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- rdf:value = " MODIFICACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA EN RELACIÓN CON LA ELECCIÓN DE DIPUTADOS Y SENADORES. Primer trámite constitucional. (Continuación).
El señor VARGAS ( Vicepresidente ).- Corresponde continuar el debate del proyecto de reforma constitucional, iniciado en moción, que modifica el artículo 51 de la Carta Fundamental en lo referido a la elección de diputados y senadores.
Antecedentes:
-Moción, boletín N° 5429-07, sesión 93ª, en 30 de octubre de 2007. Documentos de la Cuenta N° 31.
-Primer informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, sesión 116ª, en 13 de diciembre de 2007. Documentos de la Cuenta N° 5.
El señor VARGAS (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Darío Paya.
El señor PAYA.- Señor Presidente , la renovación en la política es una necesidad constante.
Soy miembro de un partido joven, nuevo, que no existió sino hasta 1989. Por lo tanto, he tenido el privilegio y el orgullo de participar en su crecimiento y de apreciar la incorporación de figuras jóvenes en cargos de responsabilidad en cada una de las elecciones. Ése es uno de los signos de mayor vitalidad en un partido. Me refiero a la capacidad para convocar a gente joven no sólo para ser carne de cañón, sino para asumir responsabilidades con eficacia.
En lo personal, tomé la decisión de no presentarme a una nueva reelección. Siento que, en un proyecto que quiere crecer y dejar huellas, esa actitud es indispensable.
Pero he dicho con mucha claridad que no creo que mi partido tenga una receta en la que todos deban irse luego de servir un determinado número de períodos. Tampoco creo que sea una receta razonable para el país.
La política en Chile tiene muchos problemas; sin embargo, uno que no tiene es la eternización de sus parlamentarios. Sostener lo contrario no resiste ningún análisis. Me parece saludable que algunos parlamentarios tomen la decisión de no repostular al cargo y que los partidos políticos renueven sus cuadros dirigentes. En ambas tareas se puede avanzar mucho.
Repito, no resiste ningún análisis sostener que uno de los problemas de la política chilena es la eternización de sus parlamentarios. Lo prueba la composición de esta Sala. En los últimos veinte años se ha producido una renovación prácticamente completa de todos sus integrantes. Invito a que alguien me muestre un solo país en que ocurra lo mismo.
En otros países, los niveles de reelección son feroces: la mayoría de los parlamentarios -lo graficaré con algunos ejemplos- son reelegidos para un próximo período. Repito, eso no ocurre en Chile. Hace una década y media o dos décadas, los integrantes de la Cámara de Diputados eran otros, distintos de los actuales. Eso no tiene precedente en otros países.
Aplicar la norma que se propone significaría, por ejemplo -no voy a dar nombres porque ello siempre resulta odioso-, que dos de los diputados elegidos recientemente como los mejores representantes de sus coaliciones no tendrían la posibilidad de ser reelegidos. ¿Cuál es el problema que quiere solucionar la iniciativa?
En las últimas elecciones de un país que no nombraré, el porcentaje de parlamentarios reelegidos fue el siguiente: 94 por ciento, 94 por ciento, 98 por ciento, 96 por ciento, 98 por ciento, 98 por ciento y 94 por ciento. Y podría seguir hacia atrás. Es más, en sólo cinco de las últimas veintitrés elecciones se reeligió a menos del 90 por ciento de sus miembros. En las otras dieciocho elecciones el porcentaje de parlamentarios reelegidos superó esa cifra. Alguien preguntará si en alguna de esas cinco elecciones ocurrió alguna renovación importante: la respuesta es sí, pero es necesario retrotraerse a 1970, ocasión en que se renovó el 85 por ciento de la plantilla parlamentaria. Lo que ocurre en ese país -Estados Unidos de América- también sucede en la mayoría de los demás países. Repito, lo normal es que se reelija el 95, 96, 97 ó 98 por ciento de los parlamentarios.
¿Cuál es ese número en Chile? ¿Alguien se ha dado el trabajo de sacar la cuenta? Un tercio de la Cámara de Diputados se renueva en cada elección. En efecto, en cualquiera de ellas se puede comprobar que al menos 40 parlamentarios se renuevan en la Corporación. Se trata de un recambio que no tiene precedentes en otros lugares del mundo. En consecuencia, la eternización parlamentaria no es un problema que afecte a nuestro país.
Voy a dar otro ejemplo. Se trata de un país donde el problema está algo más acotado. En las últimas cinco elecciones el porcentaje de diputados reelegidos alcanzó a 87 por ciento, 86 por ciento, 82 por ciento, 90 por ciento y 84 por ciento, respectivamente. Ése país no es Chile, sino Inglaterra. Ese país tiene un problema, pero que no existe en el nuestro, por cuanto en Chile -repito- ese porcentaje alcanza a alrededor de 60 por ciento.
En Chile, la capacidad de renovación se ha manifestado en otras materias, por ejemplo en la composición política de la Cámara. En el transcurso de una década, al interior de ambas coaliciones se invirtieron completamente las fuerzas políticas. En 1989, en la Concertación había un partido claramente mayoritario. Una década después, pasó a ser el sector minoritario, y el bloque PS-PPD creció significativamente. Al interior de la Alianza ocurrió lo mismo: se invirtieron las fuerzas relativas entre Renovación Nacional y la UDI. Es decir, no sólo ha habido la capacidad de renovar personas y caras, sino que también se generaron espacios de renovación en cuanto a correlación de fuerzas políticas al interior de la Cámara.
En consecuencia, resulta demasiado evidente que se está copiando una idea para solucionar un problema que nos es ajeno. En Estados Unidos de América e Inglaterra, cuyos ejemplos mencioné, esta materia se dabate desde hace mucho tiempo, pero aún no se implementan limitaciones a los períodos parlamentarios. Insito, no es un problema del cual debamos hacernos cargo. Aquí se está copiando una idea que no resulta necesaria; por el contrario, tiene costos.
Existe una frase que señala que no hay nada más potente que una idea a la que le llegó su tiempo. A mi juicio, ésta es una mala idea a la que no le ha llegado su tiempo, porque Chile no tiene el problema que se pretende solucionar. De prosperar la iniciativa, podría redundar en la pérdida de personas muy destacadas. No voy a dar nombres, porque -repito- ello resulta muy odioso. Tengo una gran opinión del trabajo que realizan parlamentarios que han sido elegidos por varios períodos. Ellos deben ser mirados como una ganancia y no como una pérdida para el país. En nuestro sistema, son una excepción, no la regla.
A mi juicio, se ha exagerado mucho respecto de la supuesta existencia de un problema en nuestra realidad política para justificar el proyecto en debate. No comparto esa opinión. Por lo tanto, anuncio mi voto en contra.
He dicho.
El señor VARGAS (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Renán Fuentealba.
El señor FUENTEALBA.- Señor Presidente , si la Cámara de Diputados estima que aprobando el proyecto en debate mejorará nuestra imagen ante la opinión pública, se equivoca de plano. Si la Cámara de Diputados cree que con este proyecto de reforma constitucional, que limita la reelección de diputados y senadores -no se por qué la iniciativa no incluye a alcaldes y concejales-, se está atacando el problema de fondo, estamos errados.
He solicitado algunos antecedentes a la Oficina de Informaciones de la Corporación, a fin de ilustrar lo que sucede en otros sistemas políticos democráticos que, por lo general, se utilizan como referentes.
En Estados Unidos de América no existe ninguna limitación para reelegir, en forma indefinida, tanto a senadores como a representantes. Es más, veinticinco senadores suman más de treinta y cuatro años de servicio, y otros tantos casi cincuenta años. En cuanto a los representantes, 12 por ciento suma dos períodos; 7 por ciento, tres; 9 por ciento, cinco, y 25 por ciento, diez o más períodos.
En Francia, según datos obtenidos de las elecciones celebradas en 2007, de 467 diputados o miembros de la Asamblea Nacional, 312 fueron reelegidos y no existe impedimento para la reelección indefinida. Lo mismo ocurre en Alemania y en Reino Unido.
¿Cuál es el problema que debiéramos tratar?
En primer lugar, ciertamente, el sistema binominal es un obstáculo para que los electores tengan mayor posibilidad de escoger entre candidatos. Pero si creemos que al aprobar este proyecto estaremos contribuyendo a que en el futuro se reforme el sistema binominal, nuevamente estamos equivocados. En mi modesta opinión, aprobar este proyecto significará reforzar la existencia de dicho sistema. ¿Por qué? Porque se dirá que aquí ya se tuvo la reforma constitucional que limita el número de reelecciones y que, por consiguiente, el sistema binominal permitirá que, cada doce años, los diputados se vayan para su casa y que, cada dieciséis años, los senadores hagan exactamente lo mismo, y venga gente nueva, distinta. Eso es tapar el sol con un dedo.
En mi opinión, con la aprobación de este proyecto no estamos contribuyendo a que el día de mañana consideremos casi obligatoriamente la necesidad de reformar el sistema binominal.
¿Cuál es el problema de fondo que, como Corporación, debiéramos tratar, discutir y, definitivamente, consensuar en una solución? Nada más ni nada menos que una reforma profunda al régimen político que hoy impera. Sobre esta materia, los candidatos presidenciales se han pronunciado; incluso más, en la Cámara hay una Comisión abocada al estudio del posible cambio del régimen político. Esperamos con mucha ansiedad que su informe llegue a la Sala a la mayor brevedad.
