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El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente , cada vez que debemos tratar un proyecto sobre reajuste de sueldos para los trabajadores; o resolver la forma en que se utilizarán los dineros de la nación, administrados por el Estado de acuerdo al bien común; o dar una mirada más larga, abierta y extensa sobre lo que sucede en nuestra sociedad, constatamos numerosas injusticias y problemas que requieren solución, sobre todo en cuanto a las diferencias espectaculares de ingresos existentes en un modelo que en lo personal jamás he compartido.
Y ello nos plantea la disyuntiva de resolver tal situación en la medida de lo posible o de dejar testimonio, una vez más, de lo que uno cree que debería realizarse, aunque se violenten ciertos planteamientos.
Me acostumbré, señor Presidente , a entender que la economía es una disciplina que está al servicio del hombre; que el dinero está al servicio del trabajador. Siempre sostuve como idea central -así me crié- que, cuando se me presentara una duda real y objetiva sobre cómo actuar, debería guiarme por una norma muy antigua del humanismo cristiano, que reza: "Yo ayudo primero a quien más lo necesita y al que estoy convencido de que se halla al límite del ingreso que requiere para sobrevivir".
En Chile existen algunos elementos claros.
En primer lugar, hay una diferencia de ingresos brutal, lo que no se da en otros países.
En segundo término, dependiendo de cómo se consideren las cifras, existen ingresos mínimos muy altos. Contamos con un Estado que ha sido capaz de invertir mucho dinero en la gente, pero también es verdad que los recursos fiscales han estado al servicio de numerosas personas que no tienen necesidad de recibir esos beneficios para mantenerse ante una crisis de la cual los trabajadores no son responsables.
La combinación de todos estos planteamientos es lo que a uno lo lleva a votar en conciencia. Y yo, señor Presidente , no me pronunciaré a favor de este proyecto. Tampoco lo haré en contra, dado que no reviste mayor importancia. Hay también deberes y compromisos con quienes forman parte de mi Gobierno. Pero en algún momento tendré que votar en conciencia.
No votaré a favor porque me violenta el tener que discutir asignaciones familiares, o lo que fuere, del orden de 100, 200, 500 ó 3 mil pesos, cuando existe en el país una cantidad de normas económicas que permiten que, sobre la base de los mismos dineros que son de todos y que administra el Estado, haya personas que ganen más de lo necesario.
En Chile tenemos cifras muy disímiles de ingresos: hay quienes en un año perciben lo que otros demorarían 2 mil años en conseguir.
Señor Presidente , no estoy en condiciones éticas de votar en esta discusión. Resulta muy violento -y lo señalo con franqueza- pronunciarse en contra de la política que ha planteado el Gobierno. No obstante, primero creo en lo que yo entiendo que es la ética del trabajo y no en la ética del dinero.
Por eso, me abstendré.
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