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El señor ESCALONA.- Señor Presidente , naturalmente, en esta Corporación todos compartimos que a cerca de un millón de personas se aplique un reajuste de 7 por ciento -porque eso es lo que estamos haciendo-, sobre todo cuando se trata del sector pasivo que recibe los ingresos más bajos. Por cierto, el beneficio no los cubre a todos, pues respecto de los que se hallan en el tramo en que la cotización se reduce de 7 a 5 por ciento el reajuste es de solo 2 por ciento.
Por lo tanto, intentar poner a alguien en contra de una iniciativa de esta naturaleza es prácticamente imposible.
Sin embargo, llama la atención la euforia con que presentan esta medida algunos Senadores oficialistas. Yo los entiendo. Piensan que esta es una iniciativa que conseguirá recuperar la popularidad de su Gobierno, en un escenario de debilitamiento paulatino que lo ha llevado a convertirse en la Administración más impopular desde el restablecimiento de la democracia.
Pero está bien. Es una reacción normal.
No obstante, siento que la euforia no puede llevar a eludir cuestiones de fondo, como las que manifestó el Senador Letelier: el subsidio cruzado en relación con las licencias médicas; la ausencia de los exonerados en el beneficio, y, por cierto, la inquietud que hemos planteado en el curso del debate -que ha pretendido ser desconocida y criticada por algunos aduciendo el viejo y manido argumento de la obstrucción, al cual se recurre siempre cuando no se tienen razones solventes para contrarrestar la opinión contraria- en cuanto a que nos hallamos en presencia de continuos aumentos de gasto, sin que estos se encuentren respaldados por mayores recursos fiscales permanentes que permitan sostenerlos en el largo plazo. En otras palabras, el Gobierno se ha ido alejando, paso a paso, de un compromiso que asumió en su programa presidencial, cual es la responsabilidad fiscal.
Es una situación que resulta fácil de apreciar en este mismo proyecto, ya que cuando ingresó a la Cámara de Diputados estaba concebido con la mitad de los recursos con que hoy día lo estamos votando.
Seguramente, en el Senado se ha utilizado el mecanismo de la urgencia para evitar que se presenten nuevas demandas e impedir que la coalición oficialista obligue a su propio Gobierno a volver a incrementar el financiamiento, tal como ocurrió en la otra rama legislativa. ¡Seamos francos! ¡Así ocurrieron las cosas! ¡No acusen a los parlamentarios de Oposición por decir la verdad ni se enojen por eso!
En la Cámara Baja el bloque de Derecha advirtió que aprobaría la iniciativa si y solo si se aumentaban al doble los recursos involucrados. Pero de lo que no se ha preocupado la Coalición es de los fondos necesarios para sostener este desembolso en el largo plazo. Y se anuncia el posnatal y, a corto plazo, la reforma educacional, con un volumen de gasto francamente gigantesco. Quienes ayer escuchamos a Mario Waissbluth en la Comisión de Educación sabemos que esta última implica un monto claramente superior a los mil millones de dólares anuales, salvo que se quiera montar una farsa y se pretenda engañar al movimiento estudiantil.
Pero rebajar a 2 por ciento -como se anunció hoy- la tasa de interés del crédito con aval del Estado, desmunicipalizar la educación, resolver el problema del endeudamiento, implica una cifra que ayer en la Comisión de Educación fue indicada, con entera responsabilidad, por un actor que no se halla en la coyuntura: la Fundación Educación 2020. Y representa un gigantesco volumen de recursos. Sin embargo, no hay ninguna voluntad de parte del Gobierno para incrementar los ingresos permanentes del Fisco.
En otras palabras, La Moneda ha cedido a la tentación populista. Los colegas del oficialismo se enojan porque uno realiza esta afirmación y pretenden censurar a quienes expresen este juicio mediante el argumento del obstruccionismo.
¡La censura ya terminó hace mucho tiempo, señor Presidente ! ¡Y nosotros no nos vamos a dejar censurar!
El señor NAVARRO .- ¡Eso!
El señor ESCALONA.- Acá hay una política que abandona la responsabilidad fiscal a manos del populismo, que en este caso es un populismo autoritario, al que se recurre esperando que la opinión pública se deje engañar por estas medidas.
¡Tal es, precisamente, la base del desprestigio del sistema político que hoy vive el país: creer que la opinión pública está constituida por gente ignorante y por personas que no saben pensar! ¡La base del desprestigio de la política que afecta hoy día a Chile se fundamenta en el ejercicio del poder creyendo que los ciudadanos no tienen capacidad para razonar!
Pero la gente se da cuenta; no se deja engañar. Los ciudadanos y las ciudadanas no son imbéciles. Saben perfectamente lo que está sucediendo: que el Gobierno busca resolver su problema de impopularidad recurriendo al instrumento del populismo.
Pero lo que pone al país en peligro a largo plazo es que estas políticas, que significan aumento del gasto fiscal, no se encuentran respaldadas por decisiones que efectivamente permitan contar con los recursos necesarios más adelante.
Yo sé que mis palabras no caen bien en las bancadas de Gobierno. Por cierto, lo más fácil es aplaudir, dejarse llevar por la euforia y decir: "¡Oh, qué bien estamos, qué país más macanudo, qué maravilla, qué gran Presidente tenemos!". Claro, hagamos la farsa. Lo fácil es la invitación a sumarse al baile de máscaras y exclamar: "¡Chiquillos, salgamos todos a bailar! ¡Aplaudamos las medidas! ¡No nos preocupemos de mañana! ¡Lo otro resulta incómodo: pensar que después habrá que aprobar presupuestos sin que el país tenga recursos suficientes para solventarlos!".
Bueno, ese camino ya fue seguido por otras naciones. Hay gobernantes que adoptaron exactamente las mismas decisiones, que tomaron exactamente la misma dirección. ¿Y qué pasa hoy en sus países? Han caído en la crisis del endeudamiento, en el estrangulamiento por los intereses de la deuda, en la reducción de las prestaciones sociales, en la disminución de los funcionarios públicos, en los no reajustes, en el recorte de las pensiones.
¡Si todos sabemos adónde lleva la tentación del populismo autoritario! ¡Son los pueblos, finalmente, los que pagan las consecuencias de pensar que a la gente se la engaña con decisiones que no están correctamente fundadas en el tiempo!
Acá habría razones para festejar, para celebrar, si efectivamente se entregaran argumentos que indicaran que este enorme y abultado aumento del gasto público contará mañana con los ingresos para ser debidamente financiado.
¡Eso sería lo responsable!
Pero eso no ha ocurrido.
¡Está bien! ¡Vivan ustedes este minuto de gloria! ¡Es su responsabilidad!
Yo lamento que en el futuro, cuando haya que pagar la farra, nadie se va acordar de nadie. Tampoco se van a acordar de los que hicieron la advertencia respecto de lo que podía ocurrir. La hora de pagar la cuenta es, por cierto, amarga. Otras naciones, desafortunadamente, han seguido el mismo camino.
Por mi parte, quiero insistir aquí, señor Presidente , en que la única razón para festejar sería que este aumento estuviera debidamente asegurado y financiado hacia adelante. Y como el señor Ministro de Hacienda acaba de reiterar que por ningún motivo habrá reforma tributaria en el próximo tiempo, tengo fundamentos más que suficientes para pensar que todas estas promesas -la de ahora, la del posnatal, la de la reforma educacional que acaba de anunciar el Ministro Bulnes - son gastos insolventes que ponen en serio riesgo la responsabilidad fiscal del país a futuro.
He dicho.
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