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El señor GIRARDI ( Presidente ).- Proyecto de ley, en segundo trámite constitucional, que establece la obligatoriedad de rotulación en alimentos transgénicos, con informes de las Comisiones de Salud y de Medio Ambiente y Bienes Nacionales.
--Los antecedentes sobre el proyecto (3818-11) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 27ª, en 21 de junio de 2006.
Informes de Comisión:
Salud: sesión 16ª, en 10 de mayo de 2011.
Medio Ambiente y Bienes Nacionales: sesión 16ª, en 10 de mayo de 2011.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el señor Secretario General.
El señor LABBÉ ( Secretario General ).- El objetivo principal de la iniciativa es establecer la obligación de que los envases de los alimentos humanos en cuya elaboración se hayan empleado ingredientes o aditivos genéticamente modificados, en la proporción que se señala, lo indiquen en forma expresa en sus etiquetas. Además, se contemplan sanciones en caso de infracción de esta obligación.
La Comisión de Salud y la de Medio Ambiente y Bienes Nacionales discutieron esta iniciativa solamente en general.
La Comisión de Salud aprobó la idea de legislar por 3 votos a favor, de los Honorables señores Girardi y Ruiz-Esquide y del entonces Senador señor Ominami, y una abstención, de la ex Senadora señora Matthei.
Por su parte, la Comisión de Medio Ambiente y Bienes Nacionales acogió el proyecto en general por la unanimidad de sus miembros presentes (Senadores señoras Allende y Alvear y señores Horvath y Navarro).
Asimismo, este último órgano técnico deja constancia en su informe, a solicitud del Honorable señor Horvath, de que existe una iniciativa de similar tenor -cuyos autores son los Senadores señores Horvath y Prokurica-, referida a la obligación de etiquetar los productos alimenticios genéticamente modificados, la cual se encuentra pendiente para segundo informe en la Comisión de Agricultura.
El texto del proyecto que se propone aprobar en general se puede consultar en la parte pertinente del informe de la Comisión de Medio Ambiente y Bienes Nacionales.
Hago presente que el Comité Unión Demócrata Independiente ha pedido segunda discusión.
El señor GIRARDI (Presidente).- En la primera discusión, tiene la palabra el Honorable señor Letelier.
El señor LETELIER.- Señor Presidente , estimados colegas, el proyecto inició su tramitación en la Cámara Baja, en 2005, cuando el Senador que habla era Diputado . Es decir, es una iniciativa que lleva más de 6 años en el Congreso Nacional.
Al Senado de la República ingresó poco tiempo después. Lo indico porque ello demuestra que en la Cámara de Diputados hubo voluntad, en un lapso bastante razonable, de comprender que aquí no está en discusión si hay o no transgénicos en Chile, ni cuál será la opción del país al respecto. Eso se halla en otro proyecto de ley que actualmente se debate en la Comisión de Agricultura.
Hace muchos años que el Ministerio de Agricultura, en particular el SAG, fijó el criterio de que no se deben producir ni sembrar transgénicos en Chile. Sin embargo, existen resquicios en dos ámbitos: no está prohibido importar transgénicos, y tampoco, producir semillas transgénicas para exportación. Esto forma parte de la discusión que se lleva a cabo en la Comisión de Agricultura.
La iniciativa que nos ocupa tiene otro propósito, señor Presidente : establecer el derecho de información de los consumidores, en el sentido de que la gente sepa si el alimento que va a consumir fue elaborado o no con cierto tipo de insumos; de manera que pueda elegir libremente entre uno en el cual se utilizó transgénicos, y otro en el que no.
Es la esencia del proyecto.
Esta materia tiene que ver, en su origen, con un fenómeno muy propio del Valle Central, y con el hecho de que Chile procesa, entre otras cosas, carnes blancas, para lo cual el insumo principal es el maíz. Y en nuestro país solo producimos el 30 por ciento del grano utilizado en ello.
Aquí tenemos una importante industria procesadora de carnes blancas -yo diría excepcional, de punta-, que ha desarrollado una actividad exportadora tremendamente exitosa. Además, se está expandiendo a lo largo del territorio nacional. Surgió en la Sexta Región, en la pequeña comuna de Doñihue, en el sector de Lo Miranda, y hoy se ha extendido hasta la Región de Atacama con sus diversas variantes de carnes blancas.
El maíz que se produce en Chile no es transgénico. Y la industria que utiliza este insumo puede optar entre el no transgénico y el transgénico. Ese fue el principio de este debate. Y se planteó el derecho del consumidor a saber si el producto derivado de carnes blancas que va a ingerir recibió insumos de una u otra clase.
