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El señor NAVARRO.-
Señor Presidente , quienes contamos con más de un período de ejercicio parlamentario hemos dicho y reiterado que esta discusión nos lleva a la ignominia, porque se nos obliga a votar a favor de algo que no compartimos. Y resulta extraordinariamente difícil decirles a los trabajadores que ganan el sueldo mínimo que aunque no nos guste lo que estamos aprobando, si no lo acogemos se quedan con lo anterior; es decir, sin alza en sus remuneraciones.
Claramente, este debate no debiera realizarse en el Parlamento. Lo hemos dicho muchas veces. Integré por 12 años la Comisión de Trabajo en la Cámara de Diputados y sostengo que discutir el sueldo mínimo -la única posibilidad que le cabe al Congreso es decir "sí o sí", porque pronunciarse en contra implica que no haya aumento- constituye un ejercicio hasta inmoral.
Si existiera la posibilidad real de discutirle al Ministro el alza propuesta por el Gobierno, uno diría: "debatamos, porque podemos modificar el monto". Pero en este ejercicio se sabe, de entrada, que ganó el titular de Hacienda , porque votar en contra significa que haya cero por ciento de reajuste. Y eso es más incomprensible que otorgar un pequeño aumento.
Por lo tanto, nos someten a un ejercicio de perdedores. Porque más allá de los discursos -todos quieren aumentar el ingreso mínimo- y de que algunos se abstengan o voten en contra del proyecto, el monto no va a subir. Si toda la Sala rechazara la iniciativa, no habría incremento. Y si todos votaran a favor, se acepta exactamente lo propuesto por el Gobierno, que ha sido ampliamente rechazado en los discursos.
Señor Presidente , casi medio millón de chilenos gana el salario mínimo -algunos dicen que más; es una cifra que nunca hemos podido dilucidar- y constituye el piso para quienes no tienen capacidad de negociar. ¡Y el 94 por ciento de los que laboran no negocia colectivamente! O sea, carecen de tal capacidad no solo los que reciben el sueldo mínimo, sino la inmensa mayoría de los trabajadores. Porque la Constitución establece lo que algunos llaman eufemísticamente "asimetrías" entre los poderosos y los débiles. Hay asimetría entre trabajadores y empleadores, entre empresarios y trabajadores.
Por eso hemos dicho que aquí, en el Senado, debe haber una definición de líneas: o se está con los empresarios o se está con los trabajadores. Es necesario que exista esa definición, porque se debe privilegiar a los más débiles. Y, en tal sentido, un factor de equilibrio es el debate parlamentario.
A uno le sería factible decir: " Ministro , es cierto que no podemos subir más el salario mínimo, porque usted manda".
Pero sucede que el Centro de Estudios Públicos -el mismo de las encuestas CEP, que ya han sido llevadas a un nivel de endiosamiento- sostiene algo que les quiero referir más adelante.
Señor Presidente , 48 horas de discusión legislativa no tienen ninguna lógica si queremos debatir de verdad lo relativo al sueldo mínimo.
Hemos pasado años analizando proyectos que consideramos importantes. Y si la razón nos dice que el ingreso mínimo mensual es relevante, ético, moral -la Iglesia ha hecho un llamado al respecto-, que el Parlamento lo estudie en dos días resulta inmoral. En ese lapso la discusión es apresurada; durante ella algunos buscan fijar posiciones, y otros, ganar votos.
Sería bueno crear un consejo consultivo, como asesor permanente, para que el sueldo mínimo no se debatiera en 48 horas, sino con tres meses de antelación, tal cual se hace con la iniciativa pertinente en la Comisión Especial Mixta de Presupuestos, donde se comienza a trabajar con bastante anticipación.
Para la determinación del ingreso mínimo, además, debería considerarse, como línea de acción, el establecimiento de una canasta diferenciada de la del IPC, más específica.
Le hemos pedido al Ministro -nos respondió de manera negativa con argumentos económicos- rebajar el IVA al pan, a la leche, a los productos básicos, pues para su adquisición los trabajadores desembolsan parte importante de su ingreso mínimo. Gastan 17 por ciento de él en transporte público, 11 por ciento en pan, en fin.
Por lo tanto, es imprescindible un IVA diferenciado. Porque este impuesto siempre es regresivo: 80 por ciento es pagado por los más pobres, por los asalariados; a los ricos, a los empresarios se lo devuelven.
