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- rdf:value = " El señor LOBOS.- Señora Presidenta , hace algún tiempo, me tocó participar accidentalmente en la discusión de este proyecto, cuando tuve que reemplazar al diputado Bobadilla en un par de sesiones y, en verdad, me pareció de suyo interesante analizar la gestación de una institucionalidad que, por fin, se hiciera cargo del problema educacional.
Considero que, muchas veces, se aleja del centro de la discusión el verdadero sujeto, porque la educación es un servicio esencial para el progreso del país, para lograr conseguir la verdadera equidad, aquella que se consigue con talento, con educación, creando experticias en diversos ámbitos que permiten al individuo desarrollarse por sus propios medios. En realidad, es la única manera de superar algunas barreras que se imponen, desgraciadamente, en este tipo de sociedad en que vivimos. Lo único de lo cual ningún individuo puede ser despojado es su educación y sus creencias.
Por eso, me duele que en dos ámbitos tan sensibles, como la educación y, por cierto, la salud, exista siempre un debate con un sesgo ideológico y sobre reivindicaciones gremiales, muchas veces mal entendidas, cuando de lo primero que debemos preocuparnos es de ver cómo vamos a lograr desarrollar un sistema -todos tenemos esto en el corazón- en el cual todos sus actores se sientan integrados y valiosos en esta maquinaria que tiene que propender a un único fin: hacer grande a nuestro país. Para ello, necesitamos que nuestros docentes, en primer lugar, sean bien pagados, y que a los paradocentes se les respete la carrera funcionaria. Necesitamos que los sostenedores se ciñan a la ley, y que las corporaciones edilicias den cabal cumplimiento a sus obligaciones relacionadas con la administración. Finalmente, necesitamos que el Estado cumpla con su rol de financiamiento subsidiario y normativo.
Si bien este proyecto tiene muchas virtudes y defectos, y contiene ámbitos buenos y malos, como toda obra humana, es perfectible. Además, es el resultado de un acuerdo que no fuimos nosotros quienes llamamos a lograrlo. Digámoslo claramente: fue una foto con los brazos en alto, en La Moneda, donde la entonces Presidenta Bachelet llamó a unificar los sentimientos transversales de nuestros corazones, orientados a mejorar nuestra educación que, como todos sabemos, tocó fondo. Hoy, tenemos una educación que a nadie le gusta, porque a nadie satisface la forma en que está produciendo lo que se supone que debe producir: estudiantes capacitados para desarrollarse y desenvolverse en forma ascendente en su camino hacia el conocimiento.
Entonces, anuncio que vamos a cumplir con la palabra empeñada, porque creo que la situación no ha variado. Considero que debemos aprobar este proyecto porque, por lo menos, si bien no soluciona todos los problemas de la educación, nos entrega un par de herramientas que pueden resultar interesante analizar.
La primera es la Agencia de Calidad, destinada a analizar qué le estamos entregando a nuestros educandos y de qué manera lo estamos haciendo. Lo digo porque la educación es el alimento de la mente; gracias a ella serán hombres y mujeres libres. ¿Lo estamos entregando en forma adecuada? ¿De que manera la evaluamos? Por lo menos, tendremos una institucionalidad, a partir de la cual podremos hacer tal evaluación.
Después está la Superintendencia de Educación, institución bastante parecida a la que existe en el ámbito de la salud, que se hará cargo de la otra “patita”, es decir, de fiscalizar la forma en que se está gastando la plata que aportamos todos porque, al final, los recursos no los pone el Estado, sino todos los chilenos y chilenas a través de los impuestos. Ésa es la plata que estamos gastando en educación, y queremos que se gaste bien. Aquí hay, pues, una herramienta para lograrlo. ¿Hay temas olvidados? Por cierto que los hay. Muchas discusiones no se realizaron, y nos quedamos sólo con lo que podíamos consensuar. Pero, como digo, quedan otras materias que tendrán que ser analizadas en un futuro lo más cercano posible, para que empecemos a gestar lo que todos deseamos para la educación de nuestros hijos.
Por supuesto, el proyecto tiene falencias, como, por ejemplo, el desarrollo de indicadores educativos. Asimismo, me hago cargo de que aquí hay deficiencias en los procedimientos de control. Pero creo que este proyecto puede servirnos como una primera piedra para construir un nuevo paradigma de educación de calidad que nos satisfaga a todos, sin complejos y sin pecados.
Muchas veces, los chilenos pecamos en algunas cosas; por ejemplo, tenemos un miedo crónico a ser evaluados, así como también nos cuesta evaluar a otras personas; igualmente tenemos un miedo crónico a acreditarnos y a saber si estamos haciendo bien las cosas.
Sin ser un defensor fanático de este proyecto, anuncio mi voto favorable, porque considero que puede ser la primera piedra para que, algún día, empecemos a avanzar hacia donde todos queremos llegar: a una educación digna y equitativa.
He dicho.
"
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