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- rdf:value = " La señora SEPÚLVEDA , doña Alejandra ( Presidenta ).- Ofrezco la palabra al diputado señor Carlos Montes.
El señor MONTES.- Señora Presidenta , hoy estamos discutiendo un proyecto sobre un sistema nacional de aseguramiento de calidad de la educación parvularia, básica y media que considera una agencia y una superintendencia.
Yo no estuve de acuerdo con la Ley General de Educación, pero reconozco que la opción de crear un sistema regulador es uno de sus pocos aspectos valiosos. Según lo que dicen el Banco Mundial, la OCDE y el Consejo Asesor Presidencial, Chile tiene, quizás, el modelo educativo más de mercado del mundo.
Este proyecto reconoce que la dinámica autorregulada del mercado no funciona con eficiencia ni con equidad, y lo que busca es introducir un conjunto de mecanismos de regulación, evaluación y sanciones que son provistos por una autoridad pública. La ilusión de que los sistemas mejoran por la fuerza destructiva de la competencia no es más que eso: una ilusión. En educación, llevamos 30 años con más recursos, con Simce, con una competencia relacionada con la preferencia de los padres, etcétera. Sin embargo, todo esto no ha significado una mejor calidad educativa.
El problema es que se nos plantea un mal sistema nacional de aseguramiento de la calidad. Éste es un mal proyecto. Quiero aclarar que la propuesta específica no fue producto de ningún acuerdo político. La responsabilidad del Congreso Nacional es hacer las cosas lo mejor posible. Pero esta iniciativa no resuelve bien el problema. Le solicitamos al ministro Lavín -lamentablemente, no está presente- y al Gobierno que nos permitieran discutirla y mejorarla.
En muchos países del mundo, cada vez que se instala un nuevo gobierno y un nuevo parlamento, los proyectos vuelven a fojas cero. En este caso, teníamos un proyecto muy avanzado, y le dijimos al Gobierno que queríamos saber qué pensaban, qué querían hacer y que discutiéramos en ese contexto. Nos preocupa el problema de la educación pública porque no vemos que esté presente en el discurso oficial; por el contrario, observamos muchas actitudes contrarias a la educación pública. Por ejemplo, existe una propuesta de concesionar colegios. Nos preocupa mucho entregar su gestión a privados; nos preocupa que se haya retenido el ajuste curricular y, después, que se hayan detenido los programas. Hoy, los colegios no tienen programas porque se detuvieron. Nos preocupan los despidos y no precisamente de políticos.
(Aplausos en las tribunas).
Echaron, incluso, a funcionarios del departamento de infraestructura del Ministerio, a ingenieros. Ahora se dice que el ministro quiere constituir una comisión para pensar, aunque antes se rieron mucho de las comisiones. En resumen, no sabemos qué piensan.
Por eso pedimos que retiraran la urgencia del proyecto, porque queremos legislar bien sobre la materia, ya que no es adecuado aprobar un mal sistema; hay que discutirlo.
Decimos que es un mal sistema de aseguramiento de la calidad de la educación por cuatro razones principales.
Primero, porque contiene un mal concepto de educación y de calidad de la educación; segundo, porque se establece un confuso y ambiguo papel del Ministerio de Educación; tercero, porque las normas laborales atentan contra derechos fundamentales de los trabajadores, y cuarto, porque es una institucionalidad muy débil.
El concepto de calidad de la educación da para un gran debate. Vinieron los principales expertos sobre la materia: Abelardo Castro , Juan Eduardo García-Huidobro , Juan Casassus . Todos nos dijeron que los conceptos de educación y de calidad de la educación tienen serios problemas, porque son reducidos a ciertas pruebas estandarizadas de lenguaje y de matemáticas, y pretende establecer la clasificación de los colegios.
Al respecto, les pregunto: ¿qué diputado tendría a sus hijos en un colegio cuyo objetivo sea obtener básicamente resultados en matemáticas y lenguaje con pruebas psicométricas? Además, ¿qué dirían si ese colegio quedara clasificado de tal o cual manera?
Los niños constituyen una realidad más compleja. Hay que articular lo cognitivo y lo no cognitivo. Los niños necesitan desarrollo humano, desarrollo como seres humanos, donde el lenguaje y las matemáticas son muy importantes, pero constituyen sólo una parte de la formación de los seres humanos. Hay un concepto inadecuado de educación y de calidad de la educación. El enfoque tecnocrático ha reducido la educación de una manera muy inapropiada.
Resulta insólita esta visión estrecha de la educación y de la calidad de la educación.
El artículo 2° del proyecto, que constituye el concepto fundamental de aseguramiento de la calidad de la educación, el corazón del proyecto, no profundiza en las razones del actual estado. Sólo se quiere medir. Tampoco se refiere al apoyo que necesitan los colegios para funcionar mejor y en el artículo 4° separa curiosamente los resultados del proceso.
La estructura del proyecto tiene problemas, y utiliza todo lo relativo a los profesores sólo para elementos indicativos de desempeño; la organización, el clima del colegio, la situación valórica y el ánimo que hay ahí es algo paralelo.