Pero, indudablemente, aquí es donde reside el punto crucial que debemos resolver. El actual régimen político no satisface las necesidades de representación de la gran mayoría de la ciudadanía; no responde a los desafíos que una sociedad moderna y un país en desarrollo o casi alcanzando los umbrales del desarrollo, como el nuestro, necesita plasmar en sus instituciones democráticas y políticas; ciertamente no satisface los requerimientos de mayor democracia y de mayor representatividad política, étnica, etaria, en fin, y no cubre la gama completa que un sistema democrático debiera tener en materia de representación de la sociedad en la cual está inserto.
De manera tal que legislar porque en las encuestas nos va mal, porque se dice que estamos apernados, porque tenemos una presión ciudadana -que no desconocemos-, para hacer una reforma de maquillaje, que no apunta en forma concreta a los profundos problemas que tenemos sobre régimen político y sistema democrático, me parece que es hacernos trampa en el solitario, mentirnos a nosotros mismos.
Por esas razones, me voy a abstener en la votación de este proyecto. Repito, no creo que estemos solucionando los problemas que realmente aquejan a las instituciones democráticas del país, sobre todo a las instituciones republicanas cuya legitimidad es absolutamente necesaria para la ciudadanía, como el Congreso Nacional.
En definitiva, señor Presidente , si no enfrentamos de una vez por todas la reforma profunda del régimen político, vamos a estar haciéndonos permanentemente trampas en el solitario.
He dicho.
El señor SÚNICO ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el diputado señor Germán Becker.
El señor BECKER.- Señor Presidente, previamente, quiero hacerme cargo de algunas aseveraciones de diputados de la Concertación con respecto al sistema binominal.
Ayer se dijo que los sistemas electorales deben ser esencialmente representativos. La verdad es que sí deben ser representativos, pero también tienen que garantizar la gobernabilidad de los países. Ése es un equilibrio que siempre debemos tomar en cuenta. Por ejemplo, hay países que tienen sistemas proporcionales a lo largo de todo su territorio, como es el caso de Israel, y otros que tienen sistemas mayoritarios que privilegian la gobernabilidad sobre la representatividad.
Se ha dicho que el alejamiento de la gente y su bajo interés en la política dice relación con el sistema binominal. Esto podría ser cierto; sin embargo, cuando analizamos las votaciones en las elecciones municipales, en que no tiene nada que ver el sistema binominal, porque el que se usa en ellas es el mayoritario para los alcaldes y el proporcional para los concejales, nos damos cuenta de que el bajo interés en la política no tiene una relación directa con el sistema binominal.
Por último, estoy aburrido de escuchar a los parlamentarios de la Concertación decir que el sistema binominal es injusto y no es representativo, porque el 66 por ciento es igual al 34 por ciento, porque con el 66 por ciento de los votos se elige a un representante y con el 34 por ciento, a otro; pero lo que no dicen es que con el 67 por ciento se elige a dos representantes y con el 33 por ciento no se elige a ninguno.
Si es por eso, los sistemas mayoritarios serían absolutamente injustos, porque con el 50 por ciento más 1 se elige a uno y con el 50 por ciento menos 1 se elije a cero.
Realicé un estudio que demuestra que el sistema binominal es absolutamente representativo y exacto para ambos bloques que hay en este momento en el Congreso Nacional. El número de votos obtenido a través del sistema binominal es exactamente proporcional al número de diputados elegidos por cada bloque. Eso, paradójicamente, es muy distinto de lo que pasaba antes de 1973, en que, con el sistema proporcional, los votos no eran exactamente representados por el número de diputados.
Invito a los diputados y diputadas a que hagan un pequeño estudio que no demorará más de dos o tres horas o, si quieren, me lo pueden pedir a mí.
Antes de entrar al fondo del tema, quiero aclarar a la ciudadanía lo siguiente:
El proyecto que estamos discutiendo no tiene efecto retroactivo y, por lo tanto, no influirá en quienes lo votaremos. No creo que haya parlamentarios que tengan presupuestado quedarse, de aquí para adelante, tres períodos más. Lo consideraría un tanto absurdo, sobre todo por las condiciones de la política actual.
En cuanto al proyecto en estudio, llama la atención un cierto grado de soberbia que transluce. No dudo de la preparación, inteligencia y sabiduría de los integrantes de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados; no obstante, resulta bastante raro cuando en el informe señalan: “En atención a la sencillez de la iniciativa, la Comisión acordó prescindir del trámite de las audiencias públicas a que se refiere el artículo 211 del Reglamento”.
Señor Presidente , habría sido provechoso escuchar opiniones de académicos, que no tienen la presión de los medios de comunicación y no cargan con la desesperación de algunos parlamentarios por coincidir en épocas de campañas con los electores, que, obviamente, en su gran mayoría están apoyando este proyecto.
Habría sido importante escuchar a algún historiador que se hubiese planteado ante la posibilidad de haber aplicado esta restricción a grandes personajes de nuestra historia política, como Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende , o a casos más cercanos a mi posición política, como Francisco Bulnes Sanfuentes , Julio Durán y muchos otros.
Reconozco que nuestros mecanismos para designar a los representantes al Congreso Nacional adolecen de algunas limitantes, las que lamentablemente se han constituido en verdaderos vicios. Aun así, por ningún motivo comparto que se radique en la reelección de parlamentarios el origen del desprestigio de la política. Sólo dos países latinoamericanos no permiten la reelección, pero en ellos la política tampoco está muy prestigiada.
Resulta curioso y contradictorio que el informe de la Comisión de Constitución sostenga que las reelecciones indefinidas contribuyen al desprestigio de la política, en circunstancias de que, en forma inalterable, cuando se nos pregunta por los mejores parlamentarios, surgen espontáneamente los nombres de diputados y senadores que tienen varios períodos en ambas Cámaras, que prestigian la actividad política y que, además, tienen un gran respaldo electoral. Con el proyecto, estaríamos obligando al Congreso Nacional a expulsarlos, y a quienes se sienten representados por ellos, a no poder elegirlos. Ejemplos tenemos muchos: están los diputados Carlos Montes y Patricio Melero , y los senadores José García Ruminot , Antonio Horvath y Mariano Ruiz-Esquide , por nombrar a algunos.
Vamos al centro del problema. ¿Por qué no reconocemos que, en ocasiones, los partidos son incapaces de seleccionar adecuadamente a los candidatos que presentan a la ciudadanía? ¿Por qué no impulsamos reformas para combatir el fondo del problema? La solución es establecer mecanismos de primarias en los partidos políticos, proyecto que ya se encuentra en la Comisión de Gobierno Interior de la Cámara y que estuvimos analizando ayer con el ministro Viera-Gallo . Esta iniciativa será un gran aporte para elegir de manera más democrática a los candidatos al Congreso Nacional.
Otra forma sería admitir que los pactos o alianzas llevaran más candidatos. Si un pacto llevará más de dos candidatos al Congreso Nacional, a lo mejor cuatro, los electores tendrían más donde elegir. Este tipo de reforma haría más participativo el sistema.
El informe establece que se debe procurar que al ejercicio de la labor parlamentaria lleguen los mejores. Comparto la propuesta; pero el proyecto no garantiza que eso suceda. Al contrario, el efecto será justamente inverso: que se vayan los mejores.
¿Qué tipo de democracia nos propone el proyecto, en que los mejores y los peores son establecidos por la Cámara y no por los electores?
El proyecto genera muchas dudas. Voy a plantear un par que me surgen tras la lectura del informe.
¿Por qué no ha de ser posible para los parlamentarios la reelección si se cambian de distrito o de circunscripción? Si lo que queremos es evitar el privilegio o la ventaja que pueda tener tal o cual parlamentario por estar en un mismo distrito durante muchos períodos, ¿por qué no permitir que se vaya a la reelección en el distrito vecino o en otro, donde no existiría esa ventaja?
En seguida, ¿por qué los diputados podrán estar hasta 12 años en la Cámara, y los senadores, hasta 16 en la Cámara Alta? ¿Qué pretendemos con este proyecto? ¿Limitar el número de reelecciones? Si es así, si se establece una reelección para los senadores, tendría que ser una reelección para los diputados, pero si lo que pretendemos es limitar los años en que estarán diputados y senadores en el Congreso Nacional, la lógica indica que debiera ser 16 años para ambos. No entiendo lo que pretende la Comisión de Constitución con la actual propuesta.
¿Qué pasará cuando un parlamentario, como pasó en este período, sea designado ministro ? Ese período, ¿se contabilizará?
Por esas dudas y porque pienso que el proyecto no fue estudiado con la profundidad necesaria, me abstendré en la votación.
He dicho.
El señor SÚNICO ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el diputado señor Marcelo Díaz.
El señor DÍAZ (don Marcelo).- Señor Presidente , anunció que votaré a favor del proyecto, y lo haré porque ayuda. Pero mi voto favorable no tiene mucho que ver con el descrédito del Congreso Nacional ni con esa reciente encuesta ciudadana que nos deja muy mal posicionados, sino que pasa porque quiero ser coherente conmigo mismo y con lo que propuse durante mi campaña parlamentaria, el año 2005. En ese entonces, en una conferencia de prensa anuncié, entre otras cosas, que impulsaría un proyecto de ley para establecer un límite a la reelección de los parlamentarios. Por eso digo que lo coherente y lógico, sobre todo tras confirmar la conveniencia de establecer esta medida, es votarlo a favor.
Pero además lo haré porque el proyecto tiene otros efectos positivos. Soy autor de una iniciativa que establece una sola reelección para los diputados y ninguna para los senadores. Y sigo pensando que sería el mejor régimen. Me pareció importante que hubiese simetría en la duración del período máximo de diputados y senadores.
