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El señor TUMA.- Señor Presidente , todos los años ponemos en tensión a los trabajadores, a sus familias, al Ejecutivo , al Congreso Nacional, respecto de cuánto será el aumento del salario mínimo, cuál debe ser el ingreso mínimo justo y cómo debería reajustarse este.
Y, repetitivamente, en cada oportunidad, se argumenta más o menos lo mismo desde todas las bancadas: que hay que considerar la inflación -la pasada; la futura-; la productividad; el crecimiento (el Banco Central sostuvo recientemente que fluctuará entre 6 y 7 por ciento), y el factor equidad.
Cuando conocemos la cifra con que el Ministro de Hacienda logró aprobar por escasos votos en la Cámara de Diputados este reajuste -a nuestro juicio, insuficiente-, nos damos cuenta de que nada tiene que ver con las expectativas de crecimiento. Y los trabajadores manifiestan que, pese a que el país crece, sus sueldos no lo hacen en la misma medida. Si Chile está creciendo al 7 por ciento y la estimación del Banco Central fluctúa entre 6 y 7 por ciento, ¿cómo otorgar menos?
El Ministro ingresa un proyecto de reajuste con 4,2 por ciento, recomendado por la comisión conformada al efecto. Después lo sube a 5,5 por ciento. Pero aún resulta insuficiente respecto de las expectativas de crecimiento y de equidad.
Nuestra economía y el modelo, que han sido tan exitosos para algunos, no lo son tanto para los trabajadores, y mucho menos cuando revisamos la distribución del ingreso. Chile posee uno de los peores índices en este aspecto, si se hace una comparación con el resto del mundo. Resulta grotesco el hecho de que cada vez quienes ganan mayor cantidad se diferencian más de los que ganan menos. No obstante en los últimos veinte años la pobreza ha ido disminuyendo y los pobres son menos pobres, siempre hay una gran diferencia entre los que más reciben y los que obtienen menos. Y este es un factor decisivo; este es el momento de hacer equidad, el momento de mejorar la distribución del ingreso.
Por eso, en mi opinión, el porcentaje propuesto resulta insuficiente. Cuando uno mira lo que está ocurriendo con la canasta de los alimentos y los servicios básicos, comprueba que el que menos aumenta (el pan) lo hace en un 4,8 por ciento. El resto está sobre el 10, el 15 o el 20 por ciento. Me refiero al agua, la luz, y ni hablar de los combustibles (el kerosene, el petróleo), los fletes, en fin.
Aquí hay un efecto multiplicador que ocasiona daño a las familias de menos recursos, porque deben destinar una mayor proporción de sus ingresos a productos de consumo básico, que son los que más han subido.
Entonces, resulta inequitativo y a veces inexplicable hablar de un país en desarrollo, exitoso, que exporta, que gana, que presenta altas expectativas de crecimiento y no actuar en consonancia cuando se trata del reajuste del salario mínimo que reciben los más afectados.
Se argumenta que la mayoría de los que perciben el sueldo mínimo están contratados por mipymes, que oponen resistencia a pagar más. Pero, si es así, si se trata del éxito de las micro, pequeñas y medianas empresas, entonces reduzcamos a la mitad aquel salario.
Sin embargo, el asunto no tiene que ver con eso, sino con el nivel de ingreso mínimo que los trabajadores y sus familias necesitan y que no se alcanza siquiera con el anunciado sueldo ético.
Y, en cuanto a las mipymes en particular, lo que faltan son instrumentos adecuados para permitir que ellas puedan desarrollar en buena forma sus actividades, sin que su éxito dependa de tener que pagar remuneraciones más o menos dignas. Su situación se relaciona con las tasas de interés, con los créditos, con cómo acceden a estos en igualdad de condiciones en los sectores que los ofrecen. Y la verdad es que no hay nada de eso. Se crearon las sociedades de garantía recíproca, las cuales han servido de muy poco; no han producido ningún impacto. No hemos entrado al fondo de la cuestión, que pasa por revisar totalmente el sistema crediticio, el sistema de garantías y los instrumentos con que el Estado cuenta para ayudar a las pequeñas y microempresas.
Por lo tanto, la excusa de que la mayor parte de los trabajadores que ganan el sueldo mínimo pertenece a las mipymes no debe ser obstáculo para, a ellos, darles un aumento digno, y a ellas, resolverles sus problemas a través de más y mejores instrumentos desde el Estado, desde los bancos y desde la legislación. Así tendrán éxito no solo dichas empresas, sino también la inmensa mayoría de quienes viven con el salario mínimo.
Hoy en la mañana celebramos una sesión especial donde se debatió la crisis de La Polar. Y, a pesar de las medidas de regulación que se puedan tomar, del establecimiento de comisiones, de mayores facultades al SERNAC o a la Superintendencia, algunos pensamos que la solución no va por ahí. Eso, para nosotros, constituye simplemente pirotecnia. El punto radica en las altas tasas de interés; en el cobro de intereses sobre intereses; en la mantención de un régimen de depredación de los sueldos de los trabajadores que permite quitarles, por un lado, el 20 por ciento que se lleva a las administradoras de fondos de pensiones, y por el otro, la parte que corresponde a intereses usurarios, metiéndoles la mano en el bolsillo.
De tal manera que, cuando analicemos el sueldo mínimo, tenemos que darnos cuenta de que también es necesario modificar un conjunto de cuerpos legales. Y, respecto al tema que analizamos en la mañana, relativo al escándalo de La Polar, sin perjuicio de las responsabilidades penales, administrativas, civiles y políticas, debemos ver cómo le resolvemos el problema del acceso al crédito -a un crédito justo- a la inmensa mayoría de los trabajadores, muy especialmente a quienes ganan el salario mínimo.
En consecuencia, señor Presidente, voto en contra del reajuste propuesto, que es mezquino a la luz de las condiciones que el país exhibe en la actualidad.
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