Eso también es válido para otros alimentos en cuya elaboración se usan insumos transgénicos en distintos porcentajes.
Y tal como en diferentes rubros de la economía la rotulación sirve para generar nichos de bienes de mayor valor, los autores de la iniciativa -el Senador que habla y los entonces colegas Diputados que la suscribieron- pretendíamos simplemente crear un sistema de rotulación que posibilitara la segmentación de los productos que se generan en el país, para que los consumidores tuvieran la opción de escoger entre uno y otro tipo de alimentos.
La discusión científica acerca de si es bueno o malo consumir productos transgénicos no constituye el objetivo del proyecto. Eso es materia de otra iniciativa.
Y quiero subrayar este punto.
Hay un debate abierto, unos tenemos una opinión sobre el particular; otros, una distinta. A mi juicio, constituye un bien y una ventaja comparativa que en Chile no introduzcamos transgenia.
Creo que constituye un nicho atractivo para la economía nacional, a lo que se suma, adicionalmente, una convicción más profunda en orden a que los productos transgénicos vienen acompañados de paquetes tecnológicos que causan otros efectos sobre la salud, la biodiversidad, la calidad de los suelos. Pero -reitero- esta es otra discusión.
El proyecto, en primer lugar, define qué se entiende por "Organismo Genéticamente Modificado" (OGM).
En segundo término, establece la importancia de que se rotulen los alimentos en cuya elaboración se haya incorporado algún porcentaje de insumos de origen transgénico. Hay un debate sobre si tal proporción debe ser de 1 o 2 por ciento y acerca de cómo se realizan los exámenes en los laboratorios. Pero esto quedará para el segundo informe.
En seguida, se refiere a las sanciones y multas a que dará lugar la infracción a las disposiciones sobre rotulación.
A continuación, dispone que en esta materia serán aplicables las normas de la Ley sobre Protección de los Derechos de los Consumidores.
Y, por último, el artículo transitorio señala en qué período entrará en vigencia la ley en proyecto.
Señor Presidente, la iniciativa tiene por finalidad potenciar un segmento de la economía, tal como se potencian los productos orgánicos, que logran posicionarse en nichos importantes del mercado cuando se rotulan y certifican, al igual que los elaborados manualmente.
Hoy en día, en otra industria muy fuerte en la Sexta Región -que represento-: la vitivinícola, estos dos tipos de sellos, que se han ido autorregulando en los subsectores de ella, son muy poderosos, muy importantes.
Lo que se desea en ese ámbito es, simplemente, generar las condiciones para que se rotulen los productos, como una obligación, a fin de que se conozcan los insumos que se usaron, sin pronunciarse sobre el otro debate -según entiendo, se hará en la Comisión de Agricultura de esta Corporación- acerca de si hacen bien o mal para la salud, o de si causan impactos positivos o negativos.
Invito a los colegas a avanzar en esta materia. En lo personal, creo que es una forma de defender y proteger a la industria chilena; de apreciar los productos nacionales elaborados sin transgenia y de potenciarlos y agregarles valor. También significa premiar a quienes hacen agricultura y originan insumos sin basarse en la transgenia. Eso tiene su ciencia, su arte, su costo, y una manera de reconocer aquello es que los productos finales se encuentren rotulados, para que la gente sepa si se emplearon o no insumos sustentados en organismos genéticamente modificados.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Chahuán.
El señor CHAHUÁN.- Señor Presidente , tal como señaló el Senador Letelier, el proyecto no se pronuncia sobre la conveniencia de que existan alimentos transgénicos, en cuanto son organismos genéticamente modificados en cuyo genoma se ha incorporado, de modo estable, un segmento de ADN extraño, mediante técnicas de ingeniería genética.
Por ahora, es necesario informar al público consumidor, de manera adecuada, si un alimento determinado tiene o no la calidad de transgénico.
Ese es el objetivo de la iniciativa, de conformidad con las normas de la Ley sobre Protección de los Derechos de los Consumidores, que obligan a proporcionar una información veraz a fin de que la gente tenga la libertad de elegir de acuerdo a sus propias preferencias y convicciones.
En razón de que nuestro país importa una cantidad significativa de los alimentos que se consumen, debe asegurarse a las personas el ingreso de productos inocuos y seguros para la salud humana.
En el informe que hoy se somete a nuestra consideración se consigna que los organismos internacionales competentes, vale decir, la FAO y la OMS, elaboraron un Codex Alimentarius, que estableció protocolos bastante estrictos y aprobó estándares muy elevados sobre la evaluación de riesgos de los alimentos transgénicos.
