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El señor ESCALONA.-
Señor Presidente , creo que en la discusión no se ha subrayado con suficiente energía un aspecto que, a mi juicio, es importante que asuma la opinión pública -o que esta, tal vez, asume mucho mejor que nosotros-, cual es que vivimos una situación difícil.
El momento económico es complejo y Chile lo está sobrellevando relativamente bien por una razón que es responsabilidad de los Gobiernos de la Concertación -en cierto instante, muy vapuleados en el curso del debate-: la política de responsabilidad fiscal. Ello posibilitó que el país tuviera ahorros y que la bonanza del precio del cobre no se perdiese y esos recursos no se dilapidasen.
Digo esto, señor Presidente , porque el lunes la Comisión Mixta de Presupuestos conoció -y la opinión pública lo supo ese mismo día y el martes- el informe del Director de Presupuestos en que se señala al órgano técnico especializado del Congreso Nacional que en el curso de estos meses ha tenido lugar una brusca y seria reducción de los ingresos fiscales.
Y el país cuenta con recursos para hacer frente a una brusca y seria reducción de los ingresos fiscales, a un descenso drástico de la tributación por efecto del impacto de la crisis mundial tanto en la economía nacional cuanto en grupos económicos gravitantes para ella.
Lo han informado diferentes medios. "El Mercurio" publicó hace unas pocas semanas un infograma que señalaba que algunos de los principales grupos económicos del país se han reducido, en activos financieros, a 40 por ciento de lo que era el total de estos al inicio de la crisis.
Y esto no se debe exclusiva ni fundamentalmente a problemas internos de la economía, sino que dice relación a que Chile ya forma parte de la economía global y parte de las inversiones de grupos chilenos en el exterior fueron drásticamente golpeadas por la crisis mundial.
Son conocidas, en el caso de la Quinta Región, las serias dificultades de la Compañía Sud Americana de Vapores. Se han escrito innumerables artículos acerca de que sus buques quedaron cargados cuando las órdenes de comercialización fueron cerradas para los transportes que cruzaban de China a Estados Unidos.
Entonces, enfrentamos un problema muy grave: una drástica disminución de los ingresos del Fisco, porque hay menos tributación. Y eso tiene que ver ahora con la posibilidad de un aumento del salario mínimo y de que no se restrinja la política social, de que se mantenga el gasto social.
Incluso más: se puede incrementar este último con medidas que todos los chilenos aplauden, como el bono otorgado el mes de marzo recién pasado y como el que será tratado después en la tabla -tal como explicó recién el señor Secretario y que se halla anunciado en las pantallas-, de carácter extraordinario, para las familias más pobres.
Es decir, el hecho de que se pueda mantener -e incluso aumentar- el gasto en circunstancias de que el Fisco cuenta en sus arcas con menos recursos por concepto de tributación tiene que ver con que se aplicó una política de superávit estructural que permite que el país conserve hoy el gasto social y haga frente a los aspectos más difíciles de la coyuntura económica, logrando favorecer a los sectores modestos y de menos ingresos.
Cuando se insinúa que las políticas de los Gobiernos de la Concertación han sido un fracaso, creo que es preciso considerar la verdad en su conjunto. Porque todas las fuerzas políticas han cometido errores. Puedo consignar, por ejemplo, que la Comisión Mixta de Presupuestos, en el año 2005, invitó a los cuatro candidatos presidenciales de la época a exponer su programa económico y que solo Michelle Bachelet defendió la política del superávit estructural. Por su parte, Sebastián Piñera -y esto consta en las actas del Congreso- señaló que no correspondía que el Fisco hiciera como las abuelitas y guardara la plata debajo del colchón, de modo que los recursos del erario se tenían que gastar.
No insinuemos, entonces, que en el Congreso existen sectores que saben de economía y otros que no saben, porque, habitualmente, esa consideración resulta sesgada, con la intención de poner en tela de juicio la capacidad de gobernabilidad de la Concertación.
