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El señor LARRAÍN (don Carlos).- Señor Presidente , rendir este homenaje póstumo a don Gabriel Valdés es para mí un honor inmerecido.
Lo conocí de muy joven, y lo seguí un poco de lejos, pero siempre con mucha admiración, aunque no suscribía todo lo que él postulaba en política.
Cabe destacar que don Gabriel fue un hombre muy completo, muy abarcador. En el más amplio sentido de la palabra, fue un patriota, calificativo que hoy día se valora poco. Yo, al menos, lo valoro mucho, y por eso lo uso en esta oportunidad.
Durante toda su vida, siempre puso un tremendo ahínco en profundizar en sus propias ideas -más adelante me referiré un poco a las fuentes de su formación intelectual- y, sobre esa base, participó en el proceso político, siempre con un criterio de unidad nacional, con el fin de mejorar la vida colectiva. El bien de Chile efectivamente le hacía perder el sueño; vibraba con todo lo chileno.
Don Gabriel nació en 1919.
En el año 1929 partió con su familia a Roma, donde vivía su abuelo, quien era Embajador de Chile en Italia . Los recuerdos de su estadía en dicha ciudad ya han sido más o menos invocados. Efectivamente dejó allí parte de su corazón. Y, por lo demás, en la continuación de su vida política logró reanudar el contacto con esa tierra.
De vuelta en Chile, en 1932 se incorporó al Colegio San Ignacio , donde conoció al Padre Hurtado , como ya se recordó en esta Sala.
Nuevamente en Italia, en 1934 conoció a don Eduardo Frei Montalva , mientras este hacía un discurso ante el Papa Pío XI. Ese conocimiento recíproco, esa amistad, marcó mucho la vida de don Gabriel Valdés , y también la de la Democracia Cristiana en Chile.
Estudió Derecho en la Universidad Católica. Se tituló en 1946, apenas una semana después de contraer matrimonio con la distinguida señora viñamarina doña Sylvia Soublette .
Se incorporó a la Compañía de Aceros del Pacífico, donde se desempeñó muchos años como fiscal y como gerente.
Luego estudió en París en el Instituto de Estudios Políticos.
En sus memorias, que yo considero notables por lo entretenidas e instructivas, destaca su gran cercanía con don Ramón Subercaseaux , su abuelo, con quien vivió muchos años en la Viña Subercaseaux , y aprendió muchas cosas de él. Y cito parte de sus memorias: don Ramón "fue ministro de Relaciones Exteriores , embajador y senador, y resulta que yo también lo he sido. Me sentí muy cerca de él y he tratado de continuar esa tradición familiar en muchos aspectos, porque los sentimientos y la formación intelectual vienen de esa familia, que eran artistas, pintores, músicos, que rodearon mi juventud y que han continuado, porque yo soy casado desde hace 63 años con una profesora de música y artista, y tengo un hijo director de orquesta".
Fue también destacado abogado -ya señalé que fue fiscal de la CAP-, profesor universitario, político, además de Ministro de Estado .
Durante muchos años enseñó Política Económica en la Universidad Católica de Chile, donde fui su alumno. Sus clases eran distintas, interesantes, variadas. ¡Me daba bastantes buenas notas...! Y uso a propósito el verbo "dar". Creo que lo hacía, sobre todo, por recuerdo a su madre, doña Blanca Subercaseaux , quien había sido amiga de uno de mis abuelos. Pero, en fin, tengo muy buenos recuerdos, no solo porque me pusiera buenas notas, sino porque era muy buen profesor.
Ha sido también recordado su enorme papel, entre los años 1973 y 1990, para el retorno al sistema de elecciones libres en Chile.
Fue Presidente del Senado de 1990 a 1996, cargo en el que se caracterizó siempre por su capacidad para tender puentes de acercamiento entre los distintos sectores políticos. En una época en que el ambiente no estaba para grandes entendimientos, don Gabriel siempre apostó por esa actitud de concordia, por esa búsqueda de la paz social efectiva.
Fue un actor muy determinante en la creación de la democracia de los acuerdos con muchos de los actores que hoy día aún militan en Renovación Nacional. Por eso, para nosotros tiene un valor especial el recuerdo de don Gabriel .
Quiero terminar destacando, en esta tenue semblanza, el papel de la continuidad en la vida de don Gabriel Valdés.
Estamos en la era de las grandes rupturas, reales o imaginarias. Pese a ello, don Gabriel Valdés fue siempre un óptimo exponente de lo que puede ser una síntesis poderosa de la vida: educado en Europa; sin embargo, chilenísimo, chileno hasta los tuétanos, preocupado de su patria hasta los últimos días. Vi en programas de televisión cómo vibraba con todo lo nuestro.
Su vida fue el desarrollo de un continuo que lo animó siempre.
Nunca negó sus orígenes. Absorbió el ejemplo de sus antepasados; lo desarrolló; lo expandió. Escribía y hablaba con naturalidad de la forma de vida aristocrática en la que nació y se crió, la cual cristalizó en su curiosidad intelectual, compatible con el cultivo de las realidades heredadas y también con la valiente renovación política que lo enfrentó a muchas formas de tiranía y a los totalitarismos del siglo XX.
Termino este incompleto homenaje diciendo que, para los Senadores de Renovación Nacional, don Gabriel Valdés seguirá siendo un modelo del político constructivo y patriota.
He dicho.
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