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El señor ESCALONA.- Señor Presidente , estimados colegas y querida familia de quien fuera Canciller de Chile , Presidente del Senado y eminente figura pública en nuestra nación.
Quiero expresar de manera resumida lo que representa para nosotros su vida y su legado: un gran demócrata, una persona sobresaliente por sus convicciones, por su ética de servicio público, por su mirada del país, por su legado al Estado de Chile y por su concepción de las relaciones internacionales.
Gabriel Valdés , como Canciller del entonces Presidente Eduardo Frei Montalva , llevó adelante una política exterior independiente, autónoma, audaz, que situó al país en un rol sobresaliente en el escenario latinoamericano. Nuestra pequeña nación tuvo una importancia y una gravitación mucho más allá de su dimensión física, proyectándose como un vocero de América Latina que esperaba jugar un papel y tener una palabra en el mundo, en particular ante el país que siempre ha sido el interlocutor principal de nuestro continente: los Estados Unidos.
En tal condición, como acá se ha señalado, llegó a Washington y representó a América Latina frente a los entonces todopoderosos Richard Nixon y Henry Kissinger . Le dio a Chile una estatura que hasta entonces no había logrado tener. Nuestro país tenía más de 150 años de vida y, sin embargo, no había logrado alcanzar el nivel y la dimensión que posteriormente le dio Gabriel Valdés en su rol de Canciller y como nuestro interlocutor ante el mundo.
Esa es una deuda de Chile y de todos los ciudadanos por su legado y su trayectoria.
Debo decir con mucha sinceridad que tal vez esto no fue apreciado lo suficiente en su época. Quizás yo debiera lamentar que mi propio partido, el Socialista, y la izquierda chilena de entonces no supieron calibrar la envergadura y la estatura de la política internacional que Valdés fue capaz de dar a Chile.
Siempre se reconocen, incluso por sus adversarios, las cualidades de las personas cuando fallecen, pero hoy deseo aquilatar de manera especial la connotación y el rasgo que él dio a nuestro país.
Efectivamente, Chile le debe no solamente el rol que tuvo en política internacional, sino también, en parte muy importante, la recuperación de la democracia, porque cuando en nuestro país imperaba, lamentablemente, la sumisión, cuando parecía que el Estado totalitario se iba a imponer; cuando el dictador se congratulaba de haber logrado instalar la Constitución que se había hecho como terno a la medida para perpetuarse en el poder; cuando faltaba la voz, Gabriel Valdés fue la voz de los que no tenían voz; la voz del país que reclamó la democracia.
Al fallecer Eduardo Frei Montalva , muchos líderes se encontraban exiliados, como el Senador Andrés Zaldívar , deportado precisamente por oponerse a la Constitución del 80; muchos de nuestros dirigentes se encontraban perseguidos, extenuados, desterrados, y de pronto parecía que el país ya se había resignado a vivir sin libertad. Y Valdés, con su palabra valiente y un arrojo sin igual, logró romper la sumisión y levantar la bandera de la libertad, cuando no había manos que lo hicieran. De manera que Chile tiene con él una deuda que tal vez nunca se pueda pagar. Porque la libertad no tiene precio.
He escuchado a personas de criterio respetable decir que tal vez la República perdió a una persona que pudo haber sido un gran Presidente .
No importa. No es necesario ser Presidente para pasar a la historia. Gabriel Valdés estará en la historia de Chile, con mayúsculas, por su profunda condición de demócrata, por su carácter indomable, por haber tenido esa vocación libertaria cuando hacía falta.
Él fue hombre cuando muchos no se atrevían a serlo.
Por todo ello, reciban de nuestra parte, sus estimados familiares, el más profundo reconocimiento y agradecimiento por el integrante que han perdido. Y les reitero que Chile perdió a una de sus principales figuras históricas del siglo XX.
He dicho.
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