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El señor VARGAS (Vicepresidente).- En el tiempo de la Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra el diputado Juan Lobos.
El señor LOBOS.- Señor Presidente, en primer lugar saludo a los ministros que nos acompañan y al director de Cenabast.
Como señaló un diputado que me antecedió en el uso de la palabra: “No hay que perder de vista el bosque por mirar los árboles”. Aquí, el tema central es la protección de la libre competencia. Para hacerlo hay que buscar transparencia, reglas claras y penas adecuadas para aquellos que transgredan las normas. En el fondo, es necesario diseñar un escenario que facilite el emprendimiento, materia en la que más hemos fallado.
Si se analiza lo que ha pasado en Chile, cada vez hay menos actores, pero éstos se han vuelto más grandes y poderosos. Eso ha pasado con todo. Por ejemplo, el transporte se encuentra en pocas manos. Las leyes despachadas pretenden precisamente proteger ese monopolio. Por ejemplo, los pocos transportistas que quedaban en el rubro forestal -eso ocurre en mi zona- deberán cerrar las puertas y vender sus camiones, pues con la Ley de la Semana Corrida ya no podrán subsistir.
Ocurre que a veces nos perdemos y los cuidados del sacristán terminan matando al señor cura. ¿Quiénes no pueden coludirse? Los pequeños empresarios y los grupos numerosos. ¿Qué pasa cuando éstos son pocos y muy grandes? Coludirse resulta fácil. Bastan dos llamadas telefónicas para que todos estén de acuerdo y se den la mano.
¿Qué ha pasado en todos estos años de gobierno de la Concertación? A esa coalición le gusta mucho echarle la culpa a la Alianza por Chile. Nosotros no gobernamos desde hace muchos años. Durante los gobiernos de la Concertación entraron nuevamente los españoles y nos colonizaron: nos quitaron el agua, el teléfono, la corriente y la platita del banco. Hoy todo viene de la Madre Patria, pero en un puñado de manos. ¿Quién los invitó? No fuimos nosotros precisamente: la invitación vino desde las antípodas.
Además, ¿dónde ha estado el Estado? Lo pregunto porque en el reciente caso de las farmacias -todavía lo llamo “caso Fasa”, porque estamos en fase de investigación; espero que ésta llegue hasta lo más profundo-, observamos una Fiscalía empeñada en lograr rápidamente un acuerdo que, por cierto, le conviene a Fasa, porque la exime de ser investigada y de pagar la multa que le habría correspondido. Fasa va a pagar una bicoca, quedará libre de polvo y paja y podrá, ahora sí, coludirse con un gigante del hemisferio norte para concertar una unión que será de polo a polo. ¡Ésa sí que será cadena!
¿Qué pasa, en este caso, con la figura de la delación compensada? Evidentemente, favoreció a esa empresa. La limpió de una plumada y desapareció la culpa. Ahora está libre para emprender negocios que, a la postre, serán un castigo mucho mayor para los consumidores.
¿Qué pasó con el Tribunal de la Libre Competencia? Ratificó el acuerdo, porque le convenía a Fasa.
Un distinguido colega propuso que entreguemos la posibilidad de que los supermercados vendan remedios. Si alguien cree que las farmacias son malas, por favor, que me diga si los supermercados son buenos. Creo que es peor el remedio que la enfermedad. ¡De un solo salto caeremos de la sartén a las brasas!
Por último, ¿a quién le compra el Estado? El Estado sigue comprando a una cadena que ha sido multada y se ha acusado a sí misma de coludirse. Por otra parte, ha sido penada por atentar contra las leyes sindicales. Sin embargo, el Estado sigue comprando a una filial de Fasa, que provee al Estado cerca del 40 por ciento de los medicamentos que éste adquiere.
Debemos sacarnos la venda de los ojos, empezar a decir las cosas como son y preocuparnos por los temas de fondo. ¿Qué hacemos para que los emprendedores puedan subsistir? ¿Qué hacemos para que el que hoy es pequeño pueda crecer y tenga acceso al mercado de capitales, a un estatuto pyme que realmente le favorezca y no sea sólo una entelequia? ¿Qué debemos hacer para que esa persona actúe en un escenario donde prime la libre competencia y ésta impere a lo largo y ancho del país?
Hace algún tiempo, junto con el alcalde de Los Ángeles -capital provincial del distrito que represento-, señor Joel Rosales , presentamos una propuesta que el ministro de Salud acogió con bastante beneplácito y que, a mi juicio, apunta en el sentido correcto. A veces se le teme al Estado. Si lo hace bien, eso no debiera ser así. Estado no es sinónimo de ineficiencia. Soy un orgulloso ex funcionario público. A mi juicio, cuando las cosas se hacen con cariño y empeño, el Estado puede cosechar muy buenos resultados.
¿Qué propusimos junto con el alcalde de Los Ángeles ? Que a través de los Cefam de los municipios -están en todas partes-, se puedan vender medicamentos genéricos que serían comprados en la Cenabast, donde se nutre la mayoría de los municipios. Estamos a la espera de que esto se materialice. Poco a poco debemos generar este tipo de iniciativas.
Quiero insistir en que no avanzaremos en esta materia mientras no logremos crear las condiciones para que un simple mortal pueda instalarse con un negocio de sándwiches que compita con Mc Donald o para que un jubilado pueda comprar un camioncito, se transforme en contratista forestal y éstas no le intervengan el negocio fijándole normas donde le indican desde lo que debe pagar al chofer hasta las utilidades que obtendrá. Si nos metemos a los supermercados, nos encontraremos con que se cobra por colocar publicidad en tal o cual góndola. Si nos metemos al retail, pasa lo mismo. ¿De quién es la culpa? ¿Del chancho o del que le da el afrecho?
He dicho.
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