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El señor RUIZ-ESQUIDE .- Señor Presidente , muchas de las cosas que aquí se han manifestado son verdaderas. Ningún proyecto es completamente satisfactorio si se considera lo que uno quiere como legislación.
Deseo matizar la mención que hago sobre el tema de la siguiente manera.
Primero, advierto que no personificaré al recordar las veces en que diversos Senadores hicieron presente la necesidad de cambiar el sistema y de terminar con el descuento de 2 por ciento para licencias médicas y con el 5 por ciento restante.
Debo indicar, con total franqueza y sin vanidad alguna, que me siento contento de haber presentado, con otros Senadores de la Concertación, en los años 1992-1993, el primer proyecto para terminar con la cotización de 7 por ciento para salud. Además, estimábamos absurdo que el 2 por ciento -siempre lo dijimos- se destinara a licencias médicas de personas que nunca podrían acceder a ellas, ya que después de jubilar no trabajaban y, por ende, no tenían contrato.
En consecuencia, no puedo dejar de expresar, con mucha honestidad -ojalá perdonen lo que digo, pero la política entrega pocas satisfacciones-, que me alegra que se esté aprobando una iniciativa como esta.
Segundo, el texto sugerido no refleja lo que todos hubiésemos querido. Lo digo con franqueza también. Ayer, durante el debate en la Comisión de Salud, se mencionaron ciertas ventajas. Nuestra iniciativa original contempló siempre a rajatabla la supresión del 7 por ciento, sin ningún tope ni otra consideración mayor, al igual que la del posnatal, que en su oportunidad presentamos y que en definitiva quedó pendiente en la Cámara de Diputados.
Sin embargo, también resulta legítimo, correcto y de elemental justicia reconocer que el Gobierno -aunque no sea el mío-, del cual soy opositor, haya enviado el mensaje que iniciaba su tramitación.
Por lo tanto, con la misma sinceridad con que hago fuerte mi oposición, reconozco aquello como una manera básica de participar en política. Porque cuando uno no reconoce nada, termina no teniendo autoridad para nada.
El señor PROKURICA .- ¡Así es! ¡Hay que actuar con grandeza!
El señor RUIZ-ESQUIDE.- Eso no significa dejar de explicitar los puntos en los cuales no se está de acuerdo.
Señalo lo anterior, en especial para los señores Ministros que nos acompañan, porque esa ha sido siempre mi forma de actuar en el Senado. Y era lo que pedíamos igualmente a la Oposición cuando nosotros éramos Gobierno; pero, a pesar de los reclamos de algunos grandes amigos con que contamos en el Senado y que hoy pertenecen al Gobierno, cuando ellos eran Oposición no reconocían muchas de las cosas que se hacían.
Entonces, como la política es un círculo y la vida también, creo que es la mejor manera de enfocar el asunto.
Otro punto que me interesa destacar es el siguiente: recojo las palabras del Senador señor Letelier en el sentido de que la iniciativa en debate solo hace justicia a medias. Pero lo cierto es que para quienes llevamos muchos años en política lo relativo a las pensiones de jubilación fue un problema que nunca -¡nunca!- pudimos resolver.
En todos los Gobiernos, a partir de los años 1957-1958, hubo proyectos de reforma previsional tendientes a lograr aquello, pero no se alcanzó ni siquiera en el elaborado por el señor Prat en el Gobierno de don Jorge Alessandri. Se avanzó durante las Administraciones de los señores Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende . No obstante, fue durante la dictadura -lo digo igualmente con mucha franqueza- cuando los jubilados y los mayores perdieron más.
Eso no lo puedo negar. Y lo sostengo por lo vivido en esos años, primero como parlamentario y luego en el ejercicio de mi profesión de médico en esos momentos históricos, no históricos o ahistóricos de Chile.
Los logros alcanzados con las reformas previsionales que se efectuaron en los Gobiernos de la Concertación -de modo parcial en los tres primeros y total en el cuarto- también deben reconocerse, porque fueron beneficiosos. Tenemos que enunciar lo que falta y enrostrarnos lo que no hicimos bien entonces. Y, asimismo, señalar lo que está haciendo mal el actual Gobierno; pero también las cosas positivas.
Por eso, votaré favorablemente.
Ayer en la Comisión le hicimos notar al Ministro de Hacienda los déficits con relación a las pensiones de los exonerados políticos, de las Fuerzas Armadas, etcétera, y él manifestó que respecto de ellos -esperamos que así sea- se enviará un proyecto adicional. Se lo pregunté de nuevo en la tarde de hoy, y me lo ratificó. Después de lo que hicimos ayer y hoy, espero que cumpla su palabra.
Por otra parte, este proyecto guarda relación con otros que se hallan pendientes, como el relativo a las licencias médicas, que analizaremos la próxima semana con el señor Ministro de Salud . Él sabe que en esa materia tenemos una controversia fuerte, pero pienso que podemos avanzar incluso más allá de los compromisos que hemos contraído recíprocamente.
Ahora bien, ¿cuál es el problema final, de fondo, en un modelo como el que estamos instaurando? Que el texto en comento no puede ni ha de considerarse sino el inicio de un proceso legislativo que favorezca a los sectores de mayor edad y deje abierta la posibilidad para recoger los resultados y corregir los defectos que se detecten en el trayecto.
Muchas veces he sostenido que ciertas leyes -ocurrió con la reforma previsional, con la modificación al sistema de salud, etcétera- implican tales niveles de profundidad, de complicación y de dificultad para alcanzar consensos, que siempre deberían contemplar en sus articulados un acápite final que asegurara que serán revisadas en cuatro o cinco años, pues necesariamente deben acomodarse a situaciones distintas.
Por lo expuesto, señor Presidente , todos los Senadores de la Democracia Cristiana votaremos favorablemente el proyecto -entiendo que las demás bancadas opositoras harán lo mismo- y me alegro de su aprobación, porque como médico durante mucho tiempo me tocó atender a pacientes de mayor edad y pude ver lo que significa para una persona la pérdida de recursos que se produce entre el período que trabaja y cuando recibe una jubilación que a veces no cubre ni el 30 o 40 por ciento de sus necesidades.
Llegó el momento -ya lo he dicho en oportunidades anteriores- de tratar la bioética del envejecimiento y de paliar ese efecto tremendo que afecta a nuestros adultos mayores -admito que también pertenezco a este grupo etario- cuando la inacción termina convirtiéndose en un factor nefasto de depresión, de caída de las capacidades laborales.
Por ello, como segunda etapa en el manejo de la vejez, debemos buscar un mecanismo que permita a los jubilados desempeñar labores de pocas horas y reemplazar muchas cosas -las experiencias ya antiguas de Venezuela y Colombia son favorables en este sentido-, pues se trata de que los mayores de edad no solo reciban una pensión mejor, igual para todos -porque las necesidades son las mismas-, sino también de que reconozcamos que ellos son diferentes entre sí.
De ahí que no pueden diseñarse exclusivamente políticas generales; hay que buscar, además, un tratamiento para la ociosidad que se produce después de la jubilación, que no es buena y que genera más depresión y desventajas que se podrían evitar.
Voto que sí.
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