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- rdf:value = " El señor MELERO, ( Presidente ) [de pie].- Señoras diputadas y señores diputados; senadores señores Juan Antonio Coloma, Pablo Longueira, Andrés Chadwick, Gonzalo Uriarte, Víctor Pérez, Hernán Larraín y Jovino Novoa; ministro del Interior , don Rodrigo Hinzpeter, a quien le agradezco especialmente su presencia; ministro secretario general de la Presidencia , don Cristián Larroulet; ministra secretaria general de Gobierno, doña Ena Von Baer; ministro de Justicia , don Felipe Bulnes; señor subsecretario general de la Presidencia y gran amigo, don Claudio Alvarado; señor subsecretario de Hacienda y ex Presidente de la Cámara de Diputados, don Rodrigo Álvarez, señores subsecretarios, señores gobernadores, señores alcaldes y concejales de las distintas comunas que represento en esta Cámara, como Pudahuel, Quilicura, Colina, Lampa, Tiltil y de otras de la Región Metropolitana, señores consejeros regionales, estimadas señoras y estimados señores: Asumo la presidencia de la Cámara de Diputados, junto a los vicepresidentes, diputados señores Pedro Araya y Mario Bertolino, después de una vida dedicada al servicio público, primero, desde la dirigencia estudiantil y juvenil; luego, desde la alcaldía de Pudahuel, y, por último, en el Congreso Nacional durante las últimas dos décadas. Lo hago con la frente en alto, lleno de entusiasmo y motivación, en el año que nuestra corporación cumplirá doscientos años de su fundación. Inicio así mi labor consciente de que este Bicentenario nos ofrece una oportunidad inmejorable para reflexionar en conjunto no sólo acerca de nuestro pasado, sino también respecto de nuestro presente y futuro.
Señoras diputadas y señores diputados, quiero compartir con ustedes mi deseo de poner nuestra mirada hacia adelante, sin dejar de tener presente los doscientos años de historia que ha recorrido esta institución y del papel central que desempeñamos como diputados en la vida republicana de nuestro país.
Han sido muchos los que han dejado su impronta como diputados a lo largo de este bicentenario. Junto conmigo, la diputada señora María Angélica Cristi y los diputados señores Sergio Aguiló, José Miguel Ortiz, Sergio Ojeda, René Manuel García, Carlos Montes y Jorge Ulloa han sido partícipes privilegiados de una décima parte del camino recorrido por la Cámara, y hoy son ustedes, las nuevas generaciones, los que están dejando su principal huella en la consolidación democrática del país, en su desarrollo y en su porvenir. Por eso, vaya mi reconocimiento, a los que han estado tantos años entregados a la labor legislativa y a todos ustedes, a quienes comparten mi pensamiento político y a quienes, como adversarios en el terreno de las ideas, comparten y han compartido siempre la vocación por el bien común de todos los chilenos.
(Aplausos)
Al iniciar mi labor, quiero asegurarles a mi partido y a las bancadas de diputados de la UDI, de RN, del PRI e Independientes que el privilegio de haber sido nominado y de llegar a representarlos en esta Mesa conlleva una enorme responsabilidad que tengo y tendré cada día presente, y que espero no defraudar.
Quiero agradecer y saludar en forma muy especial a los habitantes de las comunas de mi distrito,…
(Aplausos)
…a Pudahuel, Quilicura, Colina, Lampa, Batuco y Tiltil; a sus alcaldes y gobernadora, a los concejales y cores y a su gente, que me ha acompañado durante tantos años y por la que siento profunda admiración y gratitud. Gracias por estar aquí y por permitirme representarlos. Espero no defraudarlos ni a ustedes ni a la palabra empeñada cuando asumí el compromiso de traer su voz a la Cámara.
(Aplausos)
Mi especial gratitud a mi familia,…
(Aplausos)
…a mi mujer, Alejandrina, a mis hijos, Patricio y Sebastián; a mi nuera, Soledad, a mis hermanos, Manuel y Cristián; a mis sobrinos, y a mis amigos, a los que, con muchísimo orgullo, veo acompañándome hoy con la misma incondicionalidad con que han estado siempre. A ellos quiero decirles que nada de lo que he logrado hasta el momento hubiese sido posible sin el apoyo que ustedes me dan día a día. Muchas gracias.
