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El señor VARGAS (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Renán Fuentealba.
El señor FUENTEALBA.- Señor Presidente , si la Cámara de Diputados estima que aprobando el proyecto en debate mejorará nuestra imagen ante la opinión pública, se equivoca de plano. Si la Cámara de Diputados cree que con este proyecto de reforma constitucional, que limita la reelección de diputados y senadores -no se por qué la iniciativa no incluye a alcaldes y concejales-, se está atacando el problema de fondo, estamos errados.
He solicitado algunos antecedentes a la Oficina de Informaciones de la Corporación, a fin de ilustrar lo que sucede en otros sistemas políticos democráticos que, por lo general, se utilizan como referentes.
En Estados Unidos de América no existe ninguna limitación para reelegir, en forma indefinida, tanto a senadores como a representantes. Es más, veinticinco senadores suman más de treinta y cuatro años de servicio, y otros tantos casi cincuenta años. En cuanto a los representantes, 12 por ciento suma dos períodos; 7 por ciento, tres; 9 por ciento, cinco, y 25 por ciento, diez o más períodos.
En Francia, según datos obtenidos de las elecciones celebradas en 2007, de 467 diputados o miembros de la Asamblea Nacional, 312 fueron reelegidos y no existe impedimento para la reelección indefinida. Lo mismo ocurre en Alemania y en Reino Unido.
¿Cuál es el problema que debiéramos tratar?
En primer lugar, ciertamente, el sistema binominal es un obstáculo para que los electores tengan mayor posibilidad de escoger entre candidatos. Pero si creemos que al aprobar este proyecto estaremos contribuyendo a que en el futuro se reforme el sistema binominal, nuevamente estamos equivocados. En mi modesta opinión, aprobar este proyecto significará reforzar la existencia de dicho sistema. ¿Por qué? Porque se dirá que aquí ya se tuvo la reforma constitucional que limita el número de reelecciones y que, por consiguiente, el sistema binominal permitirá que, cada doce años, los diputados se vayan para su casa y que, cada dieciséis años, los senadores hagan exactamente lo mismo, y venga gente nueva, distinta. Eso es tapar el sol con un dedo.
En mi opinión, con la aprobación de este proyecto no estamos contribuyendo a que el día de mañana consideremos casi obligatoriamente la necesidad de reformar el sistema binominal.
¿Cuál es el problema de fondo que, como Corporación, debiéramos tratar, discutir y, definitivamente, consensuar en una solución? Nada más ni nada menos que una reforma profunda al régimen político que hoy impera. Sobre esta materia, los candidatos presidenciales se han pronunciado; incluso más, en la Cámara hay una Comisión abocada al estudio del posible cambio del régimen político. Esperamos con mucha ansiedad que su informe llegue a la Sala a la mayor brevedad.
Pero, indudablemente, aquí es donde reside el punto crucial que debemos resolver. El actual régimen político no satisface las necesidades de representación de la gran mayoría de la ciudadanía; no responde a los desafíos que una sociedad moderna y un país en desarrollo o casi alcanzando los umbrales del desarrollo, como el nuestro, necesita plasmar en sus instituciones democráticas y políticas; ciertamente no satisface los requerimientos de mayor democracia y de mayor representatividad política, étnica, etaria, en fin, y no cubre la gama completa que un sistema democrático debiera tener en materia de representación de la sociedad en la cual está inserto.
De manera tal que legislar porque en las encuestas nos va mal, porque se dice que estamos apernados, porque tenemos una presión ciudadana -que no desconocemos-, para hacer una reforma de maquillaje, que no apunta en forma concreta a los profundos problemas que tenemos sobre régimen político y sistema democrático, me parece que es hacernos trampa en el solitario, mentirnos a nosotros mismos.
Por esas razones, me voy a abstener en la votación de este proyecto. Repito, no creo que estemos solucionando los problemas que realmente aquejan a las instituciones democráticas del país, sobre todo a las instituciones republicanas cuya legitimidad es absolutamente necesaria para la ciudadanía, como el Congreso Nacional.
En definitiva, señor Presidente , si no enfrentamos de una vez por todas la reforma profunda del régimen político, vamos a estar haciéndonos permanentemente trampas en el solitario.
He dicho.
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