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El señor SÚNICO (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Mario Venegas.
El señor VENEGAS (don Mario).- Señor Presidente , a riesgo de no decir lo políticamente correcto o conveniente, quiero mirar el proyecto en función de sus méritos propios.
Por eso, me preocupé especialmente de sus fundamentos.
Entre ellos, se plantea el desprestigio de la política y de sus actores. ¿Busca corregir eso? Falta de confianza en las autoridades. ¿Este proyecto va a mejorar eso? Falta de interés en participar en procesos eleccionarios. ¿Este proyecto va a mejorar eso? Marginación de la política de gente valiosa, preparada y con vocación de servicio. ¿Los que llegaron aquí no tienen esos atributos? Imposibilidad de que la gente del mundo privado pueda desplazar a los que han hecho de esto una suerte de carrera política. Revisemos el origen de la mayoría de los que están acá. Un porcentaje importante viene del mundo privado.
Sexto, falta renovación de las ideas y propuestas, eficiencia y correcto ejercicio de los cargos y seriedad, respetabilidad e independencia de las instituciones en que se cumplen dichas funciones.
Recientemente -un mecanismo que no comparto-, un medio de comunicación hizo una encuesta y ¡sorpresa! uno de los que aparece nombrado reiteradamente como el mejor diputado de este hemiciclo es el distinguido colega Montes, que lleva veinte años y va a cumplir su quinto período. ¿Acaso eso no es una demostración del error de esta afirmación? Hay muchos otros que, como él, llevan mucho tiempo y que, precisamente, con la experiencia, la sabiduría y el conocimiento ganados, merecen mi respeto y admiración por el trabajo que realizan.
En consecuencia, estimo que ese argumento es errado. Esos argumentos le hacen mal a este proyecto, porque son equívocos.
Este proyecto es cosmético. Ninguno de los problemas planteados se va a resolver con limitar la reelección de los diputados y senadores.
¿Qué pasa con la soberanía popular y la opinión de los ciudadanos que, en definitiva, consagran un principio básico? Los ciudadanos son los únicos que tienen derecho a evaluar a las autoridades elegidas por elección popular y ellos determinarán si los reeligen, porque lo han hecho bien, o los mandan para la casa, porque no han estado a la altura de la responsabilidad que les entregaron. No creo en otra cosa. Ése es un principio fundamental de la democracia.
El proyecto tiene ese problema capital, no respeta tal principio, no aborda el problema de fondo, ni el perfeccionamiento del sistema electoral, que es la base. La discusión sobre el binominal, que debe ser proporcional y corregido, no me parece banal. No entiendo los discursos y argumentos que no se hacen cargo de esa realidad.
¿Cuándo nos haremos cargo de todos estos elementos y fundamentos negativos de nuestro quehacer democrático y político? Muchas veces esto es responsabilidad de nosotros mismos, de la práctica, de la manera de desempeñar este cargo tan importante. Un gran número de los diputados que están aquí farandulizan el trabajo y quitan seriedad, respetabilidad y peso a una institución como ésta. ¿Cuántos de nosotros contribuimos con nuestro propio accionar al desprestigio de la actividad política? De eso deberíamos preocuparnos más y no de estar disparándonos en los pies, como lo hacemos con mucha frecuencia.
Por otra parte, quiero dejar constancia de que en este proyecto veo cierto prejuicio, según los señala uno de sus fundamentos: la falta de gente valiosa, preparada y con vocación de servicio.
Los autores parecen tener un prejuicio: lo único que vale es la formación académica, los postítulos y posgrados, ojalá sacados en el extranjero, en circunstancias de que este hemiciclo –y el Congreso- debe representar al país real del cual formamos parte; a la diversidad, a aquellos que no tuvieron el privilegio de ir a universidades privadas o de sacar títulos en el extranjero. En definitiva, debe estar representado el país diverso, formado mayoritariamente por gente que no tuvo privilegios, pero cuya voz debe estar presente en la Parlamento, para dar cuenta de nuestra realidad compleja. Reitero, me parece que ahí hay un prejuicio. ¿Qué es gente valiosa y preparada? Me gustaría que lo aclararan los autores del proyecto.
También debemos considerar que limitar la reelección no soluciona el punto fundamental y de fondo: mejorar la calidad de la política y abordar un conjunto de otros elementos que son tanto o más importantes, como la relación incestuosa entre el dinero y la política, que hace que la cancha no sea pareja para todos. Basta ver lo que ocurre en estos días, los que aspiran a ser parlamentarios, en una actitud claramente contradictoria con lo que establece la ley, son los primeros que la transgreden, con trampas y mentiras. Sólo por no decir: “Vote por”, ¿se puede justificar la profusión de propaganda que, según algunos, cuesta millones de dólares y que insulta y ofende a los pobres del país? Ésas son las cosas de fondo y no esta mascarada, donde algunos quieren hacer una suerte de expiación de sus pecados, diciendo: “Hagamos un proyecto al respecto” y, por lo demás, están sacando las cuentas. A mí no me toca, porque son doce años y me puedo quedar aquí tranquilo. Algunos piensan que va a ser difícil que el proyecto pase en el Senado. Entonces, hacen el gesto para la galería y para que quienes están mirando la televisión los aplaudan, porque hicieron un discurso políticamente correcto. Me parece una hipocresía.
Por eso, aunque no sea políticamente correcto, quiero decir que, evaluando en su mérito el proyecto, ninguna de las cosas señaladas va a ser corregida, porque es mezquino, no alcanza ni siquiera a activar la profundidad del problema ni hace respetable esta actividad e institución, como se merecen.
Estoy profundamente orgulloso de lo que he conseguido como diputado . Llegar aquí, para mí, ha sido un orgullo y privilegio enormes. Día a día, hora a hora, trabajo para merecerme el respeto de los ciudadanos que me eligieron. Ésa es una verdadera contribución a dignificar la política y a mejorar nuestra democracia y no este tipo de proyecto que, insisto, es un maquillaje menor.
He dicho.
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