(Aplausos)
Honorable Cámara de Diputados, el 4 de julio de 1811, los fundadores de la Patria, aquellos hombres valientes que comprometieron su vida con la independencia, pusieron su sentido de lealtad y sus sueños de libertad en la constitución de un Congreso Nacional, donde, al igual que hoy día, se asegurara la representación de los habitantes repartidos por las distintas zonas del país, para crear de ese modo “una República libre, justa, soberana y fraterna”, como señalara el Primer Presidente de la Corporación , don Juan Martínez de Rozas.
Fray Camilo Henríquez, en el discurso de instalación del Congreso, hace ya 200 años, les recordó a esos treinta y seis primeros hombres ilustres elegidos diputados, predecesores nuestros, que “Hay deberes recíprocos entre los individuos del Estado de Chile y los de su Congreso Nacional, sin cuya observancia no puede alcanzarse la libertad y felicidad pública. Los primeros están obligados a la obediencia; los segundos al amor de la patria, que inspira el acierto y todas las virtudes sociales”.
Han pasado 200 años, ¡pero cómo siguen vigentes esas palabras de fray Camilo Henríquez!
Por mi parte, en 1978, cuando asumí la vicepresidencia de la Federación de Centros de Alumnos de la Universidad de Chile, comencé a recorrer un camino que ha marcado no sólo mi vocación, sino mi vida. Me cautivó el sueño y los ideales de servir a la patria a través del trabajo público que me inculcó el ex senador don Jaime Guzmán, de cuya partida se cumplirán veinte años el próximo 1 de abril.
(Aplausos)
Él impulsó en mí la vocación de servidor público, lo que años más tarde me llevó a prestar juramento por primera vez como diputado de la República en 1990. Llegué lleno de entusiasmo y pasión, convencido del papel central y privilegiado que desempeñaríamos en la transición hacia la democracia, hacia el fortalecimiento de las instituciones, dando vida al mandato constitucional de garantizar, a través de nuestra labor, los principios fundamentales de justicia, libertad, igualdad y respeto por la persona y su dignidad.
En estos veintiún años, quienes hemos integrado la Cámara hemos sido testigos de una exitosa transición democrática, encabezada por los gobiernos de la Concertación, en la que todos los actores políticos y sociales hemos sido artífices cardinales de este paso en la vida de la Nación. La transición, observada con interés y admiración por el mundo entero, no habría sido posible, señoras diputadas y señores diputados, sin la voluntad de alcanzar consensos, camino que ha permitido sellar acuerdos trascendentales para el futuro y para el presente de nuestro país. Hoy, los conmino a profundizar esa senda. Los chilenos esperan que entre nosotros se privilegien más los acuerdos que las diferencias y el entendimiento más que el enfrentamiento. Con mayor razón la ciudadanía reclama hoy de nuestra parte esa voluntad y capacidad de ponernos de acuerdo frente a los grandes desafíos que el país nos presenta. Con toda certeza, podemos decir hoy que integramos un Chile con una firme e inalterable vocación democrática, vocación que nos permite aspirar a nuevos y grandes pasos que permitan avanzar a otra etapa: asegurar mayor inclusión y mejores oportunidades, impulsar un acercamiento por medio del diálogo con nuestros pueblos originarios, estrechar lazos y constituir una agenda de cooperación con nuestros vecinos, y muy especialmente, generar un mayor compromiso de la sociedad con los valores, con la familia, con la honestidad y con la solidaridad.
Mi propuesta y mi compromiso durante el año del Bicentenario de este foro de debate público nacional, será convocarlos a ustedes, al país y a la sociedad civil organizada a tomar conciencia y a que reflexionemos en conjunto sobre el tipo de desarrollo que queremos para nuestro país, a detectar y avanzar en superar nuestras falencias y a promover las leyes y los cambios que nos falten en el camino hacia un desarrollo y un progreso integral, estable y más justo. Esta preocupación y todos mis esfuerzos como Presidente de la Cámara se enfocarán principalmente en el rescate de la persona humana y su ubicación en el centro de la actividad parlamentaria.
