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El señor GUTIÉRREZ (don Hugo).- Señora Presidenta , fui elegido diputado por un distrito de la Región de Tarapacá, en donde el 30 por ciento de la educación está en manos de las municipalidades y el 70 por ciento restante en privadas. En 1998 había 29 mil alumnos en la educación pública; hoy, sólo hay 12 mil. Se prevé que para 2015, prácticamente, no habrá alumnos en la educación municipalizada. Se trata de una región en donde, por ejemplo, un usuario Zofri , hindú o paquistaní, deja a un lado sus negocios para instalar colegios, porque son más lucrativos que la venta de automóviles.
Efectivamente, la calidad de la educación en Chile es deplorable. Luego de utilizar durante 29 años un modelo educativo de mercado, desconcentrado y de provisión mixta, los resultados son elocuentes y casi trágicos: la educación pública está en el suelo y en bancarrota.
En 1981, cuando se inicia la municipalización, la matrícula nacional en escuelas municipalizadas era equivalente al 80 por ciento. En cambio, en 2009, sólo el 48 por ciento de los estudiantes del país estudiaba en el sistema público. Por otra parte, los municipios logran sostener sus estructuras educativas sólo gracias a la inyección de recursos destinados a otros fines, dado que la subvención por asistencia diaria no les alcanza para financiarse. Además, el nivel de resultados de aprendizaje en los últimos diez años se encuentra estancado y no muestra avances significativos.
La discusión sobre la calidad del aprendizaje es artificial, pues se centra sólo en comparaciones internas, dado que cuando participamos en pruebas internacionales nuestro país ocupa los peores lugares. Todo el sistema educativo, público y privado, presenta una baja calidad de aprendizaje. El estado de situación de la educación nos indica que la calidad educativa en nuestro país no depende de las condiciones de gestión de cada escuela. La razón fundamental es estructural y depende del modelo educativo que impera en nuestro país.
El proyecto en debate no es de aseguramiento de la calidad de la educación. No garantiza la calidad porque no atiende las causas de la mala calidad educativa. Los especialistas y las evidencias empíricas indican que existen a los menos los siguientes factores incidentes en el desempeño de nuestro sistema educativo.
En primer lugar, la alta homogeneización en lo social y cultural de nuestra población escolar en los distintos sistemas educativos, coloca un techo a las posibilidades del aprendizaje de niñas y niños.
En segundo lugar, la inexistencia de capacidades y estructuras de gestión pedagógica y curricular, tanto en los sostenedores públicos como en las escuelas y liceos municipales, empobrece los procesos pedagógicos.
La política educativa generada por el modelo educativo de mercado actúa con distorsiones que afectan gravemente el desempeño de las escuelas en general.
Por su parte, las orientaciones de la política educativa, en consonancia con el modelo educativo, traspasaron al director una serie de funciones centradas en la administración de recursos y finanzas de las escuelas, distrayendo sus preocupaciones del aula y el quehacer pedagógico. El llamado “marco de la buena dirección” es sólo eso, un marco colgado en la pared, sin aplicabilidad en la realidad de las escuelas públicas, situación que se complejiza con la decisión de los gobiernos anteriores de minimizar las funciones y capacidades profesionales del Ministerio de Educación, definiendo que la supervisi��n del Mineduc se centraría sólo en las escuelas críticas o focalizadas, dejando, en la práctica, en total desamparo a las escuelas y liceos del país.
El inexistente tiempo de los profesores para preparar sus clases en el horario de trabajo, precariza la práctica docente en el aula. Los defensores del modelo educativo de mercado y que usan a la OCDE como el referente para pensar el desarrollo de nuestros países subdesarrollados, han evitado considerar esa variable presente en los modelos educativos de esos países.
Para alcanzar niveles de aprendizaje satisfactorios se requiere que los docentes destinen tiempo dentro de su horario de trabajo para la preparación de las clases y la reflexión pedagógica. Esta variable ha sido permanentemente obviada o minimizada como factor incidente en la calidad de la educación. Se produce una complicidad entre los defensores del mercado puro y los defensores de la política de financiamiento del modelo educativo para negar este tiempo en los contratos laborales. Los sostenedores municipales se niegan a financiar horas fuera del aula, por razones de financiamiento. En esa situación los profesores se ven obligados a la aplicación mecánica o rutinaria de sus modelos de enseñanza, retrasando las posibilidades y oportunidades de aprendizaje de los estudiantes.
La iniciativa en análisis es más bien un proyecto que apunta a la fiscalización. La propuesta sólo está centrada en medir resultados de aprendizajes y calificar a los establecimientos educacionales. Su esfuerzo principal está en los resultados -es necesario clarificar que sólo en algunos resultados educativos- y no en identificar procesos que afectan la calidad educativa.
El efecto de esta ley, al fortalecer el modelo educativo de mercado vigente, debilitará aún más a la educación pública. El proyecto, en su lógica darwiniana -se salva el más competente- afectará negativamente a quienes, en la comparación, obtengan menores resultados. En esa dinámica, la población escolar continuará en su proceso migratorio y de abandono de las escuelas públicas. Es efectivo que la iniciativa en debate viene a completar el andamiaje del modelo educativo que se consolida con la Ley General de Educación. Esta ya consagró, por ley, la discriminación por rendimiento académico.
Efectivamente, a través del artículo 12 ya se puede discriminar. Esta es una aberración jurídica imperdonable que no se condice con la educación pública, que es esencialmente igualitaria. No se puede distinguir a los niños y niñas de las escuelas municipalizadas en función de su rendimiento académico.
La ley de aseguramiento de la calidad de la educación privatiza la oferta educativa y restringe la libertad de enseñanza de los chilenos. Los defensores del modelo educativo de mercado se han identificado con la defensa de la libertad de enseñanza; sin embargo, lo que han conseguido es limitar las posibilidades de la ciudadanía de participar en la construcción del proyecto educativo.
En el futuro el país no podrá participar en el debate relacionado con el tipo de educación que deseamos construir para nuestra sociedad. Nuestra participación quedará limitada a la posibilidad, al igual que un mercado, a elegir una de las opciones entre las más diversas que nos ofrezcan los privados. Y cuando no nos parezca la forma en que educan a nuestros niños y jóvenes, el mercado nos ofrecerá la posibilidad de buscar otra modalidad u otras escuelas para matricular a nuestros niños y niñas. Se cumplirá, así, el paradigma del modelo de los neoliberales: en educación participamos eligiendo, comprando, entre las opciones que los empresarios de la educación nos ofrecen.
El modelo educativo de mercado ha sido exitoso al convertir a la educación pública chilena en un apéndice del sistema educativo, en un participante menor. El modelo le reserva a la educación pública un rol asociado a la contención social, principalmente de los más pobres, y destina a la educación privada la tarea de construir el capital humano para el desarrollo del país. ¡Qué insolencia!
Progresivamente, la mayoría de las escuelas y liceos públicos han abandonado la idea de centros educativos y se ubican más en la noción de centros sociales. Se empobrecen los currículos y aumenta el tiempo escolar para los programas de prevención de todo tipo de males sociales que se adjudican a los más pobres.
Se ha insistido porfiadamente, durante veinte años, en que el modelo educativo sustentado en la economía de mercado era posible hacerlo funcionar creando incentivos necesarios y focalizados. Esa estrategia no ha funcionado. Este proyecto de ley, en esta parte, también contiene una estrategia errada.
Por lo tanto, anuncio que votaré en contra del proyecto, porque sólo fomenta la economía de mercado.
He dicho.
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