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El señor ÁVILA.- Señor Presidente , a propósito del proyecto en debate, me di a la tarea de testear el sentimiento de las organizaciones que han surgido en el mundo de nuestros pueblos originarios.
Me fue pésimo. No encontré una sola que estuviese a favor.
En vista del fracaso, opté por pedir la opinión de los representantes del sector en la CONADI. Ahí me enteré de que 8 consejeros entregaron una carta dirigida a la Presidenta Michelle Bachelet , en la que le solicitan que retire la "suma urgencia" al proyecto, puesto que no ha sido consultado ni sometido a los trámites que ordenan los tratados internacionales de pueblos indígenas.
Entonces, a la luz de este cuadro tan negativo respecto de la iniciativa, me pregunté quiénes están contentos. Y caigo en la conclusión de que los únicos que se muestran exultantes son los "huincas" Allamand, Cantero , Espina, García y Romero .
Esto, obviamente, plantea un hecho digno de ser meditado con tranquilidad.
Los mencionados Senadores pasarían a ser algo así como los "nuevos conquistadores", pero en "cabalgaduras" cuatro por cuatro climatizadas y de doble cabina.
En fin, señor Presidente, esta reforma constitucional que nos convoca solo reconoce en teoría a los pueblos indígenas, por cuanto impide que estos adquieran derechos concretos en lo relativo a la propiedad comunitaria sobre las aguas y la tierra.
El proyecto define a la nación chilena como "una, indivisible y multicultural". Y si bien reconoce la existencia de los pueblos indígenas en el territorio, no les concede mayor relevancia jurídica.
En la iniciativa, la parte referida a derechos y protección de las tierras y aguas otorga alcances que están por debajo de los estándares establecidos en el Convenio Nº 169 de la OIT y de las expectativas y demandas indígenas.
El texto refundido excluye a los pueblos indígenas como titulares de Derecho. Les reconoce a sus comunidades e integrantes el derecho a participar en la vida de la nación, pero solo en la forma establecida por el ordenamiento jurídico nacional. Esto constituye un límite para su real participación.
El derecho a participar que se desprende de la iniciativa no incluye a los pueblos, sino a un número significativo de unidades menores, que no corresponden a sus instituciones representativas, de acuerdo a sus tradiciones y cultura.
Tampoco los reconoce como sujetos políticos, sino como mero dato de su presencia en Chile, sin mayor relevancia jurídica.
Se comprometió un cambio de enfoque, desde uno centrado en políticas públicas, programas y proyectos diversos, a otro constitutivo de derechos y mayor participación de sus titulares en el destino de sus vidas.
En el mundo indígena solicitan el retiro de este nuevo proyecto o, al menos, que no se discuta bajo presión ni con la premura a que se ha sometido. Sostienen que no se puede seguir adelante sin convocar a un diálogo efectivo, que incluya a sus representantes, para que se obtenga el reconocimiento constitucional de su existencia y derechos.
En ese sentido, valoro lo que acaba de señalar el Ministro señor Viera-Gallo , en el sentido de que el Gobierno estaría dispuesto a ampliar el espectro, el universo, la extensión de la consulta, con el propósito de brindarle a esta reforma, tan emblemática y bajo escrutinio internacional, las opiniones de todas las partes interesadas.
La propuesta adolece de errores de forma y de fondo, incluso desde la perspectiva de los derechos humanos, que es la que se asume desde el mundo indígena.
De partida, como ha quedado de manifiesto, se elaboró sin consultar a los beneficiarios. Y establece una serie de limitaciones que restringen los derechos de los pueblos originarios contenidos en el Convenio Nº 169 de la OIT y en la Declaración de las Naciones Unidas.
En los hechos, de acuerdo a lo que advierto en el sentimiento de la gente involucrada en forma muy profunda en el trámite del proyecto, con la aprobación del Convenio Nº 169 efectivamente se dio no uno, sino dos o tres pasos adelante. Pero, luego, en un giro propio de un ritmo tropical, se retroceder lo mismo o más. Ello porque, desde el punto de vista de los derechos, los logros alcanzados en el citado Acuerdo de la OIT son subsumidos en una propuesta constitucional que se ocupa muy especialmente de anular toda conquista en la dirección a que apunta el Convenio referido.
La supeditación de un tratado multilateral a la ley doméstica, vulnera el Derecho Internacional. El artículo 6 del Convenio otorga a los pueblos interesados el derecho a ser consultados. Pero en esta reforma constitucional eso no se respeta.
Al no existir un reconocimiento de valor internacional y constitucional, la situación indígena continuará como hace 200 años; esto es, en un eterno conflicto.
La aprobación del Convenio N° 169 de la OIT por parte del Senado -como ya mencioné- apuntaba a que por fin se reconocerían los derechos reales a nuestros pueblos originarios. Sin embargo, el proyecto en debate, curiosamente, se empeña en ir en la dirección contraria. En consecuencia, debería ser objeto de indicaciones a fin de tener un texto que garantice el reconocimiento verdadero de los derechos colectivos.
Señor Presidente, creo que no podemos dejar pasar esta oportunidad. Las circunstancias, pero sobre todo el contexto internacional, nos obligan a ir a un reconocimiento efectivo de los derechos de nuestros pueblos originarios. Hasta ahora no pueden sentir una identidad plena. Les son ignorados y muchas veces atropellados derechos ancestrales. Respecto de ellos, han emprendido una lucha que genera focos de conflicto en determinadas zonas del país. Y eso crea una imagen externa muy negativa para el Estado chileno.
A mi juicio, el conflicto con las etnias y su repercusión en diversos foros más allá de nuestras fronteras crean condiciones para que todo avance que se logre en campos importantes se vea perjudicado a raíz de la muy negativa visión que hoy se tiene en el mundo acerca de aquellos países que no son capaces de asimilar como corresponde su propia historia.
Quienes le dan vuelta la espalda al pasado y pretenden mirar el futuro pero sin hacerse cargo de los problemas que heredamos están mal enfocados y no conseguirán jamás la paz social que todos anhelamos; el progreso sustentable en que nos esforzamos, y, desde luego, la pertenencia a una nación que pueda mirar con dignidad a sus vecinos y al resto del mundo.
He dicho.
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