Permítanme una pequeña reflexión sobre el Chile de hoy.
Tres elementos marcan a nuestra patria en el inicio del siglo XXI: Primero, un país que encontró su modelo de desarrollo en la economía social de mercado; su modelo de gobierno en la democracia representativa propia de occidente, y su modelo de organización jurídica en el Estado Constitucional de Derecho, que garantiza el respeto a los derechos fundamentales de cada habitante de esta tierra.
En un pasado que no está lejano, precisamente los desacuerdos sobre estos puntos nos llevaron al enfrentamiento entre hermanos. Esa época está superada, pues todos los sectores políticos nos hemos encontrado en valores comunes que, sin agotar las legítimas diferencias que nos separan en el debate político, nos permiten encontrarnos a todos en una senda compartida. En el Chile de hoy es impensable el discurso del odio propio de la llamada lucha de clases; es impensable cuestionar derechos fundamentales como el de la propiedad, el de los padres a educar a sus hijos, el de la libertad de expresión, el respeto a los poderes del Estado; es impensable que alguien justifique cualquier violación a los derechos humanos. Son muy pocos los países que pueden exhibir este nivel de madurez de estabilidad que hemos alcanzado. Precisamente, es a los países desarrollados, a los cuales miramos desde hace décadas con admiración, a los que hoy nos acercamos a pasos agigantados.
En segundo lugar, somos un país con alternancia en el poder, en el que dos coaliciones políticas han dado muestras del sentido de Estado que se requiere para reconocer la derrota, por estrecha que ésta sea. Después de veinte años en el poder, el último gobierno de la Concertación reconoció el triunfo del Presidente Piñera antes del fin de la tarde. Ese es un motivo de orgullo para los dirigentes y militantes de esa coalición, así como para todos los chilenos.
Al celebrar el Bicentenario, el Presidente Piñera hizo partícipe de los actos de celebración a los ex Presidentes de la República . Y así Chile y el mundo pudieron ver a un Presidente y a cuatro ex Presidentes juntos levantando la bandera nacional.
Soy un convencido que, como país, no reflexionamos y muchas veces no valoramos lo suficiente sobre estas cualidades cívicas y republicanas de nuestra clase política que nos ennoblecen.
Por eso, hoy saludo con especial afecto a las diputadas y diputados de la Oposición, para que se comprometan en el trabajo de hacer más grande a Chile y ayudemos todos a dar la legislación que el país requiere y merece.
(Aplausos)
En tercer lugar, somos un país que ha desterrado la violencia como método de acción política. El terrorismo que ha destruido a otras naciones, y que también en algún momento nos asoló, está fuera de nuestra sociedad, así como estamos a salvo de mafias organizadas alrededor del narcotráfico y de la corrupción generalizada del Estado. En pocas palabras, tenemos instituciones sólidas y las hemos construido sobre la base del respeto a los derechos de las personas. Pocos en este continente pueden exhibir semejante resultado y patrimonio.
Lo anterior, no significa que hemos alcanzado la meta que todos aspiramos, de un país sin pobreza, justo, solidario y con verdadera igualdad de oportunidades. Por eso, subsisten entre nosotros -y en buena hora- diferencias de ideario político, pues discrepamos acerca de los mejores instrumentos para materializar esas aspiraciones. Esas son las diferencias que se expresan y se arbitran en la Cámara de Diputados; por eso, a partir de hoy, sin renunciar a mi ideario personal, asumo el compromiso de representarlos a cada uno de ustedes en el gobierno de una cámara política que no es, ni más ni menos, que el gobierno de la diversidad, el debate, el acuerdo o, finalmente, el arbitrio racional del disenso sobre las bases de las reglas comunes de consenso.
