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El señor GÓMEZ.- Señor Presidente , creo que podemos hacer historia y llevar a cabo un debate donde unos dirán que realizaron muchas cosas y otros, muy pocas. En definitiva, vamos a tener una diferencia histórica.
De acuerdo con el análisis que uno puede efectuar en materia educacional es posible observar que tenemos un problema grave desde 1981 a la fecha.
Lo que resulta paradójico es que en 1981 un Gobierno de Derecha estableció un cambio en la educación que tiene un correlato ahora, en 2011, con otro Gobierno de Derecha, en que el sistema explota, revienta. Porque la Constitución que instauró dicho sistema no condecía con las necesidades que Chile o cualquier país requiere en cuanto a tener una educación de verdad, una educación pública gratuita y de calidad, que diga relación con los planteamientos claros y concretos que se han efectuado.
Se trata de que en una sociedad desigual como la nuestra exista una herramienta que permita romper esa desigualdad, no solo desde el punto de vista económico, sino también del desarrollo de las ideas, del pensamiento, de las capacidades de ser ciudadano, de tener una participación real en la sociedad. Y eso no lo ha dado un sistema educativo como el que existe en nuestro país.
Ayer tuvimos un debate que encontré excepcional. Y quiero decir que participé feliz escuchando a los estudiantes, a los dirigentes estudiantiles, que con una gran claridad de conceptos explicaban sus posturas. No estamos hablando de consignas ni de nada que no esté refrendado y afirmado desde el punto de vista técnico. Creo que eso fue muy relevante, porque nos damos cuenta de que tenemos dirigentes estudiantiles que están enfrentando un problema desde una perspectiva seria y real.
Y dijeron algo bien interesante, que yo comparto: "No queremos mejorar el sistema, lo queremos cambiar". Y esa es la cuestión central que debiéramos poner en el debate. No nos interesa discutir si algunos hicieron una cosa y otros no. Basta mirar las actas para saber qué dijo cada cual y qué se ha señalado históricamente.
Lo importante es que hoy tenemos un elemento nuevo: el movimiento ciudadano que nos está obligando a todos (al Gobierno, al Parlamento, a los partidos) a darnos cuenta de que es preciso realizar un cambio profundo en la sociedad, en educación y en otras materias.
Hemos hablado mucho de la cuestión educacional, pero hay un elemento que ha quedado al margen de la discusión y que a mí me preocupa: la educación preescolar.
Todos sabemos que una buena educación preescolar ayuda al desarrollo de los niños en el futuro. Pero en nuestro país dicha enseñanza está entregada a INTEGRA, a la JUNJI y a una cantidad de educadoras insertas en unos programas que se denominan "VTF" (Vía Transferencia de Fondos), que constituyen un sistema precario, municipal. A veces carecen de recursos para comprar útiles, ni para gas, ni para pagar las remuneraciones de las profesionales a cargo de estos niños pequeños, que van de cero a cinco o a cuatro años y tantos, y que también debiéramos considerar como un elemento central en el proceso educativo.
Es un estamento que casi hemos dejado fuera. Y hay que preocuparse, porque es el más importante en el desarrollo de Chile, pues a partir de la educación que reciban los niños en ese período será posible una buena estimulación que les permitirá realizar su vida de manera distinta.
Después tenemos el segmento de los estudiantes de educación básica y los secundarios o de educación media, constituido por 3 millones 200 mil alumnos. Sobre esos niños también recae una educación desigual, completamente inconsistente con las necesidades del país.
La gente, sobre todo la clase media, debe hacer enormes esfuerzos económicos para pagar y mandar a sus hijos a un buen colegio, ya sea este particular subvencionado o particular. Eso es inaceptable en esta sociedad. Es inaceptable en este país que cuenta con condiciones y recursos para establecer una educación gratuita y de calidad en la enseñanza básica y media, lo cual es imprescindible y fundamental. Y eso es posible de hacer. No es que no existan recursos.
Hoy día del presupuesto del Ministerio de Educación se gastan 6 mil millones de dólares en subvenciones y resulta que llegamos a un porcentaje menor. Si ustedes multiplican 100 mil pesos por dos o tres millones de niños, vamos a llegar a una cifra similar.
Entonces, el sistema está mal estructurado. Y ese es un elemento que también tenemos que revisar.
Luego está el tema universitario. Sin duda, Chile requiere de un sistema que tenga la capacidad necesaria para que los niños y jóvenes con aptitudes de aprendizaje y de desarrollo puedan estudiar. Hoy día no existen esas condiciones. Si bien es cierto que los padres y apoderados hacen esfuerzos ingentes en materia de educación básica y media, no lo es menos que en este ámbito sí que es grave la situación.
Claro, buscamos soluciones economicistas. Todo lo que he escuchado apunta en esa dirección. Pero la verdad es que debemos procurar un cambio estructural en nuestro sistema educacional desde la perspectiva del Estado.