Por ese motivo, nos parece relevante que se etiqueten los productos alimentarios, con el objeto de controlar su eventual riesgo. Y, en este sentido, el proyecto que estamos debatiendo se orienta en la dirección correcta y guarda plena armonía con las normas de la ley antes citada. Reiteramos que no nos corresponde pronunciarnos en esta ocasión respecto de la conveniencia o inconveniencia de que existan alimentos genéticamente modificados. Esto es materia de otro proyecto de ley -como señaló el colega Letelier -, sobre el cual deberemos emitir nuestra opinión en su debida oportunidad.
En este orden de ideas, resulta de gran interés tener presente la versada opinión del destacado científico chileno doctor Andrei Tchernitchin , contenida en el informe de la Comisión de Medio Ambiente y Bienes Nacionales, en cuanto deja constancia de que los alimentos genéticamente modificados, denominados también "transgénicos", pueden afectar a la biodiversidad, como asimismo, acarrear consecuencias para la salud humana, ya que contienen elementos que posiblemente sean nocivos y que causen diversos efectos en la salud de las personas.
Entonces, como la modificación genética de los alimentos implica una alteración artificial de sus componentes, es indudable que estamos frente a un problema de doble aspecto, dado que por una parte puede ser lesiva para la salud de los seres humanos, y por otra, provocar diferentes alteraciones en la biodiversidad.
Por lo expuesto, creemos que el proyecto, por el hecho de obligar a que todo alimento para el consumo humano que contenga sobre el uno por ciento de ingredientes o aditivos debe indicar en su etiqueta, para alertar al consumidor, la frase de que se trata de un producto genéticamente modificado, nos parece acertado y que va en la dirección correcta, al igual que una iniciativa similar que debatimos en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados en el período legislativo anterior.
De tal forma que, como ya sostuvimos, el consumidor tendrá obligatoriamente la información exacta sobre el alimento que está en condiciones de ingerir, por lo que también consideramos adecuada la sanción pecuniaria que se establece para los infractores de la normativa.
Por lo expuesto, votaré a favor.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Horvath.
El señor HORVATH.- Señor Presidente , se ha intentado legislar por varias vías sobre la materia. Incluso, algunos ganaderos y agricultores de nuestro país, con el propósito de acceder a mercados donde se exige este tipo de etiquetado, han planteado la necesidad de ello.
En el Senado hay iniciativas que, desgraciadamente, se han ido trabando en distintas Comisiones -una fue aprobada en la Comisión de Medio Ambiente y en la de Salud; sin embargo, por alguna razón la de Agricultura aún no la despacha- y se ha dado preferencia a otros proyectos vinculados con el tema.
En relación con los organismos genéticamente modificados, es preciso explicar la fórmula de algún modo, aunque sea muy simple. Se trata de combinaciones que no se dan en la naturaleza y es posible que jamás se vayan a dar. El caso más típico que se menciona es el de un maíz al que se le incorpora un gen de alacrán, de manera que cuando el gusano se apresta a comer el maíz detecta al alacrán y, por lo tanto, no lo come. Ello redunda en una gran producción de ese grano, pero que contiene un gen de alacrán.
Es lo que realmente corresponde decir: los organismos genéticamente modificados son combinaciones que no se dan en la naturaleza, pero que hoy en día son posibles, en definitiva, por el desarrollo de la tecnología, de la ciencia, de la química.
El punto radica en que hay que saber regular estas materias. Porque, obviamente, todo elemento que contiene transgénicos genera algunos efectos -ocurre con todas las combinaciones que uno hace conforme a la tecnología y la ciencia- no deseados, y algunos, particularmente, sobre las personas alérgicas.
Un segundo aspecto tiene que ver con las investigaciones realizadas. Al respecto, hay un hecho famoso, conocido como "caso Pusztai". Resulta que el doctor Arpad Pusztai , en una investigación que realiza en el Instituto Rowett, de Gran Bretaña, descubre que las papas transgénicas, con elementos trazadores, producen en los ratones una serie de enfermedades: deformaciones cerebrales, en los riñones, etcétera. Y como él simultáneamente ve que la población consume esas papas, acude a un medio de comunicación e informa sobre lo que está sucediendo en su laboratorio. Resultado: lo echan del Instituto. Se siguen haciendo las investigaciones y 10 años después se comprueba que el doctor Pusztai tenía razón.
Los elementos transgénicos están en permanente evolución, por así decirlo. Pero debemos aprobar el proyecto que viene de la Cámara y es posterior al nuestro, dado que este último se halla empantanado, pues lo único que pretende es dar una información al consumidor: si un producto contiene o no transgénicos.
