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El señor ESCALONA.- Señor Presidente , pienso que es mala costumbre tratar de demagógicas las opiniones que no compartimos. Cuando hay un argumento que no nos gusta, entonces, decimos que el interlocutor es demagogo. Y me parece que esa intolerancia viene arrastrándose en el país desde hace unas tres décadas, más o menos. No se puede hacer demagogia tratando al interlocutor de demagogo. Esa, en mi opinión, es una regla de trato cívico esencial.
Muchas son las maneras de entrar al debate. Están, por cierto, los temas de la inflación, de la productividad, del crecimiento. Hay diferentes instrumentos. Pero estimo que los de carácter técnico nunca reemplazan a la política.
Seamos claros: no tratemos de convencernos aquí de que por la vía de un comité de expertos resolveremos los problemas que le compete solucionar al sistema político.
Debemos asumir nuestra responsabilidad. Para eso la gente nos eligió, y no para que nos escondamos detrás de los técnicos ni andemos bajo las faldas de los "expertos".
Al respecto quiero ser muy claro. En nuestro país hay una tremenda desigualdad en los ingresos. Y el salario mínimo juega un rol; es una señal que tiene el propósito de elevar los sueldos más bajos. No es como dice el señor Ministro de Hacienda -por lo menos así lo argumentó ayer en la Comisión de Hacienda-, en el sentido de que se trata de una especie de salario medio. ¡No es así! ¡No es una estación intermedia de la cual sale un promedio! ¡No es así!
El Centro de Estadísticas de la Superintendencia de Pensiones -que es un organismo oficial- señala que en términos nominales el salario medio el año 2010 fue de 517.492 pesos; el 2009, de 476 mil, etcétera.
O sea, según ese órgano especializado, que hace sus cálculos sobre la base de las remuneraciones imponibles de los trabajadores -en consecuencia, su medición es bastante seria, porque considera datos objetivos-, en nuestro país el sueldo imponible promedio es de 517 mil pesos.
Entonces, ¿quiénes son los que ganan el salario mínimo? La gente más pobre, más humilde.
¡Terminemos con la mentira de que este es un salario medio! ¡No es así! Y sobre todo ahora, cuando hay sectores de la economía que tienen un trabajo precario. Porque el gran logro del Gobierno de los 400 mil empleos nuevos se sustenta en el cambio de metodología, que ha permitido inflar claramente las cifras.
En algunas Regiones, resulta evidente que se advierte un completo divorcio entre las cifras que entrega el Instituto Nacional de Estadísticas y la situación social.
En este caso me refiero a la Región de Los Lagos, severamente golpeada por la crisis internacional, porque los servicios financieros y otros resultaron muy afectados; por la crisis de la pesca en nuestro país, debido a las cuotas de captura, y por la crisis de la salmonicultura, ¡muy dura!, pues se perdieron decenas de miles de empleos. Sin embargo, ¡la estadística oficial indica que en la comuna de Puerto Montt hay pleno empleo!
Eso no tiene posibilidad de ser cierto. ¡Ninguna!
Dicha Región fue afectada por una triple crisis, pero, según las estadísticas, en Puerto Montt no hay problema de empleo. ¿Cómo puede ser efectivo eso?
Lo que ocurre es que hay un desempleo oculto; una cesantía encubierta; y la estadística está construida para alimentar una ficción.
¿Y quiénes son las personas que sufren ese trabajo precario? Por ejemplo -lo digo con entera responsabilidad-, se ha burlado el espíritu con que aquí se discutió la ley de la salmonicultura, en el sentido de que la recuperación de tal industria no se haría sobre la base del sacrificio de los trabajadores.
¡No se cumplió el compromiso que se tomó aquí! ¡Se rompió ese acuerdo social, porque los empresarios están rehaciendo la industria del salmón sobre la base de pagar salarios miserables! Se utiliza la ficción de la media jornada y a la gente se le pagan 65 mil pesos.
¡Esa es la realidad en las comunas de Quellón, de Dalcahue, de Chonchi!
¡Esa es la situación que se ha producido: jornadas que comprenden prácticamente el día completo, encubiertas bajo la ficción de media jornada, ya que a los trabajadores ni siquiera se les paga la mitad del ingreso mínimo de hoy!
En consecuencia, esta discusión tiene un sentido político.
¿Cuál es la señal que se entrega a la sociedad y en particular al empleador? Nosotros aspiramos a que ella sea la más potente posible; es decir, aquella que convoque a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.
¡Esa es la señal que debe darse!
¡Este no es un seminario de especialistas de la OCDE! ¡Aquí hay una discusión política!
Desde ese punto de vista, nosotros estimamos que el sector empresarial no se hace cargo cuando el ingreso mínimo se ajusta a la cifra estadística más baja.
Sin duda, la propuesta del señor Ministro se encuentra bajo los índices estadísticos, porque ayer el Banco Central señaló que la expectativa de crecimiento del país para el próximo año es de 6 a 7 por ciento.
Si ese 7 por ciento de crecimiento se aplica al actual salario mínimo, ¿cuánto nos da? ¡184 mil pesos! O sea, incluso la actual propuesta del Ejecutivo está por debajo de lo que la economía va a crecer el próximo año.
Desde el punto de vista técnico, el incremento que se ofrece es "ratón". No tiene sustento social ni técnico.
Chile está en condiciones de entregar más. Eso es lo que solicitamos ahora -por su intermedio, señor Presidente- al Ministro de Hacienda.
¡No permitamos que la economía opere sobre la base de empleos precarios, en los que un sector de trabajadores se halla muy lejos de percibir los 517 mil pesos de sueldo promedio señalado por el Centro de Estadísticas de la Superintendencia de Pensiones! Porque ese fue el promedio real de las remuneraciones imponibles en el año 2010.
Por lo tanto, la función del ingreso mínimo no es la de establecer un salario medio. Porque los 181 mil, o los 180 mil o la cifra que sea, constituye un tercio del sueldo promedio imponible.
La función que cumple el salario mínimo implica hacer un esfuerzo para elevar el ingreso de los trabajadores de menores recursos. ¡Ese es el sentido que tiene en nuestra economía!
Chile no es un país con otro nivel de desarrollo y que pueda cumplir lo que los técnicos de la OCDE, en París, expresan respecto de economías de otro tamaño y de distinto ingreso per cápita.
En consecuencia, ahora que la discusión concluye, esperamos establecer algún vínculo de comunicación entre nuestra manera de reflexionar y el punto de vista del Ejecutivo.
Es posible un mayor esfuerzo por parte de los empleadores respecto del sector de trabajadores chilenos de menores recursos. Ello, porque hoy su nivel de entradas no les permite financiar la canasta básica de alimentos, medida por el MIDEPLAN y no por la CUT ni por las organizaciones sociales.
En cuanto a esa canasta básica, el ingreso mínimo no cumple su función.
Entonces, debemos procurar resolver esa brecha.
Ese es el punto en discusión y esperamos ser escuchados.
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