En consecuencia, una discusión sobre el impuesto al valor agregado es del todo necesaria. Lo hemos dicho muchas veces. Hay que volver sobre el punto, porque luego de que adoptamos el IVA, el año 37, se ha tratado la materia bajo una concepción de análisis muy reducida.
El Centro de Estudios Públicos señala que "la tasa de empleo de los hombres que en 1993 promediaba un 73 por ciento el año pasado sólo alcanzó a un 67 por ciento.".
Pregunta luego sobre las razones de tal disminución, y cita, entre otras, el envejecimiento de la población. Pero agrega que ellas no son suficientes para explicar dicha caída, sino que hay otros factores, como el comportamiento del salario mínimo, que ha registrado un importante aumento, sobre todo a partir de 1997 y hasta el 2005.
¿Cómo saber si el valor del ingreso mínimo es alto o bajo? El CEP manifiesta que una manera "es comparando su valor con la mediana salarial del país cuya evolución refleja aproximadamente la productividad del trabajo.".
"El salario mínimo en Chile" -agrega- "se acerca a representar a nivel nacional cerca del 60 por ciento de la mediana salarial (hay algunas diferencias dependiendo de las fuentes utilizadas y de la definición de salario empleada). Ese es un nivel comparativamente muy alto. Sólo un país de aquellos, para los cuales hemos podido recopilar información, tiene un salario mínimo relativo más alto que el nuestro.".
"Estimamos" -sigue- "que alrededor de 46 mil jóvenes perdieron su empleo por el alza de dicho salario.".
Ahí se dice: aumentan los salarios, cae el empleo, particularmente en los más jóvenes.
Ese es el estudio básico que hace el CEP.
Y continúa: "Ésta es una cota mínima de pérdida de empleos (¿) Nuevas alzas del salario mínimo pueden llevar a nuevas pérdidas de empleo. De hecho, si este sube un 5 por ciento otros ocho mil 500 jóvenes podrían perder su empleo.". ¡Profético!
Esos son los economistas del Centro de Estudios Públicos, particularmente Harald Beyer.
Manuel Riesco dice otra cosa -y este es el debate entre los especialistas-: que "salarios y empleo, hipotéticamente y bajo ciertas condiciones estrambóticas, podrían llegar a moverse en sentido contrario.".
Y sigue: "Si ello fuera cierto," -o sea, que si bajan los salarios sube el empleo, y viceversa- Pinochet "hubiera resuelto el problema del desempleo", porque bajó a la mitad los salarios y llegamos al 30 por ciento de desempleo en la década del 80.
En seguida, Riesco afirma: "Cuando los salarios crecen aumenta el empleo. Cuando sube el empleo mejoran los salarios. En las raras ocasiones en que bajan los salarios reales, al mismo tiempo se reduce el número de ocupados. Sólo cuando el empleo disminuye mucho es que llegan a reducirse los salarios reales.
"No hay por donde. Ambos se mueven al unísono. Siempre.".".
El estudio de Beyer muestra el desempleo juvenil. Y todos sabemos por qué existe este: porque hay baja capacitación, porque no existe especialización.
Por consiguiente, lo que se debe dilucidar es si el aumento del salario mínimo va a afectar o no a la ocupación. Este es el tema en debate.
Y Riesco dice algo simple. La crisis se produce porque existe poco activo y baja la demanda. No hay a quien venderle. Y si la gente gana poco, no compra. Y si no compra, no se produce. Por ende, si las personas disponen de más plata para comprar, se genera mayor demanda y producción de bienes.
¡Las conclusiones del CEP son de película...!
Como han dicho aquí algunos colegas, ¡qué difícil es entender la economía!, ¡qué compleja es la economía!
Ahora, como no soy especialista en la materia, me remitiré a lo que expresan quienes sí lo son: aquellos que van a publicar la encuesta CEP, de la que todos están pendientes y que tiene a muchos colgando de un hilo.
En sus conclusiones, el Centro de Estudios Públicos señala: "El salario mínimo mirado en valor absoluto es ciertamente bajo. Si un hogar de tres personas recibiera solamente este ingreso caería debajo de la línea actual de pobreza. Resulta, entonces, tentador usar este salario mínimo como instrumento redistributivo. Sin embargo, habida cuenta de la realidad salarial del país, no se puede considerar que este salario sea bajo. De hecho, respecto de la mediana salarial del país, nuestro salario mínimo es de los más altos del mundo.".
Y continúa: "la OCDE en su revisión del mercado laboral y de las políticas sociales nacionales, argumentó que había poco espacio para seguir subiendo el salario mínimo. Compartimos esa visión.".