Por ejemplo: una instrucción sanitaria obligaba a que los alimentos para infantes y lactantes no contuviesen transgénicos o, si los tenían, que ello se informara para evitar posibles problemas de alergia, entre otros.
Curiosamente, la industria internacional que está detrás de estos productos es muy poderosa -Monsanto y otras- y ha logrado que se levante la obligación de entregar esta información. Esto último en contra de la voluntad de científicos y consumidores.
Nosotros no nos negamos al consumo de estos alimentos ni tampoco proponemos su prohibición. Sencillamente queremos que se informe, que se etiquete.
Incluso, en la historia reciente, la ex Presidenta Bachelet , cuando se desempeñaba como Ministra de Salud , firmó un decreto junto con las Carteras de Agricultura, de Hacienda y otras, con el propósito de obligar a la rotulación de los alimentos genéticamente modificados. Sin embargo, ese decreto, que ya llevaba la firma del entonces Jefe de Estado , fue retirado de la Contraloría.
O sea, no cabe la menor duda de que algunas organizaciones no quieren que estos datos sean dados a conocer a la comunidad.
Volvemos a insistir. Este proyecto favorece la información, no va contra los transgénicos. En esta materia ya hemos legislado.
Por ejemplo, dictamos la prohibición de productos hidrobiológicos transgénicos. En algún momento abordamos el problema del llamado "salmón Frankenstein", que consistía en introducir en estos peces determinados genes para lograr su crecimiento en la mitad del tiempo normal.
La verdad es que en el área hidrobiológica nuestro país ha ido muy arriba, por ejemplo, en el campo de la acuicultura -cabe destacar que también viene la "agricultura 2.0"-, en la cual ya se notan mejores condiciones sanitarias, áreas zonificadas, etcétera.
No obstante, la gran ventaja de nuestros productos radica en provenir de un lugar del planeta que todavía se halla descontaminado, pese a todos los problemas existentes. Y ello les da un valor agregado muy, muy grande.
En el ámbito de la agricultura, para nosotros es imposible competir por cantidad en productos como maíz, trigo o soya con nuestros vecinos -Argentina, Bolivia , Paraguay , Brasil-, pero sí podemos hacerlo por calidad y por sello de origen.
En esa materia hemos avanzado.
Nosotros llegamos a un acuerdo político cuando se modificó la Ley sobre Bases Generales del Medio Ambiente, por medio del cual se logró incorporar al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental a aquellas actividades tendientes a la liberación de transgénicos, y además incluir una iniciativa, que hace tiempo se hallaba frenada en el Parlamento, en el sentido de que áreas del país puedan ser declaradas libres de transgénicos.
Seguramente los parlamentarios pueden ver durante su viaje entre Santiago y Valparaíso el importante crecimiento que ha registrado la vitivinicultura en el valle de Casablanca. Si alguna de estas industrias introdujera uva transgénica, es probable que por los mecanismos de la naturaleza, el viento, la polinización de insectos que se mueven de un lado a otro, etcétera, se genere una "contaminación" y el traspaso de transgénicos de una plantación a otra. Por tanto, ello afectaría de manera significativa un sello de origen, un valor y una calidad que nos sirven para competir con Sudáfrica, Australia y Europa. Es decir, aún tenemos muchas ventajas en ese sentido.
Todo lo anterior tiene que ver con la legislación vigente cuya aplicación, en algunos casos, se halla empantanada por la falta de dictación de los reglamentos respectivos, razón por la cual llamamos respetuosamente al Ejecutivo a tomar las medidas necesarias en esa dirección.
En cuanto al proyecto que nos ocupa -como bien indicaron algunos de sus autores-, cabe recordar que estamos en la discusión general. El punto central radica en las capacidades de que dispone nuestro país, que aumentan de manera importante para determinar si ciertos productos contienen transgénicos o no. Para ello se requieren laboratoristas, centros especializados, costos determinados. Y esas capacidades se encuentran instaladas en nuestras universidades públicas y también en las privadas.
Me ha tocado tomar contacto con alumnos que estudian estas materias. En cierta oportunidad algunos quisieron plantear los transgénicos como la mejor posibilidad para el sector de Quillota.
Sin embargo, después de un foro realizado con el Servicio de Salud, con profesores y los mismos estudiantes, ellos entendieron que las capacidades que se les entregan también sirven para explorar la otra cara de la medalla, o sea, detectar si ciertos productos contienen transgénicos o no, para más bien relevar los cultivos orgánicos y naturales provenientes de ese valle que cuenta con uno de los mejores climas del mundo -está calificado dentro de los nueve primeros a nivel planetario-, por lo que no resulta aceptable ingresar a él sustancias transgénicas.