La iniciativa tampoco asume la diversidad de colegios, la situación que está viviendo la educación pública, ni busca corregir desigualdades.
Internacionalmente, se ha demostrado que la calidad de la educación no sólo mejora por fijar estándares o accountabilities; eso no sirve si no se opera sobre la base del sistema, si no se apoya a los colegios y a lo que ocurre en sus aulas.
La intervención del diputado Sandoval me ahorra muchas palabras. Él dijo que hay crisis, porque lo que está ocurriendo en los colegios es serio, y el proyecto no apunta a mejorar la base del sistema.
¿Por qué repiten y desertan tantos niños? Tenemos una marea de deserción en este momento. No nos hagamos los lesos; algo serio está ocurriendo con la educación.
Si el proyecto se aprueba tal como está, el resultado será que la Agencia de Calidad va a decir que los colegios públicos son malos y que debemos cerrarlos. No va a movilizar toda nuestra capacidad para responder a lo que Chile necesita.
Primera observación para señalar que el proyecto no es bueno: su mal concepto de educación y de calidad de la educación.
Segunda razón: el papel del Ministerio de Educación se reduce a algo muy confuso. Pido a los señores diputados que estudien el artículo 112 del proyecto, que modifica la ley N° 18.956, que reestructura el Ministerio de Educación.
El papel del Ministerio se reduce mucho. Se supone que en todos los sistemas de aseguramiento de la calidad de la educación en el mundo el Ministerio es el articulador. Pero aquí ni siquiera se contempla un sistema de apoyo serio desde el Ministerio; todo lo deja subordinado a facultades especiales del Presidente de la República.
El sistema de apoyo pedagógico es la clave de todo sistema nacional de aseguramiento de la calidad de la educación.
Resulta ridículo que el artículo 11 del proyecto no permita a la Agencia de Calidad entrar a los colegios; sólo puede hacerlo si los colegios particulares lo piden.
Lo mismo ocurre con la letra f) del artículo 47. Es decir, el concepto del rol del ministerio en su conjunto es muy limitado. No es el articulador del sistema.
Ya se ha hablado de la situación de los funcionarios. En la Agencia, la Superintendencia e, incluso, el Ministerio esto queda a la decisión arbitraria del Presidente de la República, de los decretos con fuerzas de ley del Ministerio y de las jefaturas.
Ésas son facultades propias del Congreso. La senadora Olga Feliú siempre dijo que el Congreso no podía transferirlas. Aquí hay un mal enfoque de la modernización de las relaciones laborales.
Quisiéramos que los que trabajan en puestos directivos del Ministerio fueran a hacer clases a las escuelas, partiendo por el ministro, siguiendo con el subsecretario y los seremis.
(Aplausos en las tribunas).
Lo hemos dicho durante este Gobierno y lo dijimos en el anterior: si queremos que exista vinculación en la dinámica real de las escuelas, nuestras autoridades deben ir a las escuelas.
Hay que pagar más y exigir más, y eso es lo que ha ocurrido en otros sistemas, que se modernizan pagando más y exigiendo más, con control de resultados.
A mi juicio, dentro del ministerio hay personas que no trabajan bien –lo sabemos-, pero debemos contar con un sistema y con una organización que permita mejorar los resultados.
Hoy, todo el proyecto está montado en el riesgo del despido, lo cual es muy primitivo como forma de entender la modernización.
En cuarto lugar, el proyecto es malo porque es muy pequeñito; mucho ruido y pocas nueces para un ministerio de 4,4 millones de millones de pesos, con 11.700 colegios, con tres millones 600 mil alumnos. ¿Saben lo que significa la Agencia? Dos mil 200 millones de pesos al año. ¡Nada! ¿Y la Superintendencia? Catorce mil millones de pesos al año. ¡Nada! ¡Cómo va a jugar un rol significativo! Se supone que la Agencia va cada dos años a los colegios. Aquí hay algo mal hecho. Se aumentaron 5 mil millones porque se trasladó el costo del Simce. En consecuencia, no hay consistencia.
Se nos dice que esto va a ir a la ley de Presupuestos, pero ya sabemos lo que eso significa.
Es un mal sistema nacional de aseguramiento de la calidad de la educación.
Abelardo Castro señaló que de aprobarse el proyecto, estaremos legitimando lo que por años hemos hecho y al parecer queremos seguir haciendo: clasificar colegios sin que esto tenga un sentido de mejoramiento de calidad real, sin que los resultados hayan sido analizados para encontrar las causas más profundas de la desigualdad en el rendimiento educacional, teniendo como resultado una estratificación social odiosa, contraria al sentido de unificación del país, porque la educación debe tener un sentido más profundo del bien común.
El proyecto no es nacional, porque no se puede entrar a los colegios particulares; no asegura calidad, no corrige desigualdades, no permite el fortalecimiento de la educación pública. Es todo lo contrario. Si se aprueba tal como está, afectará seriamente a la educación pública y nosotros seremos responsables por ello.
Estoy en contra del proyecto. Creo que debe volver a Comisión, para rediscutirse y mejorarse sustantivamente.
He dicho.
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