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El señor COLOMA.- Señor Presidente , recuerdo que hace algunos años tuve, en un mismo día, una visión un poco surrealista de lo que ocurre en esta materia. Me acuerdo que fui a Empedrado, una localidad rural donde el principal requerimiento ciudadano era contar con una conexión a un teléfono celular, pues ello haría la diferencia entre estar comunicado con el mundo -como decían sus habitantes- o quedar aislados, en un lugar al que cuesta acceder -queda a 40 kilómetros de Constitución- y en que, obviamente, existía un solo teléfono público, que era municipal.
Y digo lo anterior porque esa misma tarde me tocó asistir a una reunión en Talca, donde la principal exigencia ciudadana era terminar con la enorme cantidad de antenas de teléfonos celulares que generaban una dificultad visual -teóricamente no sabemos bien cuáles son los efectos en el ser humano-, razón por la cual dicha demanda constituía la primera prioridad para la zona.
Y eso marca un poco las distintas visiones con que uno puede analizar un mismo proyecto.
En el fondo, entiendo que se busca establecer una normativa que acoja la problemática ciudadana respecto a la instalación de estas infraestructuras, de estas antenas. Pero también existe la necesidad de cautelar el mercado en condiciones competitivas, particularmente con la finalidad de asegurar espacios especiales en aquellas zonas que no los tienen o que carecen de ellos para instalar antenas de telefonía móvil.
Hace dos semanas, por esas cosas de la vida, volví a los mismos lugares que mencioné y nuevamente el principal requerimiento ciudadano del mundo rural apuntaba a satisfacer la necesidad de contar con un teléfono móvil. Por su parte, en Talca había muchas más antenas que antes, porque no existe una legislación que instaure de manera precisa las reglas del juego, que podrían ser obligatorias, para este tipo de actividades que presentan esta curiosa mezcla de ser muy necesarias -en la actualidad es difícil imaginar un mundo sin celulares: no sé si alguien no tiene, pero, obviamente, quienes estamos aquí, en la Sala, y la gente en las tribunas contamos con uno- versus el efecto visual o de salud que genera el impacto de las torres.
Y la verdad es que después de cuatro años, habiendo sido presentadas varias mociones y existiendo mayoría en los sectores políticos -en este caso de la Oposición-, más allá de las buenas intenciones no se logró alcanzar ningún acuerdo respecto de normas básicas para mirar con visión de futuro este tema propio de la modernidad.
Por eso, parto señalando que me parece un avance significativo que por lo menos haya habido un acuerdo sustancial en materias que son relevantes para los tiempos venideros.
En primer lugar, quiero destacar lo importante que es tener reglas claras -es probable que en cinco años más esta legislación se encuentre caduca, cosa que no descarto- como son los requisitos para instalar todo tipo de antenas y la prohibición de emplazar estas estructuras en zonas declaradas saturadas de emisiones electromagnéticas, o en aquellas áreas sensibles como colegios, hogares de ancianos, etcétera.
Parece increíble que a estas alturas no hayamos definido un criterio. Muchas veces dijimos: "No pueden haber antenas a tantos metros de distancia". Los mismos vecinos argumentaban sobre los peligros que en uno u otro caso podría involucrar. Por ello, considero sabio que la Comisión haya adoptado el criterio de los efectos electromagnéticos para precisar dónde se podían instalar las antenas y señalar que existían zonas saturadas, sin capacidad para colocar nuevas torres. Y se entenderá que un área está saturada cuando en un mismo espacio físico existan dos o más antenas y un tercero quiera instalar otra dentro del radio de cien metros a la redonda medido desde el eje vertical de cualquiera de las estructuras preexistentes.
A mi juicio, era muy importante precisarlo porque conozco sitios donde hay tres o cuatro antenas a una distancia de 50 metros. Eso, obviamente, genera un mal escenario para los vecinos, un problema visual y mucha angustia sobre los efectos que podría reportarles esta sucesión de antenas en un mismo lugar, sin que haya reglas de ninguna naturaleza.