Insisto, a la política le hace bien renovarse, y al Congreso Nacional también le hace bien renovarse; es decir, hay que oxigenar la política. Los problemas son variados; algunos los planteó en su intervención el diputado Renán Fuentealba , y yo comparto su análisis. Este sistema electoral no da para más.
Hoy, un medio de comunicación, que desde comienzos de la recuperación de la democracia defendió el sistema binominal, se refirió a la falta de competencia en el sistema electoral, y se la atribuyó a los partidos. Creo que no es así. A mi juicio, el sistema electoral imperante fomenta esta práctica anticompetitiva. Este parece ser un paliativo para un problema más estructural que está en el sistema electoral.
Pero aparte del sistema electoral, hay que considerar otro aspecto: la reelección indefinida rige para toda autoridad pública elegida popularmente, salvo para los presidentes de la República. En efecto, el Primer Mandatario es la única autoridad elegida popularmente en Chile que no puede ser reelegida de manera indefinida.
Eso expresa, a mi juicio, una anomalía mayor de este sistema político en el marco de una Constitución que no fue hecha para vivir en democracia. No es casual, no es baladí ni tampoco irrelevante que de los seis candidatos presidenciales, cinco de los que representan, según todas las encuestas, más de la mayoría del electorado, sostengan que Chile requiere una nueva Constitución. Este es un dato que da cuenta -a pesar de las sucesivas reformas y a pesar del acto de fe de 2005, de haber retirado de la Constitución la firma del dictador y haber estampado en ella la de un presidente elegido popularmente- de que seguimos teniendo desencuentros en torno de un texto constitucional que nos reconozca a todos y nos represente a todos.
De ahí se derivan un conjunto de otras dificultades: el sistema electoral, por cierto, y el régimen político. Recuerdo que la Sala de la Cámara de Diputados votó entre 10 y 15 veces -no recuerdo bien- la creación de una comisión especial para analizar el régimen político chileno. Costó mucho lograr el quórum suficiente, no porque no hubiese diputados en la Sala, sino porque muchos se oponían y otros simplemente no votaban, porque al parecer en la Cámara de Diputados, órgano habitual de la expresión de la soberanía popular, no existía voluntad ni siquiera para reflexionar sobre la materia.
Este régimen presidencial o, mejor dicho, hiperpresidencialista o monárquico, como lo han tildado algunos, está agotado. Nosotros mismos somos conscientes de la infinidad de limitaciones que tenemos para ejercer nuestra función legislativa y fiscalizadora, porque las responsabilidades de los dos poderes colegisladores, el Ejecutivo y el Congreso Nacional, están mal estibadas; la carga no está bien distribuida. El peso de la responsabilidad está en el Parlamento, pero el peso de la iniciativa está en el Ejecutivo . Ahí tenemos también un problema severo.
En ese contexto, un proyecto que establece un límite a la reelección de los parlamentarios, como el que han propuesto diputados de diversas bancadas, nos ayuda a avanzar en ese sentido.
Probablemente, no será fácil llegar a acuerdo en la necesidad de reformar la Constitución. De hecho, como señalé, casi todos los candidatos presidenciales, menos uno, han planteado que aquí hay un punto que resolver. No obstante, éste es un tema que nos ayudará a introducir variables de renovación, de oxigenación y de apertura en nuestro sistema político, particularmente en esta institución, el Congreso Nacional.
Me voy a hacer cargo de una de las críticas más recurrentes, cual es que los diputados y senadores que no irán a la reelección se desentenderán de sus distritos para dedicarse a flojear. Eso habla pésimo de nosotros. No podemos decir que eso es verdad. No veo al diputado Eluchans , autor del proyecto -quien, según entiendo, no va a la reelección y con quien comparto una de las comisiones de la Cámara-, despreocupándose de sus obligaciones legislativas o desatendiendo sus compromisos legislativos; por el contrario, lo veo aportando con dedicación en cada uno de los proyectos que corresponda estudiar.
Probablemente, el proyecto corregirá un vicio, cual es que nosotros, aparte de ser legisladores, representantes y fiscalizadores, somos una suerte de asistentes sociales territoriales, ya que dedicamos buena parte de nuestro tiempo para atender demandas de salud, de pensiones, de jubilaciones, de cuentas de casas, de deudas, de problemas de pavimentación, de viviendas o de infraestructura, que no son de responsabilidad nuestra, porque tenemos vedada la iniciativa sobre gasto fiscal. La iniciativa nos obligará a ocuparnos de lo que nos corresponde de manera prioritaria, cual es legislar y fiscalizar bien.
Reitero, a lo mejor servirá para corregir eso que nos plantea nuestra experiencia de manera tan rigurosa y brutal, cual es que, cuando a veces tenemos proyectos importantes que discutir en la semana siguiente, no hemos tenido ni un solo minuto del fin de semana para sentarnos a analizar esa iniciativa porque hemos tenido jornadas extensas, que parten en la mañana y terminan muy tarde, para celebrar, por ejemplo, el aniversario de una junta de vecinos, lo que merece mucho respeto, pero que nos impide concentrarnos en parte de nuestras funciones.
Probablemente, siguiendo la lógica que han planteado algunos diputados, puede ocurrir que un parlamentario dedique menos tiempo al trabajo territorial en el período en que no va a la reelección, por lo que la presión que hoy recibe para dedicarse a los temas territoriales se desplace a autoridades a las cuales naturalmente les corresponden esas labores, como alcaldes, concejales y personeros del Ejecutivo a nivel regional. No obstante, eso no significará -no lo creo; no puedo ni quiero creerlo-, que los parlamentarios terminarán dedicando los cuatro últimos años de su gestión a no hacer nada. No lo creo, porque no lo hemos visto acá; nadie puede decir que algún diputado que decidiera no ir a la reelección, desatendiera sus obligaciones parlamentarias; no lo creo, no es así.
Por lo tanto, ese riesgo potencial que algunos han exhibido acá como argumento para votar en contra de esta reforma me parece insuficiente. Por el contrario, son indudables las bondades y los méritos de establecer un límite a la reelección indefinida de los parlamentarios; incluso más, la sociedad demanda gestos de esta naturaleza.
Por eso, voy a votar a favor del proyecto.
He dicho.
El señor SÚNICO ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el diputado señor José Pérez.
El señor PÉREZ (don José).- Señor Presidente , no me explico cómo no se ha analizado en mayor profundidad un proyecto que aborda una materia de esta naturaleza antes de presentarlo a la Cámara, ya que, siguiendo su lógica, también debiéramos limitar la reelección sucesiva de concejales, alcaldes, consejeros regionales, senadores, etcétera.
Deseo formular algunas preguntas. ¿Por qué el Presidente de la República y los diputados duran sólo cuatro años en sus cargos, en circunstancias de que los senadores duran ocho años en ellos? No logro entender esta situación, ya que todos los períodos debieran ser iguales: seis años.
Señor Presidente , hace algunos años la ley de Juntas de Vecinos impedía reelegir sucesivamente a sus presidentes. Tuvimos que modificarla, porque los buenos presidentes y dirigentes no podían ser reelegidos sucesivamente para continuar frente a sus respectivas juntas de vecinos.
Voy a dar a conocer un ejemplo para graficar que el proyecto de ley en discusión hace mal a la política chilena. Un senador elegido realiza un buen trabajo durante su primer período; pero, una vez reelegido, tendrá ocho años en que seguramente no pondrá el entusiasmo ni hará el buen trabajo que hizo en el primer período, porque no tendrá ningún incentivo para ello.
El pueblo debe determinar las reelecciones de sus representantes, porque es el soberano para elegir. En consecuencia, no hay ninguna razón para limitar la reelección de diputados y de senadores. Tenemos experiencias al respecto, tal como lo han señalado algunos colegas que me antecedieron en el uso de la palabra. Las personas con más capacidad, más sensatas y que han sido señeras en la Cámara de Diputados o en el Senado, han sido reelegidas por varios períodos. No nos olvidemos que, en estos casos, la experiencia es la madre de la ciencia. Basta nombrar algunos parlamentarios, como Gabriel Valdés Subercaseaux , quien fue un gran aporte para el Congreso Nacional durante toda su vida política, hasta su retiro voluntario.
Por lo tanto, no podemos hacer cambios que, más temprano que tarde, deberán ser rectificados si esta iniciativa se vota de manera favorable. Sé que muchos colegas votarán a favor para que la opinión pública no diga tal o cual cosa de ellos; pero aquí hay que votar en conciencia. No podemos restar poder a la soberanía popular, que es la que tiene que determinar a quien elige y a quien no.
De tal manera que, consecuente con lo que estoy diciendo, votaré en contra del proyecto de ley, porque le hace un grave daño a la política del país al limitar la reelección de diputados y de senadores.
Quiero que quede absolutamente claro que no hablo en forma personal, porque aquí estamos legislando para establecer la posibilidad de reelegir sólo dos veces a los diputados, pero a partir del próximo período; o sea, eventualmente, cualquiera de nosotros tendría doce años para seguir siendo diputado .
Reitero, no estoy mirando mi interés personal, sino lo que pasará a futuro en la Cámara de Diputados y en el Senado, situación que tendrán que rectificar los legisladores que vengan más adelante, porque históricamente se ha dejado en manos del pueblo esta decisión, que ahora se quiere limitar y arrebatar, ya que se quiere imponer una ley que, a mi juicio, es antidemocrática.
He dicho.
El señor SÚNICO ( Vicepresidente ).- Señores diputados, solicito la unanimidad de la Sala para restringir el uso de la palabra a cinco minutos, ya que restan cerca de treinta inscritos y el Orden del Día termina a la 13.40 horas.
El señor ELUCHANS.- Si va a restringir el tiempo a los que no hemos hablado, debió hacer lo mismo con quienes ya hablaron.
