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El señor RUIZ-ESQUIDE .- Señor Presidente , el proyecto que hoy nos ocupa presenta características ya planteadas por otros señores Senadores, a cuyos planteamientos adhiero.
Sin embargo, deseo precisar 3 o 4 puntos.
El primero, que me hace fuerza, dice relación a que hay que entender y diagnosticar adecuadamente la situación que vive el país. Porque no se trata solo de una movilización de los estudiantes por un tema preciso. Se debe reconocer que aquí se manifiesta una irritación en la sociedad chilena, de la cual se hacen cargo los estudiantes con peticiones específicas frente a carencias que los afectan, y a aquellos se suman otras personas, colectividades y comunidades, que plantean diversos problemas.
Entonces, la primera pregunta que debemos hacernos es si acaso tenemos algún diagnóstico de la situación actual o si hemos de llegar de alguna manera a una respuesta más precisa de por qué en Chile, pese al cúmulo de riquezas que posee; al crecimiento que exhibe; a ser llamado "el Estado mejor administrado de América Latina", con una tasa de desarrollo que ya se quisieran otros países, la gente no está satisfecha; por qué reclaman, no solo los estudiantes, sino también la sociedad en su conjunto. Y no queda ningún sector que se haya abstenido de criticar la situación actual.
Estimo que este no es el momento para analizar aquello.
Sin embargo, es claro que no podríamos resolver el conflicto de los estudiantes -a mi juicio, no lo haremos- de no realizarse un diagnóstico más profundo de lo que se ha llamado la "indignación", la "crispación" o el "desasosiego social", que uno sabe dónde comienza, pero no dónde termina.
En décadas pasadas, Chile vivió una situación como esta, y los resultados no fueron buenos ni para ganadores ni para perdedores. Los que triunfaron destrozaron la sociedad chilena, y quienes perdimos con el golpe militar tuvimos que pagar un altísimo precio en nuestras vidas y en nuestra visión de país.
¿Qué sentido tiene el proyecto?
No voy a repetir las expresiones de los señores Senadores que me han antecedido en el uso de la palabra. Pero, evidentemente, esta iniciativa es pequeñita en medio de la enorme cantidad de problemas que debemos resolver en educación.
La pregunta que nos hacemos permanentemente es si llegó el momento de solucionar a fondo la situación o si puede hacerse en forma parcial, en determinado plazo, y continuar resolviendo más adelante los puntos pendientes.
A mi juicio, estamos en un punto crucial de inflexión.
Durante los años anteriores se dijo, y en esta oportunidad el actual oficialismo lo ha repetido -lo asumiré con toda franqueza-: "La Concertación carece de autoridad moral para criticar lo que hoy está ocurriendo".
Quiero recordar que como miembro de la Comisión de Educación durante los tres Gobiernos pasados, junto con el actual Ministro señor Larroulet -quien entonces representaba a la Oposición-, nos correspondió discutir los tres o cuatro proyectos de ley que se aprobaron en esa época y también los que fueron despachados después en la Administración del Presidente Piñera.
Entonces, cuando nos dicen que no hicimos nada, debo aclarar que realizamos lo que pudimos. Porque, en ese período, hubo una oposición brutal de parte de los partidos Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional para aprobar alguna iniciativa que implicara avances en materia de educación. Ello cuajó en los dos primeros proyectos que firmamos y negociamos; elaboramos casi un protocolo sobre la materia.
Por lo tanto, no fuimos capaces de mejorar la educación pública porque no tuvimos los votos para hacerlo. Esa es una realidad objetiva, que conocimos yo y otros señores Senadores que todavía forman parte de la Corporación.
Entonces, ahora habría que tomar algunas decisiones.
La primera, declarar que llegó el momento de hacerlo todo. Y aunque parezca extraño plantearlo así, es la única realidad. O sea, hacerlo todo ahora, cuando "aún tenemos sol bajo las venas" -como dice un viejo poeta español-, porque no vamos a tener otra oportunidad.
Honestamente, después de muchos años en política, puedo señalar que debe entenderse que algunos elementos se presentan en cierta ocasión y que se han de aprovechar de inmediato. Como indica un dicho católico: "Deja de hacer lo que hay que hacer, porque Jesús pasa y no vuelve".
Excúsenme que lo diga en estos términos: si no arreglamos ahora lo que sucede con la educación chilena, después no será posible, porque nuestra realidad como país se va a complejizar, incluso desde el punto de vista político, sea cual fuere el Gobierno que surja a partir de las próximas elecciones presidenciales.
Por lo tanto, en ese marco se debe efectuar esa deducción sobre el proyecto en análisis.
Segunda decisión: además de entender lo que ocurre con el problema de la educación hoy día, hay un asunto específico que tendremos que resolver.
Aquí no solo se dan opiniones distintas sobre la educación, sino que hay una visión de país diferente. Y, sobre la base de esas diversas realidades, se puede llegar a grandes acuerdos.
Pero algunos no será factible lograrlos. Por ejemplo, en lo que hemos estado discutiendo largamente en los últimos dos meses, si bien puede haber una salud y una educación públicas -y respetamos el que se quiera levantarlas en virtud de los derechos constitucionales-, hay quienes pensamos que ambas deben ser gratuitas. ¡Así de claro!
Me dirán que eso es retrógrado y que significa retroceso, porque implica dar educación gratuita a personas que perciben altas rentas en una nación tremendamente injusta en cuanto a la distribución del ingreso.
Entonces, hay ahí una pequeña modificación por hacer, como la efectuada en otros países, que implique, a lo menos en materia de educación superior, enmiendas específicas para corregir esa distorsión. Pero no en la enseñanza básica y media.
En esas condiciones, señor Presidente, voy a aprobar lo que se nos propone -se trata de un buen proyecto-, pero en el contexto general en que estamos hablando.
Cabe señalar que el debate se ha centrado en qué puede hacer el Gobierno después de la brutal declaración de los estudiantes: "No queremos nada, ni con el Congreso ni con ninguna institucionalidad".
La pregunta es si aún podemos realizar algo.
Quiero levantar mi voz en el Senado para hacer respetar en una democracia como la nuestra el legítimo derecho de los alumnos a levantarse y a realizar manifestaciones. Todos quienes estamos aquí fuimos alguna vez, en nuestra juventud, dirigentes estudiantiles y organizamos movimientos que duraron tanto como el actual. Lo único que debo agregar es que siempre, durante toda la vida, hemos sostenido que la violencia no ayuda a tales movilizaciones, y que es preciso pensar en los infiltrados, que son los que realmente provocan los desmanes. Y eso no es inhabitual en los Gobiernos.
Otra cosa que quiero enfatizar es que nosotros, a pesar del rechazo, debemos seguir esforzándonos para que el Parlamento sea no solo un lugar para analizar y para acoger la conversación, sino también, de alguna forma, no conductor pero sí inspirador del proceso de discusión que el país requiere.
Señor Presidente , no he escuchado las últimas declaraciones del Ministro de Educación , señor Felipe Bulnes , pero tengo la impresión de que el Gobierno está jugando una estrategia peligrosa al permanecer en una suerte de espera -al estilo del viejo adagio conforme al cual hay que sentarse para ver pasar el cadáver del enemigo- y no solucionar nada. Plantea muchos temas anexos, pero nunca va al fondo. Uno tiene la sensación de que está esperando que el movimiento estudiantil se canse, se agote y termine entonces en punta, como muchos otros problemas de Chile que no asumimos.
Por eso, voy a votar favorablemente. Y espero que podamos seguir trabajando en la línea acordada en el Senado e incluso en lo que los Presidentes de ambas ramas del Congreso han organizado.
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