"Sería un error, entonces," -concluye el CEP-, "aspirar a alzas importantes en el salario mínimo. La aspiración por una mejor distribución del ingreso se debe lograr a través de otras iniciativas. El salario mínimo, dado su actual nivel, no es un instrumento apropiado para tales propósitos.".
Surgen, pues, la preguntas: ¿Cuáles son las otras iniciativas? ¿Cómo logramos una mejor redistribución del ingreso? Porque, al final del día, lo que importa son las "lucas" recibidas, el ingreso total, el ingreso familiar, sea a través del salario mínimo, sea mediante otros beneficios o mecanismos.
En tal sentido, ¿cómo redistribuimos?; ¿cómo hacemos que el 10 por ciento del país, que recibe 50 por ciento del PIB, redistribuya?; ¿cómo logramos que los poderosos que han acumulado riqueza durante cuatro Gobiernos de la Concertación distribuyan algo?
El CEP dice que el salario mínimo no es una posibilidad.
Resulta muy complejo explicarles a 4 millones de trabajadores la aprobación por el Senado de un aumento inmoral en el salario mínimo: 6 mil pesos, que significan algo más de 6 kilos y medio de pan.
La pregunta entonces, tanto para la Derecha como para el Ministro de Hacienda , es de qué manera proceder, si no podemos subir el salario mínimo sin afectar el empleo, si no es factible usar dicho ingreso como mecanismo redistributivo, para que haya mejor redistribución de la riqueza en un país altamente injusto y con una elevada concentración económica.
¡Ese es el debate!
Por eso pido que la discusión de esta materia no se realice en 48 horas, sino 3 ó 4 meses antes. Porque todos decimos estar en contra de la concentración económica y que deseamos una mejor redistribución del ingreso; sin embargo, cuando sostenemos que el ingreso mínimo -aunque imperfecto- puede ayudar a tales objetivos, se afirma que su incremento traerá consigo una disminución del empleo. Eso dice el CEP. Y Riesco sostiene lo contrario.
Entonces, se trata de un debate entre economistas.
En todo caso, lo cierto es que, más allá de Beyer o de Riesco, la gente tiene hambre, lo está pasando mal, no puede pagar la luz ni el agua. Hay problemas. Y nos miran como una élite que en 48 horas discute lo que para esa gente es la vida, el sueldo que recibe cada mes, con el cual debe sobrevivir.
Señor Presidente , yo demando de este Parlamento, de la Comisión Especial Mixta de Presupuestos, de la Comisión de Hacienda el cambio de los parámetros, para no debatir año tras año, en dos días, el sueldo mínimo.
Asimismo, solicito una discusión profunda sobre lo que concluyó el Centro de Estudios Públicos.
"El salario mínimo no es el mejor mecanismo para redistribuir". Entonces, ¿cuál? ¿Más impuestos?
Pedimos el royalty minero; la Derecha votó en contra. Y le salió gratis, pues nadie lo supo en el país. También solicitamos aumentar los impuestos a las grandes empresas, que en Chile son de 17 por ciento, mientras en Argentina, de 30, y en Ecuador, de 36. O sea, tenemos para dicho sector la tasa impositiva más baja.
Entonces, ¿cómo redistribuimos si se niega que el sueldo mínimo sirve para redistribuir?
Igualmente, hay oposición al debate tributario, ya que, según dicen, los empresarios se asustan. Se sostiene que los capitalistas mineros no van a invertir si aumentamos los impuestos.
Entonces -insisto-, ¿cómo redistribuimos?; ¿de qué manera luchamos de verdad contra la pobreza y no repartimos limosnas?; ¿por qué los que se golpean el pecho cada domingo y dicen ser partidarios de la fe cristiana no se comportan consecuentemente cuando deben resolver sobre los salarios y la economía?
Ojalá estuviera vivo el Padre Hurtado -hay varios devotos de él-, quien decía "Hay que dar hasta que duela". Sin embargo, a algunos les empieza a doler la manito apenas la meten al bolsillo, y en definitiva ¡no sacan nada¿!
Claramente, tenemos un tipo de empresario, como el que financia al CEP, que nos da esa lección de economía, con la cual no vamos a redistribuir.
Por eso, la única manera de que los trabajadores aumenten sus ingresos es con movilización social, con organización, y no con un debate en el Senado, que en definitiva aprobará lo que todos sabemos: un salario mínimo indigno e inmoral.
He dicho.
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