El señor SÚNICO ( Vicepresidente ).- ¿Habría acuerdo para restringir a cinco minutos las intervenciones de aquí para adelante?
No hay acuerdo.
Tiene la palabra el diputado señor Ramón Barros.
El señor BARROS.- Señor Presidente, he esperado por largo tiempo este proyecto, y anuncio que voy a votar a favor de él.
Quizás, mis razones son bastante personales. Creo que el servicio público debe ser necesariamente una etapa en la vida, en la cual uno entregue su trabajo y parte de sus virtudes en beneficio de los demás. Pienso que esta actividad no puede ser eterna; no podemos tener profesionales de la política durante períodos larguísimos.
En concordancia con ello, tengo la convicción de que el proyecto es positivo. A mi juicio, quienes argumentan que un diputado que no irá a la reelección, descansará durante los cuatro años en los que le corresponderá asumir su último periodo parlamentario, tienen una pobre mirada de lo que debemos hacer e implica un pobre reflejo de lo que pensamos de nosotros mismos.
Contrariamente, soy de opinión que el diputado que no irá a reelección, dejará de ser candidato y, probablemente, será mucho mejor legislador, porque podrá dedicar prácticamente todo su tiempo a su labor, en beneficio de su distrito.
Además, el proyecto permitirá una renovación y un tiraje en la chimenea a favor de quienes ven en los diputados en ejercicio como un tapón que les impide mostrarse y postular en los distintos distritos del país.
Una persona me preguntaba: ¿Cómo va a surgir alguien en un distrito que representa un diputado que lo copa todo y que trabaja mucho, porque es una virtud personal de él? Es muy difícil que alguien empiece a realizar un trabajo político si hay dos diputados que, sucesivamente, van a reelección.
Por lo tanto, feliz voy a votar a favor de la iniciativa, porque creo que contribuirá exactamente a lo que he pensado siempre: que el servicio público es una etapa en la vida. Se apruebe o no el proyecto, anunció que en diciembre próximo será la última vez que me presente a reelección, al menos como diputado . Antes de este proyecto, yo pensaba que 12 años es un tiempo razonable en la entrega a los demás.
Sé que es una iniciativa transversal, que probablemente en ninguna bancada cuenta con unanimidad, pero espero que se apruebe. Finalmente, reitero que mi voto será a favor.
He dicho.
El señor SÚNICO (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Esteban Valenzuela.
El señor VALENZUELA.- Señor Presidente , hay diputados que han dicho que votarán en contra de esta iniciativa o que se abstendrán.
Es cierto que han expresado sus razones para ello, pero creo que hay que analizar esto en un contexto global. Seamos francos en lo siguiente: en las últimas dos décadas, ningún proyecto de perfeccionamiento democrático y de renovación de instituciones ha podido fecundar en el aspecto estrictamente político en el Congreso Nacional. No hay más fortaleza en los municipios, no hay elección de cores, no hay inscripción automática ni voto voluntario. En enero se votó la reforma constitucional en esta última materia, pero no hubo voluntad política para poner urgencia a los respectivos proyectos, de manera que la inscripción automática y el voto voluntario entrarán en vigencia este año. Hace un año y medio, el ministro del Interior , Pérez Yoma , anunció un proyecto sobre elecciones primarias en algunos casos, para lo cual los partidos políticos deberían cumplir requisitos obligatorios, pero recién ahora fue ingresado a tramitación.
El cientista político Samuel Valenzuela , hermano de Arturo Valenzuela -quien, al parecer, será el encargado de la administración Obama para América Latina- dijo que, para que exista mayor renovación y competencia, en el marco del sistema binominal, en vez de dos candidatos deberían ser cuatro.
Sin embargo, ninguna de esas ideas ha prosperado en el Congreso Nacional. No ha habido ningún avance. El Senado ni siquiera ha despachado el proyecto sobre elección directa de consejeros regionales, que fue prometido a mediados de la década de los 90.
Felizmente, ayer en la Comisión Especial de Estudio del Régimen Político Chileno, presidida por el diputado Marco Enríquez-Ominami , se aprobó una propuesta reformista e innovadora, que será debatida por la Sala de la Cámara en septiembre, que incluye la limitación de las reelecciones. En ese sentido, el diputado Ramón Farías ha propuesto limitarlas no sólo en el ámbito parlamentario, sino también en el municipal.
En el debate del Senado, la iniciativa se podrá perfeccionar. Después de un período fuera del Congreso Nacional, alguien podrá presentarse nuevamente. Hay preguntas que se deben aclarar.
En el contexto en que estamos, que es de no reforma, el proyecto es un aporte a la circulación de la elite, a la oxigenación y a la posibilidad de que surjan nuevas agendas y nuevas visiones. Por eso, voy a votarlo a favor.
Si el país fuera ideal; si se eligieran los intendentes por votación popular; si hubiera innovación, elecciones primarias obligatorias en los partidos, un sistema de contrapeso institucional mayor, sistemas proporcionales como los existentes en países europeos de democracia más avanzada, uno podría abrirse a que, en lugar de limitar las reelecciones, hubiera otros espacios para dar y distribuir poder, y oxigenar nuestras instituciones.
Por eso, una señal favorable es obligarnos a cierta cantidad de períodos, como lo propuso el diputado Álvaro Escobar en un proyecto. Por ello, reitero que votaré a favor el proyecto.
He dicho.
El señor SÚNICO (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Mario Venegas.
El señor VENEGAS (don Mario).- Señor Presidente , a riesgo de no decir lo políticamente correcto o conveniente, quiero mirar el proyecto en función de sus méritos propios.
Por eso, me preocupé especialmente de sus fundamentos.
Entre ellos, se plantea el desprestigio de la política y de sus actores. ¿Busca corregir eso? Falta de confianza en las autoridades. ¿Este proyecto va a mejorar eso? Falta de interés en participar en procesos eleccionarios. ¿Este proyecto va a mejorar eso? Marginación de la política de gente valiosa, preparada y con vocación de servicio. ¿Los que llegaron aquí no tienen esos atributos? Imposibilidad de que la gente del mundo privado pueda desplazar a los que han hecho de esto una suerte de carrera política. Revisemos el origen de la mayoría de los que están acá. Un porcentaje importante viene del mundo privado.
Sexto, falta renovación de las ideas y propuestas, eficiencia y correcto ejercicio de los cargos y seriedad, respetabilidad e independencia de las instituciones en que se cumplen dichas funciones.
Recientemente -un mecanismo que no comparto-, un medio de comunicación hizo una encuesta y ¡sorpresa! uno de los que aparece nombrado reiteradamente como el mejor diputado de este hemiciclo es el distinguido colega Montes, que lleva veinte años y va a cumplir su quinto período. ¿Acaso eso no es una demostración del error de esta afirmación? Hay muchos otros que, como él, llevan mucho tiempo y que, precisamente, con la experiencia, la sabiduría y el conocimiento ganados, merecen mi respeto y admiración por el trabajo que realizan.
En consecuencia, estimo que ese argumento es errado. Esos argumentos le hacen mal a este proyecto, porque son equívocos.
Este proyecto es cosmético. Ninguno de los problemas planteados se va a resolver con limitar la reelección de los diputados y senadores.
¿Qué pasa con la soberanía popular y la opinión de los ciudadanos que, en definitiva, consagran un principio básico? Los ciudadanos son los únicos que tienen derecho a evaluar a las autoridades elegidas por elección popular y ellos determinarán si los reeligen, porque lo han hecho bien, o los mandan para la casa, porque no han estado a la altura de la responsabilidad que les entregaron. No creo en otra cosa. Ése es un principio fundamental de la democracia.
El proyecto tiene ese problema capital, no respeta tal principio, no aborda el problema de fondo, ni el perfeccionamiento del sistema electoral, que es la base. La discusión sobre el binominal, que debe ser proporcional y corregido, no me parece banal. No entiendo los discursos y argumentos que no se hacen cargo de esa realidad.
¿Cuándo nos haremos cargo de todos estos elementos y fundamentos negativos de nuestro quehacer democrático y político? Muchas veces esto es responsabilidad de nosotros mismos, de la práctica, de la manera de desempeñar este cargo tan importante. Un gran número de los diputados que están aquí farandulizan el trabajo y quitan seriedad, respetabilidad y peso a una institución como ésta. ¿Cuántos de nosotros contribuimos con nuestro propio accionar al desprestigio de la actividad política? De eso deberíamos preocuparnos más y no de estar disparándonos en los pies, como lo hacemos con mucha frecuencia.
Por otra parte, quiero dejar constancia de que en este proyecto veo cierto prejuicio, según los señala uno de sus fundamentos: la falta de gente valiosa, preparada y con vocación de servicio.
Los autores parecen tener un prejuicio: lo único que vale es la formación académica, los postítulos y posgrados, ojalá sacados en el extranjero, en circunstancias de que este hemiciclo –y el Congreso- debe representar al país real del cual formamos parte; a la diversidad, a aquellos que no tuvieron el privilegio de ir a universidades privadas o de sacar títulos en el extranjero. En definitiva, debe estar representado el país diverso, formado mayoritariamente por gente que no tuvo privilegios, pero cuya voz debe estar presente en la Parlamento, para dar cuenta de nuestra realidad compleja. Reitero, me parece que ahí hay un prejuicio. ¿Qué es gente valiosa y preparada? Me gustaría que lo aclararan los autores del proyecto.
