. Porque una cosa es decir: "A mí no me gusta la proposición del Ejecutivo ; la considero injusta, inadecuada", o como se la quiera calificar, y una cosa distinta es rechazarla. De esta forma, pareciera que quien está determinando el sueldo mínimo es el Congreso: "Yo fijo una cantidad. Y, si no me la dan, ¡no hay sueldo mínimo!".
Señor Presidente , esta no es una prerrogativa del Parlamento. Sobre la base de una mayoría, estamos tratando de cambiar el funcionamiento de nuestro sistema político. Si queremos modificarlo, hagámoslo. Pero no juguemos las dos cartas, que es lo que me parece que está ocurriendo.
Por eso -lo digo con todo respeto-, considero una actitud irresponsable el impedir un trámite habilitante que permita seguir con el diálogo. El turno será para la Cámara de Diputados si la habilitamos para ese efecto. Ya llegará el proyecto acá, cuando tendremos la oportunidad de fijar nuestras posiciones, de presionar y de dialogar hasta lograr lo que estimemos más adecuado. Pero no me parece que ello sea factible a través del camino que algunos han señalado, de rechazar la habilitación para que la Cámara de Diputados pueda volver a discutir esta materia.
Cuando nosotros fuimos Oposición, en muchas ocasiones quisimos un reajuste mayor para el sueldo mínimo. Y lo planteamos una y otra vez. Pero entendíamos nuestro rol, que no era de gobierno, pues a nosotros no nos habían elegido para gobernar, para conducir los destinos del país. Para eso había sido electa la Concertación. Por lo tanto, hacíamos lo que podíamos, pero dentro del margen de movimiento que teníamos como parlamentarios.
¡Nunca rechazamos el alza del sueldo mínimo! ¡Jamás!
Y esa es una señal de responsabilidad política, no de acuerdo político.
Hacer lo contrario me parece que instala un precedente funesto, que genera la sensación de que estamos con una Oposición que le niega la sal y el agua al Gobierno y que es capaz de rechazar un reajuste para los trabajadores con tal de dejarlo mal.
No creo que esa sea una buena lectura. No es lo que esperan los trabajadores de Chile. De modo que quisiera hacer un llamado a actuar con mayor responsabilidad en esta materia, para entrar al debate de fondo cuando corresponda.
Sobre este último, no deseo dejar pasar la oportunidad para manifestar algunas reflexiones.
La primera es que aquí no hay que confundir el sueldo mínimo deseable con el sueldo mínimo posible.
Sin duda alguna, todos quisiéramos que el salario mínimo fuese de 250 mil pesos o más. Porque es evidente que nadie puede vivir en forma digna con un ingreso de 190 mil o de 200 mil pesos. Eso es así. Los datos ya se han dado, y no me parece necesario abundar al respecto.
Sin embargo, ¿eso quiere decir que debemos subir el sueldo mínimo a un monto que realmente permita vivir con dignidad? Si fuera tan fácil, los Gobiernos de la Concertación lo habrían hecho hace rato y no estaríamos con esta discusión. Si se tratara, simplemente, de una cuestión que se puede solucionar a través de la ley, a lo mejor ya tendríamos un sueldo mínimo de 300 mil pesos.
Si por ley pudiéramos subir el ingreso mínimo a lo deseable -imagino que no se lo están pidiendo al Presidente Piñera por tener alguna capacidad especial-, los Gobiernos de la Concertación ya lo habrían hecho. Y si no lo hicieron es porque actuaron con alguna responsabilidad y con cierto sentido común.
En Perú, el sueldo mínimo es la mitad del que se gana en Chile. Por algo los peruanos se vienen a trabajar acá. No lo hacen porque nos consideren muy simpáticos, aunque muchos a lo mejor no lo piensen así. Llegan a trabajar a nuestro país porque aquí existen mejores condiciones laborales, porque hay mejores ingresos. Y no es que en Perú quieran mantener el sueldo mínimo en el nivel en que actualmente se encuentra. Al contrario, también desearían subirlo. Pero no siempre se puede.
Por eso, hay que actuar con responsabilidad.
¿Cómo enfrentar esta situación en lo que queda, señor Presidente?
En ello quisiera pedir también un esfuerzo adicional. Pero a todos. Porque aquí yo los veo muy enamorados de sus cifras: al Gobierno, fijo en los 193 mil pesos; a la Oposición y a parte de los partidos oficialistas, firmes en 200 mil.
Bueno, si estamos en ese predicamento, si no hay ninguna flexibilidad para buscar un entendimiento, difícilmente vamos a resolver este asunto.
Y me parece que, precisamente por la naturaleza del impacto que tiene el sueldo mínimo en nuestra economía, debemos actuar con mucha responsabilidad, con mucha prudencia.
Ojalá que el mecanismo institucional que se busca pueda darnos un horizonte: "¿Cuándo podemos llegar al sueldo mínimo deseable; bajo qué variables?". Porque estaríamos muy contentos de poder ofrecerles a los chilenos un camino que nos permitiera alcanzar, en un plazo razonable, el sueldo mínimo ético como sueldo mínimo legal.
Pero falta para eso.
Por lo tanto, lo que hay que hacer es ir avanzando gradualmente, con la mayor responsabilidad y prudencia, pero también con flexibilidad. Que el proyecto vuelva a la Cámara de Diputados, y que lo haga con el espíritu de negociar sin rigideces, sin hacer posible el diálogo solo si me aceptan mi cifra, mi planteamiento, mi proposición, porque eso, al final, a lo único que conduce es al orgullo personal, a la actitud soberbia de decir "O me aceptan lo que propongo, o pierden", que no es lo que corresponde a lo que se espera del Parlamento.
Ojalá todos demostremos otra actitud, a fin de resolver como corresponde una materia delicada: sin populismo, sin idealismo, sin utopías, sin creer que solamente uno es el que se halla preocupado de la situación de los más pobres, y los demás, solo de su realidad personal.
Yo, como todos ustedes, tengo un compromiso muy fuerte con la pobreza. Es la razón que me llevó a involucrarme en política. Y por eso mismo deseo que se resuelvan los problemas de desigualdad y de pobreza. De ahí que he propuesto una reforma tributaria audaz y fuerte.
Pero no todo lo vamos a hacer de una. Hay que ir paso a paso, y este, a mi juicio, que es una simple habilitación, es el primero que debemos dar para resolver la situación que enfrentamos.
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