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El señor ZALDÍVAR (don Andrés).-
Señor Presidente , me alegro mucho de que el señor Ministro se haya abierto al diálogo, lo que no observábamos hasta el momento. Incluso habíamos advertido su silencio, durante largas horas, mientras nos abocábamos al debate.
Aún más, me parece que su posición, después de la votación de la Cámara de Diputados, era de absoluta negativa a revisar la cifra aprobada. Lo escuché rechazar absolutamente -no sé si me habré equivocado- cualquier alza superior a 193 mil pesos, a pesar de la petición reiterada de 200 mil pesos formulada por un partido de Gobierno, encabezado por su propio Presidente . Fue planteada también en la Sala por algunos Senadores de Renovación Nacional.
Desde ya, considero positivo -repito- que se abra al diálogo, pero en la medida en que mejore realmente la oferta del Gobierno y no sea solo para conversar.
Lo otro que quisiera hacerle presente al señor Ministro es que no es la primera vez que, por una falta de capacidad o de movilidad del Gobierno, tiene que venir al Senado a que lo saquemos del pantano. En esta ocasión contaba con los votos necesarios en la otra rama del Congreso y le fallaron cuatro, habiendo perdido por uno solo. Entonces, ¡qué cosa más sencilla que llegar aquí conforme al procedimiento, mucho más difícil, de solicitar que por los dos tercios de los Senadores presentes pueda habilitarse para seguir discutiendo el proyecto!
Al parecer, el Gobierno se ha malacostumbrado. Porque no es la primera vez, sino en forma reiterada, que, por descuido en el manejo de su mayoría en la Cámara, viene a pedirnos acá, donde no la tiene, que le lancemos el salvavidas para poder seguir tramitando una iniciativa. Y ello no es bueno: no muestra una manera de gobernar en forma eficiente. Conviene que se corrija. En esta Corporación hemos manifestado siempre muy buena voluntad para la habilitación requerida por el Gobierno, incluso en situaciones difíciles, cuando ha sufrido este tipo de fracasos o traspiés en la otra rama del Congreso. Por lo tanto, no es producto de una cerrazón nuestra la afirmación de que no queremos una ley de reajuste del ingreso mínimo.
Ahora me ocuparé en la cuestión de fondo. A pesar de que mi Honorable colega Hernán Larraín expuso que es preciso discutir otra cosa: si habilitamos o no, tenemos que considerar, por desgracia, los aspectos que permiten la voluntad de hacerlo. ¿Porque se trata de habilitar para qué? ¿Para hacer lo mismo que en la Cámara de Diputados? En tal caso no hagamos nada. Si habilitamos es precisamente para mejorar lo que pasó, efecto para el cual tenemos que hacer presente lo que creemos que procede.
Desde ya, se ha registrado, en relación con el ingreso mínimo, un planteamiento en virtud del cual un sector del Gobierno le ha dicho a este que el monto propuesto no es suficiente y que es necesario llevarlo a 200 mil pesos.
Para estas bancadas, el problema no dice relación con esa cantidad. Lo que están requiriendo dirigentes sindicales y otros son 250 mil. O sea, la brecha es mucho más grande. Pero, desde el momento en que un partido de Gobierno hace referencia a 200 mil, no le pidan a la Oposición que señale menos. Al menos, ese es el piso sobre la base del cual debiéramos discutir el asunto.
El Senador que habla es partidario de algo de la idea que estaba exponiendo el señor Ministro en el sentido de contar con un sistema plurianual.
Creo que los 250 mil pesos rondan en todas partes como una cifra establecida para el ingreso ético. Y ello, por diversas razones: porque en la campaña presidencial los candidatos la mencionaron; porque también lo hicieron autoridades religiosas importantes y con influencia, y muchos otros, y por el mismo informe al cual hizo referencia el Senador señor Gómez respecto a lo que decía el señor Felipe Larraín al actuar como economista. Entonces, no se trata de una cantidad inventada. Es algo posicionado en la gente como lo requerido para que exista un ingreso más o menos mínimo.