También debemos considerar que limitar la reelección no soluciona el punto fundamental y de fondo: mejorar la calidad de la política y abordar un conjunto de otros elementos que son tanto o más importantes, como la relación incestuosa entre el dinero y la política, que hace que la cancha no sea pareja para todos. Basta ver lo que ocurre en estos días, los que aspiran a ser parlamentarios, en una actitud claramente contradictoria con lo que establece la ley, son los primeros que la transgreden, con trampas y mentiras. Sólo por no decir: “Vote por”, ¿se puede justificar la profusión de propaganda que, según algunos, cuesta millones de dólares y que insulta y ofende a los pobres del país? Ésas son las cosas de fondo y no esta mascarada, donde algunos quieren hacer una suerte de expiación de sus pecados, diciendo: “Hagamos un proyecto al respecto” y, por lo demás, están sacando las cuentas. A mí no me toca, porque son doce años y me puedo quedar aquí tranquilo. Algunos piensan que va a ser difícil que el proyecto pase en el Senado. Entonces, hacen el gesto para la galería y para que quienes están mirando la televisión los aplaudan, porque hicieron un discurso políticamente correcto. Me parece una hipocresía.
Por eso, aunque no sea políticamente correcto, quiero decir que, evaluando en su mérito el proyecto, ninguna de las cosas señaladas va a ser corregida, porque es mezquino, no alcanza ni siquiera a activar la profundidad del problema ni hace respetable esta actividad e institución, como se merecen.
Estoy profundamente orgulloso de lo que he conseguido como diputado . Llegar aquí, para mí, ha sido un orgullo y privilegio enormes. Día a día, hora a hora, trabajo para merecerme el respeto de los ciudadanos que me eligieron. Ésa es una verdadera contribución a dignificar la política y a mejorar nuestra democracia y no este tipo de proyecto que, insisto, es un maquillaje menor.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Tiene la palabra el diputado señor Alberto Cardemil.
El señor CARDEMIL.- Señor Presidente , soy coautor de esta iniciativa y voy a votarla a favor, porque, si bien no es la panacea universal para represtigiar la política chilena, es una corrección saludable que va en la dirección correcta.
El colega Venegas , por quien tengo especial aprecio, por la pasión con la que pronunció su discurso, habló de una hipocresía y mascarada. Nada de eso hay en el proyecto. Él podrá estar de acuerdo o no con la iniciativa, pero no hay nada que permita calificarlo así. Es una corrección de nuestro sistema institucional que, racionalmente, los autores estimamos correcta y vamos a dar los argumentos para ello.
Son curiosos los argumentos entregados en este interesante debate, muy importante para la Cámara de Diputados, porque estamos hablando de nuestra función. Se dice que esto no va a servir para nada y que hay que ir a la gran reforma constitucional. El candidato presidencial de la Concertación ha dicho que hay que convocar a una comisión constituyente para dar vuelta abajo la Constitución, de la manera boliviana, de la manera venezolana, de la manera ecuatoriana, de la manera que nos están proponiendo algunos países sudamericanos. Obviamente, ése no es el camino. Quedar sin Constitución al inicio del siglo XXI, sería un tremendo peligro para el país. Siempre habrá que revisarla y corregirla, pero el camino para represtigiar la política no es cambiarla.
Por supuesto, habrá que considerar reformas como el voto de los chilenos en el extranjero, pero con la certeza que han tenido siempre nuestros procesos electorales. Ése es el tema y daremos con la fórmula para hacerlo.
También la inscripción automática y voto voluntario y la modernización de los sistemas electorales, manteniendo la certeza en las elecciones, pero ese no es el tema ahora.
Cambio del sistema binominal. ¡Por Dios que suena a majadería este argumento!
Tengo aquí -varios diputados los han mostrado- los antecedentes oficiales de la Cámara de Diputados. Es la última elección. La Concertación sacó el 51 por ciento de los votos y eligió el 54 por ciento de los diputados. Si hay una fuerza que está representada, gracias al sistema binominal, es la Concertación. La Alianza sacó el 38 por ciento de los votos, esto es 54 diputados. O sea, cerca del 45 por ciento de los electos.
Respecto de los senadores, donde funciona la ley de los grandes números, es más perfecta la representatividad del sistema, pues la Concertación sacó el 51,31 por ciento de los votos y eligió 11 de 20 senadores. Es decir, el 55 por ciento de los electos. En tanto, la Alianza obtuvo el 34,30 por ciento de los votos y eligió 8 senadores. Es decir, cerca del 40 por ciento de los electos.
En consecuencia, todos los sistemas tienen defectos y ventajas. Por eso, dejemos, de una vez por todas, esta especie de anatema que se lanza contra el sistema binominal, en el sentido de que no es representativo, porque lo es bastante más que otros.
Estamos planteando una solución sensata, que avance en los temas que complican y cuestionan la función parlamentaria.
Hoy tenemos, al menos, cinco temas en el debate, no los eludamos.
En primer lugar, dedicación exclusiva a nuestro cargo o podemos desempeñar otros. Hay argumentos a favor y en contra de ambas posturas. Muchos dicen que la función parlamentaria sería más rica si uno pudiera dedicarse a una actividad profesional, docente, desde luego, o ser dirigente social; otros sostienen la dedicación exclusiva. En esta propuesta tenemos una solución, que ya daré a conocer.
En segundo lugar, profesionalización versus participación esporádica en la política. Hay muchos que sostienen que la política moderna necesita de profesionales, y otros que hay que entrar y salir, porque eso la hace más rica. En realidad, es un tema súper debatible, pero que vamos a tener que resolver. En esta propuesta hay una solución. En tercer lugar, función representativa de los diputados o una exclusivamente fiscalizadora o legislativa. Casi el 80 por ciento de nuestro tiempo, sobre todo en período de elecciones, lo dedicamos a representar a nuestros electores. Ni en la Constitución ni en la ley orgánica se recoge esta función representativa. Es fundamental entender que tenemos que solucionar tal dilema mediante fórmulas adecuadas.
En cuarto lugar, las barreras de entrada a la política. Hay una gran crítica. Se dice que el diputado tiene una ventaja cuando va a la reelección, porque al que está desafiando, al incumbente, como lo llaman ahora, se le presentan barreras de entrada muy altas. Es un cuestión que también tenemos que solucionar.
Por último, reelección versus eficacia.
Hay muchos diputados que dicen que la prohibición para ser reeligido atenta contra la eficacia, porque el diputado que no va a la reelección se puede sentir desmotivado o alejado de los problemas de su distrito.
Son todos temas efectivos y discutibles. No hay fórmulas exactas para enfrentarlos. Democracias muy viejas mantienen la reelección, como Estados Unidos y Gran Bretaña. Otras, modernas, que han querido redemocratizar, establecieron la no reelección, como Méjico, y de alguna manera han fracasado.
Todo es cierto, pero tenemos que enfocar el problema y resolverlo, y eso hacemos con este proyecto. Hemos presentado una moción sensata. Entre dedicación exclusiva y simultaneidad, mientras sea diputado , dedicación exclusiva.
Entre profesionalización versus afición, al menos mientras se es diputado , tender a la profesionalización de la actividad.
Planteamos una función representativa, al menos durante el período en que se es diputado , y también después, cuando se es candidato a la reelección.
Para no caer en el cuestionamiento de la eficacia, planteamos que el diputado , en el último período, no postule a la reelección, conforme con la fórmula del proyecto.
Por último, como argumento central, propongo, desde la Cámara de Diputados, de manera práctica -no hagamos grandes abstracciones-, frente a la crítica relacionada con las barreras de entrada, que la reelección sea limitada. No prohibimos la reelección, sino que la acotamos. Un par de períodos y el siguiente no.
Con ello pretendemos hacer un aporte al sistema político. Por supuesto que no lo vamos a mejorar con esta iniciativa, pero vamos a ayudar a lograr ese objetivo.
Estoy persuadido de ello, por lo cual mi voto será favorable al proyecto.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Tiene la palabra el diputado Felipe Harboe.
El señor HARBOE.- Señor Presidente, hoy estamos discutiendo un proyecto que busca evitar la perpetuidad en los cargos de elección popular.
En particular, la moción se refiere solo a cargos parlamentarios. Echo de menos los municipales. Por eso, junto con otros diputados, formulé una indicación para que se les incluya, porque no se trata de cualquier proyecto.
Debemos ser capaces de entender el contexto en que se da la discusión, que deviene en medio de un creciente proceso de desprestigio de la actividad política. Hoy por hoy, los ciudadanos carecen de información necesaria para conocer la función legislativa en plenitud.
Hoy resulta más fácil denostar la actividad política y a quienes se dedican a temas colectivos que cuestionar a aquellos que prefieren el bienestar personal por sobre el colectivo.
Estamos en medio de una profunda crisis de legitimidad de la actividad pública. Pero esto no es casual ni propio sólo de nuestro país.
En parte, es cierto, es nuestra responsabilidad, pero también debemos tomar conciencia de que ésta es una situación que enfrenta el mundo. Baste observar el creciente desprestigio y la escasa participación electoral en las principales democracias del mundo, salvo casos excepcionales.
Estamos en medio de un enfrentamiento entre dos visiones de la sociedad.
Por una parte, aquellos que creen que el crecimiento y el desarrollo son consecuencia exclusiva de esfuerzos individuales y que es el mercado, sólo él, el encargado de autorregular las ganancias y su distribución; aquellos que valoran y resaltan a quien logre romper record de consumo y producción, por sobre los que privilegian lo colectivo; aquellos que se preocupan, de manera exclusiva, del tener por sobre el saber; aquellos que denostan con liviandad lo solidario, lo simple y la actividad pública como forma de desprestigiar el quehacer en pos de la comunidad y así evitar las necesarias regulaciones en el sistema redistributivo y de equidad como forma de progreso social.