Finalmente, esa es una opción que deben tomar las propias personas que se dedican a esto. Y, gracias a este proyecto y al reglamento que se halla pendiente, pueden decidir si quieren transgénicos o no.
Lo importante es que si se hace algo al respecto se realice la evaluación de impacto ambiental con la debida antelación.
En lo que concierne a la información, en Estados Unidos y sobre todo en Europa los consumidores tienen derecho a contar con ella en forma previa, para saber si ciertos productos -conozco casos concretos- generan alergias y, sobre la base del principio precautorio, dar a las personas la oportunidad de que tomen sus propias decisiones de manera informada.
Tenemos las capacidades en nuestro país y también la posibilidad de desarrollarnos sin estos elementos.
Y respecto de los productos que llegan del extranjero o de los que se elaboran en nuestro país, nos asiste el derecho y el deber de permitir que los consumidores se informen a tiempo con todos los antecedentes del caso.
Por esas razones, desde luego anuncio mi voto favorable a esta iniciativa.
Gracias, señor Presidente.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor García.
El señor GARCÍA .- Señor Presidente , este proyecto de ley persigue fundamentalmente regular la información necesaria que deben tener los consumidores para diferenciar y optar entre un producto transgénico y otro que no lo es. Y, en ese sentido, a mí me parece que se trata de una regulación positiva, indispensable.
Por ello, en mi calidad de Presidente de la Comisión de Agricultura , solicito que en la discusión particular la iniciativa sea estudiada en Comisiones unidas o, en forma posterior, por nuestro órgano técnico.
La intervención que hizo el Senador Juan Pablo Letelier me ahorra todo comentario: esta legislación se va a aplicar de manera muy importante a los alimentos, a la producción agrícola.
Por lo tanto, me parece fundamental que la Comisión de Agricultura pueda analizar el proyecto, más aún cuando en ella está radicada la iniciativa legal sobre transgénicos.
Entonces, considero que debe haber cierta coherencia entre el proyecto en debate y el que otorga una eventual autorización a los transgénicos, que es la materia de fondo que se encuentra en estudio en nuestra Comisión.
En consecuencia, señor Presidente , ruego que se tenga presente mi petición en orden a que la Comisión de Agricultura también sea parte de los órganos técnicos que analizarán este asunto durante la discusión particular.
Muchas gracias.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz-Esquide.
El señor RUIZ-ESQUIDE.- Señor Presidente, votaré a favor del proyecto en el momento oportuno, porque tiene cierta similitud con el que hemos estado discutiendo sobre alimentos humanos y la manera de hacer realidad para los consumidores el contenido de un producto cualquiera que este fuere.
Esa es la primera cosa que hoy se requiere en la medicina y que forma parte de la prevención.
El proyecto, por supuesto, contiene tres o cuatro aspectos que deben ser tocados.
El primero es que resuelve -como ya lo he señalado- la necesidad de que la gente sepa qué está consumiendo. La iniciativa aborda ese punto y, por eso, la voy a aprobar.
Sin embargo, esta normativa contempla temas de carácter económico, de salud y otras materias respecto de las cuales el país debe decidir qué posición adoptará oficialmente.
Lo relativo a salud no es menor. Todos los transgénicos tienen consecuencias en distintos aspectos. Conversábamos recién con el Senador señor Quintana , quien me entregaba antecedentes de cómo aprecia este asunto desde su punto de vista.
Por otro lado, nosotros en medicina hace ya bastante tiempo determinamos a lo menos tres o cuatro líneas en las cuales los transgénicos actúan directamente.
La primera incide en la pediatría. Otra, en las enfermedades hematológicas, vale decir, en la producción de glóbulos rojos, etcétera, que puede ocasionar una aplasia medular, como lo hemos vivido más de una vez. Y el tercer aspecto tiene que ver con un área bastante poco clara todavía, pero que se relaciona fundamentalmente con la forma como el sistema inmunológico de las personas se altera cuando se consumen, por la vía que fuere, alimentos transgénicos.
En esas condiciones -ahora solo argumento, para después votar con absoluta tranquilidad-, anuncio que me pronunciaré a favor del proyecto.
En todo caso, soy consciente de que es necesario analizar a fondo esta materia y, a su respecto, tomar decisiones radicales y adoptar políticas de país.
Este es el comienzo de una línea de pensamiento que debemos abordar en conjunto.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Quintana.
