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La señora MATTHEI.-
Señor Presidente , he escuchado con mucha atención las intervenciones de quienes piensan que la situación mejoraría si aumentáramos el salario mínimo.
Pues bien, en medio de la crisis de 1997 -la crisis asiática-, el Gobierno hizo justamente aquello: aumentó el sueldo mínimo en 40 por ciento. E imagino que muchos de los que hoy día han pronunciado discursos tan encendidos deben de haber aplaudido en ese minuto.
El problema radicó en que mientras todas las naciones del Asia, donde se originó la crisis, recuperaron sus niveles de empleo en 2 años, en Chile han pasado 11 y nunca más hemos vuelto a tener las tasas de entonces.
¡Tal fue el efecto devastador que tuvo la medida populista y demagógica de aumentar el salario mínimo en 40 por ciento!
Mientras el desempleo en nuestro país solía ser de aproximadamente 400 mil personas antes de la crisis asiática, después de ella nunca hemos bajado de 600 mil. Ahora vamos a llegar, quizá, a sobre 800 mil. Y si no fuera porque en el Ejecutivo hay gente bastante más razonable que muchos de quienes han intervenido aquí, con seguridad tendríamos permanentemente 800 mil cesantes.
Ahora bien, podemos debatir el tema del salario mínimo cuando quieran. Y yo, como Presidenta de la Comisión de Hacienda , voy a citar a una reunión especial, cuando no estén las tribunas llenas, para conocer los diversos estudios internacionales que hay sobre la relación entre salario mínimo y desempleo.
Porque, a mi juicio, eso es lo que debemos hacer: informarnos con buenos estudios, no con algunos de los citados acá, que, además, falsean la información de manera salvaje.
El año 83, en efecto, hubo mucha cesantía. Y la gente de la entonces Concertación decía que los niveles de empleo no se recuperarían sino hasta el 2000 -eso sí que está por escrito-; sin embargo, la recuperación demoró cinco años, justamente porque había flexibilidades laboral y salarial.
En consecuencia, señor Presidente , nos reuniremos en la Comisión de Hacienda. Y sería muy bueno que participaran los señores Senadores que hoy han pronunciado discursos muy encendidos, para que conocieran cuáles son los datos reales, emanados de economistas de todos los sectores políticos. Los invitaremos a todos, sin la presión que sentimos ahora, al debate del proyecto sobre salario mínimo.
El señor VÁSQUEZ .-
Ingreso mínimo.
La señora MATTHEI.-
Señor Presidente , debo aclarar que hay una diferencia entre salario mínimo e ingreso mínimo.
Salario mínimo es el que paga la empresa.
En cambio, el ingreso mínimo está constituido por lo que recibe la familia, de muchas formas. Por ejemplo, a través del subsidio único familiar; de la asignación familiar; de las pensiones básicas solidarias; de subsidios al agua potable, a la educación, a la salud; del bono extraordinario de 40 mil pesos (espero que lo aprobemos en unos momentos más).
Todo eso forma parte del ingreso mínimo, no del salario mínimo.
Ahora, de lo que se trata es de llevar el ingreso mínimo a una cantidad tal que le permita a la gente vivir en forma digna. El esfuerzo debemos hacerlo en el Estado, precisamente focalizando todos los subsidios en la gente de bajos recursos. Y eso es lo que se ha estado tratando de llevar a cabo, de manera seria.
Señor Presidente , a toda la gente que piensa que el salario mínimo de 165 mil pesos es muy bajo deseo expresarle que el año pasado fui a la India, donde me impresioné inmensamente cuando me enteré de la existencia de profesionales -abogados, ingenieros, quienes además eran bilingües (hablaban inglés perfectamente)- que ganaban 250 dólares al mes. ¡250 dólares al mes, profesionales bilingües!
Díganme cómo puede competir una empresa chilena con las importaciones que vienen de países como aquel si pagan 165 mil pesos a personas que no son profesionales ni bilingües.
Ese es nuestro drama: el drama de la competitividad, de una economía abierta.
Pero el problema estriba en que Chile, por ser un país tan pequeño, no puede darse el lujo de estar en una economía cerrada.
Si participamos en una economía abierta, tenemos que competir. Y si queremos mejorar el nivel de vida de las personas, debemos hacer tres cosas.
Una, focalizar todos los subsidios estatales en la gente que realmente los necesita, a fin de elevar el ingreso mínimo.
Dos, mejorar la educación de tal manera que nuestros trabajadores puedan acceder a mejores empleos y recibir un salario digno, mucho mejor que el sueldo mínimo actual. Pero esto pasa por la educación, que hoy día es vergonzosa. Porque si existen enormes diferencias en Chile, es justamente por la pésima calidad de la enseñanza que reciben los niños más pobres. ¡40 por ciento de los jóvenes que egresan de cuarto medio no entienden lo que leen! ¡Esta es la educación que les estamos dando a nuestros niños!
Y tres, tenemos que crecer muy rápidamente, para generar más empleo.
¡Eso es lo que debemos hacer si deseamos analizar esta materia con seriedad!
Señor Presidente, creo que el Gobierno ha hecho un esfuerzo serio para fijar un salario mínimo que proteja, por un lado, a los trabajadores que no tienen poder de negociación, y por otro, el empleo.
Y a quienes estimen que no existe esa relación les mostraremos las curvas de lo que sucedió cuando el Gobierno de la Concertación del año 97 aumentó en 40 por ciento el salario mínimo, justamente en período de crisis, condenando a cientos de miles de chilenos a la cesantía durante mucho tiempo (algunos todavía están desocupados). Y discutiremos con cifras y estudios, en forma seria. Porque cada vez que sostenemos el debate a que nos hallamos abocados se escuchan los mismos argumentos de siempre.
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