Frente a ellos están quienes creen que la política es una actividad necesaria para el desarrollo de los pueblos, también aquellos que privilegian la preocupación por lo público, por lo colectivo y lo social por sobre lo individual; los que creen que la dedicación a construir sociedades más justas es una de las más nobles actividades del ser humano, dirigentes vecinales, sociales, voluntarios y miles de personas que en forma anónima restan tiempo a su vida personal y familiar en pos del mejoramiento de las condiciones sociales de nuestros pueblos; gente que cree que el desarrollo es un verbo que incluye conceptos de solidaridad, equidad e inclusión social; en fin, aquellos que asumimos nuestros proyectos individuales en pos de proyectos colectivos. Esa es la verdadera batalla. Hoy enfrentamos al poder del individualismo, al miedo, a la codicia y a la avaricia.
Este proyecto, sin duda, va a constituir un aporte para integrar nuevas personas a la actividad de la política. Es necesario. El límite a la reelección indefinida de los cargos parlamentarios va a aportar al proceso de renovación de la política, pero, junto con ello, debemos dar espacio a aquellos que quieren y que no pueden.
Por ello apoyo este proyecto, pero es mi deber también, en responsabilidad, hacer presente que por sí solo no mejorará necesariamente la calidad de la política. Este proyecto debe ser parte de un cúmulo de iniciativas que se hagan cargo, por ejemplo, de la derogación del sistema binominal, que al poner tantas limitaciones a la voluntad popular, la distorsiona.
Hace un momento, el diputado Cardemil exhibía algunas cifras para justificar la existencia del sistema binominal, que reflejaban que la Concertación y la Alianza habían sido privilegiadas por el sistema. Pero olvidan que hay una gran mayoría de chilenos que no están ni en una ni en otra coalición, que son independientes y que producto de este sistema tienen escasas posibilidades de resultar electos.
En segundo lugar, eliminar la prohibición que hoy rige de postular como candidatos al Congreso Nacional a dirigentes sociales y vecinales. Hoy pueden postular otros dirigentes gremiales, pero no ellos, lo que no parece justo para reformar la política del pos Bicentenario, que es sumar e incluir y no excluir ni marginar.
Otro aspecto relevante que debería integrar este proceso de reforma a la política es el límite al gasto electoral, a fin de evitar la inmoral y creciente influencia del dinero en la política y en lo determinante y excluyente que se transforma una postulación para un independiente, sin los contactos para conseguir los recursos necesarios.
La inscripción automática y el voto voluntario deben ser el piso para saber de verdad y con sinceridad cuál es la representación de la política en el país. Debemos esforzarnos para aumentar las bases de participación y apoyo por motivación y no por sanción.
Una profunda reforma a la ley de Partidos Políticos para democratizar las estructuras internas.
Una ley de primarias para la determinación de los candidatos a cargos de elección popular, incluida la Presidencia de la República.
La modificación del sistema de reemplazo de las vacancias parlamentarias por elecciones complementarias, prontamente ingresaré al Congreso Nacional una iniciativa sobre la materia.
En fin, si tomamos conciencia de que estamos frente a una de las más duras batallas para derrotar el individualismo y la descalificación fácil de la política y de lo colectivo, debemos ser capaces de crear un engranaje que permita el ingreso de nuevos aires a la actividad política para enfrentar con tranquilidad los desafíos del Chile del pos Bicentenario, donde las nuevas generaciones y aquellas que el sistema no acoge puedan participar en la toma de decisiones de los destinos de Chile y de su pueblo.
Por ello, comprometo mi voto a favor del proyecto.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Tiene la palabra el diputado Edmundo Eluchans.
El señor ELUCHANS.- Señor Presidente , junto a los diputados Jorge Burgos , Juan Bustos , Alberto Cardemil y Guillermo Ceroni , me correspondió el privilegio de ser patrocinante de este proyecto. Por ello, soy un ferviente partidario de él y concurriré con mi voto favorable.
Quiero insistir en las razones por las cuales apoyaré este proyecto.
Creemos que una iniciativa como ésta contribuirá al perfeccionamiento de nuestro sistema democrático y al engrandecimiento de la política. Asimismo, permitiría una mejor renovación de personas y consecuencialmente de ideas. Todo eso tiende a mejorar la política, a que esté más vigente y a que haya más interesados en participar en ella.
Soy completamente contrario a los políticos profesionales y a aquellos que hacen del ser parlamentario un oficio. Creo que eso no es conveniente para el Congreso Nacional, ni para nuestro sistema democrático, ni para el país.
En mi calidad de patrocinante del proyecto, quiero hacerme cargo de algunos de los argumentos usados en contra.
En primer lugar, quiero decir, con todo respeto, a la diputada Isabel Allende y a los diputados Carlos Montes y Antonio Leal , que no subestimen en este caso nuestra capacidad de darnos cuenta de la realidad social y política. Qué significa. No hemos dicho ni consideramos que ésta sea la razón del desprestigio de la política ni, por lo tanto, que la iniciativa en discusión sea la solución. Sólo creemos que aquí hay un problema y podemos contribuir a resolverlo. Nos parece que este proyecto va en la dirección correcta y que estamos dando un paso. Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Si esperamos que vengan todos los cambios que estimamos necesarios, probablemente nunca vamos a dar pasos en la dirección correcta para avanzar. Es muy probable que surjan discrepancias sobre cuáles deberían ser los pasos siguientes. Pero si hay mayoría en esto, hoy podemos dar un paso.
En segundo lugar, hay otros que han planteado una motivación publicitaria, un aprovechamiento. Realmente, lamento lo expresado y ni siquiera quiero detenerme un minuto en ese punto, porque creo que no vale la pena.
Pero hay otros parlamentarios -uno ya lo dijo en la sesión de diciembre de 2007 y lo repitió esta mañana- que han señalado que este proyecto es inconstitucional. Sí señor, eso se ha dicho. En verdad, hay quienes sostienen la tesis de que hay normas esenciales de la Constitución que son inmodificables. Tesis respetable, pero que no compartimos. Sin embargo, nunca alguien que tenga conocimientos básicos sobre derecho constitucional ha pretendido establecer que si existe la teoría de que hay proyectos que pueden ser inconstitucionales, ésta se pueda aplicar a las normas que regulan los períodos parlamentarios.
Otro argumento que se ha usado mucho es que la Constitución no debería regular estas materias y que es la ciudadanía, a través de su voto, la que debe expresar su deseo o rechazo de que un parlamentario continúe o no en el cargo. Creemos que eso no es suficiente para desestimar nuestra propuesta porque, si bien es cierto, como lo dice por lo demás la propia Constitución, la soberanía reside en la nación, la misma Carta Magna se encarga de señalar que a ella y a la ley le corresponde regular el funcionamiento de un sistema electoral público y no se divisa razón alguna para que la Constitución -que establece en su artículo 25 que el Presidente de la República no podrá ser reelegido para el período siguiente- no pueda reglamentar la duración de los cambios parlamentarios y la reelección.
Así como la Constitución y la ley determinan los tiempos de duración de los cambios parlamentarios, las inhabilidades y las incompatibilidades que les afectan, las causales de cesación en el cargo, la exigencia de tener o no residencia en la región, puede también establecer un límite a los períodos de reelección.
La ley, en aras del perfeccionamiento de nuestro sistema democrático, puede consagrar ciertas restricciones sin que ello afecte la esencia de nuestras instituciones. Pretender que la legislación no puede introducir limitaciones o regulaciones en nuestro sistema eleccionario, podría llevarnos al absurdo de sostener que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, lo que es contrario a nuestra historia republicana. Además, se contradice con la letra y el espíritu de nuestro ordenamiento jurídico constitucional, que precisamente entrega a la ley la tarea de regular la forma en que las autoridades, como depositarias de la confianza ciudadana, ejercen sus funciones. Lo contrario equivaldría a propiciar que sólo una democracia directa, en que todo lo decide directamente el pueblo, es el único régimen democrático legítimo, lo que no sólo es contrario a nuestro ordenamiento, sino, además, a la experiencia universal que enseña que la democracia directa, finalmente, no es democracia.
Por otra parte, aquí se ha usado un tono descalificatorio y beligerante, que no parece ser el más adecuando en una discusión de esta naturaleza. Se ha dicho que los mocionantes pretenderíamos que aquí sólo esté presente la elite, con títulos universitarios obtenidos en el extranjero. No hay tal, no se trata de eso; lo que hemos expresado es que queremos que llegue gente valiosa. Con ello no afirmamos que quienes están aquí no lo sean; pero, en el país, hay muchísimas personas valiosas, millones de chilenos, que podrían integrar el Congreso Nacional y constituir un verdadero aporte al perfeccionamiento de nuestra democracia, que no han llegado debido a las trabas que impone el sistema imperante. A eso apunta este proyecto, a dar un paso, a avanzar algo, a tratar de mejorar las cosas.
Antes de concluir mi intervención, quiero hacer algunos breves comentarios.
En primer lugar, quiero referirme al momento político que estamos viviendo. Es indispensable que nosotros, es decir, la Cámara política del país, dé una señal potente, en cuanto a que queremos que la ciudadanía valore y respete el trabajo que realizamos.
En segundo lugar, quiero decirles a los numerosos diputados presentes que llevan muchos períodos, que este proyecto no va en su contra; respetamos que hayan sido diputados durante tantos años porque muchos han hecho grandes aportes. La norma transitoria del proyecto establece que partimos de cero y entendemos que la reforma constitucional se va a aplicar en ese sentido.
En tercer lugar, quiero hacer un reconocimiento a los numerosos parlamentarios que, durante los últimos veinte años, presentaron proyectos similares. Para la historia de esta reforma constitucional, todas esas mociones están recogidas con nombres y fechas de todos y cada uno de sus autores.