El señor QUINTANA.- Señor Presidente , siento que este debate recién está partiendo y es cada vez más fuerte y muy ciudadano. Yo me atrevería a decir que, después de HidroAysén y de las redes sociales, se encuentra presente con claridad la discusión sobre los transgénicos. Como bien dijo el Senador Horvath, ella se ha instalado en los establecimientos de educación superior: muy buenas universidades de nuestro país, tanto públicas como privadas, han desarrollado bastante investigación acerca de la materia.
Hoy día se debate también si los alimentos transgénicos provocan o no daño o efectos colaterales en la salud (quién mejor que el Senador Ruiz-Esquide para referirse al punto).
En tal sentido, cabe mencionar el problema que ocasionan en la médula ósea, lo que en la actualidad ya está comprobado (no se halla en la fase investigativa).
Tenemos asimismo la resistencia de algunas bacterias -y me podrán corregir los colegas que son médicos- a antibióticos que el organismo humano necesita. Entiendo que eso está demostrado, que no hay sobre el particular especulación ni investigación pendiente.
De igual modo, cabe mencionar el problema vinculado con las alergias que padecen quienes consumen ese tipo de alimentos.
Entonces, frente a las dudas planteadas y al debate que recién comienza en distintos ámbitos, comparto el criterio expuesto por el Presidente de la Comisión de Agricultura.
En esa línea, les sugiero a los Senadores que pidieron segunda discusión que más bien permitamos que el referido órgano técnico -porque esa es la vía; no hay otra- conozca el proyecto para dar lugar a un relato coherente con el conjunto de otras iniciativas vinculadas con la transgenia.
Como señaló el Senador Letelier, si bien hoy existe en Chile la posibilidad de realizar un intercambio comercial de alimentos transgénicos, tenemos muchas restricciones para su producción. Y no está claro si nuestro país va a tomar el camino de proteger a los obtentores vegetales -y menciono esto porque tiene estrecha relación con el Convenio llamado "UPOV 91", que el Senado ratificó hace algunos días y sobre el cual un conjunto de Senadores recurrimos al Tribunal Constitucional; porque, en definitiva, es el mismo debate- o a los agricultores, y, más aún, si hará una apuesta por la agricultura orgánica, cuestión esencial.
Hoy estamos discutiendo, señor Presidente , qué pasa al interior de los supermercados. Y este proyecto se refiere muy bien a las sanciones que se aplicarán si en el envase del producto no se hace referencia a la forma como fue elaborado. Cuando contenga más de 1 por ciento -valor referencial que se usa en estos casos- de aditivos o de otros ingredientes que hayan sido mejorados genéticamente, el productor estará obligado a etiquetarlo como corresponde y en un formato similar al del componente nutricional.
Y pasamos al segundo aspecto central del asunto: si estamos o no dispuestos a entregarle al consumidor toda la información que necesita.
A veces somos buenos para la semaforización, para el voucher y para todas las cosas de este tipo. Pero, a mi juicio, aquí es donde sí se requiere semáforo e información total al consumidor, pues está en juego (como bien expresó el Senador Ruiz-Esquide) la salud de la población. Porque, en último término, uno puede optar por comer pollo alimentado con maíz mejorado genéticamente, o bien, pollo alimentado con maíz orgánico.
Ese es, en mi concepto, el debate de fondo.
Ahora, aprovechando la presencia del Ministro Larroulet en la Sala, debo decir que yo no quisiera que expusiéramos este proyecto (probablemente será objeto de mayor tramitación y más debate) a la posibilidad de un veto, ya que también es factible relacionarlo con la comida chatarra. Porque lo que llegó en el veto al proyecto vinculado con ella -se lo digo al Ministro por intermedio de la Mesa- no tiene nada que ver con el acuerdo que suscribimos todos los Comités del Senado, donde se plantearon tres puntos muy concretos, que también decían relación con el etiquetado (¡si estas cosas están todas conectadas!). En definitiva, se nos envió un texto más bien proindustria y que en nada protege a los consumidores.
El Ministro Mañalich dijo públicamente que no le gustaba el referido proyecto. El problema reside en que, al parecer, tampoco le gusta la deliberación democrática del Senado. Porque aquí fuimos muy claros para señalar que solo tres puntos serían motivo de veto. De ningún modo se planteó el envío de un proyecto nuevo, que fue lo que en último término hizo el Gobierno.
Por lo tanto -insisto-, no quiero que la iniciativa en debate quede expuesta a esa posibilidad.
En mi opinión, estamos ahora -lo reitero- ante un buen proyecto, que apunta a entregar información. Yo soy partidario de proporcionar la mayor cantidad posible.
Incluso, señor Presidente, pienso que podríamos establecer por ley la obligación de que en los restaurantes exista claridad sobre los componentes nutricionales.
