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- rdf:value = " El señor COLOMA .- Señor Presidente , este proyecto de reforma constitucional, a mi juicio, tiene dos características muy propias.
La primera es que es inevitable. Es una de las pocas iniciativas en donde uno llega con marcha forzada. Y, en verdad, si uno cree en la institucionalidad, no hay otra alternativa distinta que no sea la de aprobarla. Uno siempre puede rechazarla, con el ánimo de crear una suerte de caos de hecho, pero ese no es el espíritu que nos convoca. Y eso tiene una razón excluyente, la cual debe dar lugar a una reflexión profunda para la futura legislación: la existencia de una ley orgánica que no tuvo norma transitoria, como bien se ha dicho.
Efectivamente -tienen razón algunos de los parlamentarios que me precedieron en el uso de la palabra-, en cuanto al tema de fondo, no se trata de decir si estamos a favor o en contra de la elección directa de los cores. Eso está ultra resuelto, bien o mal, no lo sé.
Ocurre que la Ley Orgánica que tenía que implementarse -y no por falta de voluntad ni por error de este Gobierno- no ha encontrado los acuerdos necesarios, lo que produce una situación de hecho y de Derecho muy compleja. En efecto, como tiene que haber consejeros regionales -a menos que acordemos que no los haya-, deben ser elegidos de una o dos formas: por los nuevos concejales -creo que también entraña una duda jurídica muy de fondo, caso en el cual la tentación de que estén por cuatro años es muy alta- o se busca una segunda oportunidad, en términos de prorrogar su mandato por un período breve de tiempo y tratar de forzar a que la Ley Orgánica se resuelva en ese lapso.
Esa es la verdad. Estamos ante una disyuntiva y probablemente todos hemos recibido múltiples inquietudes o consultas respecto de qué hacer en esta situación que se está desarrollando efectivamente en estos días en forma muy extraña. Los partidos y las personas no sabemos si hay inscripción a esta altura, en el caso de que esta iniciativa llegara a fracasar; o si, al contrario, hay que confiar en que ella se va a aprobar y, de esa manera, concentrarse en lo que va a ser la modificación definitiva a la Ley Orgánica.
Tiendo a pensar que, como esto resulta inevitable, es mejor la reforma a que los cores sean elegidos por los actuales concejales, porque mi impresión es que eso va durar cuatro años, lo que atrasará de hecho la elección directa de los consejeros, lo que, en mi modesta visión, hay que tratar de evitar.
Pero lo otro, señor Presidente, que no solo es inevitable, sino extraordinariamente exigente para este Parlamento -exigente, porque de alguna manera nos estamos poniendo en un pie forzado-, dice relación con dictar una legislación que hasta ahora no se ha podido establecer.
Y debemos hacerlo. De algún modo tenemos que resolver cuál será el número futuro de consejeros regionales; también su duración, porque si bien se fijaron cuatro años, aquí tenemos una situación de hecho rara, en que se prorroga su mandato por un año más y en que después serán elegidos por tres.
Asimismo, debemos precisar cuál será la fecha definitiva de su elección: si coincidirá hacia adelante con las elecciones municipales, lo que me parece más razonable, o si se efectuará en conjunto con las de Presidente de la República y parlamentarios. Porque recordemos que el planteamiento original del Gobierno era que la elección de los consejeros se realizara, por única vez, mediante la fórmula indicada en la disposición propuesta, pero, al cambiar esta, ello quedó sin efecto.
Lo más relevante es ponerse de acuerdo con respecto a la forma de elegir a los CORE. Y aquí tenemos un tema grueso, ya planteado por otros legisladores. Yo al menos soy de aquellos a los que les parece indispensable, central, decisivo, que esta elección se lleve a cabo votando por personas, un poco al estilo de lo que ocurre con los concejales.
Algunos proponen que la elección se haga por listas, en donde los partidos designen con un cierto orden a las personas que podrían ocupar los cargos, cuestión que a mi juicio resulta completamente contradictoria con las normas de primarias y de transparencia que este mismo Parlamento ha estado impulsando.
Si uno busca mayor participación ciudadana en la designación de cargos que tienen relevancia pública, ello no se condice con el hecho de que la elección de los CORE se efectúe previa lista donde los partidos fijen y entreguen sus prioridades, pues, en tal caso, la opacidad con respecto a la forma de confeccionarla será eje de cualquier discusión política futura.
Por eso, hago un llamado -como debe hacerse, en positivo- a quienes han manifestado dudas en relación con esta legislación, que es inevitable. Porque no dictar la norma genera una perturbación constitucional muy seria y, a todo evento, atrasa el objetivo de dictar la ley orgánica que dispondrá la forma de elegir directamente a los consejeros regionales.
He conversado algunos de los puntos en materia de atribuciones, de lo que se puede y no se puede hacer, y considero fundamental enfrentar, de una vez por todas, una situación que ya no da para más y que ya se ha explicitado, lo que me parece bien: el actual sistema claramente se halla en crisis. Pero no solo por cómo se elige a los consejeros regionales -comparto la opinión de que ello estaba generando problemas cada día más complejos-, sino también por un conjunto de facultades que estimo indispensable revisar en profundidad si queremos tener consejos regionales realmente eficientes y que cumplan su función, tarea en la cual muchos CORE han dado ideas muy importantes para producir tal innovación.
Me he constreñido lo más posible en el uso de la palabra. Ojalá que podamos hacerlo todos, porque, si no, ocurrirá algo bastante grave: que, tratando de implementar la norma, lo hagamos con tal atraso, que la iniciativa no pueda ser vista después por la Cámara de Diputados en tiempo y forma, con lo cual, por la vía de la dilación, estemos consagrando la elección de los consejeros regionales a través de los actuales concejales, lo que, desde mi perspectiva, constituye un error tanto para el Parlamento como para el país.
He completado mi intervención en siete minutos justos, señor Presidente .
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