Por último, quiero entregar un especial agradecimiento a los diputados Burgos , Bustos , Cardemil y Ceroni .
Por último, invito a todos los diputados presentes -tenemos hoy una posibilidad histórica- a aprobar este proyecto de reforma constitucional, porque con ello daremos una muestra de grandeza de la Cámara de Diputados.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Tiene la palabra el diputado señor Alberto Robles.
El señor ROBLES.- Señor Presidente, este proyecto, originado en moción, es una reforma constitucional relacionada con nuestro sistema electoral.
Cada vez que en el Congreso Nacional hemos tratado de aprobar una reforma electoral amplia que permita cambiar la composición de la Cámara y del Senado, de manera que represente efectivamente a los ciudadanos chilenos, hemos recibido una respuesta negativa de muchos diputados de Derecha.
Una reforma constitucional no sólo debe estar orientada -lo quiero decir claramente- a limitar los períodos de reelección parlamentaria, sino a entregarle al pueblo de Chile, a las personas que sufragan, la posibilidad real de elegir y de ser elegido, de estar representadas en forma clara en el Congreso Nacional, como también las distintas corrientes políticas y las ideas sociales del conjunto de nuestra sociedad; pero ello no es posible con el sistema electoral imperante. El sistema binominal impide que en esta Sala estén representadas todas nuestras visiones sobre la sociedad chilena y que, mediante el voto, podamos ponernos de acuerdo sobre la forma en que podemos avanzar en nuestra normativa.
Al final de cuentas, este proyecto de ley sólo busca lograr un cambio nimio del sistema electoral. Habría preferido que los diputados Eluchans y Cardemil hubieran contribuido con sus votos a modificar el sistema binominal, porque ahí está la madre del cordero.
¿Por qué algunos parlamentarios quieren limitar la reelección? En nuestro país, las diversas ideas no están representadas en el Congreso Nacional; los diputados se representan más bien a ellos mismos y no a ideas políticas. ¿Cómo es posible que un senador, al poco tiempo de sus elección se dé vuelta la chaqueta y altere la representación del Congreso Nacional? ¿Cómo es posible que ese senador se lleve a su posición personal los votos de ciudadanos que pensaron que su proyecto político era progresista y que, finalmente, termine en la Derecha? ¿Cómo es posible que esto ocurra en una cámara que pretende representar a los ciudadanos chilenos? Eso es lo que tenemos que cambiar; es decir, debemos avanzar hacia sistemas políticos mucho más serios que representen verdaderamente a todos los ciudadanos.
En países más desarrollados que el nuestro, desde el punto de vista democrático -por ejemplo, en Europa-, no se vota por las personas, sino por posiciones políticas, por ideas, por los partidos políticos. De manera que un candidato sólo representa las ideas políticas de determinado partido del colectivo. Por eso, en términos democráticos, tienen cierta fortaleza porque pueden llegar a acuerdos.
Aquí no sólo necesitamos limitar la reelección, sino aprobar una reforma según la cual no sólo senadores y diputados, sino que, también, alcaldes y concejales no puedan permanecer indefinidamente en sus cargos. Hoy, un alcalde que ofrezca distintas posiciones políticas a los electores puede permanecer mucho tiempo en su cargo, sin que represente necesariamente ideas específicas respecto de la sociedad hacia la cual queremos avanzar. Por cierto, es necesario que existan limitaciones para los cargos de senadores y diputados; pero, ¿por qué no también para los de concejales y alcaldes?
¡Para qué hablar de la reelección del Presidente de la República ! Yo soy partidario de que el Presidente de Chile pueda ser reelegido, por lo menos, por un período, porque el actual sistema le impide que destine todo su tiempo a gobernar. El Presidente de la República tiene un tiempo de adaptación, y antes de que termine su período, ya estamos hablando de elecciones presidenciales. Por ejemplo, a la Presidenta Bachelet le resta casi un año para terminar su mandato y ya todo el país está hablando de quien va a ser el próximo Jefe de Estado .
¡Ni qué decir de las elecciones de intendentes! ¿Cuándo vamos a regionalizar de verdad al país y a aprobar una reforma para que los intendentes sean elegidos por el pueblo, de modo que las regiones sean soberanas en la administración de sus recursos? ¿Por qué no hablamos de fortalecer, de una vez por todas, a los partidos políticos? Hoy, con el sistema imperante, no tienen recursos ni posibilidades de llevar a cabo su gestión. Tanto o más que el Congreso Nacional, los partidos políticos están de capa caída en la sociedad, la cual no sólo tiene un mal concepto de ellos, sino que, a veces, considera más valiosa a un independiente que a otra persona que milite en un partido y que represente determinadas ideas políticas sobre el desarrollo de la sociedad.
Me parece que estamos legislando con una visión muy estrecha. Lo que necesitamos es una normativa que cambie el sistema electoral, porque la Constitución de Pinochet nos dejó amarrados. Por eso, es necesario que los diputados Eluchans y Cardemil no se limiten a presentar una moción como ésta, sino que nos apoyen en una reforma que cambie completamente el sistema electoral, que verdaderamente permita que la ciudadanía se exprese, que posibilite que en la Cámara estén representadas todas las corrientes políticas.
En estos momentos, la Concertación está haciendo grandes esfuerzos por incorporar al movimiento Juntos Podemos, pero se quedan afuera otros movimientos políticos. Por ejemplo, el PRI es una realidad y debemos tener la capacidad de comprender que representa una visión distinta de la sociedad. Tiene que haber una fórmula para que todos estén incluidos.
Por eso, no obstante comprender el espíritu de esta moción, considero que es un aporte bastante pobre, si se compara con las reformas que requiere nuestro país. Espero que, si el proyecto va al Senado, sea objeto de modificaciones.
Lamentablemente, las ideas matrices del proyecto no permiten los cambios en la línea que estoy planteando.
A mi juicio, deberíamos avanzar hacia un sistema proporcional y al fortalecimiento de los partidos políticos. Soy partidario de que los diferentes colectividades presenten listas parlamentarias, que el candidato no sea elegido en consideración a su persona, sino que por posiciones políticas e ideas que representen en la Cámara de Diputados a los ciudadanos, para que finalmente nuestro país avance hacia una democracia representativa real, en la que los ciudadanos se sientan representados, no por la persona, sino por las ideas que esa persona plantea en el Congreso Nacional.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Tiene la palabra la diputada señora Denise Pascal.
La señora PASCAL (doña Denise).- Señor Presidente , en los dos días de debate sobre el proyecto hemos escuchado posiciones a favor y en contra de la reelección de diputados y senadores por más de dos períodos.
Se han presentado muchas mociones sobre la materia, pero no cabe duda de que deberíamos cambiar el sistema que nos rige por uno proporcional, donde no sólo avancemos en la no reelección, sino que en un sistema en el que los ciudadanos, el pueblo, se pronuncie no sólo sobre dos nombres que lleve una coalición, sino sobre las ideas que los candidatos representan.
Desgraciadamente, no se ha logrado el cambio del sistema binominal porque no hemos tenido los votos y, a lo mejor, ha faltado la voluntad política de muchos para ello.
La reelección indefinida que consagra el sistema binominal, tanto de diputados como de senadores, no es sano para la política. Creo necesario avanzar en la no reelección.
Me habría gustado que el proyecto incluyera también a los alcaldes, concejales y consejeros regionales, para que no sean reelegidos indefinidamente.
A mi juicio, permanecer 12 años como alcalde o dos períodos como senador, es tiempo suficiente. En ese período, podemos demostrar nuestras capacidades y abrir la ventana a muchos otros, no sólo a los jóvenes, sino que a personas de diferentes edades.
Me queda el gusto amargo de no poder incluir dentro del sistema electoral a los dirigentes sociales, a los dirigentes sindicales. Ese tipo de cambios podría conducir a que la gente se sienta representada en la Cámara de Diputados como corresponde.
En pocas palabras podemos decir que necesitamos reformas profundas en nuestro sistema electoral, cambiando el binominal por uno proporcional. A lo mejor, debemos revisar y determinar si es necesario continuar con un Congreso bicameral o si es mejor que sea unicameral.
Asimismo, creo que debemos hacer revisiones profundas respecto de lo que significa nuestra representatividad. Si es personal, como se acaba de decir, o corresponde a una visión a través de nuestra ideología, o si podemos cambiarnos la chaqueta fácilmente, cuando nos conviene, y ubicarnos en otros escaños porque va a ser más fácil la reelección o porque estamos descontentos con el partido que nos apoyó como candidatos.
No cabe duda de que se necesita una transformación profunda, con una nueva Constitución democrática, participativa, que permita al pueblo pronunciarse sobre la materia y hacer los cambios necesarios para profundizar nuestro sistema democrático. Así diremos al mundo que en realidad somos demócratas y que la Constitución nos permite estar representados en el Congreso Nacional proporcionalmente, como corresponde, no como ocurre en la actualidad, en que las minorías tienen el mismo peso que las mayorías y los dirigentes sindicales y sociales no están representados.
Quienes pertenecemos a un partido, que tenemos una ideología, que hemos luchado por ella durante toda nuestra vida, no vamos a cambiar porque hemos sido elegidos por un sistema binominal y a futuro será con uno proporcional, donde representaremos no sólo nuestra persona, sino nuestra manera de ver la democracia.
Ojalá que el proyecto hubiera propuesto cambios mucho más profundos, pero ya que no es así, votemos por la no reelección indefinida de diputados y senadores, al menos significa un paso.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Tiene la palabra el diputado Jaime Mulet.