Y aquí voy al punto que finalmente me interesa plantear.
La Concertación tiene una dificultad con la Derecha. Y ella dice relación fundamentalmente con el origen del órgano constitucional.
Cuando en la Carta se habla de un Estado subsidiario, ya tenemos una diferencia profunda. Porque ustedes están pensando en que todo aquello que no puedan hacer bien los privados lo agarre el Estado. Pero la situación es a la inversa, en nuestro concepto: debe existir un Estado fuerte; que proteja al ciudadano; que sea capaz de establecer criterios; que tenga la obligación de la educación pública, de la salud pública; que deba preocuparse del medio ambiente. Y eso no se hace de cualquier manera; no se hace con la fórmula y la Constitución hoy día existentes.
¿Cuál es nuestro problema?
Hay, por cierto, un movimiento estudiantil. Pero, en verdad, el problema es de origen, desde el punto de vista de cómo se encuentra concebido el sistema político para resolver las diferencias existentes entre un sector y otro.
Ahora, lo que ha pasado es que nunca hemos tenido los votos necesarios para efectuar los cambios constitucionales que se requieren.
En este caso no se puede modificar la Carta Fundamental en el capítulo pertinente porque se precisan dos tercios de los Diputados y Senadores en ejercicio. Y para conseguir ese quórum se necesita el acuerdo de la Derecha.
No hemos alcanzado acuerdo sobre el particular. Por lo tanto, la Constitución sigue incólume. Le hemos realizado 25, 35 modificaciones cosméticas; pero cambios profundos, ninguno.
En el caso del sistema binominal existen las mismas condiciones. Por consiguiente, tampoco podemos cambiar el mecanismo de representatividad.
Entonces, nos hallamos en una situación llamada "de empate".
¿Cómo se resuelven las situaciones de empate cuando la representatividad de la ciudadanía por el Congreso se halla fracturada? Porque existe una diferencia entre la opinión de mayoría de los chilenos y lo que hace el Parlamento.
En muchas democracias del mundo se utiliza un instrumento esencial: el plebiscito.
Entonces, me resulta curioso cuando dicen que ese mecanismo es de las dictaduras.
Claro: ¡con Pinochet hubo un plebiscito de dictadura!
Pero sucede que nosotros también participamos en otro. Y, finalmente, con él logramos recuperar algo que nos parecía esencial: la democracia.
La Constitución del año 80 contempla un sistema de plebiscito. Empero, es tan absurdo que resulta imposible ejecutarlo.
Con los Senadores Navarro y Escalona presentamos un proyecto de reforma constitucional. ¿Para qué? Para que se establezca el plebiscito de manera permanente.
¿Qué significa aquello? Que van a tener facultad para pedir plebiscito el 5 por ciento de los ciudadanos con derecho a sufragio; el Presidente de la República , y el Congreso, por acuerdo de la mayoría absoluta de los parlamentarios en ejercicio.
Además, en la moción planteamos la posibilidad de que exista iniciativa popular de ley.
Porque lo que debemos conseguir en último término es la ruptura del empate existente. Si no, los problemas institucionales irán in crescendo día a día.
De alguna manera, hay que resolver esa dificultad y crear sistemas de mayor democracia y más participación ciudadana.
Por eso, los cambios que la sociedad requiere son vitales para resolver el problema que en la actualidad nos aqueja: el de la educación.
Pero también son fundamentales las modificaciones constitucionales que este país precisa.
No podemos seguir con una Carta estructurada por un Gobierno que tenía una mirada distinta desde el punto de vista de la democracia; que no pensaba que lo correcto era la democracia, y que instauró un sistema presidencialista que constituye casi un reinado.
Hay que decirlo de cara a la ciudadanía: aquí las facultades las tiene el Gobierno. En el 95 por ciento de los proyectos que deben ser discutidos en materia educacional hay iniciativa exclusiva del Presidente de la República . El Parlamento no tiene ninguna facultad. ¡Ninguna!
En la única oportunidad en que tratamos de ejercer una atribución, durante el debate de la iniciativa sobre posnatal, para cambiar una cifra, el Ejecutivo acudió al Tribunal Constitucional, cuya composición está repartida y cuoteada, como corresponde en materias institucionales. Así, los de Derecha votaron por la idea del Gobierno; la otra gente, por la nuestra.
Por eso, insisto -y con esto termino- en que el sistema necesita una solución. Y ella no tiene otro camino que el de establecer institucionalmente el desempate desde el punto de vista político. Para eso se requieren reforma constitucional; cambio en el sistema electoral; participación de la gente, a los efectos de que volvamos a representar a aquellos ciudadanos a los que hoy día pretendemos representar -valga la redundancia- en el Parlamento.
He dicho.
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