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El señor NARANJO.- Señor Presidente , lo que motiva mi intervención principal es algo más profundo que lo anterior, y, lamentablemente, no lo he visto reflejado o expresado ni por parte del Gobierno, ni de los medios de comunicación, ni de nadie.
La semana recién pasada se cumplieron 20 años de la masacre en la plaza de Tiananmen, ocurrida en Beijing, China, los días 3 y 4 de junio de 1989.
Sin lugar a dudas, es una de las mayores violaciones a los derechos humanos, acontecida en el ocaso del siglo XX. Y hasta el momento sus autores continúan gozando de la impunidad y de la protección que les brinda el Gobierno chino.
Si nos remontamos un poco en la historia, podemos señalar que el 17 de abril de 1989 comienzan las primeras manifestaciones estudiantiles en China, en la ciudad de Beijing, las cuales, a partir del 27 del mismo mes, se extienden a todo el país. Ya no son solo los estudiantes quienes solicitan una apertura democrática, sino también los obreros, la clase media y los intelectuales.
Más de un millón de personas se manifiestan de forma pacífica llenando la plaza de Tiananmen. Por primera vez en 50 años, desde que el Partido Comunista asumiera el poder en China, el pueblo que dice representar sale a la calle de manera tan masiva a exigir cambios democráticos y sociales, utilizando como única arma sus voces y sus cuerpos.
Tales acciones de "desobediencia civil" conmueven a la comunidad internacional, la que solicita a las autoridades chinas escuchar a los manifestantes, actuar con prudencia y no reprimirlos.
Sin embargo, el Gobierno chino, luego de superar sus propias contradicciones, opta por la "guerra" contra su pueblo desarmado. De esta forma, el 20 de mayo de 1989 se declara la "Ley Marcial", lo que convierte la acción de los manifestantes en una masacre en solo cuestión de horas o de días.
Así se llega al fatídico 3 de junio de 1989, fecha en que, alrededor de las 5 de la tarde, soldados apoyados por tanques del 38° Grupo del Ejército Popular de Liberación comenzaron su ataque contra civiles desarmados que se encontraban en la plaza de Tiananmen.
La imagen de un joven estudiante que se para delante de un tanque poniendo como única barrera su frágil cuerpo recorre el mundo y remueve las conciencias de todos quienes creemos realmente en la paz, la democracia y la causa de los derechos humanos. Esa imagen no solo pasará a la historia, sino que también se transformará en símbolo de la lucha por la libertad y la democracia en China.
Han transcurrido 20 años desde esa masacre, y aún la comunidad internacional no tiene claridad acerca de la cantidad de personas asesinadas esa noche en la plaza de Tiananmen y en otros lugares de ese país. Según el Gobierno chino, en "aquel incidente político ocurrido a fines de los 80" -como se refiere la prensa oficial a dicha masacre- murieron 241 personas. De acuerdo con los organismos de derechos humanos, los asesinados fueron miles, a los que hay que agregar millones de detenidos, torturados y encarcelados por largos años.
Es cierto que la opinión pública internacional se vio conmovida y que la inmensa mayoría de los países condenó la masacre. Pero digámoslo claramente: tales condenas nunca pasaron de ser simples palabras, que el Gobierno chino jamás escuch�� y que hasta hoy desconoce.
Se trató de condenas morales. Pero todos sabemos bien lo poco que estas sirven cuando no van acompañadas de otras medidas concretas, como el "boicot económico".
"Había que salvar las `apariencias¿, pero no enojar realmente a una de las grandes potencias económicas", fue lo que todos los líderes de Estados Unidos, de Europa y del mundo en general pensaron.
De esa forma, China no recibió sanción alguna. Es así como continuó y continúa hasta el día de hoy siendo miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y uno de los principales socios comerciales de la inmensa mayoría de los países del orbe.
Del mismo modo, nunca se acusó al Gobierno de China ante un tribunal penal internacional, como sí ha ocurrido con otros gobernantes que, al igual que los de ese país, han cometido crímenes de lesa humanidad.
Una vez más los intereses comerciales y económicos han prevalecido por sobre el compromiso de la comunidad internacional de no aceptar la impunidad para las violaciones a los derechos humanos.
Señor Presidente, cada 3 de junio se realizan marchas en el mundo para recordar aquella masacre.
Pero es justo reconocer que, si se ha avanzado algo en el conocimiento de la verdad, no es gracias a las Naciones Unidas, sino a la labor inclaudicable de la organización "Madres de Tiananmen", la que, pese a la represión y al hostigamiento constante, ha logrado identificar a alrededor de 200 víctimas.
En este momento quiero hacer llegar a esas madres mi reconocimiento, por su coraje, y decirles que no están solas en su lucha y que, incluso en un país tan lejano como el nuestro, aún existen personas que no olvidamos "Tiananmen".
Que no olvidamos a sus hijos asesinados, como tampoco a quienes después de 20 años todavía se encuentran encarcelados cumpliendo condenas por haberse manifestado a favor de la democracia en Tiananmen y a lo largo de toda China.
Que esperamos que, ojalá más temprano que tarde, el sueño de democracia y libertad por el cual sus hijos dieron sus vidas se haga realidad, y que, por tanto, quienes ordenaron la alevosa "masacre" respondan alguna vez, ya sea ante tribunales chinos o ante un tribunal internacional.
Es decir, que los culpables sean juzgados por sus crímenes de lesa humanidad, ya que para algunos el castigo por la violación a los derechos humanos es un principio que no transaremos jamás.
En este sentido, quiero expresar que lamento profundamente que nuestro Gobierno, a través de la Cancillería, no haya dicho una sola palabra este 3 de junio para recordar la masacre de Tiananmen y solicitar verdad y justicia, como sí lo hicieron numerosos países en el mundo.
De la misma forma, señor Presidente , no puedo menos que expresar mi profunda decepción cuando veo el informe de la IV Reunión del Comité de Diálogo Político entre la Asamblea Popular de China y el Congreso Nacional de Chile, efectuada entre los días 21 y 29 de mayo en las ciudades de Xian, Beijing y Shangai, y me percato de que ninguno de nuestros representantes dijo absolutamente nada a las autoridades chinas sobre lo que ahí ocurrió.
Por lo que leo en el informe, se habló mucho de las relaciones comerciales entre China y nuestro país, pero cero palabra, silencio absoluto, para condenar lo que allí sucedió. ¡Y qué importante es hacerlo saber en su momento, cuando corresponde, a las autoridades pertinentes!
Por eso, señor Presidente, solicito que se haga llegar esta intervención al Ministro de Relaciones Exteriores y también a la Embajada de China.
Tengo muy presente en la memoria que muchos chilenos que hoy estamos vivos se lo debemos a que en la época de la dictadura militar hubo en los Parlamentos internacionales al menos un legislador que levantó su voz en algún país de Europa, de Latinoamérica, de África o de Asia, lo cual permitió que muchas personas que podríamos haber sido ejecutados políticos o detenidos desaparecidos de nuestra patria hoy estemos con vida.
Esta intervención parece humilde, pero sé que tiene la connotación de una voz que se levanta ante la falta de libertad y democracia en China.
Por eso, lamento que en los espacios donde es posible hacer ver tal situación hayamos guardado absoluto silencio.
He dicho.
--Se anuncia el envío de los oficios solicitados, en nombre del señor Senador, conforme al Reglamento.
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