El señor MULET.- Señor Presidente , estoy convencido de que el proyecto introduce una importante modificación constitucional y responde a un esperado anhelo de distintos actores políticos, entre los que me incluyo.
Es fundamental poner límites a la reelección indefinida en todos los cargos de elección popular, no sólo de diputados y senadores, como plantea el proyecto, sino que también alcaldes, concejales y consejeros regionales.
La soberanía reside en el pueblo, eso es básico, y nosotros nos ufanamos de ser demócratas. Me refiero a todos, cual más, cual menos, pero creo que la soberanía, que es un concepto esencial en la democracia, y que muchas veces repetimos que reside en el pueblo, se ha ido dejando un poco de lado.
¿El pueblo está verdaderamente representado en el Congreso Nacional? ¿Existe una radiografía medianamente cercana a la realidad de todo Chile? Cualquier ciudadano o ciudadana, ¿tiene la posibilidad de llegar al Parlamento, de ser candidato o candidata?
En general, la soberanía está claramente limitada, en esta suerte de partitocracia que hemos ido construyendo y que, en definitiva -como su concepto lo señala- es la que está gobernando cada vez más. Son los partidos políticos los que deciden quién va a llegar a la Cámara de Diputados o al Senado, porque el sistema binominal es tan alambicado, que no existen derechos igualitarios para los independientes, lo que permite a cualquier analista político medianamente inteligente e informado determinar quiénes van a acceder al Congreso Nacional en una elección parlamentaria, sin hacer encuestas; sólo mirando la lista de inscritos, va a poder decir: “Mire, van a llegar tales o cuales”, y se va a equivocar en cinco, seis, siete u ocho nombres.
Pues bien, ¿quiénes definieron esa lista parlamentaria? No fue la soberanía, no fue el pueblo. A la soberanía del pueblo se la encajona. Por eso, una manera de avanzar, aunque parcial, en que la soberanía vuelva realmente al pueblo, es limitar la reelección indefinida.
El proyecto constituye un paso importante, porque, por último, por nuestras propias fallas, por nuestras propias debilidades, que por cierto tenemos, muchas veces no somos capaces de ver que, a lo mejor, al lado, atrás o arriba de nosotros, hay gente que tiene las condiciones y las capacidades para realizar el trabajo parlamentario, de concejal, de alcalde, en fin.
El poder seduce, ésa es una realidad; el poder absoluto corrompe -absolutamente-, y claro, la Constitución debe regular el sistema. Por eso, para que haya más democracia, para mejorar la debilitada estructura electoral de representación que establece nuestra Carta Fundamental, es esencial establecer límites a la reelección sucesiva de diputados y senadores.
Es difícil decírselo a cada cual. Por eso, hay que hacerlo por ley.
Por ello, soy partidario de este proyecto de reforma constitucional. Creo que debe complementarse con otros.
He escuchado atentamente a varios colegas. Algunos han dicho que es necesaria la reforma del sistema binominal. Por cierto que lo es, porque es lo más antidemocrático que hay; que es necesario facilitar la participación de los independientes, por cierto que lo es; que es necesario regular elecciones primarias para que haya más democracia en los partidos, por cierto que lo es. Los partidos deben dejar de ser conducidos por cúpulas, pues muchas veces con la cuota de poder que da asignar los cupos parlamentarios, en definitiva, mantienen el control sobre las personas y parte del Parlamento.
Hay situaciones en que esto se ha exagerado. En alguna oportunidad señalé que una determinada coalición parecía una verdadera junta de gobierno, porque los presidentes de partidos obligaban a los diputados a votar de una u otra manera. Así no se ejerce la soberanía con absoluta libertad, como corresponde.
-Hablan varios diputados a la vez.
El señor ÁLVAREZ ( Presidente ).- Ruego a los señores diputados guardar silencio.
El señor MULET.- Gracias, señor Presidente.
A lo mejor el tema no interesa mucho. Así es el Parlamento hoy; ojalá lo podamos cambiar, para ello todos debemos esforzarnos.
También es urgente determinar muy bien en nuestra legislación las vocaciones políticas, en particular en la Constitución. Distinguir entre la vocación parlamentaria, definida como vocación nacional para legislar para el país y fiscalizar, y la regional. Los parlamentarios no pueden ser gestores -la Constitución lo prohíbe- de obras para las regiones, porque no existe la vocación regional. Los consejeros regionales carecen de legitimidad.
También hay que distinguir muy bien entre la vocación regional y la local, la municipal, con sus limitaciones, claridad y definiciones para tener un Congreso más democrático y verdaderamente preocupado de los intereses del país, de legislar y fiscalizar bien, y no pensar sólo en la próxima reelección.
Este proyecto aborda un tema que ayuda a eso, porque en el tercer período parlamentario, cuando los diputados no tengan la posibilidad de acceder a una cuarta postulación, o a una tercera, en el caso de los senadores, habrá mayor inquietud por los inte-reses de Chile que por los legítimos inte-reses personales en una eventual reelección. A mi juicio, este proyecto es limitado, pero bueno.
Por último, quiero dejar constancia de que es necesario democratizar los partidos políticos, establecer obligatoriamente primarias, mayor regionalización con la elección de intendentes, cores, impuestos regionales, terminar con el sistema binominal, en fin. Hay mucho que hacer en nuestra Constitución.
Anuncio mi voto favorable al proyecto, porque representa un pequeño avance y va en el sentido correcto.
He dicho.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Cerrado el debate.
-Con posterioridad, la Sala se pronunció sobre este proyecto en los siguientes términos:
El señor ÁLVAREZ ( Presidente ).- En votación general el proyecto de reforma constitucional que modifica el artículo 51 de la Carta Fundamental en lo referido a la elección de diputados y senadores.
Su aprobación requiere el voto afirmativo de las tres quintas partes de las señoras diputadas y señores diputados en ejercicio; esto es, 72 votos.
-Efectuada la votación en forma económica, por el sistema electrónico, dio el siguiente resultado: por la afirmativa, 70 votos; por la negativa, 19. Hubo 11 abstenciones.
El señor ÁLVAREZ (Presidente).- Rechazado.
-Votaron por la afirmativa los siguientes señores diputados:
Accorsi Opazo Enrique; Aguiló Melo Sergio; Allende Bussi Isabel; Pérez San Martín Lily; Álvarez Zenteno Rodrigo; Barros Montero Ramón; Bauer Jouanne Eugenio; Burgos Varela Jorge; Schilling Rodríguez Marcelo; Cardemil Herrera Alberto; Ceroni Fuentes Guillermo; Cubillos Sigall Marcela; Chahuán Chahuán Francisco; De Urresti Longton Alfonso; Díaz Del Río Eduardo; Díaz Díaz Marcelo; Dittborn Cordua Julio; Duarte Leiva Gonzalo; Egaña Respaldiza Andrés; Eluchans Urenda Edmundo; Encina Moriamez Francisco; Enríquez-Ominami Gumucio Marco; Errázuriz Eguiguren Maximiano; Escobar Rufatt Alvaro; Espinosa Monardes Marcos; Espinoza Sandoval Fidel; Farías Ponce Ramón; Forni Lobos Marcelo; García García René Manuel; Girardi Briere Guido; Goic Boroevic Carolina; González Torres Rodrigo; Herrera Silva Amelia; Insunza Gregorio De Las Heras Jorge; Jaramillo Becker Enrique; Latorre Carmona Juan Carlos; Leal Labrín Antonio; León Ramírez Roberto; Martínez Labbé Rosauro; Masferrer Pellizzari Juan; Meza Moncada Fernando; Monckeberg Bruner Cristián; Monsalve Benavides Manuel; Montes Cisternas Carlos; Mulet Martínez Jaime; Muñoz D’Albora Adriana; Núñez Lozano Marco Antonio; Olivares Zepeda Carlos; Ortiz Novoa José Miguel; Paredes Fierro Iván; Pascal Allende Denise; Quintana Leal Jaime; Robles Pantoja Alberto; Rossi Ciocca Fulvio; Rubilar Barahona Karla; Saa Díaz María Antonieta; Sabag Villalobos Jorge; Saffirio Suárez Eduardo; Sepúlveda Orbenes Alejandra; Silber Romo Gabriel; Soto González Laura; Sule Fernández Alejandro; Harboe Bascuñan Felipe; Tuma Zedan Eugenio; Valcarce Becerra Ximena; Valenzuela Van Treek Esteban; Vallespín López Patricio; Vidal Lázaro Ximena; Walker Prieto Patricio; Ward Edwards Felipe.
-Votaron por la negativa los siguientes señores diputados:
Alvarado Andrade Claudio; Bertolino Rendic Mario; Bobadilla Muñoz Sergio; Correa De La Cerda Sergio; Delmastro Naso Roberto; Galilea Carrillo Pablo; García-Huidobro Sanfuentes Alejandro; Hernández Hernández Javier; Kast Rist José Antonio; Lobos Krause Juan; Melero Abaroa Patricio; Ojeda Uribe Sergio; Palma Flores Osvaldo; Paya Mira Darío; Pérez Arriagada José; Recondo Lavanderos Carlos; Ulloa Aguillón Jorge; Venegas Cárdenas Mario; Von Mühlenbrock Zamora Gastón.
-Se abstuvieron los diputados señores:
Aedo Ormeño René; Becker Alvear Germán; Cristi Marfil María Angélica; Fuentealba Vildósola Renán; Godoy Ibáñez Joaquín; Súnico Galdames Raúl; Tarud Daccarett Jorge; Turres Figueroa Marisol; Uriarte Herrera Gonzalo; Vargas Lyng Alfonso; Verdugo Soto Germán.
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