La democracia se origina junto con los parlamentos; no hay democracia sin parlamento, pues en la medida en que para las sociedades se volvieron inaceptables gobiernos fundados en la voluntad arbitraria de un monarca que legislaba, administraba e impartía justicia, surgió la necesidad de la separación de poderes y, junto con ello, el control del poder de aquel que gobernaba. Así surgió la democracia y la institución parlamentaria, como una forma de control del poderoso, naciendo de esa manera aquello que llamamos el gobierno de la ley. Por tanto, esta Cámara política no puede resignar nunca su función de órgano de control del poder. Jamás debemos olvidar la importancia y la vigencia de la función parlamentaria, ya que aquí está radicada la labor fiscalizadora institucional. Ante nosotros responde políticamente el gobierno y, por ello, quiero expresar aquí mi voluntad más profunda de ser fiel a la labor de control, pues en ello va la vida de nuestra democracia y la solidez de nuestras instituciones republicanas.
Cada generación tiene un desafío que le toca enfrentar, y estoy convencido de que el nuestro es llevar a Chile a traspasar las puertas del desarrollo, en cuyo umbral nos encontramos parados. Éste es un desafío que, sin duda, corresponde encabezar al actual Gobierno de la Coalición por el Cambio y a los futuros que vengan, que emprendieron también los gobiernos anteriores, pero todos tenemos la obligación de contribuir. A mi juicio, a la Cámara le cabe el rol insustituible de desplegar esa tarea. Una sociedad desarrollada es una sociedad más justa, más libre y, por supuesto, más rica. Queremos el desarrollo, pero por cierto no queremos cualquier desarrollo. Queremos uno en que la dignidad del ser humano se reconozca y se valore en cualquier circunstancia, en que la persona es el centro y el fin del Estado.
Hay países que se alejan de esta meta. Algunos están estancados y otros, como nosotros, estamos en franca transición al desarrollo. La invitación, entonces, señoras diputadas y señores diputados -es una invitación que extiendo públicamente- es a reflexionar en torno a la nueva transición hacia el desarrollo, para enfocarnos no sólo en lo material, sino también en lo espiritual, y poner todos nuestros esfuerzos, tanto legislativos como fiscalizadores y, primordialmente, de representación, al servicio de las personas y de los valores y principios que las engrandecen, cuidando, especialmente, primero, de no dejar atrás a aquellas que históricamente se han visto postergadas y que requieren de mayor apoyo, como los sectores más pobres; segundo, de velar por que existan y se respeten los mecanismos especiales de reconocimiento y participación de nuestros pueblos originarios; tercero, de no aislar a nuestros adultos mayores, permitiéndoles seguir participando activamente en la sociedad; y, finalmente, de no rendirnos jamás ante la tentadora inmediatez del asistencialismo y el populismo, que termina impidiendo que los esfuerzos se centren en que los individuos y los grupos intermedios que ellos mismos conforman, alcancen la plenitud material y espiritual a través de su propia perseverancia y empeño, apoyados por instituciones que no asfixian, sino que brindan los espacios y herramientas necesarios para el verdadero logro del desarrollo.
Quisiera, así, que los ejes de este nuevo año legislativo, miren al desarrollo, se centren en la persona y su felicidad, con toda su complejidad y diversidad, en la riqueza del alma, en incentivar a hombres y mujeres que destacan por su valentía, esfuerzo, unión familiar, superación de las dificultades y conciencia social.
Asimismo, permítanme destacar las convicciones de ese Jaime Guzmán, quien despertó y guió mi amor por la política, por el servicio a la patria y cuyas palabras inspiradoras están hoy más vigentes que nunca: “Amamos profundamente a Chile y por eso queremos seguir construyendo una nación sólidamente afirmada en los valores morales y espirituales propios de nuestras raíces cristianas. Amamos entrañablemente a nuestra familia y por eso queremos forjar una sociedad que siempre la respete y la fortalezca. Amamos intransablemente nuestra libertad y por eso queremos afianzar un sistema político y económico-social que combine democracia y progreso, que ofrezca a cada hijo de esta tierra mayores y mejores oportunidades”.
(Aplausos)
Pero también debemos mirar el ejemplo de vida de hombres como don Edgardo Boeninger, que desde su concepción laica de la vida y su opción política de centro fue un ejemplo de racionalidad, de diálogo y de capacidad de alcanzar acuerdos aquí en este mismo Parlamento. Un servidor público que se ganó un lugar de privilegio en la historia de Chile. ¡Qué falta nos hace muchos Edgardo Boeninger para lograr los acuerdos que el país necesita! O, de nuestro querido y recordado ex colega Juan Bustos, de quien se podía discrepar, pero que resultaba imposible dejar de respetar su seriedad analítica, su calidad humana y profesional. ¡Tanta falta nos hace don Juan Bustos!