Y, al respecto, deseo referirme en forma muy directa a la Senadora señora Matthei , con todo el respeto que me merecen su tenacidad y esfuerzo de trabajo en la Comisión de Hacienda. Quiero destacar, con mucha crudeza, que no se puede medir la dictadura con la democracia. Porque los estragos causados por la crisis de 1982 y 1983 no son comparables con los efectos de la crisis asiática, si se consideran todas las secuelas provocadas durante una década por el impacto de la primera, la drástica reducción que originó en el producto nacional, la enorme cantidad de desempleados que generó, la indigencia a que dio lugar, la pobreza que masificó.
Y, sin duda, cuando a fines de 1990 el Fisco no disponía de la cantidad de ahorros que ahora posee y no podía, por lo tanto, financiar lo mismo que hoy día, uno de los instrumentos, perfectamente legítimos, para evitar la contracción de la capacidad de consumo de los sectores populares era el reajuste del salario mínimo.
No son situaciones comparables, en consecuencia. Porque en este momento no solo estamos haciendo referencia al reajuste del salario mínimo, sino también al bono de marzo, a aquel que votaremos en un rato más, a la pensión básica solidaria, al adelanto de la reforma previsional, al millón de personas que en el mes de septiembre serán incorporadas a esta última y recibirán el aporte previsional solidario. O sea, estamos refiriéndonos a una política social con la cual el país todavía no contaba en la segunda mitad de los años noventa.
Y la política económica y social ha sido implementada -el Senador que habla lo reconoce- con la colaboración, con la actitud constructiva de la Oposición. Pero no se puede insinuar, a la inversa, que la Concertación siempre se halla marcada simplemente por el síndrome del dispendio o de la incapacidad de hacer frente a las tensiones o presiones sociales que genera una política de esta naturaleza. Porque el año pasado, efectivamente, aquí mismo, en el Senado, tuvimos que hacer frente a la discusión del reajuste del sector público con un paro. Ello, debido a que, desde el punto de vista de la gobernabilidad del país, cuesta mucho explicar una política de ahorro cuando hay abundancia.
Y el Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet enfrentó durante estos años -por lo menos hasta que comenzó la crisis- una fuerte tensión social, porque sectores muy importantes de nuestro país no entendían la política del ahorro en tiempos de abundancia y querían resolver necesidades sociales apremiantes. La gradualidad de las reformas sociales en aquella época no fue comprendida en profundidad.
Por ello, debo decir -alguna vez hay que decirlo- que el Partido Socialista se enorgullece de haber acompañado a la Presidenta Bachelet en todo ese período y de no haber sostenido -sí lo hizo Sebastián Piñera - que se debía gastar la plata porque no correspondía obrar como las abuelitas, que la guardan bajo el colchón.
Es cierto que tuvimos incomprensiones y que debimos sortear dificultades. ¡Pero ahí está el fruto de la capacidad de dar gobernabilidad al país!
En ese punto, le encuentro razón al alegato de la Senadora Matthei y del Senador Longueira: ¡resulta absurdo que, dentro de la propia Concertación, algunos no tomen nota de que el Gobierno cuenta con más del 50 por ciento del respaldo ciudadano, y la Presidenta , con el 70 por ciento!
Dicho de otra manera, no cabe duda de que los ciudadanos resultan ser más sabios que algunos que se dedican profesionalmente a la política. Hay muchos que, desde su condición inmediata, desde su forma de ver el país, muestran una comprensión más profunda de los asuntos del Estado que quienes son financiados por este para preocuparse de ellos, como es el caso de algunos parlamentarios.
Pero es así. Son gajes de la vida y avatares de la política.
En lo personal, comparto el discurso expresado acá de que la política no se puede hacer en función de la popularidad, porque ello pervierte y deforma, desvía la mirada de los hechos de fondo y de las acciones concretas simplemente por la foto, por el titular en los medios de comunicación o por la cuña televisiva.
Ese es un gran mal que aqueja a la política en estos días. Tales circunstancias rodean incluso la presente discusión. Por eso la tentación por el destello de un flash o por el pantallazo es tan fuerte.
En todo caso, sin perjuicio de las circunstancias y contingencias descritas, los partidos de la Concertación, a la postre, damos claras muestras de la capacidad de gobernabilidad y de entender el país más allá del estrecho límite de nuestras fronteras partidarias e incluso de la propia coalición. Más allá de los temas de la política contingente, aquí hay algo mayor que se llama "Chile".
Voto a favor.
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