¡Por favor! ¡Chile es el país con mayor obesidad en el mundo!
Aquí, el 23 por ciento de los niños menores de seis años son obesos prehipertensos; dos de tres adultos registran obesidad; tres de cuatro adultos mayores sufren de hipertensión.
Nuestros indicadores sobre salud pública en la materia son altamente preocupantes. Me parece positivo, pues, cuanto signifique una alimentación más saludable.
Entonces, la idea es que quienes quieran optar por la transgenia, y en definitiva la ciudadanía toda, sepan cuáles son los daños colaterales reales que causan los productos emanados de ella.
Yo aprobaría ahora el proyecto, señor Presidente . Empero, me voy a sumar a todos aquellos que han planteado que debe ser analizado por la Comisión de Agricultura, la misma que tendrá que discutir en algunos días más -porque entiendo que el Gobierno le puso urgencia- la iniciativa sobre modificación de los obtentores vegetales propiamente tales, por cuanto en materia de UPOV -y es bueno saber esto- no está todo dicho. En efecto, Senadores tanto de Gobierno cuanto de Oposición sienten que el debate habido en su oportunidad respecto del UPOV en materia de protección a los obtentores vegetales se hizo incluso en un mal momento, con poca información.
Por eso, a mi juicio, es bueno que en el proyecto que hoy nos ocupa extrememos los cuidados, para que, en la idea de que sea objeto de una amplia discusión, pase por todas las Comisiones cuyo parecer se crea necesario. Porque, cuando tengamos que pronunciarnos en esta Sala -con seguridad dentro de pocas semanas- sobre la iniciativa atinente a la modificación de los obtentores vegetales, que se adicionará al UPOV (espero que no), ahí estaremos en un escenario que, en mi opinión, no solo abrirá las puertas a la transgenia, sino que, además, abrirá completamente los portones de los campos chilenos para que el pequeño y el mediano productores agrícolas vean cómo los señores investigadores, con laboratorios provistos de ruedas, llegan a inscribir -porque finalmente son tratados de propiedad intelectual- especies que tantos siglos ha costado proteger.
Vamos a respaldar en su momento este proyecto, señor Presidente . Pero -insisto- falta que también se pronuncie sobre él la Comisión de Agricultura.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Carlos Larraín.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Señor Presidente, quisiera referirme a algunos de los asuntos que se han tocado en esta Sala y que se relacionan indirectamente con la materia, aunque se ha querido vincularlos de manera impropia.
Se hizo referencia aquí a la extensión del Acuerdo UPOV del año 91, que, según pudimos enterarnos por la prensa, ha sido asimilado a una apertura a los productos transgénicos, lo cual constituye una generalización indebida.
Dicho instrumento esta vigente en Chile desde 1978 -si la memoria no me engaña-, y a partir de 1995 existe un registro de productos de tal naturaleza entre nosotros.
En cuanto a las variedades mejoradas, el 40 por ciento de los registros ha sido planteado por inventores e investigadores chilenos; y de ese porcentaje, una mayoría aplastante, por entidades estatales chilenas, como el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), entidad que luego les facilita gratuitamente las semillas obtenidas a los pequeños propietarios, quienes son los grandes beneficiados por el Convenio UPOV, el cual no toca para nada lo de la transgenia, pues se refiere solo a variedades (estas pueden ser mejoradas, y lo son luego de un trabajo científico esforzado, prolongado y caro).
Al fin y al cabo, de tal labor resulta una variedad de propiedad intelectual. Entonces, el trabajo intelectual hecho merece ser remunerado.
Señor Presidente, existen muchas variedades -más de mil; me refiero especialmente a las semillas de granos comestibles- no registradas que pueden seguir usándose por quien lo desee.
Hay otras que sí han sido registradas y que representan normalmente una mejora muy sustancial en la calidad y el volumen de las cosechas, lo cual resulta de particular interés para los pequeños propietarios, quienes son los grandes usuarios de tales semillas y los mejores pagadores de los derechos que devengan.
El Convenio UPOV, asimismo, establece una excepción para el uso continuo de las semillas mejoradas por parte de los pequeños propietarios, dentro de ciertos límites: el superior es de 20 hectáreas, y el inferior -me parece-, de 5, dependiendo del cultivo de que se trate.
La mayor parte de los frutos de exportación producidos en Chile cuelgan de árboles correspondientes a variedades mejoradas. Y son estas las que permiten, por ejemplo, que las uvas maduren 5, 6 o 7 días antes y lleguen a tiempo para la temporada de Navidad a las costas este y oeste de Estados Unidos, lo cual asegura un mercado.
Nuestro país, además, produce alrededor de 400 millones de dólares en semillas mejoradas que se venden al extranjero.