Ahora, ¿por qué estimo que los 200 mil pesos planteados por Renovación Nacional presentan bastante fundamento? Porque el Gobierno vino acá hace poco tiempo y nos pidió aprobar una iniciativa para otorgar un bono compensatorio por las alzas de alimentos, lo que representó 40 mil pesos de una vez, más 7 mil 500 por carga. Y la justificación que dio -y tenía razón- fue el propósito de resarcir, en parte, el efecto del llamado "índice de precios del consumidor de los pobres", que era del orden del 10 por ciento. En consecuencia, si aplicamos ese porcentaje a los 183 mil pesos del ingreso mínimo, obtenemos 200 mil y fracción.
¿Y por qué también tenemos que hacerlo y avanzar? Cuando recibimos el Gobierno, en 1990, el ingreso mínimo era de 18 mil pesos. Si hubiéramos escuchado toda esta argumentación, lo que se hizo ese año equivalía a una locura y a llevar al país al desastre, porque se subió en 8 mil pesos. O sea, tuvo lugar un incremento nominal de un 44 por ciento y uno real de un 19 por ciento y fracción. Y no pasó nada. El empleo se mantuvo en un 7,2 por ciento.
Lo relativo a que el alza de los ingresos, por sí misma, genera desempleo es parte de la teoría económica. Pero la Economía no es una ciencia exacta: incluye muchos elementos que pueden incidir en resultados por completo diferentes. Si se observa la serial de reajustes del ingreso mínimo en relación con el empleo, resultan cifras totalmente distintas. A veces se ha registrado un incremento del 7,30 por ciento, en términos reales, y de 12 por ciento, en términos nominales, y el desempleo ha sido del 6,4 por ciento. En ocasiones, la serial sube, y en otras, baja. No afirmemos, por lo tanto, que se trata del dogma.
¡Si los propios economistas han dicho en estos días que no es así¡ Joseph Ramos, a quien se citó, expone que existe un margen. Agostini señala que hay un espacio para aumentar el ingreso mínimo.
Aquí se presenta una cuestión que es necesario asumir. Chile es mostrado hoy como un país ejemplar en el manejo de su economía. Y creo que todo lo que se ha dicho en estos días sobre el particular es cierto: se advierte que ella está sana y que la política fiscal es ordenada. Es una conducción que se ha aplicado durante más de 20 años -y también durante el Gobierno actual- y que ha dado buenos resultados. Pero surge un contrasentido: nuestro ingreso per cápita es el segundo en América Latina -y se halla a punto de ser el primero-, pero nuestro ingreso mínimo es el séptimo, no el primero ni el segundo.
En consecuencia, resulta claro que nos falta hacer un esfuerzo. Y es preciso efectuarlo sobre la base, no de otorgar un reajuste solo compensatorio de lo que puede ser la inflación o en la medida de la productividad, sino de irlo incrementando de tal manera que podamos llegar a la meta de lo que estimamos ingreso justo o mínimo para que una persona no baje al nivel de la extrema pobreza.
Si vamos a adoptar un sistema plurianual, establezcamos un mecanismo con un reajuste por la recuperación nominal de las remuneraciones, aumentemos conforme a la productividad e introduzcamos también el elemento de la equidad, de modo que, en tres o cuatro años, seamos capaces de lograr un ingreso mínimo con relación al ingreso per cápita y avancemos también en terminar la desigualdad.
Por tales razones, creo que el Congreso tiene todo el derecho de abocarse a este debate y de formular exigencias.
Y quiero decirle al señor Ministro que a lo mejor no enfrentará problemas para seguir tramitando el proyecto. No vamos a ser un obstáculo. Pero sí puedo expresarle lo siguiente: si pretende traernos las mismas cifras, con los mismos argumentos, entonces encontrará aquí, en el Senado y en estos Senadores, el rechazo, cualesquiera que sean los resultados. Porque la única facultad que tenemos, como Congreso -y se lo recuerdo a mi Honorable colega Hernán Larraín -, es la de desechar o aprobar, y la ejerceremos. Espero que el señor Ministro nos traiga una buena solución, para avanzar por lo menos en parte en satisfacer la aspiración de un ingreso mínimo que convenga a los trabajadores.
Gracias.
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