(Aplausos)
Es así como nuestra activa labor legislativa, cumplida con responsabilidad y eficacia, debe estar marcada por la producción de normas que den respuesta real y oportuna a los cambios sociales y a la necesidad de fomentar los valores de ese ser humano mirado de manera integral. Hay que recordar, entonces, que nuestra tarea diaria representa una doble función: una, que es conservadora, pues debe propender al mantenimiento de los valores y principios que le son natural e históricamente propios a la Nación, y, otra, que es transformadora y creativa de la sociedad, que conduce los cambios necesarios en favor de los intereses sociales que, de acuerdo a nuestra percepción del bien común, deberán ser tutelados por la ley, buscando coordinar las circunstancias concretas del tiempo presente con esos principios inspiradores, para el bien de la Patria y de todos los ciudadanos.
La responsabilidad, en este sentido, es grande, pero constituye un desafío que nos sitúa en un punto de inflexión histórico y, espero, fecundo, porque es justamente aquí, en la Cámara de Diputados, donde la sociedad debe buscar el diálogo y afianzar esa voluntad de cooperación que permita la integración de todas las fuerzas políticas de la sociedad chilena. Es en la Cámara donde se tiene que ver representada, de verdad, la diversidad social, pero principalmente debe primar el debate de la razón, con altura de miras, aquel que es capaz de superar las diferencias, para buscar esos puntos en común que miran al bien de cada habitante de esta Nación.
La prosperidad material y espiritual que debemos asegurar en la consecución del desarrollo social, cultural y económico, por tanto, debe ser nuestro objetivo. No debemos proponernos la aprobación de una gran cantidad de leyes que pueden, muchas veces, estar desprovistas de contenido, sino que debemos enfocarnos en su trascendencia, en la coherencia con el resto del orde-
namiento y en el logro de los fines propuestos, de manera comprometida con los valores que sustentan a nuestro país.
Como sabemos, la política se convierte en un arte, consistente en escoger los medios más eficaces e idóneos para lograr sus fines, orientando el comportamiento humano por medio de leyes justas y decisiones que fijen un horizonte de significado en aquello que corresponde a cada cual.
Junto con el debate en torno a la transición al desarrollo, al que he invitado esta mañana a la Corporación, la elaboración de una agenda legislativa priorizada y coherente es fundamental. Una adecuada planificación incidirá en la promoción de los procesos deliberativos que permitan encontrar consensos, articulándose así la labor de los diversos poderes del Estado, fortaleciéndose el trabajo eficaz de las diversas instituciones puestas al servicio de las personas.
Señoras y señores, colegas parlamentarios, en este año legislativo que estamos iniciando, cada uno de nosotros guardaremos la Constitución Política, desempeñaremos fiel y lealmente el cargo que nos ha confiado la Nación, consultaremos, en el ejercicio de nuestras funciones, sus verdaderos intereses, y guardaremos sigilo acerca de lo que se trate en sesiones secretas. Eso fue lo que juramos cuando asumimos. A eso nos comprometimos. En una palabra, cumpliremos con ese juramento, con el que solemnemente asumimos nuestros cargos de esta alta función pública que desempeñamos. Y, en tal cometido, desde la Presidencia de esta honorable Corporación, pondré mis mejores esfuerzos al servicio de cada uno de ustedes de ser garantía de todos y cada uno de los sectores políticos del país, pero, ante todo, del servicio a Chile, de esta Patria noble y generosa que nos ha convocado a cada uno de nosotros a su servicio y a cuyo desarrollo contribuimos aportando nuestras visiones, nuestras diferencias y, sobre todo, nuestra común vocación de servicio público.
Hace 21 años, la voluntad de Dios y del pueblo me condujeron por primera vez a esta Sala, y hoy asumo esta responsabilidad sin otro compromiso que el de servir al mejor interés de Chile y de cada uno de los chilenos.
Muchas gracias.
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