En mi opinión, esto es superrelevante y va directo a la vena de las preocupaciones ciudadanas.
En segundo término, hay un artículo nuevo que regula la instalación de antenas de más de 12 metros.
Ese era el otro tema sensible: qué altitud podrían tener las antenas.
Cuando no hay reglas o cuando existen pocas regulaciones, uno ve florecer aquellos aparatos. Porque su velocidad de crecimiento es impresionante: de una semana a otra cambia el paisaje.
Reviste importancia, pues, la existencia de reglas.
Es relevante, primero, que se deba obtener un permiso de instalación otorgado por la dirección de obras respectiva, requisito que parece demasiado obvio, pero que en la actualidad no existe.
En seguida, aunque precario, se fija un esquema de información ciudadana en términos de que quienes vivan a determinada distancia del futuro emplazamiento sean informados a fin de que, en ejercicio de su derecho a participación, propongan alternativas respecto tanto al diseño como a las obras de mitigación. Es lo que muchas juntas de vecinos nos han planteado a todos una y otra vez: "Por qué esto, que está acá, no puede instalarse un poco más allá o de forma distinta, para no afectar la vida de los ciudadanos".
De otro lado, me parece clave la obligación de mimetizar la torre de acuerdo al entorno urbano donde se ubique. Esto puede ser la gran transformación que este tipo de legislación genere en el cuadro visual de muchas ciudades de Chile.
Todos hemos visto que, donde existe espacio para mimetizar, el efecto visual es completamente distinto del que se produce en los lugares en que se instalan unas cosas raras, con forma muy poco grata y que afectan la vida de quienes viven cerca de ellas.
Además, habrá un catálogo. Días atrás le pedí al Ministerio una gama de distintas alternativas, las cuales cambian mucho el cuadro visual.
Y, por último, se realizarán obras de mitigación a favor de la comunidad hasta por 30 por ciento del valor de la torre...
El señor PROKURICA.- De la inversión.
El señor COLOMA.- Perdón: de la inversión.
Se podrá decir que la norma pertinente es buena o mala. Sin embargo, no existía nada de esto: ni la obligación de mimetizar ni la de mitigar; ni el requisito del permiso de la dirección de obras municipales; ni la obligación de informar.
Entonces, señor Presidente, estimo que esta iniciativa constituye un avance muy significativo. Y no comparto las frases que se dicen al vuelo en el sentido de que no sirve para nada. Creo que sirve y que genera un efecto ciudadano que va a ser valorado.
Me hago cargo ahora de los planteamientos de los Senadores García y Orpis sobre las futuras tecnologías.
En mi concepto, el Ministerio es el primer interesado en captar las nuevas realidades que se puedan dar, a los efectos de incorporarlas en la legislación.
Pero, sin duda, aquí podemos hablar de un antes y un después. Y la ley en proyecto debe significar un antes y un después en cuanto a un tema ciudadano que quizás nadie imaginó hace diez años.
Es cierto: estamos atrasados una década. Habrá que preguntarse, entonces, por qué no se actuó antes.
En todo caso, es menester valorar el esfuerzo realizado de manera transversal por el Gobierno y la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones.
Más de una vez pasé casualmente por aquella. Me consta, entonces, cuánto trabajaban, como asimismo sus esmeros por llegar a acuerdos, arte mucho más difícil que el fácil de discrepar y decir "No hay solución".
Estimo que, en tal sentido, dicho órgano técnico merece un reconocimiento especial.
Por último, la idea específica de incentivar la instalación de antenas en edificios de altura apunta exactamente en una dirección correcta, porque genera mucho menor impacto y bastantes menores complicaciones para el ciudadano, que, al final, es lo que de verdad importa.
Es cierto, señor Presidente , que podemos discutir 50 veces sobre la oportunidad. Pero esta llegó, se dio. Y espero que a partir de hoy se empiece a marcar el antes y el después de este crudo asunto de las antenas para telefonía celular.
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