Por consiguiente, pretender asimilar el Convenio UPOV a la introducción de semillas transgénicas está completamente fuera de lugar. Esa asimilación se ha hecho a través de las redes sociales (subiéndose a esta ola -llamémosla así- clorofílica que al parecer hoy día gobierna al pensamiento chileno) y con despropósitos notables en contra de quienes sí aprobamos la aplicación en nuestra nación del Convenio UPOV ampliado.
Lo más llamativo es que las personas que están contra el uso de semillas mejoradas en Chile no tienen mayores problemas, por ejemplo, con la clonación, incluso la humana. Todos comemos animales que crecen más rápido gracias a mejoras genéticas. Sin embargo, ¡dele que suene con los transgénicos y con la ponzoña que encierran!
Es bien notable que aquello se esté esgrimiendo con tanta libertad -verbal al menos-, porque supone darle la espalda a la investigación científica. Puede, en efecto, condenar al atraso a muchos pequeños agricultores y a otros no tan pequeños.
Por ejemplo, al discutirse la aprobación del Convenio UPOV se hizo mucho caudal de las llamadas "especies originarias".
Bueno, según el propio Carlos Darwin, no existe ninguna especie que se encuentre en estado originario. Hay cruce de información genética entre todas las especies vegetales. La teoría de la evolución se basa precisamente en esa premisa.
Y esto de las semillas mejoradas, que se asimila indebidamente al desarrollo de los transgénicos, tiene que ver al fin y al cabo con algo muy sencillo: la evolución entregada al azar llena de orgullo, trastorna de gusto a quienes por ahí se precian de descender de un bípedo.
Nosotros, los partidarios del uso de la razón, sostenemos que una evolución dirigida ¡probablemente termine mejor incluso que varios humanos a los que todos conocemos, a ambos lados del Hemiciclo...!
Eso, señor Presidente, para que no me digan que hay soberbia en mis palabras.
El señor GÓMEZ .- ¡Excluyó a la testera, señor Senador ...!
El señor LARRAÍN (don Carlos).- ¡La dejé al medio porque está sobre el resto de la humanidad...!
Solo quiero decir, en buenas cuentas, que he oído muchas cosas que desafían a la mentalidad científica contemporánea de manera abismante. Y todo, para ganar unos votos raríficos perdidos no se sabe dónde.
¡Eso es en verdad muy alarmante!
Señor Presidente, deseo terminar diciendo algo que contradice en parte lo afirmado por el Honorable señor Horvath.
Su Señoría, quien en este minuto no se encuentra en la Sala, dijo que los transgénicos podían hacernos parecer a los alacranes o a no sé qué animal muy ponzoñoso.
Yo he leído algo sobre la materia. Por tanto, puedo decirle al colega Horvath...
El señor LAGOS.- ¡Alacrán...!
El señor LARRAÍN (don Carlos).- No. Yo no le atribuyo esa cualidad.
Entonces -continúo-, quiero decirle al Honorable señor Horvath que en literatura de divulgación -yo no soy científico- existe abundante información que prueba, contrariamente a lo que él sostiene, que muchos alimentos desarrollados gracias a esfuerzos investigativos sobre la materia precluyen enfermedades graves, especialmente en ciertos grupos sociales que habitan en Centroamérica y que se sustentan a base de los llamados "alimentos originarios". El consumo de algunos de estos, modificados, tiene incidencia, por ejemplo, en los casos de espina bífida, enfermedad que se reduce sustancialmente o desaparece.
O sea, no todo lo relativo a los transgénicos es como para gritar "¡Peligro!".
Ahora vuelvo al contenido del proyecto que nos ocupa, señor Presidente.
Creo que la advertencia tan categórica que se plantea en cuanto al contenido de los alimentos transgénicos puede ahuyentar a algún alma tierna y hacerla morir de hambre.
Así que me parece muy útil que la Comisión de Agricultura conozca esta iniciativa con más información que la entregada aquí con un poco de -digamos- libertad creativa.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Quedan dos minutos y medio para el término del Orden del Día.
Propongo continuar en la próxima sesión este debate apasionante, por cierto siguiendo la secuencia de los oradores inscritos.
¿Le parece a la Sala?
--Así se acuerda.
El señor GIRARDI ( Presidente ).- Se hallan inscritos los Senadores señora Rincón y señores Cantero , Gómez , Lagos, Tuma y quien habla.
El señor COLOMA.- Por favor, señor Presidente, agrégueme a la lista.
La señora ALVEAR .- También a mí.
El señor GIRARDI ( Presidente ).- Así se hará.
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